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“Si hay algún espacio en el que se den abusos, es en el ambiente laboral. La jerarquía es mal aprovechada muchas veces y hace falta incursionar en darle solución a esto desde una perspectiva de género”, dijo Orlando Gallo, magistrado de la Sala Laboral del Tribunal de Medellín. En 2022, tomó una decisión de avanzada en su campo, que terminó ganando el Concurso de Sentencias de Género que anualmente entrega la Rama Judicial. “Acudí a los tratados internacionales sobre género y los apliqué. Es cambiar la mirada y, con las normas que ya tenemos, podemos proteger a personas débiles en las relaciones laborales y sociales”, aseguró.
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Gallo habló con El Espectador desde su despacho, que ha ocupado por ya 16 años en el Tribunal de la capital antioqueña. En la pared del fondo de su oficina cuelgan dos fotografías de escenas del conflicto armado inmortalizadas por Jesús Abad Colorado, junto a retratos del poeta Walt Whitman y de los escritores Julio Cortázar y Jorge Luis Borges. Porque además de magistrado, Gallo es poeta y ha publicado ya varios libros. De hecho, ha sido la literatura uno de los factores que lo ha sensibilizado hacia las inequidades entre hombres y mujeres. En especial el libro Una habitación propia, de Virginia Woolf.
“Me llamaba la atención cómo Woolf en la Inglaterra de comienzos del siglo XX reclamaba para ella, que era de una familia acomodada, una habitación propia, porque a los hombres los acomodaban en habitaciones individuales, pero a las mujeres las acomodaban en piezas compartidas con sus hermanas, y ella reclamaba una habitación propia para pensar, para soñar una libertad”, recuerda. De esa manera, Gallo intenta mirar lo humano en los expedientes que llegan a su despacho, que incluyen reclamos de pensión y despidos injustos, en los cuales, como principio del derecho laboral, si hay duda debe fallar de la manera más favorable al trabajador.
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Esa mirada humana, más no esa mirada favorable del trabajador, fue lo que primó en el caso que terminó ganando el premio de sentencias con enfoque de género en 2022. Porque en este caso el trabajador merecía una sanción. El demandante era gerente de un banco y fue despedido por algo que sucedió en la fiesta anual de la empresa: junto a otros dos compañeros, que también fueron despedidos, le dieron alcohol a una colega de menor rango hasta dejarla casi inconsciente en la piscina. Los tres hombres la besaron y la tocaron, en lo que el banco concluyó que era un abuso. Al otro día la mujer no recordaba nada. “Se aprovecharon”, dijo uno de los testigos.
El exgerente aseguraba que su despido fue irregular, pues nunca lo escucharon en descargos, no le iniciaron un proceso disciplinario y cuestionaba que, si lo que molestaba al banco eran los actos sexuales que se dieron en la piscina, por qué no la habían despedido a ella también. El banco, por su parte, consideraba que la mujer había sido víctima de un acto de violencia de género y se defendió diciendo que, con el despido, estaba protegiéndola. En primera instancia no tuvieron mucha suerte, pues el juez concluyó que el despido fue ilegal. La entidad apeló y fue así que el caso terminó en el despacho de Orlando Gallo.
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En la sentencia, el magistrado explicó que había dos formas de ver lo ocurrido: una sin visión de género y otra con este enfoque. Para tomar el segundo camino, dice Gallo, fue consciente de no caer en estereotipos, pues para hacer valoraciones sobre las pruebas los jueces acuden a “las reglas de la experiencia”. Es decir, las costumbres que se vuelven normas sociales. Y, como le dijo el magistrado a este diario, “entre los estereotipos en los cuales hemos estado inmersos está que, si una mujer toma con un hombre, si va a su apartamento, si tiene una minifalda, todo eso es un coqueteo y está consintiendo tácitamente una aproximación sexual”.
Por eso en el fallo concluyó: “Despojados del estereotipo, la situación cobra toda su anomalía: Tres hombres que se ‘rotan’, manosean, besan y dan trago a una joven embriagada, a la vista de otras personas. (…) Hay un evidente abuso”. En contraste, dijo el magistrado, “el testimonio del demandante insinuaba que eso fue libremente consentido por ella y lo veía como normalizado. Entonces ese era un estereotipo que yo, como magistrado, como juez, debía desenmascarar”. Y así lo hizo: la sentencia absolvió al banco y declaró que se trató de un despido legal, porque la entidad estaba protegiendo a la víctima de un hecho de violencia de género.
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“Al despedir a estos hombres, la empresa la protegió y mandó un mensaje a su comunidad laboral sobre el respeto de la mujer”, le reiteró Orlando Gallo a este diario. “Es cambiar de chip conscientemente y caer en cuenta de que una situación de desigualdad de tantos años y siglos se mira como natural”, explicó. En su caso, además de la literatura, el derecho lo puso cara a cara con esas inequidades históricas, cuando hace seis años se convirtió en el representante del Tribunal de Medellín ante el Comité Departamental de Género de la Judicatura y pudo aprender teoría y desaprender prejuicios machistas de la mano de colegas y de voces expertas.
“Cuando vi este caso, pensé que era la oportunidad de llevar toda esta teoría a la práctica y tomé el expediente de principio a fin, escuché las audiencias y encontré que allí había una violencia contra la mujer”, señaló. Fue entonces que decidió presentar su sentencia al premio de sentencias con enfoque de género que entrega año a año el Consejo Superior de la Judicatura, con apoyo del Programa Justicia Inclusiva de USAID asesorando al jurado, así como con la premiación y reconocimientos de los ganadores. El premio busca reconocer la labor de jueces y magistrados en incorporar esta visión en sus decisiones. Gallo resultó ganador entre 152 sentencias postuladas, junto a una jueza administrativa de Quibdó.
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Desde entonces, Orlando Gallo ha recorrido el país invitado por la Comisión Nacional de Género de la Rama Judicial, para compartir con otros jueces su experiencia. “Yo comienzo mis exposiciones diciendo que fui educado por una abuela que me regañaba cuando iba a lavar un plato porque eso no era de machos”, recuerda. Y en contraste, ahora es un magistrado que inspira a otros colegas a transformar las situaciones de desigualdad que oprimen a las mujeres. En el año que ha pasado desde que Gallo y sus compañeras de sala tomaron esta decisión, en la Sala Laboral del Tribunal de Medellín, otros jueces se han animado a estudiar los expedientes que llegan a sus despachos desde un enfoque diferencial.
Lea aquí la sentencia completa:
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