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Las buscadoras de la Comuna 13 de Medellín que no vivieron para ver la verdad

Los primeros hallazgos forenses en La Escombrera de la Comuna 13 de Medellín, dicen las víctimas, demuestran que la persistencia en la búsqueda les ha dado la razón en una verdad que fue ignorada por el Estado durante 22 años. A 23 de ellas, el dolor las agarró en el proceso, se las llevó consigo, y ahora otras viven para honrar su búsqueda y su memoria.

Valentina Arango Correa
20 de diciembre de 2024 - 01:00 p. m.
Amparo Cano falleció en 2021. Ella fue lideresa y buscadora incanzable de su esposo y su hijo, desaparecidos en la Comuna 13 de Medellín.
Amparo Cano falleció en 2021. Ella fue lideresa y buscadora incanzable de su esposo y su hijo, desaparecidos en la Comuna 13 de Medellín.
Foto: Cortesía de la familia
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La verdad llega, de a poquitos, goteando desde adentro de la montaña, a veces deja levantar un pedazo de ladera, otras arrasa en avalancha todo lo que lleva por dentro. Es visible y enorme, por eso hay que abrazarla, pedirle permiso, sacar cada escombro con la delicadeza y el detalle con el que se arregla un rosal, buscando lo más atesorado, lo más hermoso y amado. De repente, el hallazgo: algo se parece a, lo es, puede que no sea el hermano, el amigo, la prima, pero aquí está la confirmación de que siempre dijeron la verdad: en La Escombrera hay restos de personas, la herida abierta de la guerra en la Comuna 13 de Medellín.

El Grupo Interdisciplinario por los Derechos Humanos, Madres de la Candelaria, la Corporación Jurídica Libertad, Mujeres Caminando por la Verdad, el Movimiento Nacional de Crímenes de Estado y de la Fundación Madre Laura, agrupan a la gran mayoría de personas que han hurgado en el testimonio vivo del conflicto armado que es la montaña conocida como La Escombrera. Desde hace 22 años, las vidas de niños que ahora son profesionales, de madres que ahora acumulan dolores físicos a la espera de algún indicio del paradero de sus amados, de defensores que acogieron a sus luchas la justicia de las buscadoras, se han juntado para que un 18 de diciembre de 2024, tal como en la novena de Navidad en su tercer día, una madre peregrina pudiera contemplar parte de la vida que creció en su vientre.

En forma de restos humanos y algunas prendas de vestir que fueron encontradas por los expertos forenses de la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas (UBPD) y la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), las familias afirmaron lo que sus arengas cantaron desde el 2002. En ese año, la operación militar Orión, encabezada por el general (r) Mario Montoya Uribe, entonces comandante de la Cuarta Brigada del Ejército, detonaron una ola de violencia que dejó aproximadamente 92 desapariciones forzadas, según registró la Corporación Jurídica Libertad. A la fecha, son 520 las desapariciones documentadas por la UBPD en esta zona.

Sin embargo, ahora hay hijos sin buscadoras, y buscadoras que adoptaron a los familiares de sus amigas. Son 23 a quienes la muerte las agarró sin hallar la verdad. Blanca Arango, Carmenza Celis, Luz Miriam Montoya, Blanca Cardona, Carmen Escobar, María Eloína Gaviria, María Cecilia Puerta, Eucaris Arango, Inés Durán, Mariela Narváez, Berta Echeverry, María Judith Fernández, Ligia Castaño, Virgelina Ibarra, Victoria Eugenia Sánchez, María Teresa Uribe, María Ofelia González, María Rosa Zapata, Amparo Cano, Rubiela Tejada, Marta López, Rosángela Rivera, Carmen Aguirre.

Amparo Cano era la mamá de Alejandra Balvin. A sus 13 años vio por última vez a su padre Hernando de Jesús Balvin, y cuatro años más tarde, el 6 de marzo de 2006, a su hermano Adonis Balvin. Juntas preguntaron, llenaron formatos, cuestionaron funcionarios para encontrar respuestas de sus familiares. Doña Amparo, incluso, fue en marzo de 2008 a visitar a Diego Murillo, el exparamilitar conocido con el alias de Don Berna, durante el proceso de Justicia y Paz a la cárcel de Itagüí, le preguntó por su esposo y no tuvo respuesta.

Con ese mismo ímpetu, Alejandra heredó la búsqueda de su madre, también la empatía, la voluntad y la entrega por dignificar la memoria de los desaparecidos. Ahora trabaja desde Pereira, convencida de que su madre le dejó no solo la misión de encontrar a sus familiares, sino también de apoyar a otras familias en su lucha. Para ella, recibir la noticia de que hubo hallazgos en La Escombrera significó alegría, también tristeza, y el anhelo de estar lejos de una espera que su madre lideró.

“Mi mamá se fue y no pudo estar presente. Esperamos mucho tiempo y así se han ido ya 23 mujeres, esperando respuesta”, dice Alejandra. Amparo Cano falleció el 15 de mayo de 2021. “A ella le preocupaba irse. O sea, como irse y que nadie se quedara buscando. Un día antes de que se muriera, ya estaba muy malita. Intentaba decirme algo, pero yo ya sabía qué me estaba intentando decir. Yo le decía: “No te preocupes, yo sigo, yo me quedo”. Pues, tengo un hijo y todo. Entonces, ahí le decía que él seguía buscando también a su abuelo y a su tío”, relata Alejandra.

El día que inició la intervención forense en La Escombrera, el pasado 27 de julio de 2024, hubo un acto simbólico que rindió homenaje a las madres como Amparo. Esos 23 nombres fueron escritos en sillas blancas vacías, junto a fotografías de sus familiares aún ausentes. Las mujeres presentes, con camisetas blancas, construyeron un corazón con piedras, velas y pétalos de rosa. Ese homenaje tan solo fue el inicio del resultado de 146 días de trabajo y la remoción de 36.450 metros cúbicos de suelo.

Tras los hallazgos, Luz Elena Galeano, vocera del colectivo de Mujeres Caminando por la Verdad, dice que no quisiera moverse de ese lugar. “Es muy importante recibir esa noticia, porque es una muestra de que, desde el inicio, cuando empezamos a denunciar las desapariciones, estábamos diciendo la verdad. Vemos cómo la falta de voluntad política ha permitido que, después de tantos años, apenas se den estos resultados. Es impactante”, subraya Galeano, quien recuerda a sus compañeras buscadoras diciendo que no solo busca a su esposo Luis Javier Laverde, a quien vio por última vez el 9 de diciembre de 2008, sino que lucha “hasta encontrar el último desaparecido, porque todos tienen una familia que les duele”.

“Todos merecen volver”, declara Alejandra. Aunque está lejos de La Escombrera en el día más significativo de la búsqueda hasta ahora, esto le reafirma lo que le enseñó su madre y lo que el resto de mujeres caminadoras replican: el objetivo es devolverle la dignidad a todos; la búsqueda es colectiva. Por eso, todas lloran con la mera sospecha de que uno de esos huesitos, ojalá, pertenezca a esos seres que siempre han llevado en fotografías sobre el centro del cuerpo. No quieren que ninguna más falte sin ver la verdad, aunque, ahora hay más esperanza, “la luz que estábamos esperando”, repiten. En esta montaña, enfrentaron dos posibilidades: “Una, que encontráramos; otra, que no encontráramos. Pero también está el hecho de que hicimos hasta lo imposible para buscarles”, como dice Balvin, y que La Escombrera, al menos, sea un lugar menos donde buscar.

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Valentina Arango Correa

Por Valentina Arango Correa

Periodista de la Universidad de Antioquia y realizadora audiovisual.@negruracorreavarango@elespectador.com

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