El 50 % de las mujeres ha vivido la violencia de género en el mundo digital
No es solo en las calles, en las familias o en los transportes. Un estudio de la Universidad Icesi concluyó con que más del 50 % de las mujeres escrutadas han vivido el ciberacoso, o soportado que en plataformas digitales destinadas al mundo laboral, reciban contenido sexual.
Una notificación o un emoji se han convertido en una nueva mutación de la violencia de género en el mundo digital. Este lunes, la Universidad Icesi, junto con la Fundación WWB dieron a conocer una investigación en la que reafirman esa hipótesis: las redes sociales y las plataformas web se han convertido en puentes de ciberacoso y agresiones contra las mujeres. A propósito del 25N y los 16 días de activismo, El Espectador le cuenta cómo la violencia en el mundo digital, aunque silenciada e ignorada, también es una agresión que debe visibilizarse y combatirse.
Durante dos años, las entidades le hicieron seguimiento a 500 mujeres que utilizan periódicamente canales digitales para trabajar, tales como WhatsApp, Facebook, Microsoft Teams, o Instagram. Además, los expertos se centraron específicamente en mujeres que residieran o trabajaran en Cali, Medellín y Bogotá.
La conclusión del estudio reafirma lo que ONU Mujeres ha alertado sobre los peligros del mundo digital, pero deja mal parado a Colombia porque, incluso en el ecosistema digital, sus mujeres siguen estando desprotegidas. De las 500 encuestadas, al menos el 53 % aseguró haber sufrido violencia de género a través de esas aplicaciones.
Lo más alarmante de todo no es que la mitad de las encuestadas convivan con el acoso y las agresiones solo por ser mujeres; sino que el estudio detalla que esos tentáculos de acoso, sexualización o difusión de material sexual se da, por paradójico que suene, en las aplicaciones que ellas utilizan como herramientas de trabajo.
“Las estimaciones de la ONU para Europa dicen que el 23 % de las mujeres han experimentado violencia de género en el ámbito digital. Sin embargo, nuestra encuesta revela que, en las ciudades tenidas en cuenta, este porcentaje asciende al 53 %. Las cifras son preocupantes y necesitamos atención”, afirma Natalia Escobar, investigadora del Observatorio para la Equidad de las Mujeres, de la Universidad Icesi.
Entornos no seguros
La investigación hizo, en pocas palabras, una radiografía de la violencia de género en tiempos digitales. Entre sus hallazgos se encontró que las ciberagresiones contra las mujeres se han convertido en un “monstruo de mil cabezas”, pues han mutado hasta el punto de ser al menos cuatro diferentes formas de agredir o violentar los derechos. Las encuestadas respondieron que han vivido modalidades de vulneración a través del acoso, difusión de material pornográfico, suplantación de identidades o hacer de las redes sociales una plataforma de fotos íntimas.
“Un colega que tiene autoridad dentro de la organización me empezó a llamar ‘bonita’, ‘hermosa’... y aunque me sentía incómoda, no lo veía raro en ese momento. Cuando le dije que tenía novio empezó a cambiar, se enojaba, me hacía pataletas y me reclamaba atención”, cuenta Juana, diseñadora gráfica, que participó como encuestada en el estudio.
Los hallazgos de la U. Icesi no son algo aislado, pues incluso casos de este tipo han llegado a los más altos eslabones de la pirámide judicial exigiendo justicia. En octubre de 2024, la Corte Suprema de Justicia dejó en firme el despido laboral de un hombre que, en horarios ajenos a la franja de trabajo y a través de WhatsApp, había enviado material sexual a una compañera de trabajo. En pocas palabras, y tras un pulso jurídico de casi dos años, la Corte constató que el las agresiones sexuales, la violencia de género o el acoso laboral con tintes sexuales sí son un causal justo para despedir a un trabajador y, por ende, no es justificable apelar a esos argumentos para no ser despedido.
En la investigación, un gran volumen de las respuestas indican que el ciberacoso no proviene de terceros lejanos o personas desconocidas, sino de personas cercanas y de superiores jerárquicos que malversan las aplicaciones digitales de las empresas con estos fines. En el informe reza que al menos el 73 % de las agresiones digitales han clonado hasta llegar al plano físico o laboral de las mujeres, lo que complica aún más el escenario.
Pero hay otra pequeña porción en la que quien agrede no es ni conocido, ni cercano: ese es el caso de los anónimos que, de acuerdo con el estudio, también son responsables de cometer violencia de género y, además, secuelas psicológicas en las mujeres.
La investigación tipificó tres tipos de agresores anónimos: aquellos que envían contenido audiovisual sexual no solicitado, los que hacen propuestas inapropiadas con un “síndrome de proveedor” buscando que las mujeres sean sus parejas permanentes a cambio de mantenerlas económicamente y los que invalidan sus conocimientos debido a su género, además de ejercer violencia estética criticando su apariencia física.
Para Escobar, líder de la investigación, es momento de empezar a hacer sonar las sirenas que alertan el acoso en el mundo digital. Los tiempos tecnológicos ya son una realidad, pero con sus beneficios, también han llegado malos usos que, de seguir con la tendencia, podría hacer metástasis en las casi 20 millones de usuarias de redes sociales que existen en Colombia y crear, además de realidades peligrosas, metaversos en donde sus derechos y estabilidad también estén afectados.
¿Sabe qué es la justicia centrada en las personas? Visite Justicia Inclusiva de El Espectador
Una notificación o un emoji se han convertido en una nueva mutación de la violencia de género en el mundo digital. Este lunes, la Universidad Icesi, junto con la Fundación WWB dieron a conocer una investigación en la que reafirman esa hipótesis: las redes sociales y las plataformas web se han convertido en puentes de ciberacoso y agresiones contra las mujeres. A propósito del 25N y los 16 días de activismo, El Espectador le cuenta cómo la violencia en el mundo digital, aunque silenciada e ignorada, también es una agresión que debe visibilizarse y combatirse.
Durante dos años, las entidades le hicieron seguimiento a 500 mujeres que utilizan periódicamente canales digitales para trabajar, tales como WhatsApp, Facebook, Microsoft Teams, o Instagram. Además, los expertos se centraron específicamente en mujeres que residieran o trabajaran en Cali, Medellín y Bogotá.
La conclusión del estudio reafirma lo que ONU Mujeres ha alertado sobre los peligros del mundo digital, pero deja mal parado a Colombia porque, incluso en el ecosistema digital, sus mujeres siguen estando desprotegidas. De las 500 encuestadas, al menos el 53 % aseguró haber sufrido violencia de género a través de esas aplicaciones.
Lo más alarmante de todo no es que la mitad de las encuestadas convivan con el acoso y las agresiones solo por ser mujeres; sino que el estudio detalla que esos tentáculos de acoso, sexualización o difusión de material sexual se da, por paradójico que suene, en las aplicaciones que ellas utilizan como herramientas de trabajo.
“Las estimaciones de la ONU para Europa dicen que el 23 % de las mujeres han experimentado violencia de género en el ámbito digital. Sin embargo, nuestra encuesta revela que, en las ciudades tenidas en cuenta, este porcentaje asciende al 53 %. Las cifras son preocupantes y necesitamos atención”, afirma Natalia Escobar, investigadora del Observatorio para la Equidad de las Mujeres, de la Universidad Icesi.
Entornos no seguros
La investigación hizo, en pocas palabras, una radiografía de la violencia de género en tiempos digitales. Entre sus hallazgos se encontró que las ciberagresiones contra las mujeres se han convertido en un “monstruo de mil cabezas”, pues han mutado hasta el punto de ser al menos cuatro diferentes formas de agredir o violentar los derechos. Las encuestadas respondieron que han vivido modalidades de vulneración a través del acoso, difusión de material pornográfico, suplantación de identidades o hacer de las redes sociales una plataforma de fotos íntimas.
“Un colega que tiene autoridad dentro de la organización me empezó a llamar ‘bonita’, ‘hermosa’... y aunque me sentía incómoda, no lo veía raro en ese momento. Cuando le dije que tenía novio empezó a cambiar, se enojaba, me hacía pataletas y me reclamaba atención”, cuenta Juana, diseñadora gráfica, que participó como encuestada en el estudio.
Los hallazgos de la U. Icesi no son algo aislado, pues incluso casos de este tipo han llegado a los más altos eslabones de la pirámide judicial exigiendo justicia. En octubre de 2024, la Corte Suprema de Justicia dejó en firme el despido laboral de un hombre que, en horarios ajenos a la franja de trabajo y a través de WhatsApp, había enviado material sexual a una compañera de trabajo. En pocas palabras, y tras un pulso jurídico de casi dos años, la Corte constató que el las agresiones sexuales, la violencia de género o el acoso laboral con tintes sexuales sí son un causal justo para despedir a un trabajador y, por ende, no es justificable apelar a esos argumentos para no ser despedido.
En la investigación, un gran volumen de las respuestas indican que el ciberacoso no proviene de terceros lejanos o personas desconocidas, sino de personas cercanas y de superiores jerárquicos que malversan las aplicaciones digitales de las empresas con estos fines. En el informe reza que al menos el 73 % de las agresiones digitales han clonado hasta llegar al plano físico o laboral de las mujeres, lo que complica aún más el escenario.
Pero hay otra pequeña porción en la que quien agrede no es ni conocido, ni cercano: ese es el caso de los anónimos que, de acuerdo con el estudio, también son responsables de cometer violencia de género y, además, secuelas psicológicas en las mujeres.
La investigación tipificó tres tipos de agresores anónimos: aquellos que envían contenido audiovisual sexual no solicitado, los que hacen propuestas inapropiadas con un “síndrome de proveedor” buscando que las mujeres sean sus parejas permanentes a cambio de mantenerlas económicamente y los que invalidan sus conocimientos debido a su género, además de ejercer violencia estética criticando su apariencia física.
Para Escobar, líder de la investigación, es momento de empezar a hacer sonar las sirenas que alertan el acoso en el mundo digital. Los tiempos tecnológicos ya son una realidad, pero con sus beneficios, también han llegado malos usos que, de seguir con la tendencia, podría hacer metástasis en las casi 20 millones de usuarias de redes sociales que existen en Colombia y crear, además de realidades peligrosas, metaversos en donde sus derechos y estabilidad también estén afectados.
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