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No nos gusta decepcionar, pero si está buscando una fórmula única para responder la duda sobre cada cuánto debe regar una planta en una matera, no la encontrará acá. Y puede que tampoco en otro espacio.
La respuesta mágica que aplique para todas las plantas no existe, como tampoco existe una guía que le entregue medidas precisas -no encontrará, como en la pastelería, ninguna receta que le diga que la Costilla de Adán se riega con dos tazas de agua los lunes y jueves- para saber los secretos del riego.
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Esa es la premisa base para entender por qué debemos abordar este tema analizando ciertas variables y dejando sobre la mesa que no se trata de un tema menor a la hora del cuidado de las plantas: el agua no solo es fundamental para el buen desarrollo y crecimiento, sino que su uso en exceso puede ser supremamente problemático y ocasionar, en algunos casos, daños irreparables.
Este es precisamente el error que sistemáticamente cometemos todos cuando estamos entrando al mundo de las plantas y la razón por la cual muchas de nuestras primeras especies mueren ante nuestra mirada impotente: exceso o falta de agua.
De entrada hay que decir que, lejos de ser un obstáculo o una ciencia oculta difícil de entender, el riego depende de factores que son siempre los mismos: temperatura, tamaño y tipo de planta, sustrato y tipo de matera. Empecemos.
La temperatura ambiente importa y mucho porque no consume la misma cantidad de agua una planta que se encuentra a 12 grados centígrados que una que está a 30. Las necesidades son distintas y en temperaturas elevadas el agua se evapora con mayor rapidez. Véalo de la siguiente manera, usted puede necesitar más agua cuando está en Cartagena que en Bogotá (eso si no se sienta en una silla todo el día frente al mar y en el altiplano se corre una maratón, claro).
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Lo siguiente parece obvio, pero igual hay que decirlo. En la jardinería una medida no se puede aplicar a todas las especies sencillamente porque todas las plantas son distintas. Es cierto que hay variedades que comparten características, pero las necesidades cambian dependiendo de los tipos e incluso los tamaños.
Para probar este punto podemos irnos a los extremos: mientras que hay plantas como los cactus que pueden pasar semanas sin riego alguno, hay otras como los pinos que -según su tipo- requieren hasta tres riegos semanales. Por eso es importante que siempre que adquiera una planta se informe sobre las necesidades de agua y luz.
Asimismo, el tamaño de la planta es importante porque da cuenta del tamaño de las raíces y por tanto de la cantidad de agua que requiere para su buen desarrollo. Raíces grandes significan también mayor espacio en matera, es decir, si la matera no tiene el espacio suficiente las raíces no podrán absorber el agua que necesitan para mantenerse. Y si, por el contrario, la matera es demasiado grande para la planta, es probable que el agua se almacene en el fondo, pues hay más capacidad para retener agua y aumentan las probabilidades de encharcamientos y de que se ahoguen las raíces.
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Y aquí llegamos a otro punto clave: la matera. En general se recomiendan aquellas que tienen buen drenaje para permitir que el agua fluya, pero también hay que poner atención al material del que están hechas pues este también influye en la retención de agua de la planta. ¿Cómo? Mientras que hay materas fabricadas con materiales porosos (unos más que otros) como la cerámica, barro o la madera que permiten que el agua se evapore con más facilidad, existen otras hechas con resina o plástico que retienen mayor humedad, lo que se traduce en sustrato más húmedo durante más tiempo, es decir, riegos más espaciados.
En conclusión, la recomendación para saber cada cuánto debe regar una planta en matera es tener en cuenta qué tipo de planta tiene, su tamaño, en qué ubicación está (pegada a una ventana o en un lugar de sombra, por ejemplo) y en qué tipo de recipiente se encuentra. El proceso puede ser dispendioso al principio mientras encuentra el ritmo del riego, pero recuerde que en estos casos es mejor pecar por falta que por exceso, pues es más fácil recuperar una planta que no ha sido regada constantemente a una que tiene raíces ahogadas.
Paciencia, una vez encuentre sus ritmos, es cuestión de apegarse a la rutina y ver cómo sus matas crecen y florecen frente a usted.
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