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El Bronx Distrito Creativo (BDC), en Bogotá, liderado por la Fundación Gilberto Alzate Avendaño (FUGA); representa un ejemplo de transformación urbana y social. Este proyecto ha convertido una zona anteriormente marginada y conflictiva en un centro de creatividad, cultura y desarrollo comunitario, en el que uno de sus proyectos destacados ha sido una huerta comunitaria. Este espacio verde no solo simboliza el renacimiento del área, sino que también proporciona beneficios tangibles a la comunidad, ofreciendo alimentos frescos y saludables, y fomentando la cohesión social.
Pero antes de hablar de la huerta, es importante comprender el proyecto “Esquina Redonda”, un co-laboratorio de creación y memoria, que es parte fundamental del Bronx Distrito Creativo. Comenzó a mediados de 2019 gracias a una alianza entre la FUGA, el Museo Nacional de Colombia, el IDIPRON y el IDPC, como una respuesta a las necesidades planteadas por la comunidad durante las primeras conversaciones sobre la construcción del Distrito Creativo. Este proyecto cultural y social está dirigido a personas en situación de alta vulnerabilidad, y se enfoca en la reducción de riesgos y daños, además de la reconstrucción de las historias del Voto Nacional y el centro de Bogotá.
“La comunidad expresó su deseo de contar con un espacio propio, lo que condujo a la preservación de la única casa que quedó en pie tras las demoliciones en el área, por eso se llama esquina redonda, pues se debe a la fachada de la casa y su ubicación en el barrio.s Hoy en día, este edificio se ha convertido en el centro del proyecto, actuando como un espacio multifuncional que servirá como centro de escucha, museo y laboratorio. A diferencia de otras zonas del Distrito Creativo, enfocadas principalmente en las industrias creativas, La Esquina Redonda está diseñada para servir como un espacio comunitario, en tres talleres: “Tejiendo el Bronx”, que enseña a reciclar ropa con técnicas creativas para que personas vulnerables generen ingresos; “Sembrando Memorias”, que promueve la seguridad alimentaria y el cultivo urbano para mejorar la salud y la cohesión social; y “Cre-activando Territorios”, que involucra a los vecinos en la creación de museografía comunitaria para reconstruir la historia local”, explica Susana Fergusson, coordinadora comunitaria de La Esquina Redonda.
Según Jimena Castillo, otra de las coordinadoras de La Esquina Redonda, la cual es responsable de establecer relaciones interinstitucionales tanto a nivel distrital como nacional, para hablar del espacio comunitario es clave entender lo que “La L” significó para la comunidad.
“El área anteriormente conocida como ‘La L’ tenía una realidad mucho más compleja que la percepción común de ser solo un espacio vinculado al microtráfico, el crimen y la violencia. A través de un proceso de investigación y acercamiento a la comunidad, descubrimos que también era un refugio para familias desplazadas por la violencia. Muchas de estas familias, sin recursos ni documentación, encontraron en los edificios de la zona un hogar donde podían establecerse. Incluso llegamos a encontrar un jardín infantil organizado por la misma comunidad para cuidar a sus hijos y también encontramos festivales urbanos en pro de la comunidad” , señala Castillo.
Este proceso de conocer más el lugar fue un ejercicio de investigación- acción, diseñado para recopilar y preservar las memorias colectivas del área, llevado a cabo en colaboración con un grupo de jóvenes que habían habitado en la zona. El objetivo principal era reconstruir la memoria de la vida en “La L”, explorando aspectos que iban más allá del contexto histórico.
Durante estas visitas al terreno pudieron ver otra cosa impactante: la naturaleza había comenzado a recuperar el espacio abandonado. Entre los escombros y las grietas, habían brotado numerosas plantas ruderales, es decir, aquellas que crecen espontáneamente en áreas urbanas degradadas. Lo más sorprendente fue que la mayoría de estas plantas resultaron ser medicinales, un hallazgo que dio un giro inesperado al proyecto.
“Este descubrimiento llevó al nacimiento de la huerta comunitaria. El primer paso fue clasificar las hierbas ruderales que habían colonizado el espacio. Entre las plantas identificadas se encontró el diente de león, conocido por sus propiedades depurativas; el cardo mariano, apreciado por sus beneficios hepáticos; la suelda con suelda, utilizada habitualmente para tratar fracturas; y la ruda, una planta con diversas aplicaciones en la medicina tradicional”, explica Fergusson.
Agrega que para dar rigor científico a este trabajo de identificación y clasificación, se desarrolló una colaboración con el Museo Nacional. Juntos, crearon un herbario que documentaba la flora local. Además, se contó con la ayuda de las hierbateras de la Plaza Samper Mendoza quienes aportaron su conocimiento tradicional para la identificación y comprensión de los usos de estas plantas.
El resultado de este esfuerzo conjunto fue una exposición que se montó en dos sedes: una parte en La Esquina Redonda y otra en el Museo Nacional. Esta iniciativa no solo permitió rescatar y valorizar el conocimiento botánico local, sino que también creó un puente entre la comunidad y una institución cultural. Los visitantes de la exposición en el Museo Nacional eran invitados a visitar La Esquina Redonda para ver las plantas vivas, mientras que quienes llegaban a La Esquina Redonda eran animados a completar su experiencia visitando la exposición en el museo. De esta manera, la huerta se convirtió en un elemento vivo que conectaba el pasado con el presente, la naturaleza con la cultura, y la comunidad local con el público general, dando un nuevo significado al concepto de regeneración urbana.
“El Jardín Botánico ha sido un gran aliado, pues nos dio los primeros impulsos para poder generar la huerta. Cuando buscamos su colaboración nos dijeron que nos daban una donación de muchos materiales y después nos dieron la misión de sostenerla nosotros mismos y eso es lo que hemos hecho. El Jardín Botánico nos ha ayudado en distintos momentos para que esta huerta pueda ser una realidad, pero digamos que quien la sostiene, quien le da amor, es la comunidad, es el trabajo del equipo de Esquina Redonda. Si hablamos de una reconstrucción del territorio, no podemos pensar solo en los humanos, sino también en la reconstrucción del espacio físico, de los otros seres vivientes y sintientes, que son la naturaleza, la fauna y la flora”, dice Castillo.
En este espacio se han cultivado una variedad de plantas tanto medicinales, como aromáticas, flores y verduras. Según Fergusson, la primera iniciativa de cultivo y multiplicación que se implementó fue la de las suculentas.
Posteriormente, el enfoque se amplió para abordar la reducción de los daños asociados al consumo. Así, comenzaron a trabajar con jóvenes consumidores, cultivando plantas de cannabis con el fin de educarlos sobre las distintas variedades y sus posibles usos medicinales, fomentando un consumo responsable y consciente. Aquí los jóvenes se les enseña a considerar aspectos clave como el entorno y el contexto en el que consumen, además de las diferencias entre las variedades, ayudándoles a gestionar su consumo de manera más informada.
Agrega, además, que este espacio ha sido satisfactorio porque con la implementación de la practica de reducción de daños, a muchos habitantes de calle se les ofrece un espacio para bañarse o para otras actividades a cambio de algún trabajo manual en la huerta, lo que ha resultado muy positivo tanto para ayudarlos como para el mantenimiento del área.
Los desafíos que han enfrentado
“Toca admitir algo y es que la huerta es un proyecto desafiante, pues cultivar sin fumigantes es más complejo de lo que parece, pero contamos con el apoyo de un ingeniero agrícola que nos ayuda en gran medida. Actualmente, debido al racionamiento de agua, la huerta está un poco descuidada. Sin embargo, mantenemos cultivos resistentes como tomate y tomillo. También tenemos coles que usamos para alimentar las lombrices en nuestro sistema de compostaje, de hecho aprovechamos los residuos de nuestros almuerzos comunitarios diarios para este propósito”, dice Fergusson.
Sin embargo, señala que han enfrentado diversas dificultades. Los invernaderos se han derrumbado en varias ocasiones debido a fuertes vientos, y la falta de presupuesto ha hecho más difícil mantener todo en orden. También han surgido problemas relacionados con el acceso al agua y la calidad del suelo, pues por ejemplo uno de los proyectos, llamado “Suelda con suelda” que tenían, inspirado en la planta medicinal utilizada para sanar fracturas óseas, se vio afectado por la baja calidad del suelo.
““Este espacio se sostiene gracias al liderazgo de la Fundación Gilberto Alzate Avendaño (FUGA), que ha sido clave en su desarrollo. Además, contamos con el valioso apoyo de una red de voluntarios comprometidos y la colaboración de la comunidad, que contribuye con materiales esenciales para los diferentes procesos. Por ejemplo, en un terreno como este, donde el subsuelo está lleno de escombros y cemento, necesitamos tierra de buena calidad y abonada, lo que representa un costo considerable. Queremos hacer una invitación a quienes puedan apoyarnos, especialmente personas con experiencia en agroecología, para donaciones de semillas de buena calidad y otros insumos, así como orientación para combatir plagas como gusanos, babosas y caracoles que afectan los cultivos”, dice la experta.
Por su parte, Castillo menciona que uno de los mayores retos que también han tenido es el de lograr legitimidad en el territorio y generar confianza con los vecinos, ya que muchos están escépticos respecto a las intervenciones del distrito, pensando que no tendrán continuidad o que no serán incluidos en los proyectos.
“Sin embargo, el Bronx Distrito Creativo se ha enfocado en integrar las vocaciones locales, los oficios y las manifestaciones culturales del territorio, demostrando con el tiempo su compromiso comunitario. Por ello, a pesar de la dificultad inicial, creemos que luego de años trabajando con ellos, manteniendo diálogos continuos y abiertos con la comunidad, hemos logrado mostrando nuestra permanencia y dedicación”, dice Castillo.
Castillo añade que actualmente enfrentan el reto de trasladarse a otro espacio dentro del Distrito Creativo, ya que a principios de 2025 comenzará la restauración de la casa que quedó en pie, la cual será la sede del nuevo espacio comunitario. No obstante, según la experta, esta nueva ubicación supone una oportunidad unica, ya que al reubicarse o intervenir en otros lugares de la “L”, podrán conectarse con más miembros de la comunidad, explorar nuevas áreas del entorno y ampliar su impacto.
“Nosotros vamos más allá de la huerta, todo este proyecto, que llamamos “Sembrando Memoria”, abarca la reconstrucción de la memoria natural y vegetal del territorio así que está diseñados para ser móvil y adaptable. Me gusta pensar en nuestras raíces como aquellas plantas, que no se anclan permanentemente en la tierra, sino que se mueven libremente”, dice Castillo.
Fergusson concluye mencionando que este espacio continúa creciendo, y espera que se arraigue aún más en la comunidad, ya que cumple diversas funciones, especialmente en apoyo a los habitantes de la calle. Con la producción de la huerta, organizan sancochos con regularidad y ofrecen almuerzos todos los miércoles. Además, el proyecto “Esquina Redonda” se ha convertido en un punto clave para la conexión del barrio, brindando acceso a agua potable y ofreciendo un lugar de descanso para quienes están enfermos.
Asimismo, facilitan el acceso a servicios básicos como baños, y actúan como mediadores entre la población vulnerable y las instituciones, cumpliendo un rol de veeduría. Se aseguran de que los derechos de estas personas sean respetados, enfrentando situaciones de discriminación y negligencia y también trabajan en la educación y concientización tanto de la comunidad como de los habitantes de la calle, buscando reducir la estigmatización y mejorar.
“El jardín representa un renacimiento en un área que históricamente carecía de espacios verdes. Se ha convertido en un punto de interés para los transeúntes, quienes a menudo se detuvieron a observar y reflexionar. Para muchos, el jardín tiene un significado espiritual, actuando como un contrapeso a la energía negativa asociada con el pasado del lugar y que ahora renace con una nueva cara”, dice Fergusson.
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