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“La esperanza es que nos demos la mano, somos hermanos. No jalemos el gatillo, porque nos acabamos”. Esta es una de las frases que componen Madres Lloran, el último lanzamiento de JD Molana, un joven yuteño que le apunta a la transformación social por medio del arte.
El nombre artístico que eligió viene de La Molana, el corregimiento de Yuto (Chocó) que lo vio llorar por primera vez. Allí mismo descubrió que la música era una forma de expresión, una que no solo le permitía explorar su sensibilidad, sino también alzar la voz. En el proceso de “agarrarle el gusto a la música” estuvo acompañado de su hermano y algunos amigos, con quienes se reunía a crear y pasar el tiempo.
En su época de colegio, conformó su propio grupo musical y cuenta, aun con emoción, logró subirse a cantar al primer “escenario wow”. Sin embargo, cuando él y sus amigos terminaron el bachillerato, los caminos se fueron separando y también las aspiraciones. Comenzó a trabajar con su familia y a la música le llegó una pequeña pausa, realmente pequeña.
“Una amiga me contacta en ese entonces y me dice que quiere hacer una canción conmigo. Yo digo que sí, no lo pienso mucho y digo ‘vamos a ver qué pasa’. Me gustó mucho, y quise volver a meterme al tema de la música. Grabamos la canción, mi hermano nos ayudó y ahí ya empezó un nuevo sueño”, dice.
Esa nueva motivación la acompañó de sus ganas por apoyar a otros jóvenes que, como él, soñaban con la música en medio de un contexto violento. En un pequeño estudio les ayudaba a grabar, pero esto fue migrando a grupos y encuentros culturales. Empezó a estudiar teatro en la escuela Mojiganga (al cual tampoco ha abandonado) y a enseñarle lo que iba, dice, “aprendiendo y desaprendiendo” a otras personas de la comunidad.
“Esa fue mi primera apertura para hacer trabajo social. Yo antes venía haciendo trabajo social en mi comunidad, pero no lo veía como algo tan grande, no lo veía de la manera como lo veo ahora, sino como algo que estaba haciendo, también porque veía a mi mamá ayudar y querer a la comunidad unida, entonces yo me pegaba de eso y era por inercia, pero sin entender la amplitud”, cuenta JD.
El año en que llegó el silencio
Y como el arte siempre acerca a más arte, el número de “panas” se fue agrandando y uno de ellos montó Chocoartesano, un espacio de micrófono abierto en el malecón. Esta idea lo cautivó tanto que decidió meterse de lleno al proyecto e inició una nueva etapa de su vida en la que había música, teatro, talleres y un enfoque social que ya no pudo dejar de lado.
“En Chocoartesano hicimos varios espacios, los domingos de micrófono abierto, logramos reunir a más de 40 artistas: músicos, poetas, raperos. También teníamos espacios de tertulia para la identificación, reconocernos como negritud, se hacía un trabajo fuerte. En 2021, sin embargo, empezaron a haber muchas amenazas, a mí me hicieron salir del barrio en donde vivía y ya no había el mismo fuego que se tenía, la misma energía y el grupo se desintegró”, recuerda el yuteño.
Luego de este silencio propiciado, JD Molana y algunos de sus amigos decidieron apostar por nuevos proyectos y la música volvió con fuerza, sin dejar de lado el trabajo por la comunidad. Empezaron a hacer más canciones, a trabajar con fundaciones y a presentarse en diferentes municipios. Y él, además, le empezó a apostar a su carrera de artista independiente. Con este nuevo paso encontró una convocatoria de la Fundación Círculo de Estudios y del Programa de Justicia Inclusiva de USAID para grabar una canción y decidió presentarse.
“Era una canción que ya la tenía escrita, pero no la había grabado, porque me daba mucho miedo grabarla y subirla, porque ya uno había tenido amenazas por lo de Chocoartesanos, porque lo que hacíamos era protestar con el rap y decir cosas, pero decidí enviarla y quedé seleccionado con mi canción Madres Lloran. Mi hermano me produjo la canción y luego se hizo el proceso de grabar el video que fue algo muy chévere, se hizo en conjunto”, añade.
En el video participaron madres de la comunidad que han perdido a sus hijos a cuenta de la guerra y dice JD que la mayor satisfacción se la llevó al recibir sus comentarios y agradecimientos. “Me di cuenta del poder que tenía la canción. Y aún me siguen agradeciendo, porque la canción existe, porque la escuchan, porque se identifican y es maravilloso”, añade. Madres Lloran es un canto al despropósito de las muertes violentas y un recordatorio de cuidar y valorar sus raíces negras que no solo se ha quedado al interior de su comunidad, sino que ya es escuchada por otros que atienden su llamado en plataformas como Spotify, Apple Music y YouTube.
A sus 25 años, este joven chocoano sigue apostándole al encuentro creativo, hace talleres para los jovenes de su comunidad, sigue actuando y cantando. Su visión a futuro, dice, es superar el miedo y el estigma y recordar que, a su pueblo, llegará la paz, cuando los negros dejen de matarse entre ellos.
“La esperanza es que nos demos la mano, somos hermanos, no jalemos el gatillo, porque nos acabamos”.
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