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Para las comunidades indígenas que han habitado el Amazonas durante milenios, la selva es un tesoro oculto cuya verdadera riqueza es desconocida para los ojos foráneos. Sin embargo, ellos que han crecido con ella, poseen un vasto conocimiento, acumulado a lo largo de incontable generación que no solo les ha permitido sobrevivir en un entorno tan exuberante como desafiante, sino que también les ha enseñado a aprovechar de manera sostenible los inagotables recursos de la selva cuidando siempre de la “madre naturaleza”
Uno de estos sistemas de aprovechamiento son las chagras, algo que occidentalmente podríamos conocer como “huertas”, pero que son el corazón de la cultura y la sabiduría amazónica, pues no solo garantizan la soberanía alimentaria y económica de las comunidades, sino que también son centros de transmisión de conocimientos ancestrales y fortalecimiento comunitario.
Su riqueza reside en la diversidad de especies nativas que albergan, ya que estas unidades de producción familiar, son un sistema agroforestal que integra plantas alimenticias, medicinales, maderables y no maderables, representando un modelo de aprovechamiento sostenible que equilibra las necesidades humanas con la conservación de la biodiversidad amazónica.
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Luz Marina Mantilla, Directora del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas SINCHI, menciona que la labor del instituto se centra en la investigación y el desarrollo del conocimiento sobre los frutos amazónicos. Este proceso implica una colaboración estrecha con las comunidades locales organizadas, a través de lo que llaman a transferencia de tecnología. En este intercambio, no solo se comparte los hallazgos científicos, sino que también se aprende lecciones de las comunidades desde su conocimiento. “El objetivo es crear un puente entre los sistemas de conocimiento científico y tradicional. Como científicos, reconocemos y valoramos la sabiduría y experiencia de las comunidades locales en el manejo de sus cultivos”, aseguró a El Espectador.
Es ahí donde el proyecto de los bioproductos está en la mesa, pues en la creación de aceites amazónicos, cremas, o pomadas, se busca transferir tecnología para que las comunidades puedan extraer y procesar los componentes beneficiosos de las plantas manteniendo sus principios activos y asegurando su eficacia.
“Nuestro enfoque se basa en dos principios fundamentales: ser amigables con el ambiente y mantener prácticas sostenibles para proteger las especies, para esto necesitamos trabajar estrechamente con las comunidades locales para lograrlo”, dice al agregar que, como la presencia del instituto abarca el 42% del territorio nacional, han logrado trabajar con las comunidades de diversos departamentos del país para identificar especies de interés general, explorar posibilidades económicas y de desarrollo, acercar aliados comerciales y fomentar la participación de más familias en estas iniciativas.
¿Qué implica este proyecto?
El proyecto busca crear bioproductos amazónicos elaborados a partir de recursos naturales renovables, ofreciendo una oportunidad única para el desarrollo sostenible de las comunidades locales. Estos frutos como el açai, seje, sacha, inchi u otras especies contienen compuestos valiosos como retinol, vitaminas y antioxidantes, altamente cotizados en la industria cosmética y aprovechando este interés, se puede generar un sistema que apoye la soberanía alimentaria y económica de las comunidades mientras se adquiere un mayor conocimiento del Amazonas.
“Queremos desarrollar una cadena de valor integral que vaya más allá de lo económico, involucrando la preservación y valorización del conocimiento ancestral. En los cultivos del Amazonas, existe toda una cosmovisión donde las mujeres juegan un papel crucial, transmitiendo saberes vitales sobre el cultivo y uso de plantas medicinales. Estos conocimientos, esenciales para la supervivencia en la selva, han sido desarrollados durante milenios, además que han preservado de una manera única la Amazonía”, explica la directora.
Por ejemplo, en las chagras, donde se cultivan palmas y otros cultivos, se pueden encontrar diversas aplicaciones más allá de la alimentación, especialmente en la industria cosmética, lo que les confiere un valor económico significativo y un gran potencial futuro. Además, a través del Herbario Amazónico Colombiano del Instituto SINCHI, se han identificado más de 2,000 especies con diversas aplicaciones, lo que abre un amplio campo de posibilidades para aprovechar la selva en diversos productos.
Un ejemplo de esta labor es lo que hacen con la Canangucha, conocida también como mirití, moriche, aguaje o burití, una palma amazónica que alcanza hasta 35 metros de altura y ha sido utilizada tradicionalmente por comunidades indígenas y locales para alimentación y otros usos. Gracias a las investigaciones del Laboratorio de Uso y Aprovechamiento de la Biodiversidad de la Amazonia colombiana, se ha descubierto que el aceite de canangucha tiene un gran potencial para la elaboración de productos nutracéuticos y cosméticos por su alto contenido de carotenoides, lo que lo ha convertido en una fuente potencial de provitamina A y un vehículo para precursores de antioxidantes.
“Para desarrollar este aceite nos tomó aproximadamente un año estandarizar el prototipo para que cumpliera con los estándares internacionales, puesto que trabajamos principalmente con las semillas o frutos oleaginosos de las plantas”, dice la directora.
Agrega que tienen experiencia con aceites de cacao, sacha e inchi, además de otros productos como esencias, colorantes y fibras.
Sin embargo, este proceso involucra pasos, capacitaciones y un trabajo social directo en la misma comunidad, puesto que si bien buscan la soberanía económica y alimentaria de estas comunidades, todo debe medirse para no tener un impacto negativo en el medio ambiente. Por ello, se realizan diseños estadísticos para evaluar la capacidad productiva de cada árbol, cada cultivo, analizando el promedio de frutos que produce y estudiando los ciclos de floración y fructificación en parcelas específicas.
Esto involucra que ellos hagan:
- Una extracción sostenible: SINCHI enseña métodos de cosecha que respetan el ciclo natural de los árboles, asegurando que siempre queden frutos suficientes para la siguiente temporada y para la regeneración natural.
- Distribución de tareas: Algunos miembros de la comunidad se encargan de la cosecha, otros de la transformación, y otros de la venta, creando una cadena de valor integral.
- Precio justo: Ayudan a las comunidades a establecer acuerdos de precio justo con los compradores. Un ejemplo es la colaboración con Natura Cosméticos en Caquetá, donde las comunidades proveen materia prima y producen manteca de coco azul para exportación.
- Conocimiento científico: Se aporta conocimiento científico sobre las moléculas y los productos biobasados, aplicando una química sofisticada para maximizar el valor de los recursos naturales.
“Nosotros lo que hacemos es que empleamos una variedad de técnicas para analizar y extraer los valiosos componentes de las plantas amazónicas, en donde primero se realiza un proceso de análisis detallado de los metabolitos presentes en cada planta, en donde se utilizan métodos científicos especializados como, extracción por arrastre de vapor, prensado o secado por aspersión para obtener productos de alta calidad, preservando los metabolitos esenciales”, menciona.
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El aceite de Inchi se usa en productos cosméticos y de aseo personal como jabones y bases para cremas con propiedades hidratantes.
— Instituto SINCHI 🇨🇴 (@InstitutoSINCHI) January 26, 2022
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¿Se puede hacer en casa?
Según Mantilla, si bien se puede hacerlo, esto generalmente requiere un cierto volumen para que sea económicamente viable. Además, aclara que en realidad el trabajo de los bioproductos necesita el trabajo comunitario, puesto que se busca que en lugar de fomentar la producción individual a pequeña escala, que no suele ser rentable, se promueva la colaboración entre comunidades.
Por ejemplo, menciona que el éxito en el aprovechamiento sostenible de productos amazónicos, como el açaí, radica en la creación de asociaciones comunitarias eficientes. Estas asociaciones permiten que los productores indígenas consoliden sus volúmenes de cosecha, logrando una escala que hace viable el procesamiento y la comercialización. Para apoyar este modelo, se han establecido plantas de procesamiento estratégicamente ubicadas, financiadas mediante una colaboración entre la cooperación internacional y el gobierno nacional.
“En esencia, nuestro objetivo es forjar un modelo económico que no solo salvaguarde la incomparable riqueza natural de la Amazonía, sino que también eleve y perpetúe el invaluable saber ancestral de sus pueblos. La singularidad de los procesos amazónicos, como las chagras, radica en su naturaleza colectiva. Es por ello que resulta contraproducente abordarlos desde una perspectiva individualista. Nuestro llamado es a fortalecer los lazos comunitarios, a pensar y actuar como un organismo unificado. Solo así, con una visión colectiva y solidaria, podremos construir un futuro donde el desarrollo económico y la preservación ecológica y cultural caminen de la mano, asegurando la prosperidad de la Amazonía y sus habitantes para las generaciones venideras”, concluye la directora.
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