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“Mediante la mediación escolar se puede construir una cultura de paz, a sabiendas de que en los escenarios educativos hay diversidad, plurietnicidad y multiculturalidad”. Bajo esas palabras, Petra Pérez, docente y mediadora en el municipio de San Pelayo (Córdoba), describe la importancia de solucionar conflictos desde un enfoque inclusivo. Al igual que ella, Ramón Núñez, profesor de ética en un colegio de Montería, capital de ese departamento, ve con buenos ojos ese mecanismo, que se suma a sus años de experiencia en la resolución de conflictos dentro y fuera de las aulas. Ambos se han ganado la confianza de sus estudiantes y, la semana pasada, recibieron una certificación como mediadores escolares junto a varios de ellos.
El pasado 2 de junio, a través de un proyecto liderado por la Diócesis de Montelíbano, apoyado por el Progama Justicia Inclusiva de Usaid, y de la mano con el Ministerio de Justicia, culminó la implementación de la Caja de Herramientas MRC (Métodos de Resolución de Conflictos) en municipios de Córdoba. El método escogido para colegios de Montería, San Pelayo y Valencia fue la mediación escolar, que pretende solucionar conflictos que a simple vista podrían parecer sencillos: apodos, chismes, agresiones y hasta bullying. Durante estas jornadas, se formaron más de 60 mediadores certificados, entre estudiantes y profesores.
En Montería, por ejemplo, siete docentes recibieron esta certificación. Uno de ellos fue Ramón Núñez, a quien identifican como uno de los que “más problemas ha logrado resolver”. Pero eso que se dice de él no es nuevo. El profe Ramón, como le dicen sus estudiantes, llegó hace 34 años a Mocarí, un barrio en Montería donde está ubicada la Institución Educativa Camilo Torres, el lugar donde se llevó a cabo la certificación de mediadores escolares. El docente, que tiene un pregrado en pedagogía reeducativa y un posgrado en educación sexual, y que lleva más de tres décadas trabajando en esa institución, siempre ha estado del lado de los valores.
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El profesor recuerda que su camino comenzó diferente, pues, al llegar al colegio Camilo Torres, inició como psico-orientador. Su misión era dedicarse a la formación escolar, lo que se resume en orientación de crecimiento personal y espiritual. Para hablar sobre esos temas dentro de la institución, el profesor Núñez comenzó dictando una clase optativa sobre crecimiento personal y, posteriormente, se reunía con los padres de familia para socializar el plan de estudios.
Núñez recuerda que, recién llegó a Mocarí, cuando cumplía sus labores de psico-orientador, una de sus funciones era atender las reuniones que se hacían en la escuela de padres, un espacio donde se hablaba sobre los principales problemas que enfrentaban los menores en esa época y se daban ideas para solucionarlos. Estos encuentros, rememora, eran los sábados y siempre había mucho quórum: “Escuchaba muchas veces cómo los padres estaban equivocados en la corrección a sus hijos”.
El docente se dio cuenta de que la solución de los primeros conflictos tenía que darse en casa. Él recuerda que en estos espacios era común escuchar de los padres que para castigar a sus hijos les gritaban, insultaban y humillaban. Esto prendió las alarmas del maestro y su misión cambió. Ya no se enfocaba en la orientación, sino en buscar maneras de que los padres pudieran solucionar los problemas con sus hijos de forma pacífica. Recuerda, emocionado, que durante sus talleres podía haber entre 80 y 100 padres de familia, quienes caían en cuenta de sus errores.
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Para el maestro era importante recordarle a los padres de familia que la educación basada en la violencia podría generar, en el futuro, seres humanos violentos. De esta forma, y con el paso de los años, el profesor Núñez se dio a conocer, al igual que sus métodos, que resultaron efectivos, para ser un puente para solucionar los conflictos en casa entre hijos, padres y madres. Por eso es que, en la pasada jornada de mediadores escolares, fue certificado como tal, pues su experiencia lo acredita como uno de los mayores conocedores de conflictos desde el núcleo más fundamental: la familia.
Algo similar sucedió en San Pelayo, municipio a 40 minutos de distancia de Montería, donde los conflictos también son recurrentes. Hasta allí, territorio conocido por albergar desfiles y comparsas en el Festival del Porro, llegó la jornada de mediación escolar. En las instituciones educativas José Antonio Galán y Santa Teresita, se certificaron más de 24 mediadores escolares, entre los cuales hubo seis docentes, como Petra del Carmen Pérez.
La profesora Pérez ha sido un faro en la solución de conflictos de diferentes tipos, según dicen los capacitadores y tutores de la jornada de mediación escolar. Y no es para menos. La profesora ha estado, durante más de 20 años, defendiendo la educación, incluso durante momentos donde el conflicto armado asediaba su territorio. Licenciada de la Universidad de Córdoba, especialista en investigación aplicada a la educación y magíster en pedagogía, dicta ciencias sociales en el colegio, y enseña temas como la llegada de los gitanos de la India y los esclavos africanos a Colombia, durante el siglo XVII, por lo que resalta el valor de la plurietnicidad.
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Para ella, la estigmatización de diferentes poblaciones ha llevado a que los conflictos se agraven y asegura que desde el podio de la docencia se puede ayudar a cambiar esos discursos de violencia. “Poder salir a las calles sin miedo de ser atacados por pensar diferente. Esa es mi visión de país”, añade. Al igual que en los colegios de Montería, en las instituciones de San Pelayo también se reportan conflictos tipo 1, según información de la Secretaría de Educación del departamento. Estos problemas son los que mediadores como Pérez están llamados a solucionar. Sin embargo, fuera de las aulas de clase es donde hay problemas más latentes. Amenazas, reclutamientos forzados por parte de grupos ilegales y microtráfico, solo por mencionar algunos.
De acuerdo con la docente, el Comité de Convivencia municipal, que es la articulación entre el gobierno nacional y las entidades municipales, permite brindar seguridad sobre este asunto. Pérez, además, apoya las labores de este comité, el cual ella califica como la “democratización de la justicia”, pues se encarga de mediar en conflictos de agresiones o posibles escenarios violentos que puedan desencadenar una deserción escolar, pues, bien sabe que el hecho de que un estudiante deje las aulas lo hace un blanco fácil para la delincuencia.
Petra del Carmen Pérez y Ramón Núñez son sólo dos ejemplos de cómo la educación es una parte fundamental de la cadena de resolución de conflictos. Para ellos, la mediación escolar no solo ayuda a resolver los problemas cotidianos entre estudiantes como los chismes o las peleas, también es un mecanismo de prevención para que la violencia no se tome las instituciones. Ambos creen en la paz y ven que mediante mecanismos de resolución de conflictos es posible, y por eso le apuntan a que se fortalezca desde temprana edad. La puerta, dicen, estará siempre abierta para que sean los mismos estudiantes quienes solucionen conflictos en comunidad y puedan convertirse en líderes y referentes en tiempos cercanos.
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