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Víctor Eduardo Calderón Perdomo había llegado a Bogotá, luego de ser víctima de desplazamiento forzado, como muchos jóvenes de su edad, buscando nuevas oportunidades. Hacía chocolatinas y las vendía en buses de la capital y a la par buscaba seguir la tradición panadera de su familia. Sin embargo, sus sueños se vieron truncados en marzo de 2006.
Víctor, este “hombre trabajador y responsable”, como lo recuerda su madre y su hija, salió de su casa, ubicada en la localidad de Bosa, al sur de la ciudad, el 5 de marzo de 2006 en horas de la mañana. Llamó a sus familiares, como era frecuente en él, pero después de esa última conversación su voz se apagó para siempre.
Pasaron menos de 48 horas cuando el joven apareció muerto a más de 700 kilómetros de su casa. Fue Reportado como supuesta baja en combate por integrantes del Batallón de Infantería Motorizado N°43 ‘Efraín Rojas Acevedo’, conocido como el Biroj, en zona rural de La Primavera, en Vichada.
“Mi padre no pudo volver a casa, como dijo que lo haría, para celebrar mi cumpleaños”, dijo la hija de Víctor, quien luego de una búsqueda llena de tristezas, logró recibir el cuerpo de su padre en el Meta y tuvo que enterrarlo allí. Luego de que se cumpliera el plazo de permanencia en el cementerio, junto con su familia, pudo trasladar los restos hasta el departamento en el que vivían en ese entonces. Sin embargo, volvieron a separarlos, pues en diciembre de 2012, sin su conocimiento, una entidad estatal exhumó el cuerpo y lo trasladó a otro municipio, alegando que se trataba de un cuerpo asociado a un proceso judicial.
Por varios años, su familia no tuvo rastro de su paradero, hasta que la JEP pudo establecer que el cuerpo estaba en un laboratorio de Medicina Legal. Con esa información, gestionó ante la Fiscalía el retorno del cuerpo a su familia y la enmienda de su registro civil de defunción. Adicionalmente, la familia fue acreditada en el Caso 03, el cual investiga los asesinatos y desapariciones forzadas presentadas como bajas en combate por agentes del Estado.
Por su parte, la Sala de Definición de Situaciones Jurídicas (SDSJ) de la JEP activó el componente de reparación integral del Sistema Integral para la Paz con el fin de requerirle a la Unidad para las Víctimas que analice su inclusión de esta familia en el Registro Único de Víctimas (RUV), así como del pago de las reparaciones administrativas conforme a los parámetros definidos en la Ley de Víctimas (1448 de 2011).
En marzo de 2024, el despacho de la magistrada Sandra Castro Ospina, presidenta de la SDSJ de la JEP, recibió el proceso relacionado con la muerte de Víctor y se convierte en la primera entrega digna ordenada por esta sala de la JEP. Desde entonces, junto con su equipo han reunido varios casos en los que participaron de forma reiterada algunos integrantes del Biroj, lo que, incluso, podría constituir un patrón macrocriminal en esta unidad militar contra civiles indefensos, protegidos por el Derecho Internacional Humanitario (DIH).
Al momento, el despacho de la magistrada Castro ha identificado nueve casos que suman 30 víctimas de hechos cometidos entre el 7 de marzo de 2006 y el 4 de noviembre de 2007.
“Hasta ahora, ha habido impunidad, no se han efectuado investigaciones serias y no se han atribuido responsabilidades por las muertes”, dijo en la diligencia de entrega digna la magistrada Castro, explicándoles a los familiares que los comparecientes implicados en los hechos serán llamados por la sala a aportar verdad, proponer acciones restaurativas y reconocer responsabilidad.
Un grano de arena
La Unidad de Búsqueda acompañó este nuevo proceso de entrega en el que además se tuvieron en cuenta las cicatrices de la familia Calderón que aún no sanan, una de ellas es la victimización a la que se han enfrentado por décadas. Para ello se les ofreció apoyo psicosocial días antes a la entrega digna, un espacio que tuvo como objetivo reunir los elementos simbólicos y representativos en la vida de Víctor.
La familia, acompañada de los profesionales, construyó un árbol cuyas raíces representaron el arraigo de Víctor a su tierra. El tronco representa la magnitud de la lucha de la madre de Víctor. Las hojas representaban los frutos, el legado de este hombre en las vidas de todos sus familiares, incluso en los más jóvenes que nunca lo conocieron en vida, pero que, a partir de este acto simbólico y restaurativo, pudieron llevarse una imagen del que fuera su abuelo o su tío Víctor.
“Era un hombre responsable y trabajador”, recuerda su madre mientras está ubicada frente al cofre en el que reposa el cuerpo de Víctor. Su nieta, la ya adulta hija de Víctor, canta entre lágrimas: “Préstame a mi padre. Dame unos minutos para recordar qué se siente abrazarlo. O cómo decirle que allá, en nuestra casa, todos lo extrañamos…”.
En palabras de la hija, su familia “es gente ejemplar, que nunca le ha negado nada al prójimo” y el hecho de que finalmente puedan tener los restos de su padre y darle una despedida digna, representa unos primeros peldaños para el largo proceso que tiene el sanar y ser reparados.
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