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La búsqueda de un hombre desaparecido forzadamente en Antioquia dio origen a una historia de recuerdos, preguntas y unión. A finales de los 80, Luis, un hombre trabajador que vivía intermitentemente en algunos pueblos del departamento, dejó de ser visto por su familia y los vecinos.
Vivía con su esposa y Susana, su hija pequeña, cuando en uno de esos días de trabajo, tuvo que viajar hasta Necoclí. Debía ser por un par de días, pero esa fue la última vez que su familia volvió a saber algo de él.
Susana, en compañía de su mamá, inició la búsqueda de su padre y aunque no ha encontrado pistas, la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas (UBPD) hizo un hallazgo que le cambió la vida.
En procesos de acompañamiento, la Unidad descubrió que Susana no era la única que buscaba a Luis, sino también su hermanastro el que, hasta este año, no sabía que existía.
La UBPD aseguró que los dos hijos de Luis, provenientes de diferentes parejas, emprendieron la búsqueda de su padre desde finales de los 80. Fue hasta esta semana que en las pesquisas hallaron que eran hermanastros y que ellos no estaban solos en la búsqueda de su padre.
“Dos hermanos que habían sido separados encontraron no solo el amor fraternal, sino también la fuerza para enfrentar lo desconocido. Su historia es un recordatorio de que las familias pueden ser reconstruidas”, contó la Unidad.
Búsqueda involuntaria
La desaparición de Luis en medio de la guerra que vivía Antioquia dejó, en pocas palabras, dos familias incompletas. Susana, su hija pequeña, vivía en Arboletes cuando dejaron de llegar noticias sobre su padre. Pero con su desaparición forzada, Roberto, otro hijo que tenía Luis en San Juan de Urabá, también empezó a notar su ausencia.
Susana y Roberto crecieron dedicando sus vidas y pensamientos en la desaparición de su padre. Al igual que las familias buscadoras de al menos 111.000 desaparecidos, buscaron pistas por su cuenta, recogieron información sobre dónde podría estar hasta que ese camino terminó encontrándolos.
“El tiempo pasó y crecieron con la esperanza de algún día volver a ver a su padre”, explicó la Unidad.
Roberto intentó buscar nuevos horizontes en su vida y decidió que era momento de irse a vivir a Arboletes (Antioquia) y buscar trabajo. Al llegar a un taller para presentarse a una oferta laboral, escuchó una historia conocida en el pueblo: una mujer, Susana, llevaba toda su adultez buscando a su padre y creía que, en algún municipio lejano, tenía un hermanastro que la ayudaría en esa búsqueda.
Roberto prestó atención al rumor y pidió más detalles y supo que debía seguir esa corazonada que le indicaba que, quizá aquella historia tenía que ver con él, con su padre desaparecido forzadamente y con las sospechas de que quizá él tuviera una hermanastra.
“El corazón de Roberto latía con fuerza cuando el mecánico lo llevó a casa de Susana (...). En ese instante, las ausencias se transformaron en un presente lleno de promesas”, cuenta la UBPD.
Los hermanastros se encontraron, adelantaron 28 años de historias sin contar y volvieron a hacerse la misma pregunta que llevaban haciéndose las últimas dos décadas: “¿dónde está nuestro padre?”.
“En medio del proceso, Susana y Roberto descubrieron que la búsqueda no solo les ofrecía la posibilidad de encontrar a un ser querido, sino también la oportunidad de redescubrirse a sí mismos como hermanos. Se apoyan mutuamente en momentos de duda y celebran cada pequeño avance como si fuera un gran triunfo”, aseguró la Unidad.
Gracias a la información de la UBPD y a los azares del destino, Susana y Roberto aseguran que continuarán la búsqueda de su padre y esperan que, tal vez algún día, encuentren al hombre que la guerra les quitó.
“Su historia es un recordatorio de que las familias pueden ser reconstruidas, incluso cuando las piezas han estado perdidas por mucho tiempo”, concluye la UBPD.
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