El palenque afro que lucha por justicia desde las aulas escolares
Un pequeño pueblo a orillas del río Uré, en el sur de Córdoba, entendió hace 30 años que ni la guerra ni el racismo que han sufrido los definirían más. Por ello, diseñaron un programa de educación que, además de reafirmar su identidad negra, enseña la justicia ancestral que por siglos han impartido desde las aulas. Esta es la historia de San José de Uré.
Tomás Tarazona Ramírez
La profe María Yovadis Londoño recuerda que a mediados de los 90, San José de Uré tenía dos males que le preocupaban constantemente. “Nadie quería ser negro, les daba verguenza. Y el segundo: los pela´os veían más interesante raspar coca o nutrir las filas de los grupos armados antes que venir a estudiar”, recuerda.
Junto con los líderes de ese pequeño pueblo ubicado a orillas del río Uré, la “seño Yovadis”, como la conocen todos en la comunidad, se preguntó qué hacer. El problema era inmenso: décadas de racismo y conflicto armado empezaron a hacer mella en la población, que poco a poco iba abandonando sus costumbres ancestrales y presenciaban con impotencia que la guerra y el desarraigo cultural les iban ganando la partida. “Hasta que entendimos que la educación era la manera. Enseñarles desde pequeños lo valioso de la cultura de San José de Uré y todas nuestras costumbres ancestrales era lo que nos iba a salvar”, explica María Yovadis, que al igual que las demás mujeres en la historia del pueblo, han sido quienes transmiten el conocimiento a través del diálogo y el canto.
La educación con un enfoque étnico, así como sucedió en San José de Uré, un municipio en el sur de Córdoba, ha sido una de las mejores prácticas de justicia para que las comunidades negras de Colombia puedan preservar sus tradiciones ancestrales y, a la vez, continuar con los reclamos de justicia que sus mayores y antepasados han tenido para exigir derechos. Con el apoyo del programa Justicia Inclusiva de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid), San José de Uré ha podido ver cómo la educación, en palabras de María Yovadis, “salvó a la comunidad”.
Rescatando el pasado
A diferencia de la educación que se imparte en el resto del país, en San José de Uré se diseñó todo un currículo desde 1995 para que fueran los profes, las aulas y las tareas, los encargados de salvar a la comunidad del exterminio cultural. En 1994, cuando se promulgó la Ley General de Educación (que regula todo el organigrama escolar en Colombia) los grupos étnicos quedaron por fuera de la norma. Pero ese vacío jurídico no fue impedimento para la seño Yovadis, quien supo que mientras formaban jóvenes competitivos para el futuro, también debían instruirlos en las tradiciones negras del pueblo. En los pasillos de la escuela se enseña cómo desde épocas de la Colonia Española, este grupo afro empezó a fomentar sus propias formas de justicia y desde aquel entonces, las autoridades nacionales han reconocido la importancia de esas costumbres para alcanzar una cultura de diálogo y mediación.
Las comunidades negras de Uré, con raíces en el siglo XVI, preservan su memoria y prácticas ancestrales gracias al liderazgo histórico de sus mujeres sabedoras como María Yovadis. Estas líderes han impulsado la etnoeducación como herramienta para transmitir saberes y fortalecer la justicia ancestral. Y es allí donde llega el programa Justicia Inclusiva de Usaid, apoyando esta labor a través de iniciativas como la formación de etnoeducadores, litigio estratégico para proteger derechos étnicos y hasta la creación de un museo de justicia ancestral que permite a niños y jóvenes resolver conflictos en contextos educativos. En ese espacio, los menores también han logrado conocer las mediación y resolución de conflictos que durante siglos ha caracterizado a San José de Uré.
Los muchachos comenzaron a ver asignaturas obligatorias, como aritmética o física, pero en sus horarios también estaban materias que les enseñaban cosas autóctonas del pueblo, como las recetas de las abuelas, la partería afro, la pesca artesanal o la historia de cómo San José de Uré se fundó luego de que un grupo de personas esclavizadas se reunieron en una mina en 1853 y decidieron liberarse de las cadenas para formar un palenque. “El niño afro que aprende sobre sus danzas africanas, sus músicas, la espiritualidad, es un potencial líder en el futuro que guiará a la comunidad hacia sus luchas, porque las entiende y sabe lo que como pueblo hemos pasado, y que nos pone a soñar”, dice María Yovadis.
Justicia ancestral
San José de Uré se destaca como pionera en mediación escolar con enfoque afrocolombiano y étnico. En las aulas de sus colegios no solo se enseñan las tradiciones ancestrales de la comunidad; también hay un espacio que imparte la justicia que ha sido administrada por sus líderes desde que se fundó el pueblo. Por ejemplo, en los salones se dictan los preceptos de la Justicia Propia Afrocolombiana, que, según explica Leovigildo Vivanco, líder afro de Montelíbano (Córdoba), “tiene el propósito de solucionar sin odiar. Resolver sin castigar. Se mueve en ejes como el buen vivir y la armonía con el territorio”.
Incluso hay un museo de justicia ancestral en el que están retratados todos los líderes y sabedores de la comunidad que en el pasado alcanzaron grandes logros por exigir sus derechos o lograr justicia en la comunidad. Además, es un espacio piloto para que los niños, niñas y adolescentes resuelvan sus conflictos. ”La etnoeducación no es solo un par de horas de clase a la semana, sino articular todo lo que nuestros muchachos ven en clases con nuestra cultura africana. Si ven educación física, les enseñamos las danzas negras. Si son ciencias sociales, aprenden la historia de cómo algunas personas negras han llegado a altos lugares y el camino que han recorrido. Para aprobar lenguas, los ponemos a leer literatura escrita por afros. Incluso, en temas como matemáticas o religión, les mostramos todo para que la cultura e identidad se reafirma”, cuenta María Yovadis.
Después de casi 30 años de haber optado por la educación como la mejor herramienta para luchar por la justicia, María Yovadis asegura que “este proceso ya no lo detiene nadie. Que no sea de extrañar que en el futuro tengamos un presidente o ministro de Uré”. Para la lideresa, que ha tenido que ver muchachos reclutados y asesinados por la guerra, y también personas apenadas de ser negras, la etnoeducación es uno de los mayores logros en San José de Uré. Más que una estrategia pedagógica, esta forma de resistencia se convirtió en la mejor práctica de justicia para una comunidad que, luego de la esclavización, el conflicto y la ausencia del Estado, encontró alternativas para no extinguirse.
¿Sabe qué es la justicia centrada en las personas? Visite Justicia Inclusiva de El Espectador
La profe María Yovadis Londoño recuerda que a mediados de los 90, San José de Uré tenía dos males que le preocupaban constantemente. “Nadie quería ser negro, les daba verguenza. Y el segundo: los pela´os veían más interesante raspar coca o nutrir las filas de los grupos armados antes que venir a estudiar”, recuerda.
Junto con los líderes de ese pequeño pueblo ubicado a orillas del río Uré, la “seño Yovadis”, como la conocen todos en la comunidad, se preguntó qué hacer. El problema era inmenso: décadas de racismo y conflicto armado empezaron a hacer mella en la población, que poco a poco iba abandonando sus costumbres ancestrales y presenciaban con impotencia que la guerra y el desarraigo cultural les iban ganando la partida. “Hasta que entendimos que la educación era la manera. Enseñarles desde pequeños lo valioso de la cultura de San José de Uré y todas nuestras costumbres ancestrales era lo que nos iba a salvar”, explica María Yovadis, que al igual que las demás mujeres en la historia del pueblo, han sido quienes transmiten el conocimiento a través del diálogo y el canto.
La educación con un enfoque étnico, así como sucedió en San José de Uré, un municipio en el sur de Córdoba, ha sido una de las mejores prácticas de justicia para que las comunidades negras de Colombia puedan preservar sus tradiciones ancestrales y, a la vez, continuar con los reclamos de justicia que sus mayores y antepasados han tenido para exigir derechos. Con el apoyo del programa Justicia Inclusiva de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid), San José de Uré ha podido ver cómo la educación, en palabras de María Yovadis, “salvó a la comunidad”.
Rescatando el pasado
A diferencia de la educación que se imparte en el resto del país, en San José de Uré se diseñó todo un currículo desde 1995 para que fueran los profes, las aulas y las tareas, los encargados de salvar a la comunidad del exterminio cultural. En 1994, cuando se promulgó la Ley General de Educación (que regula todo el organigrama escolar en Colombia) los grupos étnicos quedaron por fuera de la norma. Pero ese vacío jurídico no fue impedimento para la seño Yovadis, quien supo que mientras formaban jóvenes competitivos para el futuro, también debían instruirlos en las tradiciones negras del pueblo. En los pasillos de la escuela se enseña cómo desde épocas de la Colonia Española, este grupo afro empezó a fomentar sus propias formas de justicia y desde aquel entonces, las autoridades nacionales han reconocido la importancia de esas costumbres para alcanzar una cultura de diálogo y mediación.
Las comunidades negras de Uré, con raíces en el siglo XVI, preservan su memoria y prácticas ancestrales gracias al liderazgo histórico de sus mujeres sabedoras como María Yovadis. Estas líderes han impulsado la etnoeducación como herramienta para transmitir saberes y fortalecer la justicia ancestral. Y es allí donde llega el programa Justicia Inclusiva de Usaid, apoyando esta labor a través de iniciativas como la formación de etnoeducadores, litigio estratégico para proteger derechos étnicos y hasta la creación de un museo de justicia ancestral que permite a niños y jóvenes resolver conflictos en contextos educativos. En ese espacio, los menores también han logrado conocer las mediación y resolución de conflictos que durante siglos ha caracterizado a San José de Uré.
Los muchachos comenzaron a ver asignaturas obligatorias, como aritmética o física, pero en sus horarios también estaban materias que les enseñaban cosas autóctonas del pueblo, como las recetas de las abuelas, la partería afro, la pesca artesanal o la historia de cómo San José de Uré se fundó luego de que un grupo de personas esclavizadas se reunieron en una mina en 1853 y decidieron liberarse de las cadenas para formar un palenque. “El niño afro que aprende sobre sus danzas africanas, sus músicas, la espiritualidad, es un potencial líder en el futuro que guiará a la comunidad hacia sus luchas, porque las entiende y sabe lo que como pueblo hemos pasado, y que nos pone a soñar”, dice María Yovadis.
Justicia ancestral
San José de Uré se destaca como pionera en mediación escolar con enfoque afrocolombiano y étnico. En las aulas de sus colegios no solo se enseñan las tradiciones ancestrales de la comunidad; también hay un espacio que imparte la justicia que ha sido administrada por sus líderes desde que se fundó el pueblo. Por ejemplo, en los salones se dictan los preceptos de la Justicia Propia Afrocolombiana, que, según explica Leovigildo Vivanco, líder afro de Montelíbano (Córdoba), “tiene el propósito de solucionar sin odiar. Resolver sin castigar. Se mueve en ejes como el buen vivir y la armonía con el territorio”.
Incluso hay un museo de justicia ancestral en el que están retratados todos los líderes y sabedores de la comunidad que en el pasado alcanzaron grandes logros por exigir sus derechos o lograr justicia en la comunidad. Además, es un espacio piloto para que los niños, niñas y adolescentes resuelvan sus conflictos. ”La etnoeducación no es solo un par de horas de clase a la semana, sino articular todo lo que nuestros muchachos ven en clases con nuestra cultura africana. Si ven educación física, les enseñamos las danzas negras. Si son ciencias sociales, aprenden la historia de cómo algunas personas negras han llegado a altos lugares y el camino que han recorrido. Para aprobar lenguas, los ponemos a leer literatura escrita por afros. Incluso, en temas como matemáticas o religión, les mostramos todo para que la cultura e identidad se reafirma”, cuenta María Yovadis.
Después de casi 30 años de haber optado por la educación como la mejor herramienta para luchar por la justicia, María Yovadis asegura que “este proceso ya no lo detiene nadie. Que no sea de extrañar que en el futuro tengamos un presidente o ministro de Uré”. Para la lideresa, que ha tenido que ver muchachos reclutados y asesinados por la guerra, y también personas apenadas de ser negras, la etnoeducación es uno de los mayores logros en San José de Uré. Más que una estrategia pedagógica, esta forma de resistencia se convirtió en la mejor práctica de justicia para una comunidad que, luego de la esclavización, el conflicto y la ausencia del Estado, encontró alternativas para no extinguirse.
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