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En Colombia, muchos de los cambios sociales se han logrado a través de sacudidas colectivas. Las comunidades, al unirse y expresar sus inquietudes, han logrado movilizar a las instituciones que buscan garantizar sus derechos. Un ejemplo de estos esfuerzos es Sinergia Comunicaciones, un grupo de diez jóvenes en el sur de Córdoba, el Bajo Cauca que, ante la falta de oportunidades, decidieron contar las historias de su región para mostrar que su realidad va más allá de la violencia. Sinergia no solo narra sus experiencias, sino que, a través del arte y la comunicación, acerca la justicia a las personas.
La misión de este colectivo es clara: contar historias que no solo relatan la violencia, sino que también muestran el esfuerzo de su gente, destacando iniciativas de paz y desarrollo. Andy Núñez, auxiliar de producción de Sinergia, explica que su trabajo va más allá del periodismo: es una forma de “mostrar a la comunidad su propia capacidad de aportar al desarrollo cultural”. A través de pódcast, cineforos y exposiciones fotográficas, abordan temas como el acceso a la justicia, produciendo también murales comunitarios donde la población misma participa y plasma sus necesidades y aspiraciones.
La Fundación Tengo Ganas, desde Cauca y Valle del Cauca, comparte esa misma misión. Al igual que Sinergia, utiliza la comunicación como herramienta para el cambio social y el empoderamiento de las comunidades. A través de la incidencia política y social, Tengo Ganas ayuda a jóvenes y sus entornos a construir paz y fortalecer los canales de acceso a la justicia en territorios donde la ilegalidad ha sido una salida común para resolver conflictos. Su trabajo, enfocado en amplificar voces, fortalecer capacidades y generar entornos seguros para la niñez, juventud y mujeres, ha transformado la percepción de la justicia, generando alternativas pacíficas que empoderan a sus comunidades.
Sin embargo, el trabajo de ninguna de estas organizaciones ha sido fácil. Operan en zonas donde aún hay una fuerte presencia de grupos armados, donde los conflictos eran resueltos por estos mismos grupos, con violencia y sin diálogo, y, mucho menos, acudiendo a la justicia ordinaria. Con el apoyo del programa Justicia Inclusiva de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) ha cambiado este panorama. Junto a los colectivos de comunicaciones, han ido expandiendo el poder de la comunicación.
Con Justicia Inclusiva, estas organizaciones han identificado y corregido estereotipos y comportamientos sesgados presentes en la comunidad y en los servidores públicos, los cuales podrían obstaculizar, por ejemplo, el uso de los servicios en las casas de justicia de los municipios. “El programa de Justicia Inclusiva fue muy significativo para nosotros. Reconoció a los actores presentes en los territorios, permitiendo que ellos mismos, o nosotros, pudiéramos irradiar sus experiencias y aprendizajes en las comunidades”, describe Óscar Casaran, líder de Tengo Ganas.
El poder de la comunicación
Para Sinergia, la comunicación es un acto de resistencia y un medio para amplificar voces que históricamente han sido silenciadas. A través de murales que representan las necesidades de la comunidad y exposiciones fotográficas que muestran los servicios de justicia disponibles, han logrado que el concepto de justicia se convierta en algo tangible y comprensible. “Las comunidades nos piden la foto, porque se sienten representados y visibilizados”, explica Deiver Conde, líder y representante legal de Sinergia.
En la zona del Bajo Cauca y el sur de Córdoba se encontraron con que, desde los niños más pequeños hasta la mujer más sabia, brindaban consejos y mostraban los rituales específicos sobre justicia en su comunidad. Al productor Andy Núñez le sorprendió las formas de solucionar conflictos propias de estas comunidades, como la importancia del llamado de atención ante el error. Desde entonces, recuerda, su pasión despertó y el trabajo desarrollado con Sinergia se intensificó.
“Hay una nueva forma de contar historias”, relata Núñez, auxiliar de producción de Sinergia. Según cuenta, antes los jóvenes no veían que sus conocimientos pudieran ser más que un pasatiempo; ahora, entienden que también pueden ser una forma de generar ingresos, proyectarse y desarrollarlo en otro lado. Él mismo acompaña a artistas urbanos para reconocer y mostrar sus necesidades y llevar mensajes valiosos para la comunidad. En la región, el vallenato y el fútbol han sido característicos, y su labor resalta que hay jóvenes que también aportan al desarrollo cultural del municipio con otras manifestaciones culturales. “Esa ha sido la lucha, y ha sido una cuestión dura, pero no nos vamos a cansar por ahora”, añade.
Por su parte, la Fundación Tengo Ganas busca transformar el acceso a la justicia en las comunidades mediante actividades educativas y exposiciones, empoderando a los ciudadanos para que conozcan y exijan sus derechos. “Es un reto comunicar la justicia, es muy intangible; lo que hacemos es contar lo que hacen los líderes comunitarios, conciliadores y mujeres”, señala Óscar Casaran, mientras que Conde, de Sinergía, destaca que “la realidad de nuestro territorio no es solo violencia; somos un grupo de jóvenes que hemos querido aportar a contar diferente”.
En palabras de Óscar Casaran: “La comunicación es relevante en la medida que logre representar muy bien lo que vive la gente y comunicarlo de forma sencilla y clara. Promover el acceso a la justicia desde los territorios, desde la organización de la sociedad civil y desde las prácticas propias, ayuda a que estas formas de lo legal sean legítimas para los territorios”. De esta forma es que, para estas organizaciones, la comunicación tiene un poder transformador en los territorios, uno donde comunicar va más allá de narrar hechos; es una herramienta que permite dar visibilidad a voces que a menudo son ignoradas para construir identidad, empoderar a su comunidad, fortalecer el tejido social y, sobre todo, para promocionar una justicia más inclusiva y cercana a la gente.
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