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Agua de papa o arroz para regar las plantas: ¿nutrición extra o mito?

El agua de cocción de papa o arroz tiene un impacto limitado en la nutrición de las plantas y no reemplaza fertilizantes efectivos.

Leidy Barbosa
21 de marzo de 2025 - 11:00 p. m.
Agua de arroz
Agua de arroz
Foto: Pixabay
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En jardinería y agricultura urbana, es común encontrar recomendaciones sobre el uso de soluciones caseras para mejorar el crecimiento de las plantas. Entre ellas, el agua de cocción de alimentos como la papa o el arroz se ha popularizado como un supuesto fertilizante natural, bajo la idea de que los nutrientes liberados durante la cocción pueden beneficiar el desarrollo vegetal. Pero, ¿realmente tiene un efecto significativo en las plantas o es solo un mito? Aquí le explicamos qué tan útil puede ser y en qué casos su aplicación podría tener sentido.

En realidad, el agua de cocción de papa o arroz como nutriente para plantas presenta una realidad más compleja que una simple afirmación o negación. Si bien es cierto que estos líquidos contienen nutrientes (principalmente almidones, minerales y algunos compuestos orgánicos liberados durante la cocción), según Sebastián Niño, coordinador territorial de agricultura urbana del Jardín Botánico de Bogotá, las concentraciones son generalmente demasiado bajas para producir un efecto nutricional significativo en las plantas. Este hecho limita considerablemente su eficacia como fertilizante en comparación con otras alternativas como el compost bien preparado o los fertilizantes convencionales.

“La utilidad de estas aguas depende de cómo se preparen y apliquen. En términos nutricionales, su aporte es mínimo, por lo que no genera un gran impacto en el crecimiento vegetal. Sin embargo, existen técnicas que pueden hacerlas beneficiosas. Por ejemplo, en el caso de la papa, lo común es hervir las cáscaras y utilizar esa agua en el suelo, lo que libera algunos minerales adicionales. Con el arroz, además de hervirlo y usar su agua, en agroecología también se emplean métodos de fermentación. Esto no aporta tantos nutrientes directamente, pero transforma los compuestos originales y crea un ambiente propicio para microorganismos beneficiosos”, explicó Niño.

Menciona que, de hecho, estas prácticas adquieren un valor adicional cuando se enfocan en mejorar la microbiota del suelo. En agroecología, el arroz cocido o fermentado se utiliza como trampa para hongos o como base para el rescate de microorganismos de montaña. Es por esto que su importancia no radica en los nutrientes que aporta directamente, sino en su capacidad para servir como medio de cultivo para microorganismos que pueden fortalecer la salud del suelo y de las plantas de manera indirecta.

Para aplicar preparaciones a base de arroz, se pueden considerar las siguientes estrategias:

  • Incorporación directa al sustrato: Es el método más simple, pero sus efectos en el desarrollo de las plantas suelen ser imperceptibles debido a la baja concentración de micronutrientes.
  • Fermentación con microorganismos beneficiosos: Cuando el arroz se fermenta y se inocula con microorganismos benéficos, su efectividad mejora considerablemente. Sin embargo, en este caso, es recomendable diluir la preparación en el agua de riego y aplicar dosis ajustadas según recomendaciones técnicas.

“El uso del arroz como soporte para microorganismos no se limita a prácticas artesanales, sino que también tiene aplicaciones comerciales. En el mercado, existen controladores biológicos que emplean harina de arroz como base para la reproducción y estabilización de hongos benéficos y entomopatógenos, aquellos que atacan insectos. Sin embargo, estos productos también incluyen otros materiales y concentraciones específicas que potencian su efectividad, lo que explica por qué el agua resultante de preparaciones caseras no genera un impacto significativo en el desarrollo de las plantas”, aseguró.

Es importante aclarar que los llamados “fertilizantes caseros” en realidad no existen, ya que, para que un producto sea considerado fertilizante, debe contener al menos un 3% de un nutriente específico en una forma disponible para la planta, favoreciendo su crecimiento. En contraste, la mayoría de las preparaciones orgánicas caseras apenas alcanzan concentraciones del 1,5% o 2% de cualquier nutriente, lo que limita su capacidad para estimular el desarrollo vegetal. Por esta razón, más que fertilizantes, estos preparados funcionan como acondicionadores del suelo, mejorando su estructura y favoreciendo la actividad microbiana.

“El término “fertilizante” se reserva generalmente para productos formulados específicamente como fuentes concentradas de nutrientes minerales. Estos insumos aportan una carga mineral significativa y cuantificable al suelo, con concentraciones estandarizadas de macronutrientes (como nitrógeno, fósforo y potasio) y, en algunos casos, micronutrientes esenciales. Esta distinción es importante para manejar expectativas realistas sobre lo que podemos esperar de diferentes enmiendas y preparaciones utilizadas en jardinería y agricultura”, puntualizó

Considerando todo esto, Niño enfatiza que realmente el uso de agua de cocción de papa o arroz tiene un efecto muy limitado sobre el crecimiento de las plantas, lo que acerca esta práctica más al terreno de los mitos que al de las técnicas de fertilización efectivas. Sin embargo, esto no invalida completamente su uso, especialmente cuando se incorporan en prácticas más complejas que aprovechan sus propiedades como sustrato para microorganismos o como parte de un enfoque integral de aprovechamiento de residuos domésticos.

De hecho, el experto explica que la utilización de aguas ricas en almidones puede modificar la microbiota del suelo, ya que los carbohidratos presentes sirven como fuente de energía para distintos microorganismos. En algunos casos, esto favorece bacterias y hongos beneficiosos que mejoran la estructura y fertilidad del suelo, mientras que, en otros, puede generar un desequilibrio al estimular el crecimiento excesivo de ciertos microorganismos. Por ejemplo, algunos hongos saprófitos facultativos, que normalmente descomponen materia orgánica en descomposición, con exceso de nutrientes, pueden volverse oportunistas y atacar plantas si las condiciones les resultan favorables.

“En general, no recomendaría esta práctica, y especialmente evitaría aplicarla a cultivos de la misma familia. Por ejemplo, si se intenta fertilizar papa con cáscaras de papa, el riesgo de transmisión de enfermedades aumenta. De igual manera, no es conveniente aplicar agua de cocción de papa a otras solanáceas como el tomate, el pimiento, la berenjena o el lúpulo, ya que todas comparten susceptibilidad a ciertos patógenos”, puntualizó.

Siguiendo este criterio, tampoco sería recomendable utilizar agua de arroz para fertilizar otros cereales como el trigo, la cebada o el maíz, ya que todos pertenecen a la familia de las Poaceae. Esta precaución busca reducir la transmisión de enfermedades que afectan específicamente a especies emparentadas, alineándose con las estrategias de manejo sanitario de los cultivos.

“En mi experiencia, el beneficio de este tipo de riego no depende de las plantas, sino del momento en que se aplica. Estas aguas suelen usarse como una solución puntual en situaciones críticas del desarrollo de la planta, más que como parte de un plan regular de fertilización. Es un recurso de “primeros auxilios” más que una estrategia nutricional. Por ejemplo, el agua de cocción de papa se usa ocasionalmente durante la floración de algunas ornamentales, como las rosas. En esta etapa, cuando la planta invierte mucha energía en la producción floral, incluso un aporte mínimo puede generar un efecto visible. Pero esto no significa que reemplace un verdadero protocolo de fertilización”, subrayó.

Alternativas sostenibles

Según el experto, para quienes buscan alternativas caseras para mejorar la nutrición de sus plantas, el vermicompost o lombricomposta se destaca como la opción más recomendable entre todas las posibilidades caseras. Este método ofrece ventajas significativas tanto en términos de facilidad de manejo como de calidad nutricional.

“El proceso, que involucra lombrices que digieren y transforman materiales orgánicos, produce un abono con concentraciones de nutrientes notablemente superiores a las que se obtienen mediante otros métodos como las pacas biodigestoras o el compostaje tradicional. Particularmente, el vermicompost suele presentar niveles más elevados de fósforo, un nutriente esencial para el desarrollo de raíces y la floración”, puntualizó.

Destaca que la nutrición de las plantas no depende solo de agregar un producto al suelo, sino de varios factores que deben estar en equilibrio. Primero, los nutrientes deben estar en una forma que la planta pueda absorber; no basta con que estén presentes en el suelo. Además, los microorganismos del suelo ayudan a transformar esos nutrientes para que las raíces puedan tomarlos. También es clave considerar la etapa de crecimiento de la planta, ya que sus necesidades cambian con el tiempo. Durante la floración o la fructificación, por ejemplo, requieren más nutrientes que en otras fases, porque están destinando su energía a la formación de flores y frutos.

“En lugar de buscar un crecimiento acelerado, el objetivo debería ser fomentar suelos saludables y bien estructurados, con un equilibrio natural de materia orgánica. Compost y abonos orgánicos contribuyen a esta meta al mejorar la fertilidad del suelo, optimizar la retención de agua, favorecer la aireación y fortalecer la actividad microbiana, lo que a su vez facilita la disponibilidad de nutrientes para las plantas. No obstante, es importante mantener expectativas realistas: estos insumos liberan nutrientes de forma gradual y equilibrada, por lo que no generan resultados inmediatos como los productos de síntesis con altas concentraciones y rápida absorción. Más que depender de soluciones rápidas, lo ideal es construir un ecosistema del suelo estable y resiliente, donde las plantas puedan crecer de manera sostenida y saludable a largo plazo” finalizó el experto.

Cinco consejos adicionales para cuidar sus plantas

  • Utilice el agua de cocción solo si es natural: Si el agua contiene sal, aceite o condimentos, no la aplique en las plantas, ya que estos pueden afectar la absorción de nutrientes y la salud del suelo.
  • Espere a que el agua se enfríe antes de aplicarla: Verter agua caliente puede dañar las raíces y afectar la vida microbiana del suelo, reduciendo sus beneficios.
  • Aplique el agua con moderación y observe la respuesta de las plantas: No todas las especies reaccionan igual; es mejor empezar con pequeñas cantidades y evaluar si hay efectos positivos antes de usarla de manera frecuente.
  • Alterne su uso con otras prácticas de mejora del suelo: Complementar el riego con agua de cocción con abonos orgánicos, compost o biopreparados puede mejorar la calidad del suelo a largo plazo y evitar desequilibrios en la nutrición de las plantas.

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Leidy Barbosa

Por Leidy Barbosa

Periodista de la Universidad Externado de Colombia, con énfasis en la producción audiovisual y en animación digital. Apasionada por temas medioambientales y sociales.@leidyramirezbLbarbosa@elespectador.com

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