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El grito de justicia por los jóvenes asesinados en Quibdó llega hasta la CIDH

A la sede de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos llegó una solicitud para que ordene que el Estado acelere en la investigación de al menos 600 jóvenes que han sido asesinados en Quibdó. Y recalca que la violencia en la capital chocoana, más que ser un efecto colateral de las pandillas, es producto de décadas de un conflicto armado que aún persiste.

Tomás Tarazona Ramírez
22 de mayo de 2024 - 02:10 p. m.
La petición defiende que más que una guerra de pandillas, la capital chocoana vive el efecto dominó del conflicto armado.
La petición defiende que más que una guerra de pandillas, la capital chocoana vive el efecto dominó del conflicto armado.
Foto: Jose Vargas Esguerra
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Un pedido urgente de justicia llegó a las oficinas de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en Washington, Estados Unidos, para que ordene al Estado colombiano proteger a la juventud de Quibdó. En la última década, los combates entre pandillas y la persistencia de grupos armados en el corazón chocoano han cobrado la vida de al menos 600 jóvenes, cuyas muertes, a hoy, siguen impunes.

La Fundación Círculo de Estudios, una ONG que vela por los derechos humanos en Quibdó, presentó una solicitud de medidas cautelares a la CIDH para que, con urgencia, ordene al Estado tomar acciones de prevención antes de que más jóvenes sean asesinados en ese municipio. Solo en lo corrido de 2024, por ejemplo, se registra el asesinato de cinco jóvenes.

La violencia a la que ha sido sometida la población de Quibdó ha llegado a causar que no se pueda transitar de un barrio a otro a plena luz del día por el riesgo de cruzar ´fronteras invisibles´(...) Los grupos armados que hoy operan no son cosa distinta que el nuevo ropaje que han asumido los actores del conflicto armado”, argumenta la solicitud.

Las medidas cautelares son, en pocas palabras, una orden de carácter urgente que la Comisión puede ordenar a un Estado para proteger a una población en específico antes de que sea muy tarde. Se dan cuando, a juicio de la CIDH, llega un requerimiento de algún evidente abuso de derechos humanos y de una situación que “puede causar daños irreparables”.

Ese mismo pedido lo hicieron 3.000 personas desplazadas por la Operación Génesis del Ejército en 1997. Tras la incursión militar, esta población negra, organizada en consejos comunitarios, tuvo que huir de su territorio, resguardarse en colegios, en la selva del Darién y en el cauce del río Cacarica (Chocó). La CIDH estudió el caso y otorgó medidas cautelares, pues, la vida, derechos fundamentales y supervivencia de esta comunidad étnica estaba en riesgo. Solo hasta 2013 se levantaron estas medidas.

En la solicitud, Círculo de Estudios argumenta que se debe actuar pronto, pues quienes han sido asesinados mayoritariamente son jóvenes (el 64 % de la población) y de pertenencia afro y étnica. Lo alarmante, sostiene la organización, es que según sus registros, hay niños de cuatro años que han sido asesinados por la violencia en la ciudad y, en promedio, quienes mueren no superan los 40 años.

El Espectador conoció la base de datos en que el Círculo de Estudios documenta y hace seguimiento a los asesinatos. El primer asesinato que reporta la Fundación data en 2012. A partir de allí, según la Policía Nacional, la Defensoría del Pueblo y la propia organización, han muerto más de 600 jóvenes menores de 35 años. Esto es, en promedio, una nueva víctima cada ocho días.

Pero no es solo una crónica de muertes consumadas en Quibdó. La capital chocoana ha sido durante más dos décadas un imán y refugio para las víctimas del conflicto armado que huyen o son desplazados de sus territorios. El barrio El Reposo, por ejemplo, fue construido con quienes sobrevivieron a la masacre de Bojayá, que dejó casi un centenar de muertos en 2002. En la ciudad también hay sobrevivientes de la guerra que llegaron desde Riosucio, Carmen de Atrato, Cacarica, entre otros.

La versión oficial es que estas muertes se han dado a causa de la presencia de al menos seis pandillas que se disputan las extorsiones, el tráfico de drogas y el control territorial y fluvial de Quibdó y el río Atrato. Pero Círculo de Estudios argumenta a la CIDH que esa óptica es muy superficial y no permite ni comprender “la realidad violenta” del municipio, ni ofrecer soluciones de fondo.

La organización le contó a El Espectador que “es hora de ver que el asesinato sistemático a jóvenes, negros y víctimas del conflicto debe ser comprendido como una arista más de la guerra en Colombia. El discurso oscila en que ´los jóvenes son malos y se matan entre ellos´, pero debemos comprender que quienes perpetuaron el conflicto aún están en Quibdó, y eso tiene mucha relación con lo que vivimos hoy”.

Un riesgo latente

Uno de los pedidos más urgentes que se lee en la solicitud es la de procurar justicia para los familiares de los jóvenes asesinados. Círculo de Estudios, además de hacer seguimiento a los expedientes judiciales de cada delito, hace acompañamiento a las madres, hermanas o parejas de quienes murieron violentamente en Quibdó.

Pero para estas mujeres, que se organizaron y se hacen llamar la Red de Madres y Cuidadoras, el riesgo es latente en su pedido de hacer justicia. Hay registros de mujeres que, por seguir por su cuenta las pistas del asesinato de su hijo, han sido estigmatizadas, violentadas sexualmente o, como le sucedió a Yirleana Lorena Moreno, una lideresa afro, asesinadas.

El Círculo de Estudios explica que, a falta de presencia estatal e institucional en Quibdó y los demás municipios de Chocó, las organizaciones no gubernamentales han tenido que asumir la tarea de protección de derechos humanos, pero esta tarea también se ha visto impedida por las pandillas.

Estas mujeres han tenido que hacer incidencia política, arte, formarse en derechos humanos e incluso generar presión social para encontrar alguna respuesta por los asesinatos de sus hijos”, se lee en el documento dirigido a la CIDH.

¿Qué puede pasar?

La situación de Quibdó, y Chocó en general, no parece cambiar ni tomar el camino de la paz. Hace una semana, la gobernadora del departamento, Nubia Carolina Córdoba, lanzó un nuevo grito de auxilio por la ola de violencia que vive el territorio. Y a las madres de los jóvenes asesinados, al igual que Córdoba, solo les queda esperar.

La CIDH tiene una baraja con dos opciones frente a esta solicitud. La primera, que sería la más preocupante para la Fundación Círculo de Estudios, es que niegue la orden de tomar medidas cautelares. Esta alternativa, en pocas palabras, significa que no se hará nada, al menos en instancias internacionales, frente a la endemia de muerte que vive Quibdó.

La otra opción es más esperanzadora para lograr mitigar la situación; que es la de otorgar medidas cautelares para que se ordene al Estado y sus instituciones atender la violación sistemática de derechos humanos que se registra en Quibdó. Estas medidas han sido aceptadas en cientos de escenarios en Colombia para proteger, por ejemplo, a abogados, periodistas, niños, mujeres, población étnica o testigos.

Pero la presencia institucional, aunque intermitente en Chocó, tampoco ha tenido resultado. La Defensoría del Pueblo ha emitido, por lo menos, 20 alertas tempranas sobre posibles crímenes y violaciones a los derechos humanos en el departamento; ha expedido 42 recomendaciones para solucionar la crisis de violencia y ha solicitado a 22 entidades estatales que intervengan para prevenirlo.

“El aumento de pie de fuerza (que ha sido la solución del Estado para solucionar el problema) no es suficiente ni efectivo”, expone el Círculo de Estudios.

Con estas medidas, en caso de ser otorgadas por la CIDH, las mujeres que aún luchan por justicia podrán tener más garantías de que el asesinato de sus hijos tenga alguna respuesta. Además, el Estado tendría la responsabilidad de crear una política pública en que atienda la situación social que según Círculo de Estudios ha desembocado en un escenario de guerra, como lo son “los factores de vulnerabilidad y marginalidad en que viven los jóvenes (...) y la constante presencia de pandillas, y además, presencia de grupos armados como el ELN o Autodefensas Gaitanistas”.

Mientras en Washington se realiza el papeleo, los estudios correspondientes y un examen juicioso sobre la solicitud, Nohra Álvarez, directora de la Fundación defiende que “nuestro pedido no es uno distinto al de dignificar la condición de víctimas de los jóvenes que fueron asesinados y exigir justicia para que sus muertos y la búsqueda de garantías logre que esta población disfrute el derecho a la vida”.

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Tomás Tarazona Ramírez

Por Tomás Tarazona Ramírez

Periodista de investigación con énfasis en conflicto, memoria y paz.ttarazona@elespectador.com

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