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¿Castigar o reparar? El proyecto que busca cambiar las ideas sobre justicia

Una extensa investigación encuestó a 2.442 personas, preguntó sobre sus vidas, creencias y demostró que la reparación puede ser un camino para alejarse de la idea de que la cárcel y el castigo son las únicas justicias posibles. Los resultados demuestran que las creencias, además de las conductas, sí pueden modificarse cuando existe información clara y se deconstruyen los prejuicios.

Tomás Tarazona Ramírez
22 de octubre de 2024 - 09:03 p. m.
Un estudio de la Universidad Eafit demostró que el punitivismo se puede cambiar, cuando se hace pedagogía y se muestran sus consecuencias, e incluso virar hacia la justicia restaurativa.
Un estudio de la Universidad Eafit demostró que el punitivismo se puede cambiar, cuando se hace pedagogía y se muestran sus consecuencias, e incluso virar hacia la justicia restaurativa.
Foto: Cortesía Eafit

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El castigo y la cárcel no son la única forma de justicia que buscan las personas que fueron víctimas de algún delito. Un estudio realizado por la Universidad Eafit y la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) concluyó que, aunque en el imaginario colombiano predomine la idea de castigar (punitivismo), hay maneras de inclinar la balanza hacia un sistema que procure por la justicia restaurativa y la reparación de los daños.

La investigación comenzó en 2023, cuando un grupo de investigadores se reunió en Medellín para encontrar una fórmula que, además de cambiar el pensamiento de las personas, fortaleciera su confianza en la justicia. Tras meses de diseño metodológico, empezó a andar la máquina que encuestó a 2.442 personas en 12 zonas donde la guerra y el delito han sido constantes: Montes de María, Urabá, el Bajo Cauca Antioqueño o los azotados municipios del suroccidente colombiano, como Puerto Asís o Tumaco, los cuales suman más de 100.000 víctimas afectadas por el conflicto.

Los resultados demostraron que aquellas personas que han sido víctimas del delito y la guerra, cuando reciben información clara, “pueden cambiar su pensamiento de que el castigo es la única opción válida de justicia y que el consenso o el diálogo de algunos conflictos significan impunidad”, explica el estudio.

Paso a paso de un cambio

Los expertos de Eafit le explicaron a este diario que el fundamento metodológico de esta investigación es el “cambio comportamental”: un ejercicio en el que, a través de estadística, pedagogía, arte e información clara, se puede llegar a modificar un pensamiento y, si es muy exitoso, las conductas de una comunidad.

El primer paso fue encontrar una población que estuviera dispuesta a contar su historia de derechos violentados. Así pues, tomaron como mayoría a personas de estratos 1 y 2, especialmente a mujeres y miembros de pueblos afro e indígenas que fueron afectados por el conflicto. Sus descubrimientos iniciales no mostraron nada esperanzador, pues en el 68 % de las preguntas, las respuestas mostraron que “la medida más efectiva de la justicia es la cárcel” y solo el 40 % de ellos conocía lo que era la justicia restaurativa o cómo un agresor puede resarcir su daño sin necesidad de ser encarcelado.

A los participantes de la encuesta se les ofreció todo un programa integral para cambiar sus perspectivas sobre la justicia y el alto punitivismo que tenían arraigado en sus pensamientos. Por ejemplo, se hicieron obras de arte en la que se mostró que, cuando las personas de una comunidad son excluidas por un error, es muy probable que en el futuro ese grupo desaparezca, pues todos fueron aislados.

Otro escenario de cambio comportamental se ofreció a través del lenguaje. Los participantes de la investigación reflexionaron sobre lo perjudicial que resulta castigar todas las conductas. Para eso, propusieron un ejercicio: “Si seguimos aplicando el ‘ojo por ojo’, ¿qué hacemos al final con un país lleno de ciegos?”.

El proyecto también les ofreció comparaciones sobre cómo funciona el sistema punitivo y las diferencias que tiene con la justicia restaurativa. Por ejemplo, se enseñó un estudio del Ministerio de Justicia británico que concluyó que la reincidencia (volver a ingresar a la cárcel) es menos probable cuando el agresor es tratado con restauración y reparación a sus víctimas.

“A pesar del punitivismo que muestran las cifras y las comunidades, vimos que al terminar el proyecto la gente incrementó su disposición a reparar o estar en un proceso de justicia restaurativa en más del 10 %. Esto es un mensaje que dice que si la ciudadanía puede hacerlo, es ahora tarea del Estado incorporarlo y aplicarlo”, explica María Paulina Domínguez, coordinadora del proyecto.

Doris Gutiérrez, jueza de adolescentes de Cali, asegura que la justicia restaurativa cambia el paradigma de la justicia. “Es muy diferente hablar de una justicia fría en la que se condena a años a una persona, en contraste con un proceso en el que se repara el dolor y el agresor mira de frente a la víctima y le explica por qué hizo lo que hizo y entiende el sufrimiento que ha causado”, asegura.

¿Un experimento que sirve?

La investigación deja claro que la justicia restaurativa no es una fórmula mágica que pueda ser aplicada en todo momento, pues hay crímenes que, por su crudeza o ausencia de reconocimiento, deben ser manejados con otro lente. Sin embargo, María Paulina Domínguez asegura que hay hallazgos valiosos que, no son representativos a nivel estadístico nacional, pueden ser rescatados. “El estudio muestra que incluso la población víctima del conflicto se dispone a la justicia restaurativa”, explica la coordinadora.

Los resultados aseguraron que sí es posible cambiar el imaginario de “vigilar y castigar” el delito, por un lente de restauración del tejido social y reparación de los daños. Los participantes de la encuesta, que apenas iniciaron la investigación se inclinaban por el enfoque de la cárcel y el castigo, terminaron el experimento con un 11 % de preferencia por aprobar, utilizar o someterse a la justicia restaurativa en el futuro.

“Aún evidenciamos que, como sociedad y Estado, seguimos siendo punitivos. Pero estudios como estos nos muestran algo muy bonito: sí es posible que la ciudadanía cambie esos pensamientos y propendan más por restaurar que por castigar”, concluye Domínguez.

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Tomás Tarazona Ramírez

Por Tomás Tarazona Ramírez

Periodista de investigación con énfasis en conflicto, memoria y paz.ttarazona@elespectador.com

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