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Un elemento fundamental en la cocina colombiana. O mejor dicho, un pilar clave en casi todas las cocinas colombianas. El ají ha sido un compañero de la gastronomía nacional desde preparaciones tradicionales y de gran calado, hasta productos más pequeños y masivos, como la popular y sabrosa empanada (la que sea, prácticamente).
Además de ser un aliado culinario invaluable, el ají es una planta que puede cultivarse fácilmente en una huerta en casa. Sus frutos, además de sabor, traen color y vida a prácticamente cualquier espacio.
Características y cuidados del ají
El ají, en singular, es el nombre común para una amplia lista de variedades de plantas y frutos, que cambian en presentación, intensidad del picante, colores y sabores.
Y si bien cada planta presenta retos propios, lo cierto es que hay cuidados y características generales que se pueden aplicar para prácticamente toda esta familia de plantas.
El primero y más importante es el cuidado con el riego: el ají es una planta caprichosa en este sentido, que bien puede resentir el exceso de agua, como la falta de este líquido.
Su condición ideal es una suerte de humedad permanente, pero moderada. Sí, es un punto de riego algo etéreo y ambiguo.
Para encontrar el punto ideal se sugiere, en una huerta en casa, comprobar el estado de la tierra en sus partes más profundas (las raíces del ají pueden bajar hasta 40 centímetros). Esto se puede hacer con un pequeño palo de madera: si hay humedad en las profundas del sustrato, no es momento de regar; si no hay humedad, adelante con el riego, pero de forma controlada.
Dependiendo de las condiciones ambientales del lugar en donde esté sembrado el ají, será necesario regarlo una o dos veces por semana en casa.
En este punto también es importante decir que el sustrato en el que se plante el ají debe ser algo suelto para facilitar el paso y la absorción del agua, todo con la intención de evitar encharcamientos o excesos de humedad que, como ya dijimos, pueden ser muy perjudiciales para esta planta.
El siguiente factor de cuidado es la luz: el ají es un cultivo que precisa de una buena cantidad de luz, pero, dependiendo del clima, puede estar en una condición de semisombra. Un exceso de radiación directa puede causar estrés hídrico en la planta e inhibir el crecimiento adecuado (y sabroso) de sus frutos, según aconseja un manual de este cultivo diseñado por USAID (la organización de cooperación internacional del gobierno estadounidense).
El ají es un cultivo que se da de forma óptima en lugares que oscilan entre templado y caliente. Su rango de crecimiento ideal está entre los 24 y 30 grados centígrados. Por encima de los 35 grados “la producción de frutos es muy débil o nula, sobre todo si el aire es seco”, advierte USAID.
Algo similar pasa si la planta se expone a temperaturas por debajo de los 10 grados centígrados, llegando incluso a registrar una parálisis total del cultivo.
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