El roble negro que se puede visitar en el Jardín Botánico de Bogotá
El roble negro, un árbol endémico de Colombia, se encuentra actualmente en peligro de extinción. Consciente de esta situación, el Jardín Botánico de Bogotá viene haciendo un trabajo constante para conservar esta especie y su hábitat.
El Roble Negro (Trigonobalanus excelsa), una de las dos especies de robles endémicas de Colombia, no solo es un árbol emblemático de los bosques altoandinos (se encuentra típicamente en un rango altitudinal entre los 1500 y 2200 metros sobre el nivel del mar), sino también es parte integral de los ecosistemas de alta montaña y montañosos, pues, su presencia contribuye a la estructura y dinámica de los bosques, facilitando interacciones con polinizadores, otras especies y la microbiota del suelo.
Sin embargo, su madera, altamente valorada, ha generado una intensa actividad comercial que a su vez ha derivado en una explotación excesiva que ha reducido drásticamente sus poblaciones naturales, afectando negativamente los ecosistemas en los que habita. Aunque no alcanza alturas extremas, puede llegar a medir hasta más de los 35 metros, lo que resulta en una acumulación significativa de biomasa, principalmente en forma de madera. Esta madera ha sido objeto de explotación para la fabricación de vigas, pilotes y otros materiales de construcción, lo que ha contribuido a su disminución tanto en número de individuos como en área, y la ha llevado a ser catalogada como en peligro de extinción por la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza).
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Ante este panorama, el Jardín Botánico José Celestino Mutis ha asumido un papel crucial en la conservación ex situ de esta especie al hacer énfasis en la importancia de la investigación aplicada para comprenderla y protegerla. Esto contribuye a generar nueva información que pueda ser utilizada como aporte en planes de manejo y conservación tanto en entornos naturales como controlados.
El Espectador habló con Clara Morales Rozo, bióloga con un doctorado centrado en la conservación de plantas en la región de los Andes tropicales, y quien trabaja como coordinadora de Investigación de Especies Vivas del Jardín Botánico de Bogotá, para entender mejor la importancia de la especie, sus necesidades y la urgencia de promover su conservación.
¿Qué esfuerzos ha realizado el Jardín Botánico para conservarlo? ¿Se ha protegido también su hábitat?
Antes que nada, El Jardín Botánico de Bogotá organiza sus colecciones, es decir, cada sección que se puede ver y recorrer aquí, en respuesta a los ecosistemas altoandinos y de páramo. Para enriquecer estas colecciones, realizamos procesos de propagación, dividiendo las semillas para obtener más especies. Sin embargo, en muchos casos, debemos ir al campo para recolectar semillas o partes vegetativas que nos permitan propagarlas acá.
Este enfoque se alinea con la estrategia global de conservación de plantas, establecida en el año 2002, a la cual Colombia se ha adherido a través de su estrategia nacional con un plan de acción que define metas y objetivos específicos. El Jardín Botánico, por tanto, se articula con estas iniciativas globales y nacionales, contribuyendo al objetivo de conservación ex situ, es decir, fuera del hábitat natural. Nuestro objetivo es representar una amplia diversidad de especies, semillas, individuos, géneros y familias vegetales, actuando como un repositorio del material vegetal del país.
Este repositorio es el banco de semillas, también conocido como banco de germoplasma, el cumple una función vital al albergar y preservar semillas prioritarias de los ecosistemas que se alinean con la misión y objetivos de nuestra entidad. Es esencialmente un repositorio de material genético en forma de semillas, que asegura la conservación y disponibilidad de recursos genéticos para futuros usos, investigación y conservación de la biodiversidad.
¿Qué lecciones han aprendido de la experiencia de conservación del Roble Negro?
En el marco del plan de conservación nacional, alineado con el internacional, nuestro enfoque se centra en la preservación de especies nativas y endémicas, aquellas exclusivas de nuestro país o con un rango de distribución restringido. Esto se debe a la creciente reducción de ecosistemas debido a actividades como la tala, que amenazan la diversidad biológica. Para lograr esto, llevamos a cabo procesos de propagación y cuidado de las plantas presentes en el jardín. Este trabajo incluye labores horticulturales intensivas, como podas, riegos, fertilizaciones y otras prácticas de manejo. Además, la propagación y germinación de nuevas plantas constituyen un componente importante de nuestra labor, que se integra con el cuidado constante de las especies presentes en el jardín.
¿Qué iniciativas se están llevando a cabo para proteger las plantas nativas de Bogotá?
Desde dentro de la entidad, manejamos diversas estrategias de conservación que pueden no ser del todo conocidas externamente. Una de estas estrategias es el banco de semillas, un repositorio que almacena y conserva semillas de interés misional bajo condiciones controladas. Además, llevamos a cabo actividades de propagación tanto tradicionales como en vitro, así como iniciativas de restauración ecológica con especies nativas.
En términos generales, estas actividades se realizan para conservar semillas, plántulas e individuos. En el caso de la restauración ecológica, se llevan a cabo en cerros y zonas seleccionadas priorizadas por el jardín.
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¿Qué esperanzas tiene para el futuro del Roble Negro y otras especies nativas en la ciudad?
En términos generales, todas las especies, incluyendo el roble, están enfrentando una creciente vulnerabilidad a los cambios climáticos. El cambio climático, con sus variaciones extremas de temperatura, fuertes lluvias y otros fenómenos, está afectando a las plantas de diversas maneras. Estas situaciones pueden generar respuestas internas en las plantas que aún no comprendemos completamente, lo que podría comprometer su supervivencia a corto, mediano o largo plazo.
Es por eso que considero que la ecofisiología, o la evaluación de cómo responden los individuos vegetales a las condiciones ambientales, es un aspecto crucial para la conservación de las especies. Este enfoque no solo es importante para especies nativas o en riesgo, sino para todas las plantas en general. Sin embargo, este aspecto de la fisiología de las plantas no es tan conocido o explorado en profundidad como otros temas.
¿Qué mensaje le daría a la comunidad bogotana sobre la importancia de proteger las especies nativas?
Es esencial tener en cuenta que vivimos en uno de los países más diversos del mundo, especialmente en cuanto a flora se refiere. Esta diversidad vegetal no solo se destaca por la cantidad de especies, sino por el papel fundamental que desempeñan en la estructura y funcionamiento de los ecosistemas. Las plantas proporcionan una serie de servicios ecosistémicos vitales, como la regulación del agua, la prevención de inundaciones y la protección contra desastres naturales.
Hay un montón de servicios derivados de las plantas que son importantes de entender que existen y que si quitamos una especie, llámese nativa o no nativa, tiene una afectación dentro del ecosistema y, por tanto, va a tener un resultado o un impacto en nosotros como seres humanos. Por ejemplo, si se quema un individuo como pasó hace poco en los cerros, pues ya no va a haber agua por un tiempo, seguramente, porque el individuo ayudaba a retener el agua, ayudaba a filtrarla, y si ya no está, pues, adiós servicio.
Entonces, tenemos muchos valores intrínsecos de la naturaleza y, en general, de los árboles. El mensaje es hacer conscientes del cuidado. Podrá sonar un poco cliché, pero al final, nuestros ecosistemas son donde convivimos, donde vivimos, nuestro segundo hogar. Todo lo que hagamos hacia la naturaleza y las especies de plantas tendrá un impacto, aunque no sea inmediato, será a largo plazo. Entonces, ¿cómo crear conciencia? Básicamente, siendo más coherentes con nuestras acciones y tomando decisiones que promuevan la conservación y el respeto hacia el medio ambiente.
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El Roble Negro (Trigonobalanus excelsa), una de las dos especies de robles endémicas de Colombia, no solo es un árbol emblemático de los bosques altoandinos (se encuentra típicamente en un rango altitudinal entre los 1500 y 2200 metros sobre el nivel del mar), sino también es parte integral de los ecosistemas de alta montaña y montañosos, pues, su presencia contribuye a la estructura y dinámica de los bosques, facilitando interacciones con polinizadores, otras especies y la microbiota del suelo.
Sin embargo, su madera, altamente valorada, ha generado una intensa actividad comercial que a su vez ha derivado en una explotación excesiva que ha reducido drásticamente sus poblaciones naturales, afectando negativamente los ecosistemas en los que habita. Aunque no alcanza alturas extremas, puede llegar a medir hasta más de los 35 metros, lo que resulta en una acumulación significativa de biomasa, principalmente en forma de madera. Esta madera ha sido objeto de explotación para la fabricación de vigas, pilotes y otros materiales de construcción, lo que ha contribuido a su disminución tanto en número de individuos como en área, y la ha llevado a ser catalogada como en peligro de extinción por la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza).
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Ante este panorama, el Jardín Botánico José Celestino Mutis ha asumido un papel crucial en la conservación ex situ de esta especie al hacer énfasis en la importancia de la investigación aplicada para comprenderla y protegerla. Esto contribuye a generar nueva información que pueda ser utilizada como aporte en planes de manejo y conservación tanto en entornos naturales como controlados.
El Espectador habló con Clara Morales Rozo, bióloga con un doctorado centrado en la conservación de plantas en la región de los Andes tropicales, y quien trabaja como coordinadora de Investigación de Especies Vivas del Jardín Botánico de Bogotá, para entender mejor la importancia de la especie, sus necesidades y la urgencia de promover su conservación.
¿Qué esfuerzos ha realizado el Jardín Botánico para conservarlo? ¿Se ha protegido también su hábitat?
Antes que nada, El Jardín Botánico de Bogotá organiza sus colecciones, es decir, cada sección que se puede ver y recorrer aquí, en respuesta a los ecosistemas altoandinos y de páramo. Para enriquecer estas colecciones, realizamos procesos de propagación, dividiendo las semillas para obtener más especies. Sin embargo, en muchos casos, debemos ir al campo para recolectar semillas o partes vegetativas que nos permitan propagarlas acá.
Este enfoque se alinea con la estrategia global de conservación de plantas, establecida en el año 2002, a la cual Colombia se ha adherido a través de su estrategia nacional con un plan de acción que define metas y objetivos específicos. El Jardín Botánico, por tanto, se articula con estas iniciativas globales y nacionales, contribuyendo al objetivo de conservación ex situ, es decir, fuera del hábitat natural. Nuestro objetivo es representar una amplia diversidad de especies, semillas, individuos, géneros y familias vegetales, actuando como un repositorio del material vegetal del país.
Este repositorio es el banco de semillas, también conocido como banco de germoplasma, el cumple una función vital al albergar y preservar semillas prioritarias de los ecosistemas que se alinean con la misión y objetivos de nuestra entidad. Es esencialmente un repositorio de material genético en forma de semillas, que asegura la conservación y disponibilidad de recursos genéticos para futuros usos, investigación y conservación de la biodiversidad.
¿Qué lecciones han aprendido de la experiencia de conservación del Roble Negro?
En el marco del plan de conservación nacional, alineado con el internacional, nuestro enfoque se centra en la preservación de especies nativas y endémicas, aquellas exclusivas de nuestro país o con un rango de distribución restringido. Esto se debe a la creciente reducción de ecosistemas debido a actividades como la tala, que amenazan la diversidad biológica. Para lograr esto, llevamos a cabo procesos de propagación y cuidado de las plantas presentes en el jardín. Este trabajo incluye labores horticulturales intensivas, como podas, riegos, fertilizaciones y otras prácticas de manejo. Además, la propagación y germinación de nuevas plantas constituyen un componente importante de nuestra labor, que se integra con el cuidado constante de las especies presentes en el jardín.
¿Qué iniciativas se están llevando a cabo para proteger las plantas nativas de Bogotá?
Desde dentro de la entidad, manejamos diversas estrategias de conservación que pueden no ser del todo conocidas externamente. Una de estas estrategias es el banco de semillas, un repositorio que almacena y conserva semillas de interés misional bajo condiciones controladas. Además, llevamos a cabo actividades de propagación tanto tradicionales como en vitro, así como iniciativas de restauración ecológica con especies nativas.
En términos generales, estas actividades se realizan para conservar semillas, plántulas e individuos. En el caso de la restauración ecológica, se llevan a cabo en cerros y zonas seleccionadas priorizadas por el jardín.
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¿Qué esperanzas tiene para el futuro del Roble Negro y otras especies nativas en la ciudad?
En términos generales, todas las especies, incluyendo el roble, están enfrentando una creciente vulnerabilidad a los cambios climáticos. El cambio climático, con sus variaciones extremas de temperatura, fuertes lluvias y otros fenómenos, está afectando a las plantas de diversas maneras. Estas situaciones pueden generar respuestas internas en las plantas que aún no comprendemos completamente, lo que podría comprometer su supervivencia a corto, mediano o largo plazo.
Es por eso que considero que la ecofisiología, o la evaluación de cómo responden los individuos vegetales a las condiciones ambientales, es un aspecto crucial para la conservación de las especies. Este enfoque no solo es importante para especies nativas o en riesgo, sino para todas las plantas en general. Sin embargo, este aspecto de la fisiología de las plantas no es tan conocido o explorado en profundidad como otros temas.
¿Qué mensaje le daría a la comunidad bogotana sobre la importancia de proteger las especies nativas?
Es esencial tener en cuenta que vivimos en uno de los países más diversos del mundo, especialmente en cuanto a flora se refiere. Esta diversidad vegetal no solo se destaca por la cantidad de especies, sino por el papel fundamental que desempeñan en la estructura y funcionamiento de los ecosistemas. Las plantas proporcionan una serie de servicios ecosistémicos vitales, como la regulación del agua, la prevención de inundaciones y la protección contra desastres naturales.
Hay un montón de servicios derivados de las plantas que son importantes de entender que existen y que si quitamos una especie, llámese nativa o no nativa, tiene una afectación dentro del ecosistema y, por tanto, va a tener un resultado o un impacto en nosotros como seres humanos. Por ejemplo, si se quema un individuo como pasó hace poco en los cerros, pues ya no va a haber agua por un tiempo, seguramente, porque el individuo ayudaba a retener el agua, ayudaba a filtrarla, y si ya no está, pues, adiós servicio.
Entonces, tenemos muchos valores intrínsecos de la naturaleza y, en general, de los árboles. El mensaje es hacer conscientes del cuidado. Podrá sonar un poco cliché, pero al final, nuestros ecosistemas son donde convivimos, donde vivimos, nuestro segundo hogar. Todo lo que hagamos hacia la naturaleza y las especies de plantas tendrá un impacto, aunque no sea inmediato, será a largo plazo. Entonces, ¿cómo crear conciencia? Básicamente, siendo más coherentes con nuestras acciones y tomando decisiones que promuevan la conservación y el respeto hacia el medio ambiente.
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