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Cuando hablamos de cuidado de las plantas se suele hacer énfasis, siempre, en dos factores claves: agua y luz.
No es un capricho ni mucho menos, pues son estos dos elementos los principales elementos en el alimento y sustento de la vida vegetal, aunque no son los únicos.
En la lista de elementos fundamentales para las plantas también tendríamos que contar materia orgánica presente en los suelos (o sea, hablar de la composición de la tierra), así como nutrientres específicos, como nitrógeno, fósforo y otras sustancias químicas (lo que nos lleva a una conversación sobre abonos y fertilizantes).
Pero vamos por partes.
¿Cómo se nutren las plantas?
De forma muy general, el principal proceso de desarrollo y mantenimiento de una planta se realiza a través de la fotosíntesis. Mediante este proceso, la planta genera la energía que necesita para subsistir, mediante la intervención del aire y la luz solar.
Sin entrar en explicaciones muy detalladas, la fotosíntesis permite que las plantas utilicen el aire circundante (que lleva compuestos como el dióxido de carbono) y, mediante la intervención de la luz solar, transforme estos compuestos en energía que almacena dentro de ella para su crecimiento. En el proceso, la planta libera oxígeno, convirtiéndose en un elemento fundamental para el sostenimiento de la vida como la conocemos (incluyendo nuestra propia subsistencia como especie).
Es por esto que el régimen de luz de una planta es un elemento fundamental a la hora de cuidar de estos seres. No todas necesitan la, o soportan, la misma cantidad de luz y, a su vez, algunas pueden manejar los rayos directos, mientras que otras prefieren la semisombra.
Pero incluso en el caso de plantas que necesitan poca luz, este elemento es crucial y necesario para las plantas pues es una de las piezas claves en la fotosíntesis. Y, como ya dijimos, sin fotosíntesis no hay vida.
Por otra parte, al igual que tantísimas otras especies, la composición de una planta está cargada de agua. Al igual que nosotros, las plantas son seres hechos de agua, por decirlo de cierta forma, y este elemento es fundamental para los procesos de mantenimiento y crecimiento (si se quiere mirar desde el nivel más macro). De fondo, sin agua no hay división celular y sin este asunto, pues adiós plantas (cuando lo miramos en lo micro).
A diferencia de la luz solar, el agua ingresa mayoritariamente a las plantas a través de las raíces, que a su vez absorben la humedad del suelo. Es por esta razón que la composición y estado del suelo debe ser la adecuada para cada planta.
Al igual que con la exposición a la luz solar, no todas las plantas soportan riegos intensos o continuos y muchas, incluso, son muy sensibles a los excesos de humedad y los encharcamientos. Mucha agua puede no ser un sinónimo de vida, sino de enfermedad y decaimiento para una amplia lista de especies.
Por esto es clave saber cada especie qué condiciones de humedad requiere, en aras de mantener raíces fuertes y sanas, lo cual redunda en el bienestar general de la planta.
Como ya dijimos anteriormente, el tipo de sustrato también es clave a la hora del desarrollo y mantenimiento de las plantas. Y aquí hay una serie de características, como el nivel de acidez, la cantidad de materia orgánica (y el tipo) y si se trata de suelos compactos o algo más sueltos.
Para no enredarse, la tierra que se vende en viveros o con la que vienen las plantas de estos lugares, suele venir con una mezcla de materia orgánica que, por lo general, es suficiente para la mayoría de usos.
Ahora bien, si su planta tiene requerimientos muy específicos o está buscando una reproducción de alta calidad o quiere un gran rendimiento de una especie de de cultivo, sí es mejor consultar con mezclas y lugares más especializados.
La última parte de esta conversación gira alrededor de los fertilizantes y abonos.
Lea también: ¿Cuál es la mejor hora para abonar las plantas?
Los fertilizantes son parte esencial en el crecimiento y desarrollo de las plantas. Piénselo un poco así: si no sólo de pan vive el hombre, como reza el dicho, en este escenario la cosa sería como no sólo de agua y luz viven las plantas.
Abonar las plantas es clave por una razón sencilla: aparte de riego y radiación para realizar la fotosíntesis, las plantas necesitan otro tipo de nutrientes, especialmente minerales. Estos compuestos se encuentran normalmente en el suelo (especialmente si se trata de tierra especialmente pensada para jardinería). Pero después de un tiempo estas sustancias se agotan y es ahí cuando entran en ejercicio los fertilizantes o abonos.
Hay diferencias entre estos dos. Pero no se preocupe, diferenciarlos no es difícil: “En primer lugar, hay que entender que tanto el abono como el fertilizante son enmiendas que se añaden al suelo para mejorar su fertilidad y, por ende, el crecimiento de las plantas. Aporta nutrientes al suelo y también mejora la estructura del suelo, la capacidad de retención de agua y la actividad microbiana”, menciona el agricultor Fernando Andrade.
En el caso del abono, por un lado, está compuesto por materiales naturales y busca mejorar la calidad del suelo al proporcionar una variedad de nutrientes que benefician tanto a la tierra como a las plantas que crecen en ella. Este proceso se lleva a cabo a través de la descomposición gradual del material orgánico en el suelo, lo que la nutre a través de sus raíces.
Los fertilizantes, por su parte, son productos artificiales diseñados específicamente para suministrar nutrientes de manera concentrada y directa a las plantas, lo que puede resultar en un crecimiento y desarrollo más rápido. Están compuestos principalmente por macronutrientes esenciales y se aplican directamente, diluidos generalmente en agua de riego.
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