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La propagación de las plantas no sólo es un asunto fundamental para el mantenimiento de equilibrios ecológicos en todo tipo de ecosistemas, sino que, desde cierta mirada, es fundamental para la existencia de la agricultura y, con ella, de toda la especie.
De fondo, hay dos grandes caminos para la propagación de las plantas, como argumenta el “Manual de propagación de plantas superiores” de la Universidad Nacional Autónoma de México: mediante las semillas (reproducción sexual) o mediante tejidos vegetales (reproducción asexual).
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Ambas clasificaciones han sido aprovechadas y desarrolladas por el hombre para usos que van desde la agricultura, como ya se dijo, hasta la jardinería.
Entender cómo ocurre la reproducción de las plantas ayuda, así mismo, a optimizar estos procesos naturales o a intervenir de forma artificial si, por ejemplo, se busca el crecimiento de un cultivo o variedad específica.
En el nivel más básico de jardinería, también ayuda a entender qué plantas pueden, o deben, ir en espacios exteriores para propiciar fenómenos como la polinización, por sólo nombrar un asunto.
Aquí le ofrecemos una breve guía para ubicarse, con conceptos básicos, en un tema que sin duda es fascinante.
¿Cómo es el camino de semilla a planta?
Si bien cada especie tiene requisitos y presenta necesidades de cuidados diferentes, hay unas pautas generales que pueden guiarlo en las partes iniciales del proceso.
Lo primero es tener un recipiente con buen drenaje y suficiente material orgánico en el sustrato, como compost. Esto es vital, pues la semilla recibirá, claro, agua, pero necesita una serie de nutrientes y minerales que debe encontrar en el sustrato.
Lo ideal es proteger este recipiente de pérdidas de agua por evaporación y de los cambios bruscos de temperatura. Es recomendable cubrirlo con una capa de plástico para retener el agua mediante la condensación y, así mismo, es ideal que se ubique en un lugar cálido y entre sombreado y oscuro.
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Tan pronto las semillas den paso a las plántulas es hora de retirar el papel y exponerlas a la luz del sol, pero no de forma directa, pues puede haber quemaduras por la intensidad de la radiación.
Una vez tengan un tamaño que permita su manipulación es necesario replantar las plántulas en un recipiente más grande, dejando suficiente espacio entre cada una. ¿Cuánto y qué profundidad de sustrato se necesita? Bueno, estas respuesta van a depender del tipo de planta que esté manejando, pues cada especie tiene crecimientos de raíces diferentes, lo que a su vez impacta en temas como espacio y cantidad de nutrientes.
Las plántulas trasplantadas deben irse acostumbrando a nuevas condiciones en términos de temperatura y corrientes de aire, por ejemplo. Se recomienda hacer esta aclimatación en un plazo de un par de semanas. Una tapa en el recipiente puede ayudarle a regular estos factores ambientales, la puede ir retirando de a poco en este periodo hasta que la planta se encuentre lo suficientemente grande como para soportar condiciones normales de vida.
La reproducción por material vegetal
Este tipo de reproducción incluye los famosos esquejes, que son uno de los términos más populares en jardinería.
Reproducir las plantas a través de esquejes “supone cortar un trozo de tallo, raíz u hoja y cultivarlo en un recipiente aparte”, como se lee en el “Atlas de la jardinería”, editado por el reconocido horticultor británico Stefan Buczacki.
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Ahora bien, para cada una de estas opciones hay diferencias. Por ejemplo, en esquejes de tallo podemos encontrar blandos, semimaduros o leñosos; puede haber esquejes con talón o sin él. Cada uno implica tipos de cortes diferentes y son apropiados para diferentes plantas.
Acá, como en muchos asuntos del mundo de la jardinería, una talla no le sirve a todos: en otras palabras, el tipo de esqueje que es apropiado para reproducir su planta depende, justamente, de la variedad que tenga entre las manos.
Además de los esquejes, también se puede recurrir a la reproducción por acodos, que es “es un método de propagación en el cual se consigue que el tallo produzca raíces para que se forme una nueva planta mientras sigue unida a la planta madre. Algunos arbustos se acodan de manera natural”, se lee en el Atlas.
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