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Ligia Mirella Ospina, conciliadora en Tumaco, lleva en su labor una mezcla de tradición y vocación. Desde niña, creció con el ejemplo de su padre y abuelo, quienes resolvían conflictos en su comunidad a través del diálogo. Sin saberlo, ese entorno la preparó para ser lideresa y mediadora en su barrio, ayudando a sus vecinos a resolver, desde discusiones intrafamiliares hasta pleitos relacionados con las construcciones de sus casas. Su pasión por servir a los demás la llevó a formarse en un diplomado de conciliación en equidad, un estudio con el que encontró un nombre para aquello que ya hacía de corazón.
Sin embargo, la experiencia de Ligia es solo una parte de una red más amplia de impacto. Las jornadas de conciliaciones, lideradas por el Ministerio de Justicia y del Derecho y apoyadas por programas como el de Justicia Inclusiva de Usaid, han demostrado ser un mecanismo poderoso para acercar la justicia a las comunidades. Según cifras del Ministerio de Justicia, solo en 2023 se registraron 31.327 casos de conciliación en equidad y 19.329 en el primer semestre de 2024, impactando a miles de personas. Muchos de ellos en zonas rurales o en comunidades vulnerables, donde el acceso a la justicia formal solía ser limitado.
Estas jornadas, organizadas en conjunto con las autoridades locales y actores de justicia, no solo buscan resolver conflictos de manera rápida y gratuita, sino también fortalecer el tejido social. Para el Ministerio de Justicia, las conciliatones son una herramienta clave para reducir las barreras de acceso a la justicia y promover una cultura de diálogo. Según dijo Ángela María Buitrago, ministra de Justicia, durante el Festival de la Conciliación realizado en octubre de 2024, las conciliaciones buscan cambiar conductas y promover una cultura de paz en comunidades afectadas por violencia y conflicto intrafamiliar. “Se ha tratado de modificar los comportamientos, porque realmente hay una agresividad producto de muchos efectos sociales que tienen que ser estabilizados”, expresó la funcionaria.
Por otro lado, líderes como José Alejandro Payares, secretario de gobierno de Caucasia, resaltan que estas jornadas fortalecen la confianza en el sistema judicial, llevando soluciones a donde más se necesitan. Además, porque las jornadas de conciliaciones también integran servicios complementarios como asesoría jurídica, psicológica y social, lo que permite abordar los conflictos de manera integral. Por ejemplo, en una reciente jornada en Tumaco, Ligia recuerda cómo ayudó a resolver una disputa por tierras que amenazaba con dividir a una familia. “Fue un caso difícil, pero al final logramos un acuerdo. Ver cómo las personas salen con una solución es la mayor recompensa”, comenta.
En el país, hay más de 11.182 conciliadores y conciliadoras, quienes desempeñan un papel fundamental en estas iniciativas. La conciliación puede ser en derecho o en equidad. En el primer caso, se realiza a través de centros de conciliación formales; en el segundo, ciudadanos voluntarios, como Ligia, ofrecen su tiempo y conocimiento para mediar en conflictos cotidianos sin costo alguno. En este encuentro, cada una manifiesta su posición, sus peticiones y sus propuestas para solucionar su problema.
Además de resolver conflictos, las conciliaciones han probado ser un espacio que promueve una cultura de paz y fortalece el tejido social. Al reducir las barreras de acceso a la justicia, en jornadas de conciliaciones las entidades ayudan a construir confianza en las instituciones. Ligia, por ejemplo, siente satisfacción al ver que su esfuerzo contribuye al tejido social y a la construcción de paz en Tumaco. Su resistencia y dedicación, al igual que las de todos los conciliadores, son ejemplo para su comunidad. Un ejemplo que no termina en 2024, para 2025 el programa Justicia Inclusiva de Usaid 57 jornadas de conciliación y mediación.
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