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“Creo en el liderazgo comunitario y en el de las mujeres”: Rigoberta Menchú

La primera mujer indígena, y la más joven, en ganar un Nobel de Paz, habló con El Espectador de la coyuntura que aqueja a Colombia y los demás países de América Latina como los cambios de gobiernos, las brechas en acceso a la justicia para jóvenes, mujeres y grupos étnicos, así como los caminos que ve para lograr la paz.

Laura Sofía Solórzano Cárdenas
25 de julio de 2024 - 06:35 p. m.
La activista recalca que "hay muchos actores que tomar en cuenta si queremos invertir en nuestra paz futura".
La activista recalca que "hay muchos actores que tomar en cuenta si queremos invertir en nuestra paz futura".
Foto: Archivo Particular

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Han pasado 32 años desde que Rigoberta Menchú Tum se ganó el Nobel de Paz. El mismo tiempo que ha usado para fortalecer sus luchas e incentivar a otros jóvenes y mujeres a alzar la voz por sus derechos. Nació en 1959, un 9 de enero, en el municipio de San Miguel Uspantán en Guatemala, en una familia campesina maya. Su infancia y juventud estuvieron marcadas por la discriminación que padece la población indígena, la pobreza y la violencia.

Ese contexto difícil, que fue el único que conoció desde su primer llanto, hizo que desde los cinco años tuviera que trabajar ayudando a sus padres, quienes laboraban en fincas de familias privilegiadas. Al llegar a su adolescencia se fue a la capital a trabajar como empleada doméstica. Y, según recoge la Comisión Nacional de los Derechos Humanos de México, ya fue más consciente del conflicto armado que fisuraba a su país, así como de la política de exterminio que se había implementado en la época contra la población indígena maya, de la cual fueron víctimas su hermano y sus padres.

La soledad que le causó la violencia la impulsó a involucrarse en diversas causas sociales, participar en foros nacionales e internacionales y empezar a visibilizar las desigualdades que a ella misma habían afectado: económicas, sociales, políticas y culturales. En 1981, tuvo que exiliarse en México para proteger su vida y evitar ser silenciada, pero desde allí siguió siendo altavoz para los indígenas guatemaltecos y las mujeres. Una misión que sigue vigente y que fomenta alianzas en todo el mundo, principalmente, en América Latina.

En 15 días (8 y 9 de agosto), precisamente, Rigoberta Menchú estará en Medellín. La activista y presidenta de la Plataforma de Mujeres Indígenas es una de las invitadas al She Is Global Forum 2024, un espacio que reunirá a voces influyentes en materia de equidad de género en toda la región para revisar avances y oportunidades que permitan pensar un trabajo articulado. A propósito de su visita, El Espectador habló con ella para conocer cómo ve la coyuntura regional en cuanto al acceso a la justicia, la protección de derechos y la protección de las comunidades étnicas.

¿Cuál es esa evaluación que hace respecto al acceso a la justicia para las comunidades étnicas?

Bueno, yo creo que es necesario hacer una revisión. Muchas veces tenemos la referencia de datos estadísticos que se hicieron hace décadas, impactos más basados en el diagnóstico sobre los temas de paz o si vamos por los campos de las Naciones Unidas, estamos midiendo la situación a partir de la Agenda 2030, a partir de los puntos de desarrollo sostenible, pero hay mucha visión dispersa. Mi recomendación sería que volviéramos a encarar un diagnóstico mucho más actualizado para renovar una visión de qué es el desarrollo para los pueblos indígenas, qué es pobreza y no pobreza, qué es la participación política. Cuáles son los avances que hay de los últimos tiempos.

Lo que yo estoy haciendo actualmente es plantear una serie de preguntas para que conjuntamente podamos empezar como a redireccionar, no solo por los pueblos indígenas. Hoy por hoy tenemos muchos avances de participación y reconocimiento a la diversidad, étnica, intergeneracional. Hay generaciones pasadas que tuvieron mucho protagonismo y que actualmente no son las referencias exactas del liderazgo inmediato para el futuro, pero también hay mucha juventud preparada. Cuando veo a los pueblos indígenas, veo a las mujeres increíblemente preparadas para el futuro, queriendo ser escuchadas, afrontar nuevos retos. A eso quiero llegar yo, y creo que siempre se puede hacer una convocatoria tanto a programas de Estado que tienen la obligación de servir a la gente por igual, pero también a la empresa privada. Tenemos que crear una cultura de acercamiento y mesas de diálogo verdadero, eso se puede hacer con buena voluntad para compartir el poder.

¿Cómo generar esa confianza de que sí se puede llegar a acuerdos y trabajar colectivamente?

Yo estoy tratando de visualizar algunos mecanismos, me gustaría que después de las elecciones de México, que realmente le debo decir que la lección mexicana marca muchas pautas, hagamos una un sondeo pertinente, tomando en cuenta las autoridades indígenas, tomando en cuenta la aportación de los propios pueblos indígenas, los temores que se tiene. Hay que hacer una investigación exhaustiva con otros criterios. No necesitamos perdernos en los libros, necesitamos oír voces y esas voces son muy importantes para el tiempo contemporáneo, de resolución de problemas, de conflictos, pero también de liderazgo, de desarrollo integral, no desarrollo sostenible.

¿Qué avances cree que debe hacer Colombia para la consecución de paz?

Yo creo que es obligatorio que tengamos una actitud positiva y una actitud bastante esperanzadora en relación con la paz. Porque si no repensamos qué es paz, podemos volver definitivamente a los parámetros de que hay una guerra, de que tienen que mandar las armas o la intolerancia de quienes manejan las armas. Entonces, yo siento que hay que revivir nuestra noción de paz a partir del respeto mutuo, a partir del equilibrio, de los valores y principios que posee la población. En la cultura cívica de la gente que toda la vida lo ha mantenido porque no ha tenido otra alternativa que vivir las crisis y los conflictos.

Ver qué ocurrió con los acuerdos de paz, cuáles son las instituciones nuevas que se crearon a partir de los acuerdos de paz y que tantas promesas se ha cumplido, pero también hay que hacer una nueva visión de paz para la gente común en nuestras organizaciones, en nuestras empresas y en nuestros cargos. Porque hay una enorme cantidad de cargos públicos que, muchas veces, se colocan como ajenos a los conflictos, pero en realidad son los constructores de una perspectiva.

Ese tipo de aprendizajes yo creo que está ocurriendo en el continente, y ¿por qué está ocurriendo? Porque no hay una real gobernanza, diría que el mundo actual nadie lo gobierna, no sabemos exactamente cómo se toman las decisiones de políticas públicas, sobre qué criterio, qué base, ni la capacidad intelectual de quienes ejecutan esas políticas. Entonces, eso hace que haya una enorme necesidad de ejercer liderazgo local. Ahí voy. Yo creo mucho en el liderazgo de las mujeres, creo mucho en liderazgo comunitario, creo mucho también en la preparación que ha tenido la gente local y comunal para resolver problemas y por eso planteo una relación de escuchar voces porque no es solo depende del gobierno, tampoco solo depende de la iniciativa privada hoy por hoy, hay muchos actores que tomar en cuenta si queremos invertir en nuestra paz futura.

Seguramente hay muchos avances que se están dando, en la experiencia propia de Colombia, a partir de los diálogos y las negociaciones, pero no tenemos la comunicación global como para entender sus detalles y es muy diferentes que, por ejemplo, en Perú, en Argentina, en otras áreas donde están los pueblos indígenas. Yo veo que América Latina necesita construir nuevas relaciones sobre la base del multilateralismo.

¿Cómo proteger los avances en la protección de los derechos humanos durante los cambios de gobierno?

Yo creo que hay que repensar la democracia, porque actualmente la democracia de lo que estoy observando en todos los países de América, incluso en las elecciones más sólidas que hemos visto en los últimos tiempos, las elecciones son como un juego de élites, deciden los partidos políticos que han ido generando una ruta de élites. El modelo democrático está pasando en una problemática y es la legitimidad y por eso se cuestiona mucho a un gobierno entra, la gente ya tiene la visión de ese juego político, ¿qué tenemos que hacer? Yo siento que hay muchos pensadores de América Latina, hay muchos autores de reformas constitucionales y reformas normales en los últimos tiempos, es necesario retomar los temas de la justicia transicional y de la dignificación de las víctimas, ¿quién está redignificando estas víctimas que pagamos el costo humano y el costo social? Es un problema muy serio que la democracia no está tomando en cuenta.

Luego está la redignificación de la paz y es uno de los planteamientos que estoy haciendo, lo estoy haciendo desde la ONU, desde los gabinetes de estados, desde las la educación política, digamos a las mujeres que intentan organizarse, pero también desde la juventud porque la juventud tiene un rol importantísimo de reclamar cuál es la paz por la que la juventud debe afrontar. Estos planteamientos son difíciles, pero hay que hacerlos, por lo tanto, las crisis por las que pasan los gobiernos es por la legitimidad institucional, la gente no cree que se resuelvan sus problemas, ni en los partidos, ni en los estados. Yo creo que hay un rol muy importante de la sociedad civil, siempre y cuando planteemos nuestra agenda, siempre y cuando y actualicemos nuestros análisis, si no hacemos repetimos los mismos vicios del pasado.

Otra de las problemáticas que compartimos en la región y que también afecta en gran medida a las poblaciones étnicas es el tema de violencia de género y especialmente el tema de feminicidios, ¿cómo frenar las cifras?

Yo creo que lo primero es que se lo tomen en serio. Hay leyes que prohiben los crímenes contra las mujeres y el feminicidio fue una lucha de las mujeres resultado de una sistematización de crímenes tan repudiables en contra de las mujeres. Necesitamos que se lo tomen en serio, que haya un equipo preparado que haga cumplir a esas normas. Incluso, que instruyan a los jueces, a los fiscales y a las diversas instituciones que tienen que ver con la impartición de justicia, para que no se someta a la mujer a una nueva violencia en la irrupción de su cuerpo y su privacidad, esto no puede ser, es un doble crimen.

Se debe tomar en serio tanto por la ONU, como por los gobiernos, como por los ministerios y por los legisladores. Pienso que las mujeres tenemos que tener la capacidad de articular una legislación obligatoria para el cumplimiento de la ley de feminicidio no solo que sirva para Colombia, de manera global mínimo para el continente, o sea, hay acuerdos legislativos que deben ser como parte ya del planteamiento global en defensa de derechos de mujeres.

Es necesario, es fundamental tomar en cuenta las víctimas de las últimas tres décadas. Yo diría en búsqueda de las víctimas que han sufrido las diversas tipos de violencia, los diversos tipos de escenarios donde se vulneró su vida su familia su dignidad para pedirles un consejo. Preguntarles qué deberíamos hacer para que esto nunca más vuelva a pasar, cómo podríamos activar los instrumentos que existen actualmente, cómo podríamos nosotros sensibilizar la opinión pública para que se obliguen los entes de estado y los entes académicos a que cumplan con la dignidad humana de las mujeres.

¿Qué invitación le hace a las juventudes en la región?

Que hagan su propia agenda. La juventud está obligada a tener una visión multidisciplinaria de la situación, tener un liderazgo intergeneracional que sepa cómo respetar los esquemas buenos que se han sembrado, con mucho esfuerzo, en décadas pasadas. La juventud debe intentar recrear el futuro, lo puede ver mejor porque tiene la tecnología de su lado, puede investigar. A mí me parece muy importante que sepan lo que está pasando y que reclamen participación, no cuando ya sean dirigentes con 10 títulos, sino que traten de forjar su camino con experiencia. La juventud tiene todas las ganas de abrir y tocar puertas y siempre van a encontrar aliados. No es que hagan el liderazgo del mañana, sino que sean líderes desde ahora.

Rigoberta, quien antes de iniciar la entrevista se presentó, como si su nombre no resonara cuando se habla de protección de derechos, confesó que aún tiene luchas pendientes, entre esas, impulsar el liderazgo de los jóvenes y fomentar que cada vez haya más colectivos multidisciplinarios en los que la palabra jóven lidere el cambio. “Yo creo que falta que podamos aprender mucho de los avances de la juventud, a mí me encanta es un complemento”, concluye.

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Laura Sofía Solórzano Cárdenas

Por Laura Sofía Solórzano Cárdenas

Periodista de la Universidad de La Sabana y editora de Justicia Inclusiva. Cuenta con experiencia en medios escritos y digitales. Actualmente cursa una maestría en Filosofía. @sofiaenletrasslsolorzano@elespectador.com

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