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Estrés vegetal: señales de alerta y claves para aliviar la tensión en sus plantas

El estrés en las plantas puede ser provocado por factores como el clima extremo, el riego inadecuado y la falta de nutrientes, afectando su salud y desarrollo. Las consecuencias incluyen hojas marchitas, menor producción y mayor vulnerabilidad a plagas. Conozca soluciones prácticas para identificar y aliviar el estrés vegetal, ayudando a restaurar su vitalidad y crecimiento óptimo.

La  Huerta
07 de octubre de 2024 - 08:45 p. m.
El estrés vegetal ocurre cuando las plantas enfrentan condiciones desfavorables, como exceso de calor, sequía, o deficiencia de nutrientes, que afectan su crecimiento y función normal. Esto genera respuestas fisiológicas que pueden manifestarse en hojas marchitas, menor desarrollo y mayor susceptibilidad a enfermedades.
El estrés vegetal ocurre cuando las plantas enfrentan condiciones desfavorables, como exceso de calor, sequía, o deficiencia de nutrientes, que afectan su crecimiento y función normal. Esto genera respuestas fisiológicas que pueden manifestarse en hojas marchitas, menor desarrollo y mayor susceptibilidad a enfermedades.
Foto: Colviveros

El estrés en las plantas es un fenómeno que se manifiesta cuando su equilibrio fisiológico se ve afectado por factores externos o internos. Esta condición compromete su capacidad de adaptación al entorno y desencadena una serie de respuestas bioquímicas que buscan mitigar el daño. Las plantas, como organismos vivos, dependen de condiciones específicas para su crecimiento y desarrollo. Sin embargo, cuando esos parámetros se ven alterados, ya sea por factores abióticos como la falta de agua, temperaturas extremas o la competencia con otras especies, entran en un estado de estrés que puede afectar su vitalidad.

Se trata de una condición fisiológica en la que su desarrollo y funcionamiento normal se ven alterados debido a la incapacidad de adaptarse completamente a su entorno. “Las plantas, como organismos vivos, dependen de un equilibrio entre factores internos y externos para crecer, desarrollarse y reproducirse de manera óptima. Cuando este equilibrio se rompe, la planta experimenta estrés, que desencadena una serie de respuestas fisiológicas y bioquímicas”, explicó a El Espectador Juan Velásquez, consultor botánico de la Red Nacional de Jardines Botánicos en Colombia.

Durante el estrés, la planta modifica su metabolismo para intentar adaptarse a las nuevas condiciones, lo que puede incluir la producción de compuestos protectores, el cierre de estomas para conservar agua, o la activación de señales químicas internas para prevenir el daño en los tejidos. “Aunque este proceso es un mecanismo natural de defensa, el estrés prolongado puede sobrecargar las capacidades de adaptación de la planta y reducir su rendimiento y vitalidad”, expuso Velásquez.

Causas del estrés en las plantas

El estrés en las plantas puede ser causado por una amplia gama de factores ambientales y biológicos que alteran su equilibrio natural, explica el experto. Estas causas varían según la especie, el entorno y la capacidad de adaptación de cada planta:

  • Estrés abiótico (factores no vivos)

Este tipo de estrés es causado por elementos físicos o químicos como las condiciones climáticas, la disponibilidad de nutrientes y el suelo. “Acá entran el estrés por agua, cuando las plantas no reciben suficiente agua, no pueden mantener sus procesos fisiológicos normales, como la fotosíntesis y la absorción de nutrientes. Esto afecta tanto a especies que necesitan mucha agua (como el arroz) como a plantas que toleran menos humedad, aunque en menor medida. También el exceso de agua puede causar asfixia radicular debido a la falta de oxígeno en el suelo, lo que resulta en la pudrición de raíces. Plantas como los cactus son extremadamente sensibles al exceso de agua, mientras que otras, como el arroz, están adaptadas a crecer en condiciones más inundadas”, dijo Velásquez.

Otro tipo de estrés abiótico es la temperatura extrema, el calor excesivo provoca una transpiración acelerada, lo que puede llevar a la deshidratación y daño a las proteínas y membranas celulares. Las plantas tropicales están mejor adaptadas a este tipo de clima, pero incluso ellas pueden sufrir cuando las temperaturas son extremas. Asimismo, las heladas pueden congelar los tejidos de las plantas, causando necrosis en las hojas y la ruptura de las células. Especies de climas cálidos, como las palmeras o los plátanos, son mucho más vulnerables al frío que las plantas que crecen en climas templados.

El tercero tiene que ver con la luz: “las plantas que reciben demasiada luz pueden sufrir estrés por luz o fotooxidación, lo que provoca daños en los tejidos debido al exceso de energía absorbida. Plantas adaptadas a la sombra, como los helechos, son particularmente sensibles. La escasez de luz, como en climas nublados o dentro de espacios interiores, limita la capacidad de la planta para realizar la fotosíntesis, lo que reduce su crecimiento. Las plantas que prefieren la luz directa, como las suculentas, tienden a ser más afectadas por la falta de luz”, explicó Velásquez.

El último tipo de estrés biótico incluye a los nutrientes del suelo, pues el déficit o exceso de ciertos nutrientes en el suelo también genera estrés. Por ejemplo, el déficit de nitrógeno o fósforo, que son claves para el crecimiento de las plantas, y su falta afecta la formación de hojas, flores y frutos. No obstante, el exceso de fertilizantes puede causar toxicidad en la planta. Especies como las orquídeas, que suelen crecer en suelos pobres en nutrientes, son más sensibles a estos desequilibrios.

  • Estrés biótico (causado por organismos vivos)

Este tipo de estrés proviene de interacciones con otros organismos, como plagas, patógenos y otras plantas. Los insectos, como pulgones o ácaros, y animales herbívoros pueden causar daño físico directo a las plantas al alimentarse de sus hojas, tallos o raíces. “Algunas plantas han desarrollado mecanismos defensivos, como espinas o compuestos químicos, pero estas defensas pueden no ser efectivas frente a todas las especies invasoras. Por ejemplo, una planta que crece en un ambiente sin depredadores puede ser altamente vulnerable cuando se introduce una nueva plaga”, explicó el experto.

Los hongos, bacterias y virus son otra causa común de estrés. Cada especie de planta tiene diferentes niveles de susceptibilidad a las enfermedades. Por ejemplo, algunas variedades de tomate pueden ser resistentes a la botritis, mientras que otras son extremadamente vulnerables. Los hongos también prosperan en condiciones de alta humedad, lo que puede ser un problema para plantas que no están adaptadas a esos ambientes.

Por último en este tipo de causas, la competencia con otras plantas por luz, agua y nutrientes también puede generar estrés. Las especies invasoras, que suelen ser más agresivas, pueden desplazar a otras plantas que necesitan las mismas condiciones. Un claro ejemplo son las malezas que invaden cultivos, robando recursos y afectando el crecimiento de las plantas deseadas.

  • Estrés mecánico

Este tipo de estrés se refiere a daños físicos que las plantas pueden sufrir debido a factores externos. El viento excesivo puede quebrar ramas o incluso volcar plantas enteras, algunas especies, como los árboles de zonas costeras, han desarrollado sistemas de raíces más profundos para resistir los fuertes vientos, mientras que plantas de interior o de tallos más débiles son más propensas a sufrir daños. El pisoteo de animales, maquinaria agrícola o acciones humanas puede causar estrés en las plantas. Los tejidos dañados suelen ser más propensos a infecciones y plagas. Las plantas que crecen en zonas urbanas, como los árboles en calles concurridas, están constantemente expuestas a este tipo de estrés.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que no todas las plantas responden al estrés de la misma manera, y sus niveles de tolerancia varían significativamente. “Las plantas nativas de climas extremos, como los cactus en los desiertos o las plantas de alta montaña, han desarrollado adaptaciones únicas que les permiten sobrevivir en condiciones que serían mortales para otras especies. Por ejemplo, los cactus almacenan agua en sus tejidos, mientras que algunas plantas alpinas tienen hojas pequeñas y coriáceas para evitar la pérdida de agua en condiciones frías y ventosas”, explicó Velásquez.

Las plantas cultivadas, por otro lado, a menudo han sido seleccionadas por su alto rendimiento en condiciones específicas, lo que puede hacerlas más susceptibles al estrés en situaciones adversas. Esto es particularmente relevante en la agricultura moderna, donde variedades altamente productivas de cultivos como el maíz o el trigo pueden ser muy sensibles a cambios bruscos en el clima o la calidad del suelo.

Soluciones del estrés en las plantas

Las soluciones al estrés en las plantas dependen de identificar correctamente las causas del estrés y aplicar estrategias específicas para mitigarlas. Cada especie de planta tiene sus propias necesidades y respuestas ante el estrés, por lo que las soluciones deben adaptarse no solo al tipo de estrés, sino también a la especie de planta afectada.

  • Soluciones al estrés abiótico:

Riego: Para la sequía, el riego adecuado es esencial para combatir la sequía. Sin embargo, no todas las plantas necesitan la misma cantidad de agua. Por ejemplo, las plantas de zonas áridas como el cactus y suculentas requieren riegos más espaciados, ya que están adaptadas a almacenar agua en sus tejidos. El riego excesivo puede dañarlas más que la sequía. Por otra parte, las plantas tropicales como las orquídeas o plantas de hojas grandes, requieren un riego más constante, especialmente si están expuestas a condiciones cálidas. Para optimizar el riego, se recomienda el uso de sistemas de riego por goteo, que entregan el agua directamente a las raíces de manera eficiente, reduciendo la evaporación y el desperdicio.

Por su parte, la solución al exceso de agua, en plantas que sufren por riego excesivo o suelos mal drenados, lo primero es mejorar el drenaje del suelo. Esto se puede lograr agregando arena o grava al sustrato, o plantando en macetas con agujeros de drenaje. Las plantas sensibles al encharcamiento como las suculentas y cactus, deben estar en suelos muy bien drenados, como mezclas para cactus.

Temperatura: El sombreado es una solución clave para plantas que no toleran el calor extremo. Esto se puede lograr con mallas de sombreo que permiten reducir la intensidad de la luz sin bloquearla completamente. Las plantas de sombra como los helechos y calateas, prosperan mejor si se colocan en áreas donde reciben luz filtrada. Mientras que las plantas resistentes al calor como el romero y el tomillo, requieren pleno sol y soportan mejor las altas temperaturas, por lo que en su caso no es necesario sombrearlas. Además, es importante aumentar la frecuencia de riego en épocas calurosas, pero evitando el exceso de agua.

Luz: El uso de sombrillas, mallas de sombreo o invernaderos ayuda a reducir la exposición al sol directo para plantas que prefieren sombra o luz indirecta. Las plantas de sombra como los helechos y plantas de interior, como los filodendros, deben ubicarse en áreas con luz indirecta. Mientras que las plantas de pleno sol como los girasoles o las suculentas, deben colocarse en lugares donde reciban luz directa sin preocuparse por el exceso. Para plantas que requieren más luz, la solución es ubicar las macetas cerca de ventanas soleadas o emplear luces de crecimiento artificiales (LED o fluorescentes) que imiten la luz solar. Las plantas de sol directo como las suculentas y cactus, se benefician de luz intensa durante al menos 6-8 horas al día. Y las plantas tolerantes a baja luz como los pothos y las sansevierias, pueden sobrevivir en condiciones de poca luz, aunque su crecimiento puede ser más lento.

Nutrientes: El equilibrio en la fertilización es esencial para evitar el estrés por nutrientes, el déficit de nutrientes requiere el uso de fertilizantes balanceados que contengan nitrógeno, fósforo y potasio, además de micronutrientes como hierro o magnesio. Las plantas de rápido crecimiento (hortalizas) como el tomate o el pepino, requieren más nutrientes que las plantas ornamentales. Mientras que las plantas en suelos pobres como las orquídeas, se benefician de fertilizaciones menos frecuentes pero con un enfoque en micronutrientes.

Por otra parte, el exceso de nutrientes puede ser tóxico, especialmente para plantas delicadas. Para solucionarlo, se recomienda realizar lavados de suelo con abundante agua para eliminar el exceso de sales y fertilizantes. Las plantas sensibles a la fertilización excesiva como las orquídeas y suculentas, requieren menos nutrientes y fertilizaciones más espaciadas.

  • Soluciones al estrés biótico (organismos vivos):

El manejo de plagas y herbívoros requiere una combinación de control biológico y control químico. El primero consiste en introducir depredadores naturales de las plagas, como las mariquitas que se alimentan de pulgones. Las plantas de cultivo intensivo, como las hortalizas, se benefician del uso de controles biológicos para evitar el uso excesivo de pesticidas. Mientras que las plantas ornamentales como las rosas, pueden requerir tratamiento adicional con jabones insecticidas o aceites naturales. El segundo (químico) consiste en el uso de insecticidas específicos, en caso de infestaciones severas, debe realizarse con precaución para no dañar la planta o el medio ambiente. Para plantas comestibles se deben usar productos aprobados para la agricultura orgánica y garantizar el período de espera antes de consumir. Mientras que para plantas no comestibles se puede usar un rango más amplio de productos químicos, pero siempre en dosis recomendadas.

Soluciones al estrés mecánico: El uso de barreras contra el viento como setos o estructuras físicas puede proteger a las plantas que son susceptibles al daño. Las plantas de tallo delgado como las plantas trepadoras, requieren tutores o estructuras que las soporten. Los árboles y arbustos más resistentes como los pinos, pueden soportar vientos fuertes sin requerir tanta protección. La reparación de daños físicos requiere podas cuidadosas para eliminar las partes dañadas de la planta, promoviendo la regeneración, y el tratamiento de heridas con productos selladores para evitar infecciones tras un daño mecánico.

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