13 de marzo de 2025 - 07:00 p. m.

Este proyecto de huertas escolares transforma comunidades en Santander

El proyecto de huertas escolares en Santander ha transformado la educación al conectar a los niños con la naturaleza y la sostenibilidad.

Leidy Barbosa

Leidy Barbosa

Periodista sección de La Huerta
Más allá de la teoría, esta experiencia práctica permite a los niños vivir y comprender el funcionamiento de los ecosistemas naturales, cultivando simultáneamente alimentos saludables y un profundo amor por la naturaleza,
Foto: Cultivando Vida
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Imagínese un aula sin paredes, donde el pizarrón es la tierra y las lecciones crecen junto a las plantas. Así son las huertas escolares en Santander, una herramienta educativa impulsada por la empresa Cultivando Vida, que transforma el aprendizaje en una experiencia viva y spalpable. Más que simples espacios de cultivo, estas huertas se han convertido en laboratorios naturales donde los niños descubren, experimentan y aplican conocimientos que trascienden el salón de clases.

“Desde hace ocho años, hemos trabajado con comunidades rurales de Santander, llevando el programa de huertas escolares a municipios como Playón, en la ciudad de Bucaramanga y en el municipio Río Negro. Gracias a alianzas estratégicas con Fundesán y la Institución Educativa El Pórtico, el proyecto ha permitido que los niños se acerquen al proceso de cultivo de alimentos. A través de experiencias directas, los estudiantes aprenden sobre el entorno natural, los ciclos productivos y la importancia de la sostenibilidad. Además, estas huertas se han convertido en espacios de aprendizaje integral, donde materias como matemáticas, biología, ética y valores se abordan de manera práctica y transversal”, explicó Yuly Forero, fundadora de Cultivando Vida.

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Esta empresa está enfocada en la promoción de la agricultura orgánica. Con el respaldo del Ministerio del Medio Ambiente y la Corporación Autónoma Regional para la Defensa de la Meseta de Bucaramanga (CDMB), se especializa en la capacitación y la instalación de huertas familiares y escolares. Su objetivo es recuperar conocimientos tradicionales de cultivo y promover prácticas agrícolas sostenibles que no generen impactos negativos en el medio ambiente.

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Actualmente, el proyecto que tienen cuenta con cinco huertas estudiantiles ubicadas en las veredas La Paz, La Pradera, Galanes Alto y Las Delicias, en el municipio de Los Santos, además de la vereda Portachuelo. Su implementación, según comenta Forero, ha permitido que los estudiantes interactúen directamente con el proceso de producción de alimentos, aprendiendo cómo se cultivan de forma natural. Este enfoque refuerza su comprensión sobre el origen de los alimentos, fomenta el respeto por el entorno y sensibiliza sobre la importancia de una alimentación saludable

Forero aclara que las huertas escolares no solo fortalecen el vínculo de los niños con el entorno natural, sino que también cumplen múltiples funciones dentro de la comunidad educativa. En estos espacios, los estudiantes pueden:

  • Desarrollar habilidades de trabajo en equipo y cooperación, ya que el cultivo requiere organización y responsabilidad compartida.
  • Fomentar el respeto por el medio ambiente, comprendiendo el valor de los recursos naturales y la importancia de prácticas agrícolas sostenibles.
  • Adoptar hábitos alimenticios saludables, al conocer de primera mano el origen de los alimentos y la importancia de una dieta equilibrada.
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“El impacto de esta iniciativa va más allá del ámbito escolar. Al compartir sus aprendizajes con sus familias, los niños se convierten en agentes de cambio que promueven prácticas sostenibles en sus hogares. Este intercambio de conocimientos fortalece una cultura de sostenibilidad y cuidado ambiental, generando beneficios en toda la comunidad. Además, muchas de estas huertas están ubicadas junto a escuelas con comedores escolares, lo que permite que los alimentos cultivados sean utilizados en la preparación de almuerzos y refrigerios”, aseguró la experta.

Las huertas escolares representan una oportunidad ideal para que estudiantes y familias mejoren su alimentación mientras descubren el valor intrínseco de proteger el medio ambiente.
Foto: Cultivando Vida

¿Cómo funciona el establecimiento de las huertas?

Las huertas escolares de Santander funcionan como proyectos comunitarios integrales que involucran a toda la comunidad educativa. Antes de integrarse a estas actividades y comenzar la creación de las huertas, los estudiantes y sus familias reciben una capacitación inicial a través de talleres impartidos por Cultivando Vida. Estas sesiones abarcan desde técnicas de siembra y métodos de cuidado hasta estrategias para optimizar el crecimiento de los cultivos.

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Una vez finalizada la formación, se analiza el espacio disponible en cada zona para definir qué especies pueden plantarse y cómo se organizará la distribución de los cultivos. Este proceso considera factores como el clima, la calidad del suelo y la disponibilidad de luz, garantizando que cada huerta sea productiva y sostenible.

“Nos enfocamos en seleccionar espacios con buena exposición a la luz y una adecuada disponibilidad de agua. No es necesario que sean terrenos amplios, ya que siempre hemos demostrado que los espacios pueden aprovecharse al máximo. Implementamos un modelo de huerta tipo invernadero, que no solo protege los cultivos de animales como vacas, caballos y perros, sino que también optimiza el uso del agua. Gracias a este diseño, el agua que se evapora se condensa y retorna al suelo, favoreciendo un sistema de riego natural. Esto nos ha permitido cultivar una mayor variedad de alimentos de forma segura, sin recurrir a agroquímicos ni pesticidas”, explicó Forero.

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En las ubicaciones actuales, las huertas presentan principalmente climas templados y fríos, ahí se ha establecido cultivos con más de 20 especies diferentes, incluyendo cebollas, tomates, zanahorias y cilantro. Además, la optimización del espacio permite cultivar entre 80 y 90 plantas en áreas tan pequeñas como tres metros cuadrados, demostrando que la agricultura sostenible puede adaptarse a prácticamente cualquier contexto educativo

“El mantenimiento de las huertas no recae exclusivamente en los estudiantes, sino que incorpora activamente a docentes y padres de familia, creando un sistema de responsabilidad compartida. De hecho, para garantizar la continuidad del cuidado durante los fines de semana, cuando no hay jornada escolar, los padres de familia han implementado un cronograma rotativo donde diferentes personas asumen la responsabilidad del riego y mantenimiento”, dijo la experta.

Las huertas escolares representan una oportunidad ideal para que estudiantes y familias mejoren su alimentación mientras descubren el valor intrínseco de proteger el medio ambiente.
Foto: Cultivando Vida
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Por otro lado, uno de los aprendizajes más significativos para los niños ha sido la implementación de un sistema práctico y educativo de compostaje en cada huerta escolar, adaptado ingeniosamente a los recursos disponibles en cada institución. El proceso inicia en los comedores escolares, donde se ha establecido un método sencillo pero eficiente de separación de residuos. Para ello, cada comedor cuenta con un recipiente claramente identificado como “orgánicos”, permitiendo que los estudiantes distingan fácilmente dónde depositar los desechos biodegradables generados durante sus comidas.

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Una vez recolectados los residuos orgánicos, estos son trasladados a las composteras establecidas en las zonas de huerta. Reconociendo las limitaciones de recursos que pueden existir en entornos rurales, los niños han adoptado un enfoque pragmático para el diseño de estas composteras, pues realizan excavaciones en el suelo que cuentan con una cubierta protectora, creando un espacio adecuado para el proceso de descomposición. Esta solución, aunque sencilla, resulta funcional para transformar los residuos orgánicos en abono de calidad que posteriormente nutrirá los cultivos de la huerta escolar.

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“Para garantizar el correcto funcionamiento de este sistema, Cultivando Vida implementa un programa integral de capacitación dirigido a todos los miembros de la comunidad educativa. Tanto estudiantes como padres de familia y profesores reciben formación especializada sobre los principios y técnicas del compostaje. Este enfoque inclusivo asegura que todos los participantes comprendan claramente el ciclo completo de transformación de residuos en recursos valiosos para el huerto. El resultado es una comprensión profunda del concepto de economía circular aplicada al entorno escolar, donde los estudiantes pueden visualizar concretamente cómo los desechos que generan se convierten en nutrientes esenciales que, a su vez, contribuyen a la producción de los alimentos que consumirán posteriormente, cerrando así un ciclo sostenible y educativo”, dijo la experta.

Esto ha beneficiado a la comunidad educativa, pues más allá de su impacto en la alimentación, estas huertas funcionan como laboratorios vivos donde los estudiantes comprenden el ecosistema como un sistema interconectado. Mediante la observación y el aprendizaje práctico, descubren aspectos clave como:

  • Interacción entre plantas, insectos y organismos del suelo, reconociendo la importancia del equilibrio ecológico.
  • Identificación de insectos benéficos y su papel en el control biológico natural.
  • Estrategias de crecimiento vegetal, como el desarrollo de flores y frutos o el trepado de ciertas especies.
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“Con lupas en mano, los niños exploran fascinados los cambios semanales en la huerta, convirtiendo la observación en una herramienta clave de aprendizaje. Este proceso no solo fortalece su curiosidad científica y pensamiento analítico, sino que también fomenta una conciencia ecológica integral, basada en la experiencia directa con los ciclos de la naturaleza. La experiencia, además, despierta en los niños una conexión emocional con los alimentos. Al observar el crecimiento de las plantas desde la semilla hasta la cosecha, desarrollan un sentido de orgullo que transforma su disposición hacia la alimentación. Verduras antes rechazadas, como pepinos, brócoli o espinacas, se convierten en objeto de curiosidad y entusiasmo, superando así barreras culturales y psicológicas que limitaban su consumo.”, aseguró Forero.

Actualmente, el proyecto se financia gracias al apoyo fundamental de la Fundación Fundesant, que proporciona recursos esenciales para su desarrollo. A su vez, mantiene una estrecha colaboración con la Institución Educativa El Pórtico, donde el liderazgo visionario de la rectora ha sido clave. Su compromiso activo ha permitido la habilitación de espacios para las huertas, la coordinación de docentes y la expansión del proyecto en escuelas rurales bajo su dirección.

Las huertas escolares representan una oportunidad ideal para que estudiantes y familias mejoren su alimentación mientras descubren el valor intrínseco de proteger el medio ambiente.
Foto: Cultivando Vida

Impacto comunitario

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Uno de los logros más significativos de esta iniciativa ha sido su capacidad para trascender el ámbito escolar y convertirse en un movimiento comunitario de agricultura sostenible. Esta transferencia de saberes ha fortalecido la seguridad alimentaria de las familias, promoviendo una alimentación más saludable y autosuficiente. De hecho, un factor clave para la continuidad del proyecto es el seguimiento constante por parte de la empresa, que mantiene una presencia activa en las comunidades a través de visitas periódicas para monitorear los cultivos, asesoramiento técnico para resolver desafíos específicos y un acompañamiento comunitario que refuerza la autonomía de los participantes.

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“Uno de estos proyectos que me gusta destacar es particularmente la huerta ubicada en la vereda La Paz. Esta instalación, que abarca aproximadamente 10 metros cuadrados, representa la mayor extensión dentro de su red de huertas escolares y constituye un ejemplo excepcional de participación comunitaria desde su origen. La construcción misma del espacio contó con la participación activa de los padres de familia, estableciendo desde el inicio un fuerte sentido de pertenencia comunitaria. Inaugurada en abril de 2023, esta huerta se aproxima a cumplir dos años de operación ininterrumpida, demostrando la sostenibilidad del modelo implementado”, comentó Forero.

Menciona que el impacto de esta huerta trasciende significativamente el entorno escolar, pues los estudiantes participantes han funcionado como verdaderos embajadores de la agricultura sostenible, llevando los conocimientos y la motivación a sus hogares. Este efecto multiplicador ha resultado en que numerosas familias hayan iniciado sus propios cultivos domésticos, inspiradas por el entusiasmo y las habilidades desarrolladas por sus hijos.

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“Otro logro notable de este proyecto es la continuidad productiva que ha mantenido. Desde su establecimiento, la huerta no ha experimentado ni un solo mes sin producción, gracias a la implementación de técnicas agrícolas sostenibles como la rotación de cultivos. Este método, que consiste en alternar diferentes especies vegetales en un mismo espacio a través del tiempo (por ejemplo, reemplazando lechugas por perejil), permite preservar la fertilidad del suelo y prevenir problemas fitosanitarios, conceptos avanzados que los estudiantes han incorporado a su conocimiento práctico” aseguró.

Cultivando Vida hace un llamado a instituciones educativas, comunidades y autoridades territoriales para reconocer el valor fundamental de conectar a los niños con los procesos naturales de producción alimentaria.
Foto: Cultivando Vida

El proyecto ha fomentado también la creatividad y conciencia ambiental de los estudiantes, quienes han desarrollado soluciones ingeniosas utilizando materiales reciclados. Han fabricado regaderas a partir de botellas PET, elaborado letreros informativos para identificar las diferentes especies cultivadas, y creado elementos decorativos como flores artificiales utilizando desechos plásticos, embelleciendo tanto la huerta como el entorno escolar general.

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“Nuestro legado aquí es reconocer el valor fundamental de conectar a los niños con los procesos naturales de producción alimentaria. Las huertas escolares representan una oportunidad ideal para que estudiantes y familias mejoren su alimentación mientras descubren el valor intrínseco de proteger el medio ambiente. Más allá de la teoría, esta experiencia práctica permite a los niños vivir y comprender el funcionamiento de los ecosistemas naturales, cultivando simultáneamente alimentos saludables y un profundo amor por la naturaleza, basado no en conceptos abstractos sino en la experiencia directa y significativa”, finalizó Forero.

🌳 ☘️ 🌿 Encuentre en La Huerta toda la información sobre plantas, jardinería, cultivos y siembra. 🍂🌺 🌼

Más allá de la teoría, esta experiencia práctica permite a los niños vivir y comprender el funcionamiento de los ecosistemas naturales, cultivando simultáneamente alimentos saludables y un profundo amor por la naturaleza,
Más allá de la teoría, esta experiencia práctica permite a los niños vivir y comprender el funcionamiento de los ecosistemas naturales, cultivando simultáneamente alimentos saludables y un profundo amor por la naturaleza,
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“Desde hace ocho años, hemos trabajado con comunidades rurales de Santander, llevando el programa de huertas escolares a municipios como Playón, en la ciudad de Bucaramanga y en el municipio Río Negro. Gracias a alianzas estratégicas con Fundesán y la Institución Educativa El Pórtico, el proyecto ha permitido que los niños se acerquen al proceso de cultivo de alimentos. A través de experiencias directas, los estudiantes aprenden sobre el entorno natural, los ciclos productivos y la importancia de la sostenibilidad. Además, estas huertas se han convertido en espacios de aprendizaje integral, donde materias como matemáticas, biología, ética y valores se abordan de manera práctica y transversal”, explicó Yuly Forero, fundadora de Cultivando Vida.

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Actualmente, el proyecto que tienen cuenta con cinco huertas estudiantiles ubicadas en las veredas La Paz, La Pradera, Galanes Alto y Las Delicias, en el municipio de Los Santos, además de la vereda Portachuelo. Su implementación, según comenta Forero, ha permitido que los estudiantes interactúen directamente con el proceso de producción de alimentos, aprendiendo cómo se cultivan de forma natural. Este enfoque refuerza su comprensión sobre el origen de los alimentos, fomenta el respeto por el entorno y sensibiliza sobre la importancia de una alimentación saludable

Forero aclara que las huertas escolares no solo fortalecen el vínculo de los niños con el entorno natural, sino que también cumplen múltiples funciones dentro de la comunidad educativa. En estos espacios, los estudiantes pueden:

  • Desarrollar habilidades de trabajo en equipo y cooperación, ya que el cultivo requiere organización y responsabilidad compartida.
  • Fomentar el respeto por el medio ambiente, comprendiendo el valor de los recursos naturales y la importancia de prácticas agrícolas sostenibles.
  • Adoptar hábitos alimenticios saludables, al conocer de primera mano el origen de los alimentos y la importancia de una dieta equilibrada.
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Las huertas escolares representan una oportunidad ideal para que estudiantes y familias mejoren su alimentación mientras descubren el valor intrínseco de proteger el medio ambiente.
Foto: Cultivando Vida

¿Cómo funciona el establecimiento de las huertas?

Las huertas escolares de Santander funcionan como proyectos comunitarios integrales que involucran a toda la comunidad educativa. Antes de integrarse a estas actividades y comenzar la creación de las huertas, los estudiantes y sus familias reciben una capacitación inicial a través de talleres impartidos por Cultivando Vida. Estas sesiones abarcan desde técnicas de siembra y métodos de cuidado hasta estrategias para optimizar el crecimiento de los cultivos.

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Una vez finalizada la formación, se analiza el espacio disponible en cada zona para definir qué especies pueden plantarse y cómo se organizará la distribución de los cultivos. Este proceso considera factores como el clima, la calidad del suelo y la disponibilidad de luz, garantizando que cada huerta sea productiva y sostenible.

“Nos enfocamos en seleccionar espacios con buena exposición a la luz y una adecuada disponibilidad de agua. No es necesario que sean terrenos amplios, ya que siempre hemos demostrado que los espacios pueden aprovecharse al máximo. Implementamos un modelo de huerta tipo invernadero, que no solo protege los cultivos de animales como vacas, caballos y perros, sino que también optimiza el uso del agua. Gracias a este diseño, el agua que se evapora se condensa y retorna al suelo, favoreciendo un sistema de riego natural. Esto nos ha permitido cultivar una mayor variedad de alimentos de forma segura, sin recurrir a agroquímicos ni pesticidas”, explicó Forero.

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En las ubicaciones actuales, las huertas presentan principalmente climas templados y fríos, ahí se ha establecido cultivos con más de 20 especies diferentes, incluyendo cebollas, tomates, zanahorias y cilantro. Además, la optimización del espacio permite cultivar entre 80 y 90 plantas en áreas tan pequeñas como tres metros cuadrados, demostrando que la agricultura sostenible puede adaptarse a prácticamente cualquier contexto educativo

“El mantenimiento de las huertas no recae exclusivamente en los estudiantes, sino que incorpora activamente a docentes y padres de familia, creando un sistema de responsabilidad compartida. De hecho, para garantizar la continuidad del cuidado durante los fines de semana, cuando no hay jornada escolar, los padres de familia han implementado un cronograma rotativo donde diferentes personas asumen la responsabilidad del riego y mantenimiento”, dijo la experta.

Las huertas escolares representan una oportunidad ideal para que estudiantes y familias mejoren su alimentación mientras descubren el valor intrínseco de proteger el medio ambiente.
Foto: Cultivando Vida
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Una vez recolectados los residuos orgánicos, estos son trasladados a las composteras establecidas en las zonas de huerta. Reconociendo las limitaciones de recursos que pueden existir en entornos rurales, los niños han adoptado un enfoque pragmático para el diseño de estas composteras, pues realizan excavaciones en el suelo que cuentan con una cubierta protectora, creando un espacio adecuado para el proceso de descomposición. Esta solución, aunque sencilla, resulta funcional para transformar los residuos orgánicos en abono de calidad que posteriormente nutrirá los cultivos de la huerta escolar.

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“Para garantizar el correcto funcionamiento de este sistema, Cultivando Vida implementa un programa integral de capacitación dirigido a todos los miembros de la comunidad educativa. Tanto estudiantes como padres de familia y profesores reciben formación especializada sobre los principios y técnicas del compostaje. Este enfoque inclusivo asegura que todos los participantes comprendan claramente el ciclo completo de transformación de residuos en recursos valiosos para el huerto. El resultado es una comprensión profunda del concepto de economía circular aplicada al entorno escolar, donde los estudiantes pueden visualizar concretamente cómo los desechos que generan se convierten en nutrientes esenciales que, a su vez, contribuyen a la producción de los alimentos que consumirán posteriormente, cerrando así un ciclo sostenible y educativo”, dijo la experta.

Esto ha beneficiado a la comunidad educativa, pues más allá de su impacto en la alimentación, estas huertas funcionan como laboratorios vivos donde los estudiantes comprenden el ecosistema como un sistema interconectado. Mediante la observación y el aprendizaje práctico, descubren aspectos clave como:

  • Interacción entre plantas, insectos y organismos del suelo, reconociendo la importancia del equilibrio ecológico.
  • Identificación de insectos benéficos y su papel en el control biológico natural.
  • Estrategias de crecimiento vegetal, como el desarrollo de flores y frutos o el trepado de ciertas especies.
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“Con lupas en mano, los niños exploran fascinados los cambios semanales en la huerta, convirtiendo la observación en una herramienta clave de aprendizaje. Este proceso no solo fortalece su curiosidad científica y pensamiento analítico, sino que también fomenta una conciencia ecológica integral, basada en la experiencia directa con los ciclos de la naturaleza. La experiencia, además, despierta en los niños una conexión emocional con los alimentos. Al observar el crecimiento de las plantas desde la semilla hasta la cosecha, desarrollan un sentido de orgullo que transforma su disposición hacia la alimentación. Verduras antes rechazadas, como pepinos, brócoli o espinacas, se convierten en objeto de curiosidad y entusiasmo, superando así barreras culturales y psicológicas que limitaban su consumo.”, aseguró Forero.

Actualmente, el proyecto se financia gracias al apoyo fundamental de la Fundación Fundesant, que proporciona recursos esenciales para su desarrollo. A su vez, mantiene una estrecha colaboración con la Institución Educativa El Pórtico, donde el liderazgo visionario de la rectora ha sido clave. Su compromiso activo ha permitido la habilitación de espacios para las huertas, la coordinación de docentes y la expansión del proyecto en escuelas rurales bajo su dirección.

Las huertas escolares representan una oportunidad ideal para que estudiantes y familias mejoren su alimentación mientras descubren el valor intrínseco de proteger el medio ambiente.
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Uno de los logros más significativos de esta iniciativa ha sido su capacidad para trascender el ámbito escolar y convertirse en un movimiento comunitario de agricultura sostenible. Esta transferencia de saberes ha fortalecido la seguridad alimentaria de las familias, promoviendo una alimentación más saludable y autosuficiente. De hecho, un factor clave para la continuidad del proyecto es el seguimiento constante por parte de la empresa, que mantiene una presencia activa en las comunidades a través de visitas periódicas para monitorear los cultivos, asesoramiento técnico para resolver desafíos específicos y un acompañamiento comunitario que refuerza la autonomía de los participantes.

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“Uno de estos proyectos que me gusta destacar es particularmente la huerta ubicada en la vereda La Paz. Esta instalación, que abarca aproximadamente 10 metros cuadrados, representa la mayor extensión dentro de su red de huertas escolares y constituye un ejemplo excepcional de participación comunitaria desde su origen. La construcción misma del espacio contó con la participación activa de los padres de familia, estableciendo desde el inicio un fuerte sentido de pertenencia comunitaria. Inaugurada en abril de 2023, esta huerta se aproxima a cumplir dos años de operación ininterrumpida, demostrando la sostenibilidad del modelo implementado”, comentó Forero.

Menciona que el impacto de esta huerta trasciende significativamente el entorno escolar, pues los estudiantes participantes han funcionado como verdaderos embajadores de la agricultura sostenible, llevando los conocimientos y la motivación a sus hogares. Este efecto multiplicador ha resultado en que numerosas familias hayan iniciado sus propios cultivos domésticos, inspiradas por el entusiasmo y las habilidades desarrolladas por sus hijos.

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“Otro logro notable de este proyecto es la continuidad productiva que ha mantenido. Desde su establecimiento, la huerta no ha experimentado ni un solo mes sin producción, gracias a la implementación de técnicas agrícolas sostenibles como la rotación de cultivos. Este método, que consiste en alternar diferentes especies vegetales en un mismo espacio a través del tiempo (por ejemplo, reemplazando lechugas por perejil), permite preservar la fertilidad del suelo y prevenir problemas fitosanitarios, conceptos avanzados que los estudiantes han incorporado a su conocimiento práctico” aseguró.

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Foto: Cultivando Vida

El proyecto ha fomentado también la creatividad y conciencia ambiental de los estudiantes, quienes han desarrollado soluciones ingeniosas utilizando materiales reciclados. Han fabricado regaderas a partir de botellas PET, elaborado letreros informativos para identificar las diferentes especies cultivadas, y creado elementos decorativos como flores artificiales utilizando desechos plásticos, embelleciendo tanto la huerta como el entorno escolar general.

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Por Leidy Barbosa

Periodista de la Universidad Externado de Colombia, con énfasis en la producción audiovisual y en animación digital. Apasionada por temas medioambientales y sociales.@leidyramirezbLbarbosa@elespectador.com

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