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En “Los caballeros”, película de 2019 del director británico Guy Ritchie, un gangster trata de venderle a otro su vasta operación de cultivo y distribución de marihuana.
El comprador, al oír las maravillas que enuncia el vendedor (eficiencia, secretismo, ganancias fabulosas), pregunta en dónde se esconde este imperio del cultivo ilegal que, para todos sus milagros, ha logrado permanecer bajo el radar de las autoridades de incluso él, la competencia.
Después de acceder a una entrada subterránea en la mitad de la campiña inglesa, los personajes se hallan en una especie de búnker en donde crecen cientos (o acaso miles) de matas de saludables (y hasta bellas) plantas de marihuana. ¿Cómo cultivar bajo tierra? Bueno, parte de la respuesta (que no enuncia la película) es reside en la luz artificial.
De fondo, sí, es posible reemplazar los rayos del sol para mantener (y hasta para ver prosperar y florecer) a algunas plantas. No estamos dando consejos aquí de cómo empezar una operación de narcóticos. Pero el ejemplo de “Los caballeros” sirve para ilustrar un punto (sí, es una película de ficción, eso es claro): para ciertas situaciones, la luz artificial viene bien.
¿Prospera una planta bajo luz artificial?
La respuesta rápida a esta pregunta es sí. Pero también viene con una serie de corolarios. De forma general, el principal condicionamiento es que no todas las plantas crecerían en óptimas condiciones bajo un régimen exclusivo de luz artificial, pues, como es fácil de intuir, no todas las plantas tienen los mismos requerimientos de radiación solar y, claro, de temperatura.
Aquí hay que decir algo que quizá pueda sonar obvio, pero no por ello es menos importante: el sol aporta, claro, unas condiciones específicas de luz (ya hablaremos más en detalle de esto), pero también implica calor.
Cada planta tiene requerimientos de luz y, obvio, de temperatura. Por lo que la luz artificial puede ser una solución para la radiación necesaria para la fotosíntesis, pero quizá no lo sea en términos de temperatura.
Por esto es muy importante entender las necesidades de la planta antes de recurrir a la luz artificial. Como en muchas cosas en la vida: la solución de una planta puede no aplicar para otras, una talla no le sirve a todas, por decirlo de alguna forma.
Ahora bien, otra de las preguntas claves en esta discusión es ¿para qué se necesitaría luz artificial?
Lejos de los cultivos ilegales, la luz artificial puede ayudar si tiene una planta en un lugar que sobrepasa la palabra sombreado para ubicarse en terrenos de términos como penumbra y oscuro.
Claro, hay plantas que se adaptan mucho mejor a lugares “oscuros”, pero de fondo lo que esto quiere decir es que necesitan menos luz que muchas otras especies, pero igual requieren este componente para sobrevivir y, claro, prosperar.
La luz artificial se usa, por ejemplo, en ciertos lugares cerrados, como consultorios u oficinas, en donde aún se quiere, o se necesita, el toque de vida único que trae una planta, pero no se cuenta con la facilidad de una ventana cercana que traiga sol.
¿Qué tipo de luz requieren las plantas?
Lo primero que hay que decir acá es que no todo tipo de lámparas o tecnologías son adecuadas para las plantas. ¿Por qué? Por una variedad de razones, pero principalmente porque las plantas requieren un tipo de luz específica.
La luz del día que vemos a diario, la luz normal si se quiere, viene con una serie de componentes que no se distinguen a simple vista, pero que pueden ser observables a través de un prisma, por ejemplo.
Mejor aún, piense en un arcoiris: la gama de colores que se ve en este efecto es una suerte de disección de los componentes de la luz que identificamos normal o blanca en nuestra vida diaria. Las plantas aprovechan, principalmente, dos de esos colores.
Específicamente, las plantas se aprovechan de unos pedazos específicos del espectro que trae la luz normal, por ponerlo de una forma. Esto, puesto en términos de luz artificial, significa que la luz de unos colores es la que realmente beneficia a las plantas. Específicamente el azul, el rojo y el llamado “rojo largo” (denominado así, pues sucede en una parte extra del espectro de la luz visible, sin ponernos muy técnicos).
Es muy común encontrar en el mercado o en tiendas especializadas luces para jardinería, que justamente ponen en marcha estos principios y ofrecen luz azul, roja y en el espectro largo de este último color. Y combinan estos colores en un solo producto.
Por lo general, estas luces vienen en tecnología LED por una serie de factores. Primero, son de bajo consumo, lo que es importante si es una luz que va a estar prendida de forma continua 8 o más horas. Y, segundo, la calidad e intensidad de la luz es mejor, lo que permite que también sea más óptima para las plantas.
El efecto se puede lograr con otras tecnologías (luces halógenas, lámparas fluorescentes o bombillos incandescentes), pero por su amplia difusión y formas en la bombilla y en la lámpara en general, el LED suele ser la opción más popular (y recomendada por algunos, incluso).
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