La resolución de un pleito entre hermanos volvió a unir a una familia en Caquetá
Luz Helena se dio cuenta de que una conversación en calma podía ayudarla a ella y a sus hermanos a resolver una discordia causada por una herencia familiar. Conozca su historia.
Los integrantes de la familia Sierra eran cercanos, 7 hermanas, seis mujeres y un hombre, se reunían, se llamaban, se visitaban, se pedían consejos. Sin embargo, tras la muerte de don Martín, el padre, la armonía se puso en juego, pues la atención migró a la repartición de bienes y a quién le habían dejado qué.
Luz Helena, una de las hijas de don Martín y la mayor de todos, había recibido un terreno apto para cultivar la tierra, para sembrar cacao y vivir de eso, sin embargo, ella quería que, como en otros casos, la selección se hiciera por sorteo y que, de pronto, su lote colindara con el río Caquetá.
“Yo no lo aceptaba porque quería que se hiciera como siempre se ha hecho. Y pese a que la más beneficiada era mi persona, sino que uno a veces no analiza las cosas y eso creó bastante problema”, cuenta.
La situación fue empeorando y la familia, que está ubicada en el municipio de Puerto Guzmán (Putumayo) en vereda el Bombón, se dejó de hablar. Hubo demandas, inspecciones y sobre todo, discordia. Luz Helena, que estaba acostumbrada al seno del hogar, empezó a sentirse sola, decaída, estresada, hasta que llegó a su vida Alexander Sánchez, quien se presenta como “conciliador en equidad y líder social de la comunidad”, que ha sido apoyado por el Programa de Justicia Inclusiva de USAID.
“Yo llevaba varios días distanciada de mi familia, el señor se dio cuenta, es una persona muy social y no sé quién le diría, pero me llamó y me dijo que sabía el lío en el que estaba, que se quería tomar un tinto conmigo y así fue”, dice.
En ese tinto, Alexander indagó la situación y le aconsejó no irse a los extremos, sino más bien pensar en su familia, en su futuro, por lo que lo mejor era arreglar la situación en paz. “Hay algo que me conmovió y es que me dijo que estamos de paso en esta tierra, y que lo que decimos no es de nosotros, mañana nos morimos y nada nos llevamos, por lo que no valía la pena quedarme con ese resentimiento, me dijo ‘tome la decisión y párese firme, pídale a Dios que le dé fortaleza y valor e inicie este proceso’”, cuenta Luz Helena.
Esas palabras resonaron en su corazón que, en el fondo, había extrañado a su mamá y a sus hermanas todo este tiempo, por lo que decidió, al menos, pensarlo. Unos días después, no se sabe si con la complicidad de Alexander o no, su mamá la llamó y la invitó a tomar sancocho de cola, su favorito.
“Yo no lo pensé, me arreglé y salí para allá. Ella había estado unos días enferma por pensar en los problemas y me dijo que se sentía mal, que se sentía muy enferma. Me dijo que aceptara esa repartición y le dije que sí que iba a aceptar por ser su voluntad. Esa mujer mejor dicho lloraba, y de inmediato yo sentí esa paz interna”, dice Luz.
Luego de esa reunión con su madre, le contó a sus hermanas que había aceptado recibir esa parte del terreno y que quería dejar de lado las diferencias, que no iba a llevarse ningún rencor y que, su mayor sueño, era recuperar la unión que habían cultivado durante años. Alexander le dio un plazo de 15 días luego de su conversación para volverla a contactar y preguntarle si había algún avance.
“Luego de eso nos volvimos a tomar otro tinto, pero ese ya fue de risas, de satisfacción. Yo me descargué mucho, ya estaba enferma y no quería encontrarme a mi familia, pero hoy es al contrario, nos reunimos, hacemos almuerzos con mi mamá, es una cosa muy bonita, yo le agradezco a Alexander porque ahora puedo sentirme en paz con los demás”, dice.
Para Luz, si bien lo más importante fue terminar ese problema que la había separado de su familia, el acompañamiento del conciliador le permitió pensar en sus prioridades y en poner la tranquilidad y la paz por encima de todo, además de recibir su terreno y titularlo.
“En ese entonces, que eso fue 2020, yo me molestaba porque pese a que era la mayor, todo lo decía mi hermano varón y yo lo tomaba como machismo, pero me di cuenta de que la repartición la habían hecho pensando en las necesidades de cada una. Había una montaña virgen que mi papá nunca quiso tocarla, era una reserva que tenía la familia, y esa, por ejemplo, se la dieron a una hermana que está en Cali y que no tiene que trabajar la tierra, y a mí me dejaron una buena cantidad de lote en la que podía sembrar, hoy en día soy feliz, cultivo mis cosas, cacao, y nos vemos cada rato con mis hermanas, hacemos recocha”, dice Luz.
Como luz, son varias las disputas familiares que con la ayuda de un tercero han logrado hacer de situaciones como la repartición de tierras un escenario que no implique separaciones, angustias y en el peor de los casos, violencia.
¿Sabe qué es la justicia centrada en las personas? Visite Justicia Inclusiva de El Espectador
Los integrantes de la familia Sierra eran cercanos, 7 hermanas, seis mujeres y un hombre, se reunían, se llamaban, se visitaban, se pedían consejos. Sin embargo, tras la muerte de don Martín, el padre, la armonía se puso en juego, pues la atención migró a la repartición de bienes y a quién le habían dejado qué.
Luz Helena, una de las hijas de don Martín y la mayor de todos, había recibido un terreno apto para cultivar la tierra, para sembrar cacao y vivir de eso, sin embargo, ella quería que, como en otros casos, la selección se hiciera por sorteo y que, de pronto, su lote colindara con el río Caquetá.
“Yo no lo aceptaba porque quería que se hiciera como siempre se ha hecho. Y pese a que la más beneficiada era mi persona, sino que uno a veces no analiza las cosas y eso creó bastante problema”, cuenta.
La situación fue empeorando y la familia, que está ubicada en el municipio de Puerto Guzmán (Putumayo) en vereda el Bombón, se dejó de hablar. Hubo demandas, inspecciones y sobre todo, discordia. Luz Helena, que estaba acostumbrada al seno del hogar, empezó a sentirse sola, decaída, estresada, hasta que llegó a su vida Alexander Sánchez, quien se presenta como “conciliador en equidad y líder social de la comunidad”, que ha sido apoyado por el Programa de Justicia Inclusiva de USAID.
“Yo llevaba varios días distanciada de mi familia, el señor se dio cuenta, es una persona muy social y no sé quién le diría, pero me llamó y me dijo que sabía el lío en el que estaba, que se quería tomar un tinto conmigo y así fue”, dice.
En ese tinto, Alexander indagó la situación y le aconsejó no irse a los extremos, sino más bien pensar en su familia, en su futuro, por lo que lo mejor era arreglar la situación en paz. “Hay algo que me conmovió y es que me dijo que estamos de paso en esta tierra, y que lo que decimos no es de nosotros, mañana nos morimos y nada nos llevamos, por lo que no valía la pena quedarme con ese resentimiento, me dijo ‘tome la decisión y párese firme, pídale a Dios que le dé fortaleza y valor e inicie este proceso’”, cuenta Luz Helena.
Esas palabras resonaron en su corazón que, en el fondo, había extrañado a su mamá y a sus hermanas todo este tiempo, por lo que decidió, al menos, pensarlo. Unos días después, no se sabe si con la complicidad de Alexander o no, su mamá la llamó y la invitó a tomar sancocho de cola, su favorito.
“Yo no lo pensé, me arreglé y salí para allá. Ella había estado unos días enferma por pensar en los problemas y me dijo que se sentía mal, que se sentía muy enferma. Me dijo que aceptara esa repartición y le dije que sí que iba a aceptar por ser su voluntad. Esa mujer mejor dicho lloraba, y de inmediato yo sentí esa paz interna”, dice Luz.
Luego de esa reunión con su madre, le contó a sus hermanas que había aceptado recibir esa parte del terreno y que quería dejar de lado las diferencias, que no iba a llevarse ningún rencor y que, su mayor sueño, era recuperar la unión que habían cultivado durante años. Alexander le dio un plazo de 15 días luego de su conversación para volverla a contactar y preguntarle si había algún avance.
“Luego de eso nos volvimos a tomar otro tinto, pero ese ya fue de risas, de satisfacción. Yo me descargué mucho, ya estaba enferma y no quería encontrarme a mi familia, pero hoy es al contrario, nos reunimos, hacemos almuerzos con mi mamá, es una cosa muy bonita, yo le agradezco a Alexander porque ahora puedo sentirme en paz con los demás”, dice.
Para Luz, si bien lo más importante fue terminar ese problema que la había separado de su familia, el acompañamiento del conciliador le permitió pensar en sus prioridades y en poner la tranquilidad y la paz por encima de todo, además de recibir su terreno y titularlo.
“En ese entonces, que eso fue 2020, yo me molestaba porque pese a que era la mayor, todo lo decía mi hermano varón y yo lo tomaba como machismo, pero me di cuenta de que la repartición la habían hecho pensando en las necesidades de cada una. Había una montaña virgen que mi papá nunca quiso tocarla, era una reserva que tenía la familia, y esa, por ejemplo, se la dieron a una hermana que está en Cali y que no tiene que trabajar la tierra, y a mí me dejaron una buena cantidad de lote en la que podía sembrar, hoy en día soy feliz, cultivo mis cosas, cacao, y nos vemos cada rato con mis hermanas, hacemos recocha”, dice Luz.
Como luz, son varias las disputas familiares que con la ayuda de un tercero han logrado hacer de situaciones como la repartición de tierras un escenario que no implique separaciones, angustias y en el peor de los casos, violencia.
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