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Su majestad, el tomate: ¿cómo cultivarlo en casa?

El tomate es uno de los mejores compañeros para una huerta urbana. No requiere mayores cuidados, aunque sí tener en cuenta unos puntos clave. Acá le explicamos.

La  Huerta
15 de diciembre de 2023 - 10:30 p. m.
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“En diciembre / Se desata / El tomate, / Invade / Las cocinas, / Entra por los almuerzos, / Se sienta / Reposado / En los aparadores, / Entre los vasos, / Las mantequilleras, / Los saleros azules. Tiene / Luz propia, / Majestad benigna. Debemos, por desgracia, / Asesinarlo”.

Si el jazmín es una de las plantas más abusadas en las artes, bien sea la poesía o la música, en el otro extremo de la lista de especies vegetales que sirven para construir canciones o poemas podríamos encontrar al tomate.

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Y, sin embargo, Jorge Drexler inmortalizó a este fruto (no es un vegetal) en su “Oda al tomate”. Un homenaje más que merecido, valga la pena decirlo.

Presencia ineludible en cocinas seminales, como la italiana, el tomate es un alimento tan imprescindible, como buen compañero para una huerta urbana.

Una huerta en casa puede sonar como toda una labor, especialmente si la persona es medianamente nueva al mundo de las plantas y la jardinería. Y la verdad es que no se equivoca si es de los que asocian la palabra complejidad a esta tarea.

Pero, a la vez, hay formas de adentrarse en un huerto casero y sobrevivir a la tarea. Al final de cuentas, siempre hay una primera vez para todo y para todos.

Cuidados del tomate

El tomate es un cultivo resistente, que no precisa de muchos cuidados. Lo que no quiere decir que no requiera de atenciones humanas.

Lo primero es decidir si se va a empezar por una planta ya germinada o si, por el contrario, el esfuerzo va de cero.

Si se trata de empezar desde abajo, hay que entender que esto requiere más tiempo y algo más de conocimiento y cuidados. No es prender un reactor nuclear, pero sí tiene algunas complejidades extra.

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Es importante escoger, o crear, un buen semillero para permitir que, como su nombre lo dice, la germinación de la semilla sea óptima y desde ahí comience el camino hacia ser planta. En este paso es clave regar bien (pero no encharcar), así como tener un sustrato compacto y rico en nutrientes. La germinación puede tomar unas dos semanas antes de tener que replantar (bien sea en matera, en una cajonera o en suelo abierto.

La replantada puede tomar unas seis semanas después de que se obtiene la germinación y lo ideal es que el recipiente tenga al menos unos 40 centímetros de profundo para garantizar un adecuado crecimiento de las raíces. El trasplante no debe hacerse a mucha profundidad. Y, por cierto, si se trata de tomates cherry, las dimensiones de todo se encogen en proporción con el tamaño de los frutos.

En este punto es clave entender que el tomate es un cultivo que requiere de luz constante, bien sea que se encuentre en interiores o exteriores. Su temperatura óptima de cultivo está alrededor de los 20 grados centígrados y puede resistir hasta pasados los 40. En otras palabras, no es un cultivo que sea muy amigo del frío, así que ojo si se trata de un huerto en casa en una terraza en un lugar frío, como Bogotá, por ejemplo.

El riego, como ya se dijo, debe ser constante, pero con cuidado de no encharcar la planta. Dependiendo de la temperatura ambiente, se recomienda regar, mínimo, un par de veces a la semana. Entre las recomendaciones comunes con muchas plantas, que también aplica para el tomate, está la necesidad de que la matera o cajonera cuente con un buen desagüe que evite los excesos de humedad, que pueden pudrir las raíces y atraer plagas y hongos.

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En el departamento de plagas, uno de los consejos más comunes a la hora de hablar de huertas caseras es la de plantar varias especies cerca, pues la variedad ayuda, justamente, a proteger de insectos y otros organismos que atacan los cultivos.

En el caso de los tomates, es recomendable tener (en la medida de lo posible), cebolla y albahaca cerca. La cercanía en el cultivo, además, se traslada a la mesa. Sólo beneficios.

Además de luz y agua, el cultivo de tomate requiere fertilización periódica, con especial énfasis en elementos como fósforo, nitrógeno y potasio. En el mercado se encuentran varias mezclas que privilegian esta combinación. Y lo mejor es escoger opciones orgánicas, pues esto redunda en el bien de todo el ecosistema, así como de los propios tomates.

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