Yanette Bautista: la mujer que convirtió el dolor de la desaparición en derechos
Nunca es tarde para luchar contra el dolor y la injusticia. Por media vida, Yanette Bautista ha peleado para ser reparada por la desaparición forzada de su hermana, Nydia Érika, en 1987. Su historia es la crónica de que, aún teniendo todo en contra, logró transformar su violencia en derechos para ella y casi medio millón de mujeres buscadoras.
Tomás Tarazona Ramírez
Con ademanes lentos, Yanette Bautista se acomoda la cánula de oxígeno cada cierto tiempo. Juguetea con sus manos y recuerda el momento en que se quitó los tacones de su trabajo como asistente administrativa en una gran empresa para dedicarse a buscar el cuerpo de su hermana, Nydia Érika.
Tiene un caminado lerdo, una mirada perdida y, en algunos momentos puntuales, pareciera que recuerda cómo durante 30 años ha sido violentada por buscar a su familiar. Vivió el exilio, las amenazas, tuvo que separarse de sus hijos y ha cargado desde 1987 la cruz de ser una mujer buscadora: una de esas que dedican por completo su vida a encontrar a su desaparecido y en el camino se encuentran con agresiones, dolores somatizados, violencia sexual y toda una vida de estigmas.
Esta es la historia de cómo por tres décadas Yanette Bautista ha sido violentada y aún así logró obtener redención. Es el relato de cómo, aún con el Estado, la sociedad y las probabilidades en contra, Yanette logró encontrar a su hermana y convertir la desaparición forzada en derechos adquiridos para ella y casi medio millón de mujeres buscadoras más.
“Durante muchos años golpeamos puertas y esperamos a que nos abrieran. Sin quererlo, nos convertimos en un ejemplo de dignidad para este país (...) hasta que al fin, después de décadas, tenemos un día que reconoce nuestro trabajo”, comenta Yanette.
Historia de una búsqueda
Pocas horas pasaron desde que Yanette y Nydia Érika celebraron la primera comunión de sus dos hijos hasta el momento en que llegó la desaparición forzada a la vida de los Bautista. Era 30 de agosto de 1987 y para ese entonces, Nydia Érika militaba en un ala política del M-19. Su pertenencia a ese grupo despertaba constantemente el terror en casa, pues para la época, se rumoraba que estar afiliado a un grupo de izquierda, fuese política o militarmente, era sinónimo de una sentencia de muerte.
La JEP encontró en sus investigaciones, por ejemplo, que al menos 5.195 personas de la Unión Patriótica fueron asesinadas o desaparecidas. La razón: pertenecer a ese grupo político o militar en otras facciones como el M-19.
Apenas se percataron de la ausencia de Nydia Érika, la familia Bautista dedicó sus esfuerzos a buscarla. “En ese entonces nosotros no conocíamos qué era la desaparición forzada. No se hablaba de ese crimen por esa época”, recuerda Yanette.
En cuestión de horas Yanette imprimió docenas de fotografías con el rostro de Nydia Érika y empezó una búsqueda de justicia que aún está sin concluir. La mujer se subió a los buses de transporte público a preguntar por su hermana con la imagen en mano; 37 años después, Yanette utilizaría la misma foto que presentó a los pasajeros de los buses en el Congreso de la República para hacer que su labor como mujer buscadora fuese reconocida y protegida por el Estado.
En abril de 2024, tras años de ser violentada y estigmatizada por buscar a su hermana, Yanette y ocho colectivos de mujeres que buscan a sus familiares desvanecidos, lograron que el Legislativo aprobara una ley que reconoce el trabajo de las buscadoras como constructoras de paz y de justicia. En la legislación, además de ordenar que la institucionalidad las catalogue como sujetos de especial protección constitucional, se declararon una docena de directrices para que ellas, que llevan décadas empeñadas en la búsqueda, puedan continuar su trabajo sin amenazas o violencias.
“Mi vida cambió tras la desaparición. Me quité los tacones y me puse los zapatos de combate para empezar a buscarla”, recuerda Yanette.
Desde finales de los 80, Yanette deambulaba por los barrios aledaños siguiendo alguna pista e incluso confrontó personal del Estado, especialmente de la Fuerza Pública, para obtener algún vestigio. Pero fue inútil. Para el momento en que Yanette dedicaba dinero, esfuerzos y plegarias por su hermana, Nydia estaba siendo torturada en un cuartel militar en Guayabetal (Cundinamarca) por integrantes de la Brigada XX del Ejército. Según se conoció después, Nydia fue retenida en Bogotá, transportada a ese municipio aledaño a Bogotá y agredida sexual y físicamente por uniformados del Estado. Luego de 13 días de vejámenes, su cuerpo fue hallado en la vía Bogotá - Villavicencio y enterrado como un NN (no identificado) por habitantes de la zona.
La tarea de buscar a su hermana significó acabar su proyecto de vida y ver cómo sus derechos, uno a uno, se iban vulnerando. Primero fue amenazada por personas anónimas. Yanette hizo oídos sordos con los primeros mensajes hostiles. Luego llegó el estigma. Ella y cientos de mujeres más fueron catalogadas de “locas” por el Estado y la Fuerza Pública, pues para la época la desaparición forzada, aunque ocurría y era una endemia presente en todo el país, no se conocía y era invisibilizada. Solo hasta el año 2000, por ejemplo, fue tipificada como un delito. Incluso, en la misma década en que Nydia fue desaparecida, se habló en el Congreso que “la desaparición no existía. Quienes nunca volvían a sus hogares eran probablemente ´borrachos´ o ´personas que se fueron con otra familia´”, dice Federico Andreu, experto en desaparición que ayudó a la Comisión de la Verdad a elaborar su Informe Final.
Un día, las violencias se escalaron y Yanette tuvo que salir de Colombia en condición de exiliada. El crimen de la desaparición, que perdura para el resto de la vida de los familiares que la vivieron indirectamente, solo acababa de empezar. “El exilio es la muerte en vida, el desarraigo, la soledad”, aseguró para Amnistía Internacional.
Encontrando redención
Muchos han sido los hallazgos que Yanette ha tenido en su vida. Tres años después de la desaparición de su hermana logró encontrar sus restos. Fue gracias a la presión política e incidencia que hizo en espacios sociales, que Yanette supo que su hermana había sido asesinada por militares del Ejército. Averiguó testimonios de cómo fue el crimen y logró recabar las coordenadas para ir con un grupo de forenses y expertos al lugar donde se presumía estaban los restos de su hermana.
“Sabía que era ella. Tenía la misma ropa que el día que la desaparecieron. Cuando encontramos a Nydia aún llevaba el mismo vestido. Tuve que suplicar que nos entregaran el cuerpo. Cuando finalmente accedieron, me lo dieron en una bolsa de basura”, explica Yanette.
El hallazgo de los restos de su hermana no ha sido lo único que ha encontrado Yanette. En 1999 fundó la Fundación Nydia Érika Bautista: un colectivo de derechos humanos dedicado a hacer incidencia para hallar los cuerpos de casi 400 desaparecidos más. En esa organización encontró “un rol en la vida. La desaparición forzada cambió el paradigma de sus días y ella decidió que haría el mismo esfuerzo que hizo por su hermana con todos los demás desaparecidos”, recuerda Erik Arellana, hijo de Nydia Érika.
En 2013, sin embargo, Yanette se enfrentó a un nuevo obstáculo, esta vez institucional. Cuando presentó la documentación para ser acreditada como víctima de la guerra a la Unidad de Víctimas, recibió una respuesta negativa, pues de acuerdo con esa entidad, no reunía los requisitos necesarios para ser reconocida como “víctima indirecta de desaparición forzada”. Los Bautista nunca encontraron argumentos en esa decisión de la Unidad: ellos presenciaron cómo la búsqueda significó que el núcleo familiar se rompiera con el exilio y que Yanette, además de ser amenazada, somatizar el dolor y contrajera una enfermedad respiratoria que la obliga a usar oxígeno permanentemente hasta la actualidad. Pero un nuevo hallazgo llegó en 2024, cuando la Unidad de Víctimas, tras hacer un mea culpa, le otorgó ese reconocimiento a Yanette.
“Ella se convirtió en una líder de esta lucha contra la desaparición forzada y el silencio que viene con ese crimen. No solo por lo que hizo con el caso y hallazgo de Nydia Érika, sino con todas los demás casos. Yanette le dio un sentido a nuestra propia vida”, recuerda Erik al evocar que en 2011, Yanette creó una “escuela de liderazgo de mujeres buscadoras” para que madres, hijas, esposas o hermanas, víctimas indirectas de la desaparición forzada, pudieran aprender a cómo luchar para encontrar justicia.
Para Yanette, aún queda una última búsqueda que hacer en su vida: la de la justicia. Aunque pudo despedir dignamente a su hermana y crear un colectivo de mujeres que hoy es reconocido por el Estado como constructoras de paz, la justicia no ha llegado a su caso.
“No se ha reconocido el impacto directo que tuvo la desaparición forzada en nuestras vidas. Aunque ya sabemos parcialmente la verdad de lo que pasó, no ha habido un reconocimiento oficial del Estado. Recordemos que la investigación de los culpables aún está en etapa preliminar, y el crimen fue hace 37 años. Personalmente no nos sirve que un militar de 80 años vaya a la cárcel. Queremos que haya una difusión de lo que pasó y nunca más vuelva a ocurrir algo como esto, ni lo que le sucedió a Nydia Érika, ni lo que Yanette, yo y casi medio millón de buscadoras han tenido que sufrir por ese delito”, comenta Erik.
Yanette, aparte de los hallazgos que obtuvo gracias a buscar desaparecidos, terminó encontrando derechos para las mujeres buscadoras. Aunque reconoce que ya estoy cansada y “no le quedan muchos años”, asegura que se siente redimida.
“Hoy nos sentimos reivindicadas. Aunque yo ya no esté, sigue el objetivo de luchar por Nydia Érika y por todos nuestros desaparecidos. Eso es algo que ya nadie nos puede quitar o desaparecer”, comenta Yanette.
¿Sabe qué es la justicia centrada en las personas? Visite Justicia Inclusiva de El Espectador
Con ademanes lentos, Yanette Bautista se acomoda la cánula de oxígeno cada cierto tiempo. Juguetea con sus manos y recuerda el momento en que se quitó los tacones de su trabajo como asistente administrativa en una gran empresa para dedicarse a buscar el cuerpo de su hermana, Nydia Érika.
Tiene un caminado lerdo, una mirada perdida y, en algunos momentos puntuales, pareciera que recuerda cómo durante 30 años ha sido violentada por buscar a su familiar. Vivió el exilio, las amenazas, tuvo que separarse de sus hijos y ha cargado desde 1987 la cruz de ser una mujer buscadora: una de esas que dedican por completo su vida a encontrar a su desaparecido y en el camino se encuentran con agresiones, dolores somatizados, violencia sexual y toda una vida de estigmas.
Esta es la historia de cómo por tres décadas Yanette Bautista ha sido violentada y aún así logró obtener redención. Es el relato de cómo, aún con el Estado, la sociedad y las probabilidades en contra, Yanette logró encontrar a su hermana y convertir la desaparición forzada en derechos adquiridos para ella y casi medio millón de mujeres buscadoras más.
“Durante muchos años golpeamos puertas y esperamos a que nos abrieran. Sin quererlo, nos convertimos en un ejemplo de dignidad para este país (...) hasta que al fin, después de décadas, tenemos un día que reconoce nuestro trabajo”, comenta Yanette.
Historia de una búsqueda
Pocas horas pasaron desde que Yanette y Nydia Érika celebraron la primera comunión de sus dos hijos hasta el momento en que llegó la desaparición forzada a la vida de los Bautista. Era 30 de agosto de 1987 y para ese entonces, Nydia Érika militaba en un ala política del M-19. Su pertenencia a ese grupo despertaba constantemente el terror en casa, pues para la época, se rumoraba que estar afiliado a un grupo de izquierda, fuese política o militarmente, era sinónimo de una sentencia de muerte.
La JEP encontró en sus investigaciones, por ejemplo, que al menos 5.195 personas de la Unión Patriótica fueron asesinadas o desaparecidas. La razón: pertenecer a ese grupo político o militar en otras facciones como el M-19.
Apenas se percataron de la ausencia de Nydia Érika, la familia Bautista dedicó sus esfuerzos a buscarla. “En ese entonces nosotros no conocíamos qué era la desaparición forzada. No se hablaba de ese crimen por esa época”, recuerda Yanette.
En cuestión de horas Yanette imprimió docenas de fotografías con el rostro de Nydia Érika y empezó una búsqueda de justicia que aún está sin concluir. La mujer se subió a los buses de transporte público a preguntar por su hermana con la imagen en mano; 37 años después, Yanette utilizaría la misma foto que presentó a los pasajeros de los buses en el Congreso de la República para hacer que su labor como mujer buscadora fuese reconocida y protegida por el Estado.
En abril de 2024, tras años de ser violentada y estigmatizada por buscar a su hermana, Yanette y ocho colectivos de mujeres que buscan a sus familiares desvanecidos, lograron que el Legislativo aprobara una ley que reconoce el trabajo de las buscadoras como constructoras de paz y de justicia. En la legislación, además de ordenar que la institucionalidad las catalogue como sujetos de especial protección constitucional, se declararon una docena de directrices para que ellas, que llevan décadas empeñadas en la búsqueda, puedan continuar su trabajo sin amenazas o violencias.
“Mi vida cambió tras la desaparición. Me quité los tacones y me puse los zapatos de combate para empezar a buscarla”, recuerda Yanette.
Desde finales de los 80, Yanette deambulaba por los barrios aledaños siguiendo alguna pista e incluso confrontó personal del Estado, especialmente de la Fuerza Pública, para obtener algún vestigio. Pero fue inútil. Para el momento en que Yanette dedicaba dinero, esfuerzos y plegarias por su hermana, Nydia estaba siendo torturada en un cuartel militar en Guayabetal (Cundinamarca) por integrantes de la Brigada XX del Ejército. Según se conoció después, Nydia fue retenida en Bogotá, transportada a ese municipio aledaño a Bogotá y agredida sexual y físicamente por uniformados del Estado. Luego de 13 días de vejámenes, su cuerpo fue hallado en la vía Bogotá - Villavicencio y enterrado como un NN (no identificado) por habitantes de la zona.
La tarea de buscar a su hermana significó acabar su proyecto de vida y ver cómo sus derechos, uno a uno, se iban vulnerando. Primero fue amenazada por personas anónimas. Yanette hizo oídos sordos con los primeros mensajes hostiles. Luego llegó el estigma. Ella y cientos de mujeres más fueron catalogadas de “locas” por el Estado y la Fuerza Pública, pues para la época la desaparición forzada, aunque ocurría y era una endemia presente en todo el país, no se conocía y era invisibilizada. Solo hasta el año 2000, por ejemplo, fue tipificada como un delito. Incluso, en la misma década en que Nydia fue desaparecida, se habló en el Congreso que “la desaparición no existía. Quienes nunca volvían a sus hogares eran probablemente ´borrachos´ o ´personas que se fueron con otra familia´”, dice Federico Andreu, experto en desaparición que ayudó a la Comisión de la Verdad a elaborar su Informe Final.
Un día, las violencias se escalaron y Yanette tuvo que salir de Colombia en condición de exiliada. El crimen de la desaparición, que perdura para el resto de la vida de los familiares que la vivieron indirectamente, solo acababa de empezar. “El exilio es la muerte en vida, el desarraigo, la soledad”, aseguró para Amnistía Internacional.
Encontrando redención
Muchos han sido los hallazgos que Yanette ha tenido en su vida. Tres años después de la desaparición de su hermana logró encontrar sus restos. Fue gracias a la presión política e incidencia que hizo en espacios sociales, que Yanette supo que su hermana había sido asesinada por militares del Ejército. Averiguó testimonios de cómo fue el crimen y logró recabar las coordenadas para ir con un grupo de forenses y expertos al lugar donde se presumía estaban los restos de su hermana.
“Sabía que era ella. Tenía la misma ropa que el día que la desaparecieron. Cuando encontramos a Nydia aún llevaba el mismo vestido. Tuve que suplicar que nos entregaran el cuerpo. Cuando finalmente accedieron, me lo dieron en una bolsa de basura”, explica Yanette.
El hallazgo de los restos de su hermana no ha sido lo único que ha encontrado Yanette. En 1999 fundó la Fundación Nydia Érika Bautista: un colectivo de derechos humanos dedicado a hacer incidencia para hallar los cuerpos de casi 400 desaparecidos más. En esa organización encontró “un rol en la vida. La desaparición forzada cambió el paradigma de sus días y ella decidió que haría el mismo esfuerzo que hizo por su hermana con todos los demás desaparecidos”, recuerda Erik Arellana, hijo de Nydia Érika.
En 2013, sin embargo, Yanette se enfrentó a un nuevo obstáculo, esta vez institucional. Cuando presentó la documentación para ser acreditada como víctima de la guerra a la Unidad de Víctimas, recibió una respuesta negativa, pues de acuerdo con esa entidad, no reunía los requisitos necesarios para ser reconocida como “víctima indirecta de desaparición forzada”. Los Bautista nunca encontraron argumentos en esa decisión de la Unidad: ellos presenciaron cómo la búsqueda significó que el núcleo familiar se rompiera con el exilio y que Yanette, además de ser amenazada, somatizar el dolor y contrajera una enfermedad respiratoria que la obliga a usar oxígeno permanentemente hasta la actualidad. Pero un nuevo hallazgo llegó en 2024, cuando la Unidad de Víctimas, tras hacer un mea culpa, le otorgó ese reconocimiento a Yanette.
“Ella se convirtió en una líder de esta lucha contra la desaparición forzada y el silencio que viene con ese crimen. No solo por lo que hizo con el caso y hallazgo de Nydia Érika, sino con todas los demás casos. Yanette le dio un sentido a nuestra propia vida”, recuerda Erik al evocar que en 2011, Yanette creó una “escuela de liderazgo de mujeres buscadoras” para que madres, hijas, esposas o hermanas, víctimas indirectas de la desaparición forzada, pudieran aprender a cómo luchar para encontrar justicia.
Para Yanette, aún queda una última búsqueda que hacer en su vida: la de la justicia. Aunque pudo despedir dignamente a su hermana y crear un colectivo de mujeres que hoy es reconocido por el Estado como constructoras de paz, la justicia no ha llegado a su caso.
“No se ha reconocido el impacto directo que tuvo la desaparición forzada en nuestras vidas. Aunque ya sabemos parcialmente la verdad de lo que pasó, no ha habido un reconocimiento oficial del Estado. Recordemos que la investigación de los culpables aún está en etapa preliminar, y el crimen fue hace 37 años. Personalmente no nos sirve que un militar de 80 años vaya a la cárcel. Queremos que haya una difusión de lo que pasó y nunca más vuelva a ocurrir algo como esto, ni lo que le sucedió a Nydia Érika, ni lo que Yanette, yo y casi medio millón de buscadoras han tenido que sufrir por ese delito”, comenta Erik.
Yanette, aparte de los hallazgos que obtuvo gracias a buscar desaparecidos, terminó encontrando derechos para las mujeres buscadoras. Aunque reconoce que ya estoy cansada y “no le quedan muchos años”, asegura que se siente redimida.
“Hoy nos sentimos reivindicadas. Aunque yo ya no esté, sigue el objetivo de luchar por Nydia Érika y por todos nuestros desaparecidos. Eso es algo que ya nadie nos puede quitar o desaparecer”, comenta Yanette.
¿Sabe qué es la justicia centrada en las personas? Visite Justicia Inclusiva de El Espectador