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Cuando hablamos de hábitos asociados al cuidado de las plantas son muchos los mitos y creencias que surgen respecto a lo que se puede o no hacer con ellas, sus cuidados y propiedades. Y en esa bolsa negra y grande de preguntas y respuestas entra un interrogante recurrente que siempre deriva en más dudas que certezas: ¿se puede tener plantas en el dormitorio?
Para responder hay que entender cómo funciona el proceso de fotosíntesis de las plantas porque de ahí salen las primeras luces que nos guían en este camino.
Gracias a la conversión de materia inorgánica a orgánica, impulsada por energía solar, tenemos oxígeno para respirar. Sin la producción de este, no habría vida en el planeta. Pero una vez anochece, las plantas no reciben luz y el proceso se invierte. En vez de producir oxígeno, se produce monóxido de carbono, llevándose a cabo lo que se conoce como Ciclo de Calvin.
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Este gas resulta tóxico, no solo para los humanos, sino también para los animales. Gracias a este fenómeno, se tiene la creencia de que el tener plantas en la habitación destinada para el descanso, es nocivo para la salud. Y sí, pero no. Vamos por partes.
Tener plantas en la habitación, ¿sí o no?
De acuerdo con el biólogo Fernando Dueñas Valderrama, en este caso la respuesta está en la cantidad: “No es recomendable dormir con exceso de plantas en la habitación porque sí es evidente que el ciclo inverso de la fotosíntesis puede generar monóxido de carbono. Tiene que existir una corriente de aire que libere y deje circular ese aire. Cuando tú te encierras en la habitación, estás cambiando las condiciones naturales y eso tiene sus consecuencias”, explica.
“Una planta vale, pero si vas a dormir en un invernadero y no hay buena circulación de aire te puede afectar la salud, obviamente”, finaliza Dueñas.
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Incluso, hay estudios que recomiendan la presencia de plantas en el hogar, incluida la habitación de descanso. Ese es el caso del estudio publicado por la NASA en 2013, “Plantas de paisajismo interior para reducir la contaminación del aire interior”, realizado originalmente por Bill Wolverton, Anne Johnson y Keith Bounds en 1989.
“En este estudio, se han evaluado las hojas, las raíces, el suelo y los microorganismos asociados de las plantas como un posible medio para reducir los contaminantes del aire interior. Además, a partir de este trabajo se ha diseñado un enfoque novedoso que consiste en utilizar sistemas vegetales para eliminar altas concentraciones de contaminantes del aire interior, como el humo del cigarrillo, disolventes orgánicos y posiblemente radón. Las raíces de las plantas y sus microorganismos asociados destruyen los virus patógenos, las bacterias y los químicos orgánicos, convirtiendo finalmente todos estos contaminantes del aire en nuevo tejido vegetal”, se lee en el abstracto.
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Las mejores plantas para el interior del hogar
En 2015, el medio BBC se comunicó con el científico Bill Wolverton, autor principal de la investigación, para preguntarle sobre la vigencia de este estudio. Wolverton hizo además un listado de las mejores especies de plantas para tener en el interior de la vivienda.
Esta planta es popular y bastante resistente, no requiere grandes cuidados. Usualmente, se usa para decorar lugares públicos, por la facilidad de mantenimiento. Se adapta fácilmente a las temperaturas de entre 17 °C y 30 °C y elimina los compuestos formaldehído, xileno y benceno.
Si no cuenta con suficiente luz solar en su hogar, esta planta es perfecta para usted. La también llamada cuna de Moíses, sobrevive con poca luz y poco riego. Crece en temperaturas superiores a los 18 °C.
Esta palmera originaria de Asia se encarga de eliminar del aire formaldehído, xileno y amoníaco. Los frutos son pequeños, redondos y negros, y puede llegar a crecer hasta 3 metros de altura. Es importante para su cuidado protegerla del frío, pues podría marchitar las hojas.
La celebridad de las plantas de interiores no solo es práctica porque, sino también es beneficiosa por la eliminación de benceno, xileno, tolueno, tricloroetileno y formaldehído. Además, sobrevive a condiciones desfavorables, siendo resistente a temperaturas altas, como 40 °C o muy bajas, como -5 °C.