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Ancestral y única, la Luna ha sido alabada como una fuerza superior a todo. Ha sido diosa, musa, regente de los mares y más. Este satélite, que orbita alrededor de la Tierra, es el único cuerpo celeste natural que tenemos como planeta y su ciclo regular de fases ha ejercido una influencia cultural desde tiempos antiguos, incluyendo en manifestaciones sociales como el lenguaje, el arte y la mitología.
Durante las épocas en que los humanos eran nómadas, desplazándose en busca de alimento en las distintas estaciones del año, la observación del movimiento de los cuerpos celestes se convirtió en una herramienta vital. La Luna, en particular, ofrecía señales cruciales para la caza y la recolección, siendo objeto de representación en pinturas y petrograbados en todo el mundo, incluso en territorios posteriormente habitados por sociedades mesoamericanas.
Diversos estudios arqueológicos muestran una fascinación por el cosmos en todo tipo de civilizaciones en prácticamente todo el planeta. Y, desde diversas manifestaciones culturales, se fueron estableciendo vínculos entre los cielos y las plantas y los animales mucho antes de que, como especie, pudiéramos entender y explicar de forma científica lo que sucedía en el mundo natural.
Uno de los cuestionamientos recurrentes en estos campos es acerca de si hay un efecto directo de los cambios de las fases de la luna sobre el crecimientos o desarrollo de las plantas. A lo largo de los años, esta hipótesis ha sido objeto de investigación en un intento por comprobar su eficacia, llevando a la comunidad científica a mantener un reservado escepticismo hacia esta idea. La evidencia no es concluyente y, al final, no hay muestras y conclusiones sólidas al respecto.
Aún así, en la cultura popular, esta supuesta influencia sigue siendo un factor de decisión en el cuidado de cultivos, huertas y plantas para algunas personas.
“Sí hay ciertas características y fenómenos relacionados que podrían sugerir una posible influencia de la luna en las plantas”, dice Miguel Antonio Zúñiga, biólogo especializado en invertebrados y ecología, quien hace parte del equipo de Vivero Jardines de Julia en Bogotá, que se basa en la jardinería sostenible y el cuidado ambiental. “Por ejemplo, la dinámica de fluidos, donde la Luna más cercana puede ejercer una atracción gravitacional sobre los fluidos, generando mareas tanto en cuerpos de agua como en la tierra misma. Pero desde el punto de vista científico puro no existe evidencia sólida que respalde directamente la idea de que la Luna influya en el crecimiento de las plantas”, advierte.
Por su parte Julián Piragauta, agrónomo de la Universidad Nacional de Colombia, quien ha tenido una trayectoria en el trabajo de comunidades y en proyectos comunitarios de viveros, señala que “desde tiempos ancestrales, nuestros antepasados observaron y comprendieron un fenómeno: la influencia de la Luna en diversos aspectos de la naturaleza, como las mareas y el crecimiento de las plantas. Aunque las plantas carecen de un sistema circulatorio como el de los animales, sí poseen un sistema vascular que transporta nutrientes y agua a través de ellas, con la savia actuando como su ‘sangre’. Este sistema está influenciado por la Luna debido a la fuerza de gravedad que ejerce sobre la Tierra”.
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La Luna y las plantas: una relación en la cultura popular
Yuly Forero, fundadora del Vivero Cultivando Vida -que promueve la agricultura orgánica a través de servicios de capacitación- señala que existen sobre todo creencias y tradiciones muy enquistadas que responden a la relación de la Luna con el crecimiento de las plantas. “Cada fase lunar parece tener sus propias recomendaciones, desde podar hasta fertilizar, y cada una está envuelta en un cierto misterio o secreto. Por ejemplo, durante la fase menguante, se sugiere realizar actividades como trasplantes y reproducciones por esquejes en jardines o huertas. La reproducción por esquejes implica cortar una rama de una planta para generar una nueva sin necesidad de utilizar semillas. Se cree que durante esta fase lunar, el crecimiento radicular se favorece, facilitando el proceso de enraizamiento de los esquejes”.
Sin evidencia científica sólida, cada fase lunar, sin embargo, ha sido adoptada en la cultura popular y en usos tradicionales para realizar ciertas tareas alrededor de las plantas. Por ejemplo, Zúñiga resalta que se dice que, para fomentar un follaje abundante o un crecimiento vigoroso, es mejor podar durante esta luna o la creciente.
Piragauta menciona que en la luna nueva se suele eliminar la maleza en las huertas por la asociación que hay, popularmente, entre esta fase y los periodos de reposo y adaptación.
“Durante la luna nueva, cuando no está visible en el cielo, el agua tiende a dirigirse hacia el suelo debido a la fuerza de gravedad generada por la Tierra”, asegura el agrónomo, quien indica que debido a esto se aprovecha este momento para cosechar tubérculos y otros cultivos que crecen bajo tierra, como zanahorias, bulbos, cebollas y papas.
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Las prácticas de siembra, cosecha y jardinería alrededor de la Luna, aunque no cuentan con un sólido sustento científico, han sido acogidas en tiempos modernos bajo conceptos como la agricultura biodinámica que, según explica Zúñiga, fusiona elementos de cultivos orgánicos y ecológicos con prácticas tradicionales, como el uso de fases lunares para determinadas tareas.
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