Baobab: el predio de la mafia que se convirtió en una sede de justicia afro
Los salones y pasillos de una mansión que en el pasado perteneció a un alfil del Cartel de Cali fue entregada a un colectivo afro que, a partir de ahora, la utilizará para reclamar por sus derechos y exigir que ser una persona negra en Colombia no siga siendo sinónimo de discriminación.
Tomás Tarazona Ramírez
Los habitantes afro del Valle del Cauca tendrán a partir de este mes un nuevo cuartel de operaciones para luchar por los derechos que históricamente les han sido torpedeados. Una mansión que en el pasado perteneció a Alias Pitufo, considerado como el “zar del contrabando”, fue entregada a un colectivo afrodescendiente para que resignificara los salones, jardines y pasillos que en el pasado fueron utilizados como laboratorio de guerra y crimen organizado.
El Espectador conoció la historia de Baobab, un centro de justicia racial que abrió sus puertas a finales de octubre y que tiene como propósito poner en la agenda pública décadas de luchas negras para que los derechos sean garantizados.
“Inaugurar esta casa es un logro que ha sido ganado a pulso. Los afrodescendientes hemos buscado incidir y ser escuchados en todas las instancias, gobiernos, procesos de paz e incluso en la misma Constitución. Con este predio, estamos más cerca de lograrlo”, explicó Esther Ojulari, directora del centro.
Remodelación total
Por casi dos décadas Diego Marín Buitrago utilizó una inmensa mansión de más de 3.500 m2 para edificar su imperio de contrabando. En 2004 Marín, que también estuvo asociado a los hermanos Rodríguez Orejuela y al Cartel de Cali, adquirió el predio en Aguablanca (Cali). Su poder criminal llegó a ser tan amplio, que cuando fue capturado en España en 2024 y la justicia comenzó a hacer sus pesquisas, se encontró que Alias Pitufo, como se le conocía en el hampa, era responsable del 80 % del contrabando en el país y pagaba sobornos mensuales de más de $100 millones a funcionarios de la DIAN, Policía y Fiscalía para poder comerciar sus mercancías a través del puerto de Buenaventura.
Pero toda esa historia quedará en el pasado gracias a un grupo de líderes afro que recibieron la casa luego de que la Sociedad de Activos Especiales (SAE) realizara una extinción de dominio a la mansión para que sea usada para exigir derechos afro.
Esther Ojulari explica que precisamente solicitaron que les fuera entregado ese predio en el distrito específico de Cali, pues tanto Aguablanca como el resto de Valle del Cauca, uno de cada cinco ciudadanos son afrodescendientes y la gran mayoría han enfrentado los retos estructurales del racismo, como la imposibilidad de acceder a educación, salud, mínimos básicos o, como explica la directora de Baobab, “tener la oportunidad de una vida con nuestras costumbres y cultura”.
“Hablar de justicia racial no es únicamente una vida con ausencia de discriminación o prejuicios basados en sesgos raciales. La justicia que lucharemos desde Baobab es la de fortalecer procesos comunitarios, que grupos afro puedan acceder a recursos, a formación académica y claro, hacer litigio en escenarios jurídicos”, explica.
La idea del centro Baobab es, virtualmente, novedosa en Colombia. Hay registros al menos desde 1991 de grupos de líderes negros que se juntaron para exigir por los derechos territoriales o el acceso a servicios básicos en sus territorios o pelear en estrados judiciales para que sus jóvenes no sean reclutados por el servicio militar obligatorio. Incluso, existe desde 2022 la Conferencia Nacional de Organizaciones Afrocolombianas, que reúne 300 colectivos negros. Pero Baobab, cuenta Ojulari, busca llegar más lejos que simplemente hacer gritos sordos al Estado. “El objetivo de Baobab es lograr que el enfoque étnico-racial sea escuchado e incorporado en la cotidianidad de Colombia”, asegura.
Para eso buscaron financiamiento a través de la cooperación internacional, las agencias estatales y rediseñaron la casa de Alias Pitufo en un centro donde nunca más una voz afro y los reclamos que pronuncia sea silenciada o ignorada. A futuro, incluso planean que la organización sea autosostenible a través de emprendimientos y no depender económicamente de terceros.
Un laboratorio de justicia
Varios son los ingredientes que los creadores de Baobab buscan añadir a la fórmula de justicia para las personas afro de Colombia. Ojulari cuenta que no solo buscan tener incidencia en el universo jurídico a través de tutelas o demandas ante las altas cortes, sino convertirse en una academia para que cualquier persona afrodescendiente pueda conocer sus derechos y aprender cómo defenderlos.
Otro de los enfoques más importantes en Baobab será precisamente el de investigar y utilizar la academia como forma de acceder a la justicia. “Sin investigación no hay información ni datos totalizados con un enfoque étnico-racial. Y sin ese enfoque, no hay una política pública que revierta la situación de discriminación y vulnerabilidad, sea en el censo nacional, en cifras de acceso a salud, educación o los demás mínimos”, explica la directora del centro.
(Puede interesarle: Justicia estadística: la base de datos que combate la invisibilidad afro)
En los otros salones donde en el pasado “Pitufo” organizó su mundo criminal, las personas de Baobab tienen otros proyectos: buscan poner en la agenda pública la importancia de la reparación histórica tras los daños que la Colonia y la esclavización tuvieron en Colombia. “Hoy podemos decir que los pueblos excluidos históricamente serán escuchados y tendrán un espacio propio y unido como movimiento negro”, concluye Ojulari.
¿Sabe qué es la justicia centrada en las personas? Visite Justicia Inclusiva de El Espectador
Los habitantes afro del Valle del Cauca tendrán a partir de este mes un nuevo cuartel de operaciones para luchar por los derechos que históricamente les han sido torpedeados. Una mansión que en el pasado perteneció a Alias Pitufo, considerado como el “zar del contrabando”, fue entregada a un colectivo afrodescendiente para que resignificara los salones, jardines y pasillos que en el pasado fueron utilizados como laboratorio de guerra y crimen organizado.
El Espectador conoció la historia de Baobab, un centro de justicia racial que abrió sus puertas a finales de octubre y que tiene como propósito poner en la agenda pública décadas de luchas negras para que los derechos sean garantizados.
“Inaugurar esta casa es un logro que ha sido ganado a pulso. Los afrodescendientes hemos buscado incidir y ser escuchados en todas las instancias, gobiernos, procesos de paz e incluso en la misma Constitución. Con este predio, estamos más cerca de lograrlo”, explicó Esther Ojulari, directora del centro.
Remodelación total
Por casi dos décadas Diego Marín Buitrago utilizó una inmensa mansión de más de 3.500 m2 para edificar su imperio de contrabando. En 2004 Marín, que también estuvo asociado a los hermanos Rodríguez Orejuela y al Cartel de Cali, adquirió el predio en Aguablanca (Cali). Su poder criminal llegó a ser tan amplio, que cuando fue capturado en España en 2024 y la justicia comenzó a hacer sus pesquisas, se encontró que Alias Pitufo, como se le conocía en el hampa, era responsable del 80 % del contrabando en el país y pagaba sobornos mensuales de más de $100 millones a funcionarios de la DIAN, Policía y Fiscalía para poder comerciar sus mercancías a través del puerto de Buenaventura.
Pero toda esa historia quedará en el pasado gracias a un grupo de líderes afro que recibieron la casa luego de que la Sociedad de Activos Especiales (SAE) realizara una extinción de dominio a la mansión para que sea usada para exigir derechos afro.
Esther Ojulari explica que precisamente solicitaron que les fuera entregado ese predio en el distrito específico de Cali, pues tanto Aguablanca como el resto de Valle del Cauca, uno de cada cinco ciudadanos son afrodescendientes y la gran mayoría han enfrentado los retos estructurales del racismo, como la imposibilidad de acceder a educación, salud, mínimos básicos o, como explica la directora de Baobab, “tener la oportunidad de una vida con nuestras costumbres y cultura”.
“Hablar de justicia racial no es únicamente una vida con ausencia de discriminación o prejuicios basados en sesgos raciales. La justicia que lucharemos desde Baobab es la de fortalecer procesos comunitarios, que grupos afro puedan acceder a recursos, a formación académica y claro, hacer litigio en escenarios jurídicos”, explica.
La idea del centro Baobab es, virtualmente, novedosa en Colombia. Hay registros al menos desde 1991 de grupos de líderes negros que se juntaron para exigir por los derechos territoriales o el acceso a servicios básicos en sus territorios o pelear en estrados judiciales para que sus jóvenes no sean reclutados por el servicio militar obligatorio. Incluso, existe desde 2022 la Conferencia Nacional de Organizaciones Afrocolombianas, que reúne 300 colectivos negros. Pero Baobab, cuenta Ojulari, busca llegar más lejos que simplemente hacer gritos sordos al Estado. “El objetivo de Baobab es lograr que el enfoque étnico-racial sea escuchado e incorporado en la cotidianidad de Colombia”, asegura.
Para eso buscaron financiamiento a través de la cooperación internacional, las agencias estatales y rediseñaron la casa de Alias Pitufo en un centro donde nunca más una voz afro y los reclamos que pronuncia sea silenciada o ignorada. A futuro, incluso planean que la organización sea autosostenible a través de emprendimientos y no depender económicamente de terceros.
Un laboratorio de justicia
Varios son los ingredientes que los creadores de Baobab buscan añadir a la fórmula de justicia para las personas afro de Colombia. Ojulari cuenta que no solo buscan tener incidencia en el universo jurídico a través de tutelas o demandas ante las altas cortes, sino convertirse en una academia para que cualquier persona afrodescendiente pueda conocer sus derechos y aprender cómo defenderlos.
Otro de los enfoques más importantes en Baobab será precisamente el de investigar y utilizar la academia como forma de acceder a la justicia. “Sin investigación no hay información ni datos totalizados con un enfoque étnico-racial. Y sin ese enfoque, no hay una política pública que revierta la situación de discriminación y vulnerabilidad, sea en el censo nacional, en cifras de acceso a salud, educación o los demás mínimos”, explica la directora del centro.
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En los otros salones donde en el pasado “Pitufo” organizó su mundo criminal, las personas de Baobab tienen otros proyectos: buscan poner en la agenda pública la importancia de la reparación histórica tras los daños que la Colonia y la esclavización tuvieron en Colombia. “Hoy podemos decir que los pueblos excluidos históricamente serán escuchados y tendrán un espacio propio y unido como movimiento negro”, concluye Ojulari.
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