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Las huertas son más que un espacio para sembrar, son lugares transformadores donde la naturaleza y la comunidad se entrelazan. Más allá de ser fuentes de alimentos frescos, son escenarios de encuentro que fortalecen el tejido social y brindan nuevas oportunidades a quienes participan en su cuidado. En contextos marcados por el conflicto y la reconstrucción, estas huertas no solo evocan la conexión ancestral con la tierra, sino que también simbolizan esperanza, resiliencia y un futuro donde las raíces del pasado nutren nuevas posibilidades.
Con esta filosofía, el Museo Casa de la Memoria de Medellín da vida a la Huerta del Arraigo, un espacio concebido para simbolizar la conexión entre la tierra y el territorio. Su misión esencial radica en entrelazar las memorias colectivas y personales de las comunidades, promoviendo un enfoque participativo que reconoce y amplifica las voces de quienes forman parte de este proyecto. El espacio así, no solo busca honrar el pasado, sino que también siembra las bases para un futuro compartido, donde la memoria y la tierra convergen como herramientas de transformación.
“Nosotros buscamos transformar el dolor de las víctimas en un proceso de recuperación emocional, utilizando la huerta como un símbolo vivo de sanación y renovación. Este espacio no solo sirve como un lugar de memoria, sino como un punto de encuentro donde la comunidad puede reconectarse con la tierra y sus territorios, ayudando así a superar las cicatrices dejadas por las dinámicas de violencia del conflicto”, dijo Luis Eduardo Vieco Maya, director del Museo Casa la Memoria.
Este trabajo con la tierra y la memoria colectiva se enfoca en promover activamente la no repetición de las violencias derivadas del conflicto, construyendo un futuro donde el arraigo al territorio se transforme en una fuente de sanación y esperanza. De hecho, el director destaca que la Huerta del Arraigo se ha convertido en un método educativo significativo, capaz de transmitir un mensaje profundo de reconciliación y recuperación, al mismo tiempo que han demostrado un notable impacto terapéutico.
“Más allá de ser un simple jardín productivo, este espacio funciona como un catalizador para reunir a las personas y reconectarlas con la tierra. Esta conexión se materializa a través de diversas actividades, siendo una de las más significativas nuestros encuentros de cocina en la huerta. Durante estos encuentros, la preparación de platos tradicionales como el mote de queso, las empanadas, los frijoles y el patacón se convierte en mucho más que una actividad culinaria, pues sirven como un vehículo pedagógico que, desde una perspectiva social, facilita conversaciones profundas sobre el conflicto, los métodos de reparación y los caminos hacia la sanación colectiva”, puntualizó.
Para comprender este objetivo, es esencial conocer la historia del Museo Casa de la Memoria. Fundado en 2006 como parte del Programa de Atención a Víctimas de la Alcaldía de Medellín, este espacio surge de las iniciativas y resistencias de las víctimas del conflicto armado colombiano. Su creación responde a la necesidad de construir un lugar, tanto físico como simbólico, para preservar las memorias y promover el diálogo abierto y plural, lo que lo ha convertido en un referente para comprender y superar las violencias que han marcado a Medellín, Antioquia y Colombia en general.
Como proyecto político, pedagógico y social, el Museo trabaja activamente en la transformación de las lógicas de la guerra a través de diversos procesos de construcción y circulación de memorias, expresiones culturales y conmemoraciones. Su misión se materializa mediante el diseño de pedagogías para la transformación cultural, la implementación de estrategias con incidencia política, y la movilización social en defensa de los derechos humanos y las garantías de no repetición. En este contexto, el Museo se posiciona como un referente ciudadano que potencia la memoria como acción política, reivindicando las necesidades del duelo colectivo y promoviendo acciones de reparación simbólica.
Conozca más de las huertas de los museos
La huerta está ubicada en las afueras del Museo Casa de la Memoria, junto a la quebrada Santa Elena, y en ella alberga una variedad de plantas aromáticas y medicinales que se utilizan en actividades de recuperación colectiva. Entre ellas, destacan aquellas conocidas por sus propiedades analgésicas, a las que la comunidad llama “el acetaminofén natural”.
Además, la huerta incluye una diversidad de hortalizas, que no solo enriquecen los encuentros culinarios, sino que también se emplean en talleres de cocina donde los participantes aprenden a preparar platos nutritivos mientras comparten historias y reflexiones. Otro elemento destacado es el árbol de Jagua, cuya tinta natural se utiliza en talleres de pintura corporal. Estos talleres ofrecen a los participantes una forma única de expresar sus emociones y experiencias relacionadas con sus historias de vida.
El Museo se caracteriza por ser un espacio accesible, con puertas abiertas a toda la comunidad y entrada gratuita para todos los visitantes. Según Vieco, desde la creación de la Huerta del Arraigo, más de 400 personas han participado a través de convocatorias públicas, compartiendo sus historias y experiencias en un entorno de apoyo mutuo. Sin embargo, el impacto de la huerta va más allá de las actividades programadas. La comunidad vecina, atraída por las dinámicas del espacio, se ha integrado activamente, contribuyendo a la formación de una red que crece de manera orgánica alrededor de este proyecto, fortaleciendo el sentido de pertenencia y colaboración.
“Un ejemplo destacado de esta colaboración son los encuentros de huerteros, quienes han sido esenciales para ampliar el alcance de nuestras iniciativas. Solo en 2024, logramos involucrar a más de 100 personas en estos procesos. Una experiencia especialmente significativa fue la visita de un grupo de estudiantes que, tras un estudio en la Huerta del Arraigo, generaron valiosas conclusiones sobre el papel de la tierra como herramienta en los procesos de sanación y memoria”, explicó el director.
El Museo también cuenta con líderes dedicados que no solo cultivan la tierra, sino que preparan recetas tradicionales cargadas de historia y significado. Estas recetas, más que platos, se convierten en puentes hacia el pasado, especialmente para las personas desplazadas por el conflicto que llegaron a Medellín desde zonas rurales. Por otro lado, en este momento, el museo alberga una exposición llamada Convergencias, que destaca los liderazgos que han emergido en torno a la huerta y otros proyectos. En ella se resalta el papel fundamental de los huerteros en la construcción de ciudad, región y país, demostrando cómo estos esfuerzos trascienden lo local para contribuir a un cambio significativo.
Sin embargo, la Huerta del Arraigo enfrenta diversos retos en su operación diaria, los cuales según el director han decidido abordar como oportunidades para el crecimiento y la transformación social. Uno de los principales desafíos es mantener la huerta activa y garantizar una participación constante, consolidándola como un espacio permanente para el diálogo y la construcción colectiva de memorias.
“Otro desafío importante radica en su visibilidad: aunque estamos ubicados en el centro de la ciudad, este espacio específico de la huerta puede pasar desapercibido para muchas personas, quienes a menudo desconocen que también pueden visitarla y formar parte de sus dinámicas. Promover este conocimiento es crucial, ya que la huerta se ha convertido en un motor de transformación urbana que contribuye significativamente a mejorar las condiciones sociales de la Comuna 10 y de Medellín en general”, afirmó.
Sin embargo, la comunidad alrededor de la huerta ha crecido de manera significativa, respaldada por un sólido trabajo colaborativo con aliados estratégicos clave. Entre ellos se encuentran la Corporación Gaia, la Secretaría de Paz y Derechos Humanos, el Jardín Botánico y la Secretaría del Medio Ambiente. No obstante, el aliado más valioso de este proyecto es la propia comunidad, en especial el barrio y sus líderes, quienes participan activamente en la construcción colectiva de memoria.
Esta colaboración es relevante para el mantenimiento de la huerta. En términos financieros, el museo funciona como una entidad descentralizada del distrito de Medellín, que brinda los recursos necesarios para su operación, por lo que mantener este espacio, radica del compromiso de la comunidad. Los vecinos participan activamente, aportando sus propias plantas y hortalizas, lo que ha transformado el espacio en un punto de encuentro para convites, reuniones comunitarias donde se comparten experiencias y recursos.
El futuro del proyecto
“Para el 2025, nuestra visión se expande con el respaldo del exitoso encuentro de huerteros realizado este año, que reveló el potencial de este modelo para crear espacios de memoria viva. Creemos firmemente que el contacto con la tierra y la comunidad es fundamental para reconstruir el tejido social, y continuaremos desarrollando este programa mientras la comunidad lo siga demandando y valorando”, afirmó el Vieco.
Esperan que la Huerta del Arraigo se consolide como un espacio inclusivo que de la bienvenida no solo a la comunidad de la Comuna 10 de Medellín y Antioquia, sino a visitantes de todo el país e incluso turistas internacionales. Esta apertura demuestra ser transformadora, ya que permite a los visitantes comprender el conflicto desde una nueva perspectiva, especialmente a través de las experiencias y tradiciones compartidas por las víctimas.
“Nuestro objetivo es que todas las personas, ya sean del distrito, la comunidad, el departamento o el país entero, formen parte de la experiencia transformadora que representa la Huerta del Arraigo. Las instalaciones del Museo Casa de la Memoria están abiertas para ofrecer una variedad de experiencias enriquecedoras, desde talleres especializados hasta recorridos que exploran nuestra diversa colección de plantas. Nuestra programación incluye actividades prácticas, como talleres de aromáticas caseras, técnicas de encurtidos y el desarrollo de huertas verticales”, explico el director.
Agrega como final, que es fundamental continuar promoviendo estos huertos en espacios de diálogo social, ya que se alinean con los objetivos globales de conservación y protección del medio ambiente. Las huertas ofrecen un entorno donde el aprendizaje ambiental se entrelaza de manera natural con la construcción de memoria y representan una oportunidad única para explorar la historia del país desde una perspectiva diferente.
“Lejos de ser un espacio de melancolía, estos huertos son escenarios vibrantes donde florecen el diálogo, la conversación y la socialización, todo en un ambiente cálido y acogedor que inspira esperanza y acción colectiva”, finalizó.
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