La lucha de las mujeres afro del Bajo Cauca: entre conflicto, machismo y racismo
Esta semana, más de 50 personas de la comunidad negra del norte de Antioquia se reunieron en Caucasia para conmemorar el día de la mujer afrodescendiente y para celebrar sus liderazgos, que ejercen en una región inmersa en la guerra y los prejuicios.
Valentina Arango Correa
Las mujeres negras se saludan, se sientan y participan. Hablan ellas, es su día. Su reconocimiento ha sido un camino largo. El 25 de julio de 1992, las pioneras de este movimiento reunieron a muchas más, en República Dominicana, para un encuentro que sería el comienzo de una lucha que continúa por garantizar los derechos de las mujeres negras y afrodescendientes, esta vez, desde los Consejos Comunitarios Afro en el Bajo Cauca antioqueño. Mientras las habitantes de Tigre 3 en Caucasia (Antioquia) aprenden sobre qué es participación y representatividad en un salón de la única escuela de la vereda, varios hombres miran a través de una reja en la ventana, parecen espiando, escuchan mensajes como que las mujeres deben luchar, que no se maltratan, que ellos también pueden ser jefes del hogar y ellas las cabezas de sus exigencias sociales.
El día de la mujer afro se celebra, se conmemora y se fortalece gracias a espacios como los de esta comunidad. Una fecha que tuvo origen el 25 de julio de hace 31 años, siendo la consecuencia de un encuentro de 300 mujeres que representaron a casi todos los países de Latinoamérica para crear las primeras alianzas que enfrentaron el racismo desde una perspectiva de género, es apenas un referente para lo que comenzó hoy en este municipio, límite entre Antioquia y el sur de Córdoba. Aquí, con el apoyo de los programas Justicia Inclusiva y Tierra Dorada de la Agencia de EE. UU. para el Desarrollo Internacional (USAID), la comunidad evaluó las contribuciones que las mujeres negras y afrocolombianas realizan para la construcción de su comunidad y de lo que se conoce como justicia ancestral afrocolombiana.
Reconocerse mujer afro, un acto de justicia
La juntanza entre las comunidades afro de Caucasia es fundamental. Así lo considera Alis Argumedo, la representante legal del Consejo Comunitario Afro del corregimiento Puerto Triana desde hace seis años. Por eso llegó hasta el evento en el Consejo Comunitario de Tigre 3 para conmemorar el Día de la Mujer Afrodescendiente. Su amiga, Marnedis Meza, quien hace un año se desempeña como representante legal del Consejo Comunitario de Caserí, la acompaña. Este martes, todas las actividades de la escuela se paralizaron, mujeres como estas dos líderes y más de 50 personas, algunas madres con sus niños, llegaron para escuchar y ser parte del ejercicio de resaltar las labores de las mujeres en la comunidad, mientras se autorreconocían en sus propias experiencias y saberes, lo que a solo sus cuerpos les ha atravesado.
“Siempre por ser mujer, a uno la tienen por ser débil y creen que no va a poder sacar su comunidad adelante”, dice Meza. No solo ser madres y jefas del hogar se suman a las dificultades que por ser mujeres negras afrontan para acceder a derechos, la falta de recursos es un factor común para muchas veces desempeñar sus funciones. Antes de salir a una actividad como la de este festejo, madrugan, alimentan a sus hijos, limpian sus casas y preparan el almuerzo. Las dos comparten una pasión y una necesidad, la de llevar los reclamos de la comunidad a espacios más grandes para que sean atendidos y escuchados. Eso y, en palabras de Argumedo, “traerle a la gente los conocimientos que una aprende”.
Como parte de la jornada donde participaron hubo varias muestras de expresiones sobre las tradiciones, actividades económicas y medicina ancestral que reflejan la riqueza ancestral afro. Sobre una ventana están, por ejemplo, varios alimentos y objetos que las representan. Una atarraya en la que se recuesta un racimo de plátanos. Una copia impresa de la Ley 1745 de 1993. Un racimo de arroz. Dos tilapias, una cachama. Una sandía, un coco. Una batea. Dos ajíes sobre un pilón que hace un par de horas trajeron jóvenes desde una casa cercana; y un par de juegos de pocillos y platos en totumo tallado.
“Antes de los consejos comunitarios, las mujeres no podían participar de estos espacios”. “La mayoría de representantes legales de los consejos comunitarios de Caucasia hoy en día son mujeres”. “La mujer no podía ejercer liderazgo, aunque siempre ha estado participando”, estas fueron apenas tres de las conclusiones de las mujeres tras abordar sus situaciones particulares en el territorio. Allí contaron las formas en que la mujer negra ha tenido que luchar. Los esclavistas, por ejemplo, sabían del rol que tenía la mujer negra en su comunidad, el cuidado del hogar y la comunicación con otras mujeres hizo que las mantuvieran vigiladas, las estrategias las hacían ellas, por ejemplo, con mapas trenzados en sus cabellos pudieron aportar a la liberación cimarrona que llevó a la construcción de los palenques, según su tradición oral.
Así como sus antecesoras, la mujer afro quiere fortalecer las maneras propias de resolver conflictos. Abuelos y bisabuelos han resuelto situaciones complejas, en particular, aquellas que no constituyen un delito grave para la justicia ordinaria, a través de sus propios mecanismos. Ayudar a resolver conflictos es un papel que desempeñaban anteriormente personas reconocidas en la comunidad, a quienes se les debía el respeto y la escucha, una especie de consejeros mayores. Con la reunión alrededor de la mujer, ellas se empezaron a empoderar para asumir roles como este. Es un lugar donde no hay policía. Los grupos armados como el Clan del Golfo, el ELN y las disidencias de las FARC, que están en la zona, a veces se disputan su control. De ahí la importancia que relacionan sus habitantes para atender y retomar sus formas propias de justicia.
Las dos lideresas expresaron que, además, buscan el acceso y reconocimiento de las tierras en donde viven para que el Estado les entregue la resolución que los priorizaría como consejos comunitarios, la garantía de su derecho a la propiedad colectiva, y que les permita cultivar y sobrevivir con sus propios recursos. La justicia para ellas es hacer cumplir sus derechos: “Que nos escuchen”, dice la líder de Puerto Triana; y que su fortaleza como lideresas afros está en “tener la valentía de sacar adelante su comunidad, se siente una feliz por ser una líder afrocolombiana”, añade la de Caserí. En algún momento de la conversa colectiva alguna responde que justicia es también reconocerse como mujeres afros, un acto que demuestra que su liderazgo sí es posible de mantener.
Mujeres jóvenes cuidadoras
Ledis López sueña con ser pastelera. Mientras está a la espera de que crezcan las plántulas de árboles nativos que sembró junto a sus vecinos jóvenes, usó su creatividad con los dulces y, junto con su Neiris Yuranis Barbosa, preparó cuatro de las alegrías —como se le conocen a los dulces de panela melcochuda— más tradicionales de la comunidad afro en Colombia. Coco con azúcar, coco con panela, papaya y arroz fueron empacados cuidadosamente en cuatro totumos de diferentes tamaños que ellas mismas decoraron. Las dos son líderes juveniles afros, en los roles presidenta y secretaria respectivamente, del grupo de muchachas que se agrupan en un espacio mayor, el Consejo Comunitario Afro de Tigre 3 Caucasia (Antioquia).
Hasta su casa no llega el agua, los árboles serían la posibilidad de generar más de este recurso, pues Tigre 3 es una comunidad dispersa, las casas se alejan mucho de la otra, el camino es trocha en su mayor parte y tan extenso como el Cauca mismo que bordea la región. Un pozo ubicado en la escuela logra transportar, gracias a la fuerza de una motobomba, el agua hasta las casas más cercanas. “Lo más duro aquí es que se nos seca el agua, por eso necesitamos conservarla”, dice la joven López. Pero la casa de ella está ubicada más lejos, en el lindero con otra vereda, una quebrada es la fuente de la que lleva agua para su hogar y en la que lava su ropa. La problemática del agua se suma a que trabajar en equipo es una tarea difícil, aunque son casi 40 las personas que se registran en el grupo juvenil afro, alrededor de una docena son los que mantienen activo el proceso.
Para la líder juvenil el machismo sigue vigente en la región, y por eso es un esfuerzo doble al de los hombres el que hace para ser escuchada y reunir a los muchachos alrededor del cultivo. Se ha inventado hasta premios para motivar la participación, especialmente ahora que se encaminó en el proyecto de reforestación. Junto con su equipo, han construido un vivero, en el cual sembraron unas 160 plantas de árboles nativos y maderables como el almendro, caracolí, achí y cedro. Esperan poder tener, al igual que las lideresas de otros consejos, el acceso a las tierras para conservar, en este caso, el agua para la región.
Al final del evento, varias mujeres, incluida Ledis López y la presidenta del Consejo Comunitario Afro de Tigre 3, Yuleima Pila, fueron reconocidas por sus compañeros como dos de las grandes referentes del liderazgo de las mujeres. Asimismo, agradecieron que en mayo, el programa Justicia Inclusiva de Usaid asistió con una jornada de justicia móvil, en la que escucharon la solicitud de las mujeres para que las instituciones locales atiendan su llamado: Tener autonomía económica y adquirir información acerca de los procesos de participación para que se les brinden los recursos a los que tienen derecho como comunidades afro, priorizada gracias a la ley 70 de 1993, la cual fundamenta la dignidad y la autonomía de las comunidades negras en Colombia.
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Las mujeres negras se saludan, se sientan y participan. Hablan ellas, es su día. Su reconocimiento ha sido un camino largo. El 25 de julio de 1992, las pioneras de este movimiento reunieron a muchas más, en República Dominicana, para un encuentro que sería el comienzo de una lucha que continúa por garantizar los derechos de las mujeres negras y afrodescendientes, esta vez, desde los Consejos Comunitarios Afro en el Bajo Cauca antioqueño. Mientras las habitantes de Tigre 3 en Caucasia (Antioquia) aprenden sobre qué es participación y representatividad en un salón de la única escuela de la vereda, varios hombres miran a través de una reja en la ventana, parecen espiando, escuchan mensajes como que las mujeres deben luchar, que no se maltratan, que ellos también pueden ser jefes del hogar y ellas las cabezas de sus exigencias sociales.
El día de la mujer afro se celebra, se conmemora y se fortalece gracias a espacios como los de esta comunidad. Una fecha que tuvo origen el 25 de julio de hace 31 años, siendo la consecuencia de un encuentro de 300 mujeres que representaron a casi todos los países de Latinoamérica para crear las primeras alianzas que enfrentaron el racismo desde una perspectiva de género, es apenas un referente para lo que comenzó hoy en este municipio, límite entre Antioquia y el sur de Córdoba. Aquí, con el apoyo de los programas Justicia Inclusiva y Tierra Dorada de la Agencia de EE. UU. para el Desarrollo Internacional (USAID), la comunidad evaluó las contribuciones que las mujeres negras y afrocolombianas realizan para la construcción de su comunidad y de lo que se conoce como justicia ancestral afrocolombiana.
Reconocerse mujer afro, un acto de justicia
La juntanza entre las comunidades afro de Caucasia es fundamental. Así lo considera Alis Argumedo, la representante legal del Consejo Comunitario Afro del corregimiento Puerto Triana desde hace seis años. Por eso llegó hasta el evento en el Consejo Comunitario de Tigre 3 para conmemorar el Día de la Mujer Afrodescendiente. Su amiga, Marnedis Meza, quien hace un año se desempeña como representante legal del Consejo Comunitario de Caserí, la acompaña. Este martes, todas las actividades de la escuela se paralizaron, mujeres como estas dos líderes y más de 50 personas, algunas madres con sus niños, llegaron para escuchar y ser parte del ejercicio de resaltar las labores de las mujeres en la comunidad, mientras se autorreconocían en sus propias experiencias y saberes, lo que a solo sus cuerpos les ha atravesado.
“Siempre por ser mujer, a uno la tienen por ser débil y creen que no va a poder sacar su comunidad adelante”, dice Meza. No solo ser madres y jefas del hogar se suman a las dificultades que por ser mujeres negras afrontan para acceder a derechos, la falta de recursos es un factor común para muchas veces desempeñar sus funciones. Antes de salir a una actividad como la de este festejo, madrugan, alimentan a sus hijos, limpian sus casas y preparan el almuerzo. Las dos comparten una pasión y una necesidad, la de llevar los reclamos de la comunidad a espacios más grandes para que sean atendidos y escuchados. Eso y, en palabras de Argumedo, “traerle a la gente los conocimientos que una aprende”.
Como parte de la jornada donde participaron hubo varias muestras de expresiones sobre las tradiciones, actividades económicas y medicina ancestral que reflejan la riqueza ancestral afro. Sobre una ventana están, por ejemplo, varios alimentos y objetos que las representan. Una atarraya en la que se recuesta un racimo de plátanos. Una copia impresa de la Ley 1745 de 1993. Un racimo de arroz. Dos tilapias, una cachama. Una sandía, un coco. Una batea. Dos ajíes sobre un pilón que hace un par de horas trajeron jóvenes desde una casa cercana; y un par de juegos de pocillos y platos en totumo tallado.
“Antes de los consejos comunitarios, las mujeres no podían participar de estos espacios”. “La mayoría de representantes legales de los consejos comunitarios de Caucasia hoy en día son mujeres”. “La mujer no podía ejercer liderazgo, aunque siempre ha estado participando”, estas fueron apenas tres de las conclusiones de las mujeres tras abordar sus situaciones particulares en el territorio. Allí contaron las formas en que la mujer negra ha tenido que luchar. Los esclavistas, por ejemplo, sabían del rol que tenía la mujer negra en su comunidad, el cuidado del hogar y la comunicación con otras mujeres hizo que las mantuvieran vigiladas, las estrategias las hacían ellas, por ejemplo, con mapas trenzados en sus cabellos pudieron aportar a la liberación cimarrona que llevó a la construcción de los palenques, según su tradición oral.
Así como sus antecesoras, la mujer afro quiere fortalecer las maneras propias de resolver conflictos. Abuelos y bisabuelos han resuelto situaciones complejas, en particular, aquellas que no constituyen un delito grave para la justicia ordinaria, a través de sus propios mecanismos. Ayudar a resolver conflictos es un papel que desempeñaban anteriormente personas reconocidas en la comunidad, a quienes se les debía el respeto y la escucha, una especie de consejeros mayores. Con la reunión alrededor de la mujer, ellas se empezaron a empoderar para asumir roles como este. Es un lugar donde no hay policía. Los grupos armados como el Clan del Golfo, el ELN y las disidencias de las FARC, que están en la zona, a veces se disputan su control. De ahí la importancia que relacionan sus habitantes para atender y retomar sus formas propias de justicia.
Las dos lideresas expresaron que, además, buscan el acceso y reconocimiento de las tierras en donde viven para que el Estado les entregue la resolución que los priorizaría como consejos comunitarios, la garantía de su derecho a la propiedad colectiva, y que les permita cultivar y sobrevivir con sus propios recursos. La justicia para ellas es hacer cumplir sus derechos: “Que nos escuchen”, dice la líder de Puerto Triana; y que su fortaleza como lideresas afros está en “tener la valentía de sacar adelante su comunidad, se siente una feliz por ser una líder afrocolombiana”, añade la de Caserí. En algún momento de la conversa colectiva alguna responde que justicia es también reconocerse como mujeres afros, un acto que demuestra que su liderazgo sí es posible de mantener.
Mujeres jóvenes cuidadoras
Ledis López sueña con ser pastelera. Mientras está a la espera de que crezcan las plántulas de árboles nativos que sembró junto a sus vecinos jóvenes, usó su creatividad con los dulces y, junto con su Neiris Yuranis Barbosa, preparó cuatro de las alegrías —como se le conocen a los dulces de panela melcochuda— más tradicionales de la comunidad afro en Colombia. Coco con azúcar, coco con panela, papaya y arroz fueron empacados cuidadosamente en cuatro totumos de diferentes tamaños que ellas mismas decoraron. Las dos son líderes juveniles afros, en los roles presidenta y secretaria respectivamente, del grupo de muchachas que se agrupan en un espacio mayor, el Consejo Comunitario Afro de Tigre 3 Caucasia (Antioquia).
Hasta su casa no llega el agua, los árboles serían la posibilidad de generar más de este recurso, pues Tigre 3 es una comunidad dispersa, las casas se alejan mucho de la otra, el camino es trocha en su mayor parte y tan extenso como el Cauca mismo que bordea la región. Un pozo ubicado en la escuela logra transportar, gracias a la fuerza de una motobomba, el agua hasta las casas más cercanas. “Lo más duro aquí es que se nos seca el agua, por eso necesitamos conservarla”, dice la joven López. Pero la casa de ella está ubicada más lejos, en el lindero con otra vereda, una quebrada es la fuente de la que lleva agua para su hogar y en la que lava su ropa. La problemática del agua se suma a que trabajar en equipo es una tarea difícil, aunque son casi 40 las personas que se registran en el grupo juvenil afro, alrededor de una docena son los que mantienen activo el proceso.
Para la líder juvenil el machismo sigue vigente en la región, y por eso es un esfuerzo doble al de los hombres el que hace para ser escuchada y reunir a los muchachos alrededor del cultivo. Se ha inventado hasta premios para motivar la participación, especialmente ahora que se encaminó en el proyecto de reforestación. Junto con su equipo, han construido un vivero, en el cual sembraron unas 160 plantas de árboles nativos y maderables como el almendro, caracolí, achí y cedro. Esperan poder tener, al igual que las lideresas de otros consejos, el acceso a las tierras para conservar, en este caso, el agua para la región.
Al final del evento, varias mujeres, incluida Ledis López y la presidenta del Consejo Comunitario Afro de Tigre 3, Yuleima Pila, fueron reconocidas por sus compañeros como dos de las grandes referentes del liderazgo de las mujeres. Asimismo, agradecieron que en mayo, el programa Justicia Inclusiva de Usaid asistió con una jornada de justicia móvil, en la que escucharon la solicitud de las mujeres para que las instituciones locales atiendan su llamado: Tener autonomía económica y adquirir información acerca de los procesos de participación para que se les brinden los recursos a los que tienen derecho como comunidades afro, priorizada gracias a la ley 70 de 1993, la cual fundamenta la dignidad y la autonomía de las comunidades negras en Colombia.
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