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Las huertas escolares son una herramienta educativa integral que impulsa el aprendizaje transversal al fomentar el trabajo en equipo, el respeto por el medio ambiente, hábitos alimenticios saludables y la transmisión de conocimientos aplicables en los hogares y las comunidades. Reconociendo su impacto transformador, la Secretaría de Educación de Cali ha estado trabajando en un proyecto estratégico que fortalece las iniciativas estudiantiles en torno a estas prácticas, creando una red de 10 huertas escolares, con objetivos claves que buscan incentivar el emprendimiento, el desarrollo de proyectos ambientales sostenibles y destacar la importancia de la soberanía alimentaria.
“Desde la Secretaría de Educación, hemos trazado una visión transformadora que va más allá de la formación académica tradicional. Nuestra apuesta es convertir las instituciones educativas en verdaderos ecosistemas de desarrollo integral, donde los niños, niñas, adolescentes y jóvenes no solo adquieran conocimientos, sino que también descubran sus potencialidades emprendedoras y construyan caminos sólidos hacia el mejoramiento de su calidad de vida. Para materializar esta visión, hemos impulsado una red de emprendimiento profundamente articulada con los Proyectos Educativos Ambientales (PRAES) y los proyectos productivos”, señala Tatiana Aguilar Rodríguez, Secretaria de Educación de Santiago de Cali.
Comenta que han estas instituciones educativas serán sus laboratorios de innovación social y ambiental, donde las huertas urbanas y verticales se convierten en plataformas de aprendizaje, emprendimiento y transformación comunitaria. La particularidad de la iniciativa radica en la integración de todos los actores del ecosistema educativo, pues han convocado no solo a estudiantes, sino también a padres de familia, docentes y directivos, tejiendo una red de colaboración que potencia cada iniciativa.
“Además, hemos tenido el apoyo adicional de la cooperación internacional y local, quienes buscan apalancar las ideas originales de nuestros estudiantes, reconociendo que son ellos los verdaderos protagonistas de esta revolución educativa”, dice Aguilar.
Esta iniciativa se enmarca dentro de la estrategia liderada por el Departamento Administrativo de Gestión del Medio Ambiente (Dagma), en colaboración con diversas secretarías de la Administración local. Y es que su objetivo principal es definir lineamientos claros para el funcionamiento de las huertas, especificando quiénes pueden acceder a ellas, cómo deben operarse y cuál es el rol de cada institución involucrada. Asimismo, busca garantizar un ordenamiento territorial adecuado, estableciendo qué cultivos son permitidos y bajo qué condiciones, promoviendo así una gestión eficiente y sostenible del espacio agrícola urbano.
“Nuestra iniciativa de huertas escolares se inscribe en el marco del Sistema Distrital de Huertas Urbanas, un proyecto integral que trasciende los límites de una simple intervención educativa de la administración local. Por ejemplo, nosotros, como Secretaría de Educación, hemos asumido un rol fundamental en este ecosistema de transformación, convergiendo con otros organismos de la Alcaldía para crear un modelo de desarrollo educativo, ambiental y productivo”, explica la funcionaria.
¿Qué implica el proyecto?
La particularidad de estas huertas es que no son simples espacios de cultivo, sino que son laboratorios de aprendizaje que se integran estratégicamente con proyectos transversales como el PRIDE (proyecto ambiental) y los proyectos productivos de las instituciones educativas. Esta arquitectura se complementa con la articulación que ya tienen con el SENA en líneas de formación ambiental y agrícola.
En cuanto a los tipos de cultivos que se promueven, inicialmente se enfocan en dimensiones educativas verdes a pequeña escala. Estas huertas demostrativas incluyen cultivos como aromáticas, hortalizas y plantas suculentas, que permiten a los estudiantes desarrollar buenas prácticas agroecológicas básicas. Sin embargo, la idea es que cada institución educativa vaya especializándose y profundizando su modalidad técnica y luego, conforme los estudiantes ganen experiencia, podrán explorar alternativas más avanzadas.
La selección de estas 10 instituciones educativas como pioneras de la red tiene como propósito desarrollar un modelo replicable tanto en Cali como en el resto del país, el cual busca integrar a múltiples actores, incluyendo el sector privado, organismos de cooperación internacional, el sector educativo y la comunidad, con el objetivo de fomentar una educación experiencial.
La apuesta formativa se fundamenta en tres pilares centrales:
- Formación técnica: Con el apoyo del SENA y de docentes especializados en Ciencias Naturales y Ambientales, los estudiantes reciben capacitación integral, así como insumos esenciales como sustrato, semillas, herramientas y abonos para desarrollar sus huertas de manera efectiva.
- Experiencia vivencial: Los estudiantes se convierten en protagonistas de su aprendizaje al participar activamente en todas las etapas del proceso, desde la preparación del terreno hasta la producción de alimentos, lo que les permite adquirir conocimientos prácticos y habilidades aplicadas.
- Impacto comunitario: Las huertas se consolidan como plataformas de emprendimiento, generando oportunidades tanto para jóvenes como para sus familias. Estas iniciativas no solo promueven la autosuficiencia, sino que también fortalecen el tejido comunitario y fomentan el desarrollo sostenible en las comunidades involucradas ya que los niños enseñan lo aprendido en sus casas.
“Este modelo responde directamente a los compromisos ambientales discutidos recientemente en la ciudad, especialmente en lo concerniente al cuidado de la biodiversidad. Para esto, desde la Secretaría de Educación, hemos construido un ecosistema de colaboración interinstitucional que amplifica el impacto de nuestras iniciativas educativas ambientales, particularmente en el desarrollo de huertas escolares. Un aliado fundamental ha sido el DAGMA, organismo público de la Administración Distrital, que nos ha permitido establecer conexiones con organizaciones internacionales de gran prestigio como la WWF Colombia quienes han capacitado a estudiantes de más de 30 instituciones educativas en prácticas agroecológicas y sostenibilidad ambiental”, cuenta la secretaria.
Explica que, además, la red de apoyo se ha expandido significativamente gracias a iniciativas como Compromiso Valle, una plataforma que reúne a empresarios locales comprometidos con el desarrollo social y ambiental, quienes han potenciado el esquema de huertas escolares
“Hemos buscado apoyar estos proyectos a través de eventos como la Ciudad Educativa y el Foro Educativo Distrital, para visibilizar el trabajo transformador de nuestras comunidades educativas. Estos espacios no solo han permitido compartir experiencias y reconocer innovaciones, sino que también han servido como fuente de inspiración para instituciones que inician proyectos agroecológicos, al tiempo que resaltan el potencial de nuestros estudiantes como agentes de cambio ambiental. Lo más significativo es la conciencia y compromiso que hemos observado en nuestros jóvenes. No son receptores pasivos de información sobre cambio climático y biodiversidad, sino protagonistas activos que proponen, diseñan e implementan soluciones. Su capacidad para articular conocimiento técnico con sensibilidad ambiental es realmente esperanzadora”, sostiene Aguilar.
Siendo fundamental este proyecto para la educación, la funcionaria agregó que para asegurar la sostenibilidad de las huertas estudiantiles a lo largo del tiempo, se ha priorizado la vinculación activa de los maestros en las instituciones educativas. Esto se debe a que contar con su liderazgo, junto con el compromiso de los directivos, resulta fundamental para impulsar y consolidar este tipo de proyectos.
Otro aspecto fundamental es seguir consolidando alianzas público-privadas. Estas colaboraciones no solo brindan apoyo técnico y conocimientos especializados, sino que también fortalecen el sentido de pertenencia y apropiación entre estudiantes, comunidades, familias, docentes, vecinos, ediles y líderes del sector educativo. Este enfoque integral fomenta un compromiso colectivo que asegura la sostenibilidad y el impacto positivo de las iniciativas a largo plazo.
Futuro de las huertas escolares
Según la Secretaría, el objetivo a largo plazo es que estas huertas trasciendan las instituciones educativas y se extiendan a diversas comunidades y territorios. Además, se plantea integrar las huertas escolares al Programa de Alimentación Escolar, utilizando los productos cultivados en las mismas instituciones. Esta estrategia no solo fortalece las compras locales, sino que también sensibiliza a los estudiantes sobre el origen, el valor y la importancia de una alimentación sostenible.
“Planeamos que estas huertas se unan a la meta que tiene la ciudad de establecer 490 huertas, pues están son un modelo de intervención social que conecta directamente varios Objetivos de Desarrollo Sostenible. De hecho, se une a través del programa “Cali Hambre Cero”, la cual busca combatir la inseguridad alimentaria. Además, las huertas también educan a los estudiantes sobre agricultura sostenible, alimentación y medio ambiente, generando un impacto directo en la reducción de la pobreza y la promoción de una educación de calidad”, dice Aguilar.
Agrego que, además, se proyecta expandir el alcance del programa a un mayor número de instituciones, ya que, más allá de su enfoque agrícola, las huertas se consolidan como una poderosa herramienta transformadora. Estas iniciativas generan oportunidades para los jóvenes, reducen brechas sociales y económicas, y promueven la equidad.
“Más allá de ser un proyecto educativo o agrícola, esta iniciativa representa un camino hacia la reconciliación y la paz en Colombia. Al crear espacios de trabajo colectivo, donde estudiantes, familias e instituciones colaboran, se está generando un modelo de transformación social que busca convertir a Cali en un territorio de encuentro, diálogo y reconstrucción. La apuesta es clara: usar la educación y proyectos como las huertas escolares como herramientas fundamentales para sembrar no solo alimentos, sino también esperanza, convivencia y posibilidades de un futuro más equitativo y reconciliado”, puntualiza.
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