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La propuesta del Museo Colonial que educa a través de las huertas

La huerta del Museo Colonial promueve la autonomía alimentaria y la comunidad, al ofrecer talleres para involucrar a visitantes en el cultivo urbano.

Leidy Barbosa
22 de octubre de 2024 - 04:00 p. m.
El Museo Colonial, ubicado en el centro histórico de Bogotá, es una institución dedicada a la preservación y divulgación del patrimonio cultural de la época colonial en Colombia.
El Museo Colonial, ubicado en el centro histórico de Bogotá, es una institución dedicada a la preservación y divulgación del patrimonio cultural de la época colonial en Colombia.
Foto: Museo Colonial

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En el Museo Colonial, ubicado en el centro de Bogotá, la huerta va más allá de ser un simple espacio de cultivo, busca convertirse en un motor para la construcción de comunidad, fortaleciendo los lazos sociales y promoviendo el desarrollo colectivo. Esto se debe a que este entorno verde no solo fomenta el aprendizaje práctico, sino que también se ha convertido en un punto de encuentro para sensibilizar a la comunidad sobre la importancia de la autonomía alimentaria y la seguridad nutricional, al tiempo que subraya la necesidad de enfrentar los efectos del cambio climático.

“Los orígenes de la huerta del Museo Colonial se remontan aproximadamente al año 2004, cuando el Jardín Botánico de Bogotá decidió impulsar un proyecto para incentivar el desarrollo de huertas urbanas en el centro histórico de la Candelaria. Dado que los museos cuentan con espacios más amplios y la mayoría pertenece a la Candelaria, los cuales están ubicados en antiguas casas coloniales, se incluyeron estas instituciones dentro de la iniciativa”, cuenta Daniela Perdomo Ramos, historiadora y quien hace parte del área educativa del Museo colonial y Santa Clara.

Para entender la relevancia de la huerta, es fundamental conocer la historia del Museo Colonial. Inaugurado el 6 de agosto de 1942, el museo se encuentra en la antigua Casa de las Aulas, un edificio del siglo XVII que originalmente albergó el Colegio Máximo de la Compañía de Jesús. Este emblemático inmueble, diseñado por el arquitecto jesuita Juan Bautista Coluccini, ha sido testigo de momentos clave en la historia de Colombia, como sesiones del Congreso, la posesión de Antonio Nariño como presidente, y el estreno del himno nacional.

La experta señala que algo interesante de este espacio, es que la casa anteriormente pertenecía a los jesuitas, los cuales usaban el espacio como un complejo educativo. Aquí ellos poseían una huerta, probablemente ubicada en la esquina suroriental del actual museo.

“Si bien no se puede afirmar con certeza que es el mismo espacio, se sabe que sus predecesores contaban con un área destinada a la horticultura. Por ello, el Museo Colonial, en colaboración con el Jardín Botánico, está comprometido en revitalizar y potenciar este espacio verde, con el propósito de involucrar a los visitantes y al público en general en temas relacionados con las huertas urbanas y la soberanía alimentaria”, señala Perdomo.

El Museo ofrece a sus visitantes una visión del arte y la historia colonial colombiana, abarcando los siglos XVI, XVII y XVIII. Las colecciones del museo se formaron inicialmente a partir de piezas provenientes de colecciones privadas de la alta sociedad bogotana, muchas de las cuales fueron resultado del proceso de desamortización de bienes eclesiásticos iniciado en 1861. Sin embargo, actualmente, el museo alberga cerca de 2,000 piezas que incluyen pinturas de caballete, esculturas, mobiliario, objetos de platería, textiles, grabados, impresos y manuscritos. De hecho, se destaca particularmente su amplia colección de obras del pintor colonial neogranadino Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos.

Perdomo cuenta que, si se busca más allá de la época colonial, la historia de este espacio, este espacio está conectado incluso con las comunidades prehispánicas que ocupaban esta zona, pues estos también tenían sus propios espacios de cultivo ahí. De ahí la importancia de esta integración entre la huerta y la colección del museo, pues más allá de ser un espacio para preservar piezas del pasado colonial, el Museo también invita a conocer ese legado patrimonial relacionado con la naturaleza.

“El Museo Colonial busca rescatar ese saber ancestral desde una perspectiva patrimonial, recordando que el ser humano a lo largo de la historia ha necesitado de la naturaleza para existir, curarse y tener una mejor calidad de vida. Es un conocimiento que las nuevas generaciones pueden y deben acceder a través de este espacio”, subraya.

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¿Cuál es la función de la huerta del museo?

“Desde el punto de vista del Museo Colonial, es fundamental que el centro histórico mantenga y reactive sus propios espacios verdes de cultivo. Estas huertas urbanas cumplen un papel esencial en la purificación del ambiente y el aire, brindando beneficios tangibles a la comunidad. Además, con los talleres y actividades que hemos desarrollado en los últimos años, hemos notado que estos temas han recibido una gran acogida, especialmente entre los jóvenes y los niños, quienes se han mostrado cada vez más interesados en aprender sobre el cultivo de plantas y el establecimiento de huertas en sus propios hogares”, afirma la experta.

Resalta que estos procesos de reactivación de las huertas urbanas no surgen únicamente desde la institución museística, sino que responden a una demanda y a una iniciativa de la propia comunidad, pues son los mismos habitantes del sector quienes han luchado por mantener estos espacios verdes, evitando que se conviertan en meras áreas de cemento. En el centro histórico, donde habitan muchos jóvenes se ha logrado que este proyecto de huertas no desfallezca, pues estos se están apropiando de este valioso patrimonio natural, entendiendo que el concepto de patrimonio va más allá de los objetos físicos, sino que también abarca los elementos naturales.

“En respuesta a este contexto de activación, el Museo Colonial ha implementado talleres de huerta especialmente diseñados para personas con diferentes capacidades. Se ha observado que chicos y chicas con baja visión, ceguera, autismo u otras condiciones emocionales se conectan de manera profunda con las experiencias en la huerta, de una forma mucho más significativa que en recorridos tradicionales donde un mediador relata historias. En sí, lo que buscamos es que el Museo Colonial se convierta en un lugar que acoge y celebra la diversidad, donde los saberes ancestrales sobre la naturaleza puedan ser redescubiertos y revalorados por las nuevas generaciones”, puntualiza.

En esta huerta se puede apreciar una diversidad de cultivos distribuidos en aproximadamente seis o siete camas de siembra. Además, se destaca un árbol de papayuela y plantas de lulo. Esta amplitud en el espacio, ha permitido que hayan logrado cultivar una amplia variedad de hortalizas y vegetales, como acelga, brócoli, judías, chubas y papa. También han experimentado con el cultivo de tomates cherry, pimentones de distintos colores, fresas, y un abundante número de suculentas y terrarios que han prosperado. Incluso, en el jardín frente al museo, cuentan con un cerezo cuyos frutos recolectan para evitar el desperdicio y aprovechar al máximo la producción.

Por otro lado, han cultivado lechuga, tanto la crespa como la romana, coliflores, acelgas, papas, cubios. Y adicionalmente, cuentan con una diversidad de plantas aromáticas, como limonaria, hierbabuena, romero y ruda.

“Además de las hortalizas y plantas aromáticas, en la huerta del Museo Colonial también han cultivado maíz, como parte de una investigación realizada desde el área de curaduría. Esta iniciativa buscaba comprender si los jesuitas, antiguos propietarios del inmueble, también contaban con áreas destinadas al cultivo de este importante alimento. De hecho, el equipo del museo ha intentado fomentar el cultivo del maíz, entendiendo que este producto forma parte fundamental de nuestra dieta y tradiciones, como en el caso de la chicha. De esta manera, han buscado valorizar y revitalizar el uso de alimentos propios del territorio, como la papa, la lechuga y los cubios”, menciona la experta.

Resalta que en cuanto a las actividades, además, ofrecen talleres para niños, los cuales están enfocados en el origen de los alimentos que consumimos. Aquí se busca que los participantes se pregunten de dónde provienen los productos que habitualmente ingieren, y comprendan todo el esfuerzo y cuidado que implica el trabajo de los campesinos que llevan los alimentos a nuestras mesas.

Otras actividades en torno a la huerta son las que se realizan de manera mensual, en donde buscan mantener al espacio constantemente activado. Estos talleres están entrelazados con las etapas de cultivo, por lo que en cada mes se puede abordar temáticas diferentes como por ejemplo, aprender sobre la creación de semilleros y el cultivo en casa, en otro momento, hablar sobre el uso de plaguicidas naturales y cómo combatir las plagas sin recurrir a productos químicos o includo la creación de terrarios.

No obstante, a pesar de ser una huerta tradicional del centro, han enfrentado diversas dificultades. Uno de los principales retos ha sido el mantenimiento, pues si bien al inicio recibieron el apoyo del Jardín Botánico, mantener la huerta después de eso ha sido un reto, esto se debe en parte a la falta de personal dedicado al espacio. La experta explica que cuando el equipo del museo se concentra en la organización de exposiciones temporales, la atención a la huerta suele descuidarse. Esto ha generado inconvenientes, como la pérdida de algunos cultivos.

Otro desafío importante ha sido el financiamiento, ya que la venta interna de los excedentes de la huerta, si bien ha generado algunos recursos para su mantenimiento, no ha sido suficiente para cubrir todas las necesidades. Esto ha dificultado la adquisición de nuevas semillas, la expansión de las camas de cultivo y el adecuado mantenimiento de la compostera. De hecho, en una ocasión, enfrentaron una plaga de mosquitos que puso en riesgo las piezas en reserva del museo, obligando a una intervención urgente para estabilizar la compostera, por lo que también la necesidad de capacitación del equipo se ha hecho fundamental para mantener el espacio.

A pesar de esto, el museo ha encontrado soluciones creativas, reutilizando materiales de exposiciones temporales, como madera y plásticos, para construir nuevas camas de cultivo y elementos de la huerta. Esto no solo ha ayudado a resolver las necesidades de la huerta, sino que también ha contribuido a la sostenibilidad al reducir la generación de desechos. Sin embargo, si alguna persona o institución cuenta con materiales que puedan ser donados para fortalecer la huerta del Museo Colonial, pueden ponerse en contacto directamente con el área educativa a través del correo electrónico museocolonial@mincultura.gob.com. A través de este canal, se podrá iniciar el proceso de donación y coordinar la entrega de los recursos. Estas contribuciones serían de gran ayuda para garantizar la sostenibilidad de la huerta a largo plazo.

“Me gustaría dejarle a las personas el mensaje de que vengan y nos visiten, especialmente la huerta. Y es que muchas veces, las personas tienen la percepción de que los museos son lugares aburridos, solamente para hacer tareas o escuchar recorridos poco interesantes. Sin embargo, los museos, incluyendo el Museo Colonial, cuentan con una amplia oferta educativa y cultural que vale la pena descubrir. Justamente, los talleres y actividades relacionadas con las huertas urbanas son una excelente oportunidad para acercarse a estos espacios y aprender mucho más”, finaliza.

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Leidy Barbosa

Por Leidy Barbosa

Periodista de la Universidad Externado de Colombia, con énfasis en la producción audiovisual y en animación digital. Apasionada por temas medioambientales y sociales.@leidyramirezbLbarbosa@elespectador.com

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