Desaparición de mujeres: así fue la búsqueda de Erika Pérez
En 2022, un total de 2.467 mujeres fueron reportadas como desaparecidas en el país. Erika Shirley Pérez, cabeza de hogar, peluquera y madre de 37 años, fue una de ellas. En ocasión al día de la eliminación de la violencia contra la mujer, recordamos su caso, es cual es muestra de los patrones que atraviesan las personas buscadoras de mujeres desaparecidas.
Yesenia Palacio Tamayo
El cuerpo de Erika Pérez fue encontrado en el río Medellín, a la altura de Barbosa, luego de seis días de búsqueda. Había sido reportada como desaparecida el 7 de febrero de 2022. No había vuelto a casa luego del trabajo y su mamá se quedó esperándola en la sala, pendiente de que llegara para abrirle la puerta. Que el cuerpo de Erika fuera encontrado fue casi un milagro. Su cabello rubio, que aunque no era tan largo, se enredó en las ramas de un árbol e impidió que el río se lo llevara y lo escondiera para siempre. De no ser así, ella sería una más de las 1.277 mujeres que continuaron desaparecidas desde 2022.
En la sala de Mercedes Pérez, la madre de Erika, hay una repisa con las fotos de sus hijos. “Cuánta falta nos haces”, dice el cuadro de Erika. Al lado, hay una veladora encendida. A las 11:30 de la noche de ese día recibió el último mensaje de su hija, decía que compartiría con una compañera de trabajo y el hermano de esta. A la madrugada del 8 de febrero, al ver que no llegaba a la casa, Mercedes le escribió a toda la familia para averiguar si alguien sabía donde estaba. En su desespero, todos marcaron a su celular, pero las llamadas eran rechazadas y, luego, los números eran bloqueados.
La familia Pérez Pérez pasó por todas las dificultades que contrae buscar a una persona desaparecida. A las 9:00 de la mañana de ese día, la pareja de Erika fue a la Fiscalía para poner el denuncio por desaparición, pero no se la recibieron. Le dijeron que todavía era muy pronto para ese proceso. Volvió a las dos horas y, luego de mucho insistir, se la aceptaron. Al hacerse público el cartel de la desaparecida, empezaron a llegar llamadas que complicaron la búsqueda: Desde personas que se hacían pasar por integrantes de grupos guerrilleros para pedir extorsión —llamadas de estafada que son comunes en estos casos—, pasando por investigadores privados ofreciendo sus supuestos servicios, hasta llamadas que decían haber visto una mujer desnuda caminando desorientada por el centro de Medellín.
(Conozca el especial: Mujeres que buscan justicia: historias que desafían la violencia de género)
—Justo el día que dijeron que la vieron sin ropa en el centro cayó un aguacero— cuenta Mercedes—. Yo la pensaba todo el día y me decía: “¡Cómo estará aguantando de frío mi muchacha!”.
Mercedes tiene movilidad reducida, por lo cual fueron sus familiares quienes salieron a las calles a seguirle el rastro a Erika. Con fotografía en mano preguntaron por ella por los alrededores de la plaza Minorista, lugar donde habitan personas en condición de calle y donde las llamadas decían haberla visto. Entraban a los moteles y bares de la zona de Prado y los bajos del Metro. Exponiendo también su propia integridad debido a la presencia de bandas de microtráfico que controlan la zona y les advertían que no podían estar allí.
Daniela González, su prima, fue una de las que lideró la búsqueda y coordinó los recorridos a pie. Ella vivió frente la casa de la familia Pérez Pérez por 25 años en Manrique. Allí era donde iba a hacer las tareas y a jugar con los juguetes de su prima. Erika siempre fue fanática de los peinados, por lo que era la que le hacía las trenzas o le planchaba la capul.
Ella, junto a familiares, amigos y grupos de derechos humanos, realizaron estas caminatas a pie. Jornadas que duraban hasta 14 horas y finalizaban a la 1:00 de la mañana del día siguiente.
—Pensábamos que la íbamos a hallar. Tal vez muy traumada y triste, pero que iba a estar viva y eso era lo importante.
La familia buscó por tres días continuos a Erika en las calles. Llegaban a sus casas solo a dormir, pero el miedo de perder tiempo valioso o que ella pudiera estar en peligro no les permitía conciliar el sueño. Por lo que usaban el insomnio para continuar la búsqueda.
También recolectaron información de algunas cámaras de seguridad del sector dónde desapareció la mujer. Juan Esteban Álvarez, hermano de la compañera de trabajo de Erika, fue la última persona que la vio con vida. Inicialmente, había declarado que se ofreció a acompañar a la mujer hasta una estación del Metro, pero como estaba cerrada, ella pidió transporte por una aplicación. Versión que fue desmentida por la empresa que demostró que hacía más de un año ella no usaba ese servicio.
(Puede leer: Justicia y salud: así fue el engranaje para aportarle a las mujeres en Antioquia)
Luego, Álvarez cambió su versión, argumentando que él se había ofrecido a llevar a la mujer, pero que esta decidió bajarse de la moto porque se encontró con una supuesta amiga en el parque de Villa Hermosa. Las versiones de este hombre eran cada vez más inconsistentes, y las imágenes de los videos de seguridad mostraban que él discutió con Erika y, al parecer, la forzaba a subirse a su vehículo.
La familia de Erika se sentían inconformes con los avances de las autoridades, por lo que realizaron marchas en Aranjuez y bloquearon el paso del Metroplus. También hicieron velatones en el barrio en que creció y rezaron rosarios, pidiendo su pronto encuentro.
El 13 de febrero los allegados harían un plantón en el parque de Villa Hermosa, último lugar donde la mujer fue vista. De camino al sitio, González recibió una llamada que, aunque esperaba, jamás iba a estar preparada para escuchar. Un cuerpo con las mismas características de Erika fue encontrado en el río Medellín.
El día anterior, Daniela había soñado con su prima. En este le seguía el rastro a Erika, y al final, ella le mostraba un desagüe de aguas sucias. Desde ese momento, supo que no la encontraría con vida. Según ella, Erika la estaba preparando para la mala noticia. Fue la primera en recibir la llamada del fiscal, pudo reconocer el cuerpo de su prima por sus juanetes, las manillas rojas que siempre usaba en los pies y el tatuaje de plumas que tenía detrás de la oreja.
Policía y Fiscalía capturaron a Juan Esteban Álvarez el primero de marzo de 2022 por el delito de homicidio agravado, luego de analizar 30 cámaras de seguridad, interceptar cuatro líneas de comunicaciones y de hallar restos de sangre de Erika en su casa en el barrio Santa Lucía.
Sin embargo, la lucha de esta familia no terminó ahí.
(Lea también: Volver a salir: las cicatrices de la violencia contra la mujer en Montes de María)
Inicialmente, a Álvarez se le acusaba de homicidio, más no de feminicidio. Pero, luego de que la fundación Feminicidios Colombia (ahora Justicia para Todas) se ofreciera a representar este caso, logró que el Tribunal Superior de Medellín revocara la decisión de una jueza que pretendía aprobar un preacuerdo y ordenó que el asesinato de Erika fuera investigado como feminicidio. El hombre fue condenado a 31 años y cuatro meses de prisión sin derecho a ninguna rebaja de pena.
No obstante, el sospechoso no fue acusado ni investigado por el delito de desaparición forzada, a pesar de haber intentado ocultar el cuerpo de Erika y de negar información certera sobre su ubicación. Por esto, la familia pide que se reconozca también este delito y sigue insistiendo a la justicia.
Para Mercedes, la mamá de Erika, el dolor no puede ser reparado. Su hija era quien sostenía económicamente todo su hogar y su ausencia fue un cambio extremo para aquella casa. Su mamá recuerda la pasión de su hija por la peluquería, su trabajo, y lo dedicada que era al cuidado de ella, de su hijo y su hermano. A más de un año del feminicidio, Mercedes sube estados a su WhatsApp con la fotografía de su hija, le dedica canciones y escribe cuánto quisiera volver abrazarla.
—Hay días en los que me siento en la sala mirando para la entrada. Esperando a que toque la puerta, para abrirla y verla de nuevo.
*Este texto es un homenaje en el marco internacional del día de la eliminación de la violencia contra la mujer a todas las familias que siguen buscando a su familiar desaparecida. Hace parte del trabajo de grado “Se buscan las que faltan: búsquedas de mujeres desaparecidas”, el cual narra la historia de tres mujeres desaparecidas en Medellín.
Para conocer más sobre justicia, seguridad y derechos humanos, visite la sección Judicial de El Espectador.
El cuerpo de Erika Pérez fue encontrado en el río Medellín, a la altura de Barbosa, luego de seis días de búsqueda. Había sido reportada como desaparecida el 7 de febrero de 2022. No había vuelto a casa luego del trabajo y su mamá se quedó esperándola en la sala, pendiente de que llegara para abrirle la puerta. Que el cuerpo de Erika fuera encontrado fue casi un milagro. Su cabello rubio, que aunque no era tan largo, se enredó en las ramas de un árbol e impidió que el río se lo llevara y lo escondiera para siempre. De no ser así, ella sería una más de las 1.277 mujeres que continuaron desaparecidas desde 2022.
En la sala de Mercedes Pérez, la madre de Erika, hay una repisa con las fotos de sus hijos. “Cuánta falta nos haces”, dice el cuadro de Erika. Al lado, hay una veladora encendida. A las 11:30 de la noche de ese día recibió el último mensaje de su hija, decía que compartiría con una compañera de trabajo y el hermano de esta. A la madrugada del 8 de febrero, al ver que no llegaba a la casa, Mercedes le escribió a toda la familia para averiguar si alguien sabía donde estaba. En su desespero, todos marcaron a su celular, pero las llamadas eran rechazadas y, luego, los números eran bloqueados.
La familia Pérez Pérez pasó por todas las dificultades que contrae buscar a una persona desaparecida. A las 9:00 de la mañana de ese día, la pareja de Erika fue a la Fiscalía para poner el denuncio por desaparición, pero no se la recibieron. Le dijeron que todavía era muy pronto para ese proceso. Volvió a las dos horas y, luego de mucho insistir, se la aceptaron. Al hacerse público el cartel de la desaparecida, empezaron a llegar llamadas que complicaron la búsqueda: Desde personas que se hacían pasar por integrantes de grupos guerrilleros para pedir extorsión —llamadas de estafada que son comunes en estos casos—, pasando por investigadores privados ofreciendo sus supuestos servicios, hasta llamadas que decían haber visto una mujer desnuda caminando desorientada por el centro de Medellín.
(Conozca el especial: Mujeres que buscan justicia: historias que desafían la violencia de género)
—Justo el día que dijeron que la vieron sin ropa en el centro cayó un aguacero— cuenta Mercedes—. Yo la pensaba todo el día y me decía: “¡Cómo estará aguantando de frío mi muchacha!”.
Mercedes tiene movilidad reducida, por lo cual fueron sus familiares quienes salieron a las calles a seguirle el rastro a Erika. Con fotografía en mano preguntaron por ella por los alrededores de la plaza Minorista, lugar donde habitan personas en condición de calle y donde las llamadas decían haberla visto. Entraban a los moteles y bares de la zona de Prado y los bajos del Metro. Exponiendo también su propia integridad debido a la presencia de bandas de microtráfico que controlan la zona y les advertían que no podían estar allí.
Daniela González, su prima, fue una de las que lideró la búsqueda y coordinó los recorridos a pie. Ella vivió frente la casa de la familia Pérez Pérez por 25 años en Manrique. Allí era donde iba a hacer las tareas y a jugar con los juguetes de su prima. Erika siempre fue fanática de los peinados, por lo que era la que le hacía las trenzas o le planchaba la capul.
Ella, junto a familiares, amigos y grupos de derechos humanos, realizaron estas caminatas a pie. Jornadas que duraban hasta 14 horas y finalizaban a la 1:00 de la mañana del día siguiente.
—Pensábamos que la íbamos a hallar. Tal vez muy traumada y triste, pero que iba a estar viva y eso era lo importante.
La familia buscó por tres días continuos a Erika en las calles. Llegaban a sus casas solo a dormir, pero el miedo de perder tiempo valioso o que ella pudiera estar en peligro no les permitía conciliar el sueño. Por lo que usaban el insomnio para continuar la búsqueda.
También recolectaron información de algunas cámaras de seguridad del sector dónde desapareció la mujer. Juan Esteban Álvarez, hermano de la compañera de trabajo de Erika, fue la última persona que la vio con vida. Inicialmente, había declarado que se ofreció a acompañar a la mujer hasta una estación del Metro, pero como estaba cerrada, ella pidió transporte por una aplicación. Versión que fue desmentida por la empresa que demostró que hacía más de un año ella no usaba ese servicio.
(Puede leer: Justicia y salud: así fue el engranaje para aportarle a las mujeres en Antioquia)
Luego, Álvarez cambió su versión, argumentando que él se había ofrecido a llevar a la mujer, pero que esta decidió bajarse de la moto porque se encontró con una supuesta amiga en el parque de Villa Hermosa. Las versiones de este hombre eran cada vez más inconsistentes, y las imágenes de los videos de seguridad mostraban que él discutió con Erika y, al parecer, la forzaba a subirse a su vehículo.
La familia de Erika se sentían inconformes con los avances de las autoridades, por lo que realizaron marchas en Aranjuez y bloquearon el paso del Metroplus. También hicieron velatones en el barrio en que creció y rezaron rosarios, pidiendo su pronto encuentro.
El 13 de febrero los allegados harían un plantón en el parque de Villa Hermosa, último lugar donde la mujer fue vista. De camino al sitio, González recibió una llamada que, aunque esperaba, jamás iba a estar preparada para escuchar. Un cuerpo con las mismas características de Erika fue encontrado en el río Medellín.
El día anterior, Daniela había soñado con su prima. En este le seguía el rastro a Erika, y al final, ella le mostraba un desagüe de aguas sucias. Desde ese momento, supo que no la encontraría con vida. Según ella, Erika la estaba preparando para la mala noticia. Fue la primera en recibir la llamada del fiscal, pudo reconocer el cuerpo de su prima por sus juanetes, las manillas rojas que siempre usaba en los pies y el tatuaje de plumas que tenía detrás de la oreja.
Policía y Fiscalía capturaron a Juan Esteban Álvarez el primero de marzo de 2022 por el delito de homicidio agravado, luego de analizar 30 cámaras de seguridad, interceptar cuatro líneas de comunicaciones y de hallar restos de sangre de Erika en su casa en el barrio Santa Lucía.
Sin embargo, la lucha de esta familia no terminó ahí.
(Lea también: Volver a salir: las cicatrices de la violencia contra la mujer en Montes de María)
Inicialmente, a Álvarez se le acusaba de homicidio, más no de feminicidio. Pero, luego de que la fundación Feminicidios Colombia (ahora Justicia para Todas) se ofreciera a representar este caso, logró que el Tribunal Superior de Medellín revocara la decisión de una jueza que pretendía aprobar un preacuerdo y ordenó que el asesinato de Erika fuera investigado como feminicidio. El hombre fue condenado a 31 años y cuatro meses de prisión sin derecho a ninguna rebaja de pena.
No obstante, el sospechoso no fue acusado ni investigado por el delito de desaparición forzada, a pesar de haber intentado ocultar el cuerpo de Erika y de negar información certera sobre su ubicación. Por esto, la familia pide que se reconozca también este delito y sigue insistiendo a la justicia.
Para Mercedes, la mamá de Erika, el dolor no puede ser reparado. Su hija era quien sostenía económicamente todo su hogar y su ausencia fue un cambio extremo para aquella casa. Su mamá recuerda la pasión de su hija por la peluquería, su trabajo, y lo dedicada que era al cuidado de ella, de su hijo y su hermano. A más de un año del feminicidio, Mercedes sube estados a su WhatsApp con la fotografía de su hija, le dedica canciones y escribe cuánto quisiera volver abrazarla.
—Hay días en los que me siento en la sala mirando para la entrada. Esperando a que toque la puerta, para abrirla y verla de nuevo.
*Este texto es un homenaje en el marco internacional del día de la eliminación de la violencia contra la mujer a todas las familias que siguen buscando a su familiar desaparecida. Hace parte del trabajo de grado “Se buscan las que faltan: búsquedas de mujeres desaparecidas”, el cual narra la historia de tres mujeres desaparecidas en Medellín.
Para conocer más sobre justicia, seguridad y derechos humanos, visite la sección Judicial de El Espectador.