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En las calles de Quibdó (Chocó), donde el dolor se entrelaza abruptamente con la esperanza, un grupo de 200 madres de jóvenes asesinados y cuidadoras han surgido con determinación en la búsqueda de la justicia, garantías de no repetición de los homicidios y acompañamiento en el abordaje de sus duelos.
Desde hace un año, la Fundación Círculo de Estudios, apoyada por el Programa Justicia Inclusiva de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), implementó una estrategia de acompañamiento para enfrentar la afectación y garantizar el acceso a la justicia de estas personas. Más de 31 mujeres se organizaron para convertirse en agentes de cambio con la implementación de los Métodos de Resolución de Conflictos (MRC), una iniciativa del Ministerio de Justicia que busca hacerle frente a los conflictos a través del diálogo y acuerdos con las partes implicadas. En enero de este año, recibieron su grado como Conciliadoras en Equidad.
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Estas mujeres se han convertido en agentes de cambio en sus comunidades y han visto en los MRC una oportunidad para transformar la realidad local, la cual ha influido en la constancia de los homicidios sistemáticos y generalizados en contra de la población juvenil.
Para Rosa Álvarez, lideresa LGBTIQ+ en Quibdó, la conciliación en equidad le ha permitido trabajar en fomentar una convivencia sana en barrios con problemáticas de alta criminalidad. “Esta iniciativa de resolución de conflictos no solo es para las madres de jóvenes asesinados en Quibdó. Une a distintas poblaciones de la comunidad con el fin de que el liderazgo esté en todos los sectores vulnerables y permita mayor impacto en zonas donde la delincuencia es el diario vivir”, comenta.
Álvarez, quien también es psicóloga, ha podido comprender la dimensión de la violencia que se vive en su territorio y es consciente que vivir en Chocó no es tarea fácil. A diario se enfrenta a la realidad de un “territorio desolado e inmerso en la violencia”, tal como ella lo describe. Sin embargo, desde su posición de mujer con identidad de género diversa, se enfoca en entender la necesidad y las diferencias de la juventud para trabajar en sus habilidades y reconocer la historia que hay detrás de cada uno.
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Esas historias la motivaron a crear la Escuela de Liderazgo Manos a la Obra. En este espacio, se encarga de fortalecer a los jóvenes para que puedan transformar a Chocó en un departamento empoderado, “donde se puedan cortar las problemáticas generacionales y ser agentes de transformación social que le apuesten a la reconciliación”, indicó Álvarez.
Sin embargo, la mayor barrera que enfrentan estas mujeres para ejercer esta labor, es que necesitan que el Ministerio de Justicia certifique sus conocimientos en conciliación, algo que aún no ha pasado. Sin esa acreditación, no pueden generar un acta con valor legal sobre la problemática que han solucionado, ya que a pesar de que la entidad las formó, aún falta el aval para que puedan trabajar en la solución de conflictos.
A la espera de la certificación del Minjusticia, Rosa Álvarez indica que seguirá trabajando para la comunidad, pues es consiente de que en Chocó los agentes de cambio le están apostando a la reconciliación.
“La violencia nos unió para buscar justicia”
A Lady Janeth Palacios, la violencia de Quibdó le arrebató a su hermano el 22 de junio de 2022. Él fue víctima de la violencia que existe entre bandas de diferentes barrios dentro de la ciudad, un fenómeno conocido fronteras invisibles. La historia de dolor que atravesó a su familia, la obligó a emprender un liderazgo en la comunidad para prevenir más muertes sistemáticas contra los jóvenes.
“Como víctimas del conflicto, a través de la conciliación, hemos salido a marchar y alzar la voz por los que ya no están. No queremos que haya más muertos. La posibilidad de brindar apoyo en las conciliaciones nos ayuda a desescalar la violencia y ayuda a los implicados a entender que los crímenes y el odio no es la solución”, comenta Palacios en diálogo con este diario.
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Palacios, a su vez, le apuesta al cambio a través de los Métodos de Resolución de Conflictos. En esta herramienta ella ha visto la posibilidad de cambiar el panorama de violencia y ausencia institucional del territorio, la cual ha afectado la calidad de vida de los chocoanos. Cuando asesinaron a su hermano, el miedo en un inicio se apoderó de ella, pero no fue un obstáculo para continuar la lucha. “He tomado la fortaleza de acompañar a otras madres y decirles que no están solas”, asiente Palacios.
Este programa no solo le ha ayudado a hacer catarsis de su dolor, sino que le ha brindado conocimientos legales para luchar contra la impunidad que rodea el caso de su hermano. A través del aprendizaje del Círculo de Estudios ha podido llegar a otros espacios como la Red de Mujeres Líderes del Pacífico para hacer un llamado nacional a la violencia que atraviesa el Chocó y que más voces se puedan unir a visibilizar el “silencio e impunidad que ha perpetuado la violencia en la región”.
Para Palacios, la sensación de contribuir a un cambio social, la ha consolidado como una lideresa y defensora de derechos humanos. Este proceso de formación le ha permitido tener una lucha activa contra la Fiscalía para que den una pronta respuesta de quién estuvo involucrado en el asesinato de su hermano. Aunque es consciente que la justicia se ha tardado en llegar, para ella ese proceso también consiste en brindarle apoyo a otras mujeres que hacen parte de este liderazgo.
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