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“Las maternidades no tienen color de piel”: Velia Vidal

En entrevista con El Espectador, la autora colombiana Velia Vidal habló sobre cómo la literatura puede reivindicar la cultura afro, reducir el racismo y mostrar que, al final, todos somos iguales más allá del color de la piel. En la FILBo 2024 presenta su libro “Diez lunas para una espera” que es un reflejo de la maternidad en el Pacífico, o de cualquier maternidad.

Laura Sofía Solórzano Cárdenas
23 de abril de 2024 - 10:02 p. m.
La autora chocoana Velia Vidal presentó su libro "Diez lunas para una espera" en la FILBo 2024
La autora chocoana Velia Vidal presentó su libro "Diez lunas para una espera" en la FILBo 2024
Foto: Ana Blumenkron
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La literatura tiene el poder de abrir la mente, difundir historias y cambiar estigmas, tres cosas a las que le ha apuntado la chocoana Velia Vidal en su papel de escritora, activista y gestora cultural. Este año participa de la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBo) con su más reciente libro: “Diez lunas para una espera” con Penguin Random House, en el que, si bien muestra elementos de las maternidades del Pacífico, habla de sentimientos que “cualquiera que materne puede llegar a sentir”.

Nació en Bahía Solano, estudió Ciencias de la Comunicación Social en la Universidad de Antioquia, un máster en promoción y producción de la Literatura Infantil y Juvenil en la Universidad Castilla-La Macha, y obtuvo una certificación en estudios afrolatinoamericanos en el Centro de investigaciones afrolatinoamericanas en la Universidad de Harvard. El bagaje académico se sumó a sus raíces y en 2016 resultó en la fundación de Motete, una corporación educativa cultural con la que fomenta la lectura en las comunidades afroindígenas, que complementa con FLECHO, la Fiesta de la Lectura en Chocó. El Espectador habló con la autora que, en 2022, fue seleccionada como una de las mujeres más influyentes del mundo, según la BBC.

Hoy escribe historias que dignifican a las comunidades afro y las representan, pero en su infancia o juventud, ¿Cómo fue ese poder tener acceso a libros con los que sintiera que realmente había una representación cultural?

Bueno, esta preocupación frente a la representación para mí llegó muy tarde, la verdad yo leía con tranquilidad literatura que estaba a mi alcance. Cuando empecé mis lecturas autónomas, más o menos a los 12 años, empecé fue a leer “El amor en los tiempos del cólera”, “12 cuentos peregrinos”, “El viejo y el mar”, esos libros que de alguna manera son universales. Pero ya cuando empecé a dirigir bibliotecas, a hacer animación a la lectura, ya siendo profesional al trabajar en la Fiesta del Libro y la cultura de Medellín, empezó mi pregunta por la representación afro, en particular en la literatura infantil.

Lo que hice en principio fue coleccionar libros, que eran muy pocos con representación afro, luego me formé en el tema y eso, sumado a que ya estaba de nuevo en el Chocó, me permitió ver de primera mano las reacciones de los niños y las niñas cuando se enfrentaban a un libro en el que se veían representados, pero también cuando se veían dignamente representados o no dignamente representados, porque es muy importante entender que no se trata de que haya personajes afro y ya, o que tengan la piel oscura y ya, la representación no basta de esa manera, sino que tiene que ser una representación, no racista, ¿no? Entonces es todo esto lo que me lleva como a profundizar en esto a escribir.

¿Y ve una mayor búsqueda de esa representación digna?, ¿Cómo procurarla?

Yo creo que en los últimos años esta preocupación de la representación afro, en la literatura infantil, se ha masificado muchísimo, hay blogs, canales de YouTube, podcasts, muchas cosas, pero hay serios problemas en la precisión de lo que esto significa, porque muchas veces están al servicio de lo comercial. En el caso de los libros, son textos hechos para vender porque saben que hoy se está moviendo mucho, porque es un mercado grande, pero a mí me parece muy complejo esto, creo que hay que hacer literatura con representación afro, porque hay que hacer literatura con todo tipo de representación.

Tengo una preocupación de que muchos de estos libros están haciendo algo que no es adecuado y es intentar invertir una pirámide, perpetuando las relaciones verticales, entonces, por ejemplo, nuestro pelo ha sido siempre catalogado como negativo, pero están haciéndose libros sin profundidad, sin contexto, en los que simplemente dicen “tu pelo es una corona, eres una reina” y estamos utilizando términos coloniales, términos verticales para invertir una estructura. Tenemos que ser capaces de construir en entornos y relaciones horizontales. Hay una cosa compleja con la representación en la que todavía tenemos muchas preguntas que hacernos, yo celebro, por supuesto, que cada vez sea más la presencia afro en la literatura, pero creo que todavía estamos perpetuando muchos estereotipos.

¿Por qué es importante que los libros que logran salirse de estos estereotipos no se queden solo al interior de las comunidades, sino que lleven este mensaje más actualizado?

La literatura tiene el gran poder de igualarnos, nos permite ponernos en los zapatos de los demás, nos permite identificarnos con el otro, “Diez lunas para una espera”, por ejemplo, es un libro evidentemente con representación afro, pero lo maravilloso es que una mamá aquí en Bogotá puede ser rubia, tener los ojos claros, lee este libro, lo ve y se siente plenamente identificada. Esa es la verdadera construcción, que logremos identificarnos con el otro no por su piel, sino porque vivimos las mismas cosas, porque en realidad somos iguales y esa es la gracia de la literatura.

Entonces yo no tengo que decir. “Ay, este embarazo es maravilloso porque es el embarazo de una mujer negra”, no, hay muchas formas de maternidad en todas las culturas y nos acogen y aquí lo represento con una mujer afro, pero cualquier mujer en el mundo entero puede sentirse identificada. No tengo que decir en ninguna parte que este libro es antirracista, pero claramente lo es, porque lo que está haciendo es igualarnos. Está haciendo que tú no digas “Ay, pobrecita esa señora embarazada”, no es un libro para eso, sino que dices “yo también estoy embarazada, también sentí rabia, preocupación, ternura por mi bebé, quiero hacerle una cuna”, ese es el poder de la literatura y por eso tenemos que poner al servicio libros que nos hagan sentir identificados en cualquier parte del mundo.

En el libro está el contexto del Pacífico sí o sea, tú puedes sentir el aroma, puedes escuchar los arrullos, que es una forma musical nuestra, es totalmente digamos local en el sentido de lo que se representa gráficamente, de los personajes que están en él, pero es absolutamente universal porque todos maternan de una u otra forma y eso es lo que yo creo que le da un gran valor perfecto.

Vayamos a su iniciativa Motete, nace en 2016, ya hace parte de la comunidad, pero cuando inició, ¿Cómo fue esa acogida?

Fue extraordinario, desde siempre hemos sentido que Motete ha sido muy acogido por la comunidad, pero esto es porque no es un proceso externo. Yo soy chocoana. Yo he vivido en Quibdó todos estos años, solo los dos primeros años de la pandemia en Bahía Solano que es donde nací, entonces trabajo con mis amigos, con mi comunidad, con mis vecinos, todos saben dónde encontrarnos.

No somos un proyecto que aterriza en un lugar y se va, ni un proyecto pensado desde afuera, sino que pensamos en las necesidades de nuestra localidad. Ha sido un camino de mucho esfuerzo, porque al principio no teníamos recursos, después fueron llegando aliados que nos han permitido caminar con un poco más de tranquilidad económica. Siempre le hemos pagado a los mediadores, también somos un generador de empleo al rededor de la lectura, de la cultura, es bastante extraordinario y por eso siempre hemos sido muy bien acogidos.

Además, hemos creado una comunidad amplia, que incluye artistas de distintas manifestaciones artísticas y eso nos han permitido sostenernos, crecer y llegar a territorios como Urabá, donde tenemos también una sede en Turbo y estamos trabajando de la mano con las personas. Tenemos más de 120 niños y niñas en clubes de lectura.

¿Han visto un incremento en la población local que se anima a escribir o a ilustrar?

Totalmente, de hecho, tenemos la fortuna de que mucha gente nos dice y nos escribe, por ejemplo, “en mi temporada que estuve prestando el servicio militar tuve libros para leer porque me los prestaron en Motete”, ahora en FLECHO, una niña dijo “esta semana me leí 25 libros”, nosotros abrimos las puertas y siempre llega alguien a leer, a coger un libro a llevárselo. Vendemos mucho más en la librería en los días de FLECHO y claro, alguien podrá decir ¿qué son $4 millones, el primer año?, pues ahora son $10 millones, sí, y eso significa que vamos creciendo y que cada vez hay más compradores.

Ya tenemos maestros y maestras que incluyen en sus planes lectores libros que hemos recomendado en los procesos de formación y los compran los chicos y chicas, cuando siempre nos han dicho que nosotros no, porque no tenemos capacidad adquisitiva, pues hemos acompañado a buscar a los maestros a elegir libros que estén al alcance de nuestros niños y niñas y tenemos salones que han leído todos un libro de $25.000 de $30.000 y ha sido extraordinario, es también romper esos estigmas.

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Laura Sofía Solórzano Cárdenas

Por Laura Sofía Solórzano Cárdenas

Periodista de la Universidad de La Sabana y editora de Justicia Inclusiva. Cuenta con experiencia en medios escritos y digitales. Actualmente cursa una maestría en Filosofía. @sofiaenletrasslsolorzano@elespectador.com

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