Las estrategias con las que Cortolima apoya la instalación de huertas
Este proyecto busca garantizar la seguridad alimentaria y promover prácticas sostenibles mediante la implementación de huertas urbanas y comunitarias, apoyando a las familias con insumos, formación y asistencia técnica.
Leidy Barbosa
Las huertas urbanas se han consolidado como un pilar clave en la agricultura moderna de las ciudades, ofreciendo una solución para construir sistemas agroalimentarios sostenibles y accesibles. Estos espacios no solo refuerzan la seguridad alimentaria, sino que también impulsan la cohesión social, convirtiéndose en centros de comunidad. Un ejemplo de ello se encuentra en el departamento del Tolima, donde la Corporación Autónoma Regional Cortolima ha implementado una iniciativa para empoderar a familias locales a desarrollar proyectos agrícolas en espacios urbanos limitados.
Este proyecto impulsa la creación de huertas caseras para garantizar la seguridad alimentaria y promover prácticas sostenibles que fortalezcan el tejido social en las comunidades beneficiadas. Para lograr esto se brinda apoyo en insumos, construcción del espacio y asistencia técnica continua, buscando establecer una gestión agrícola responsable y beneficiosa para el medio ambiente. Adicionalmente, se incluye talleres prácticos de transferencia de tecnología en agroecología, cambio climático y seguridad alimentaria.
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“El proyecto que desarrollamos, llamado ‘Produce sano, cultiva vida’, se centra en la seguridad alimentaria a través de iniciativas de agroecología. Su objetivo principal es combatir el hambre y fomentar un mundo libre de esta problemática, mientras se promueven prácticas de consumo y producción sostenibles, contribuyendo así a la erradicación de la pobreza, especialmente en zonas rurales que enfrentan mayores desafíos y vulnerabilidades. Para lograrlo, las huertas que entregamos incluyen un kit de herramientas, talleres de educación ambiental, acompañamiento técnico, insumos para la construcción de la huerta y semillas. Durante el proceso, enseñamos a los beneficiarios a prescindir de agroquímicos, impulsando una producción sostenible, limpia y saludable”, explicó Olga Lucía Alfonso Lannini en entrevista con El Espectador.
Señala que en todos los proyectos, el componente de educación ambiental es fundamental. Esto se debe a que buscan la apropiación social del conocimiento y una de conciencia ambiental más amplia, para que las comunidades comprendan que existen formas de producción más limpias y amigables con el entorno, sin afectar los recursos naturales a su alrededor. Además, buscan que las comunidades produzcan sus propias semillas y continúen con el proceso de forma independiente, gracias al conocimiento adquirido y las herramientas proporcionadas.
Para realizar esto, en cada huerta, se fomenta el uso y reciclaje de materiales para la siembra, como envases reutilizados, y se introducen prácticas agroecológicas como la preparación de acondicionadores de suelos. Por otro lado, a cada huerta se le entrega un kit de microorganismos eficientes (EM), trampas para control de insectos y se capacita en la elaboración de bioabonos como compost, caldo Boldeles y purín Ajidol. También se distribuyen semillas de cultivos adaptados al clima local, tales como tomate, lechuga, cilantro, pimentón, pepino, maíz, cebollín, remolacha y plantas aromáticas.
“Estos sistemas productivos, como los huertos circulares, están diseñados para generar su propia fertilidad, reducir el consumo de agua y retener humedad, optimizando así los recursos naturales. Además, los huertos ayudan a diversificar el uso de especies y a mejorar la productividad mediante un manejo eficiente del suelo y la mano de obra comunitaria. Su implementación facilita el acceso continuo a alimentos y permite que tanto familias como comunidades se apropien de técnicas sostenibles y de bajo costo, asegurando una fuente alimentaria confiable y accesible”, señaló la directora.
En cuanto a las especies cultivadas, se selecciona aquellas que se adaptan mejor a las condiciones físicas y climáticas de cada huerta. Por lo tanto, se cultivan cilantro, lechuga, zanahoria, tomates, ajíes, entre otros, dependiendo del entorno local. Además, según la directora, este proyecto ayuda a la conservación del medio ambiente, debido a que se evita la expansión de la frontera agrícola, que usualmente implica la tala de bosques y acelera los procesos de deforestación. De este modo, el proyecto protege las especies nativas presentes en los bosques, fomentando una producción sostenible y responsable de alimentos.
¿Cómo realizan la entrega de estos apoyos?
Según la directora, Cortolima se mantiene en contacto permanente con las comunidades del territorio. En sus recorridos, realizan audiencias públicas y encuentros donde escuchan las necesidades de las personas, revisan los conflictos ambientales y evalúan sus prioridades. Como uno de sus objetivos principales es fomentar transformaciones productivas hacia prácticas limpias, seleccionan a los beneficiarios durante estas visitas, priorizando a las comunidades que lo necesitan, siempre considerando que es esencial que las personas tengan el deseo de cultivar la huerta, ya que requiere esfuerzo y compromiso.
“En el municipio de Melgar, entregamos huertas a varias familias, y nos hemos dado cuenta lo importante de estas acciones debido a que un adulto mayor se nos acercó y nos contó que encontró en el cuidado de su huerta una nueva motivación. Y es que cuidar la huerta no solo le brindó seguridad alimentaria, sino que le dio un propósito y mejoró su bienestar anímico, al cultivar sus propios tomates y lechugas. Esto demuestra que el beneficio de estas huertas va más allá de lo alimentario; también tiene un impacto social y emocional”, subrayó Alfonso.
Hasta la fecha, el proyecto de Cortolima ha entregado aproximadamente 4,000 huertas familiares y tiene como meta beneficiar a al menos 5,000 familias con sus iniciativas de seguridad alimentaria. Estas huertas se han implementado en diversos municipios, como Alpujarra, Alvarado, Anzoátegui, Cajamarca, Chaparral Sur, Espinal y Falán. Esto ha sido posible gracias al presupuesto asignado en su plan de acción cuatrienal, que incluye objetivos claros para promover la seguridad alimentaria, el consumo responsable y la producción limpia.
“Estos recursos nos permiten desarrollar el proyecto, pero también hemos realizado convenios y colaboraciones con la Gobernación del Tolima, lo que ha sido fundamental para llevar a cabo este y otros proyectos. Trabajamos de manera coordinada con la gobernadora del departamento, la doctora Adriana Magali Matiz, y este proyecto es uno de los que hemos articulado juntos. Además, algunos alcaldes han aportado recursos, y hemos gestionado proyectos de regalías, asignados en su mayoría a la Gobernación del Tolima, que incluyen una línea dedicada a la soberanía y seguridad alimentaria. Esto muestra la colaboración activa con diferentes entidades”, aseguró.
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Sin embargo, a pesar de la colaboración existente, persiste una problemática relacionada con la visita a las comunidades y es que en algunas zonas rurales del departamento, especialmente en áreas remotas, las vías terciarias representan un obstáculo, ya que hay lugares a los que se tarda entre 6 y 7 horas en llegar, lo que dificulta la logística y el seguimiento técnico, algo fundamental en el proyecto que requiere visitas periódicas, lo que implica un esfuerzo considerable por parte de esta autoridad ambiental.
Otro desafío es la disposición del usuario y el espacio que está dispuesto a destinar para la huerta, esto se debe a que aunque muchas personas necesitan las huertas, en ocasiones el espacio disponible no es adecuado. Sin embargo, la Corporación ha comenzado a desarrollar huertas comunitarias, donde varias familias trabajan juntas en la siembra y el cuidado de los cultivos para hacerle frente a esto.
“Es fundamental apoyar y prestar atención a proyectos como este, ya que, según diversos estudios, uno de los mayores desafíos a nivel mundial y en Colombia será la producción de alimentos y la seguridad alimentaria. Dicho esto, iniciativas como esta buscan garantizar dicha seguridad, empoderando a las familias para que produzcan sus propios alimentos. Además, incorporan un componente esencial de conocimiento y conciencia ambiental, que resulta clave para el éxito del proyecto. Todo ello también facilita el tránsito hacia un modelo de producción más limpio, sostenible y respetuoso con el medio ambiente”, finalizo Alfonso.
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Las huertas urbanas se han consolidado como un pilar clave en la agricultura moderna de las ciudades, ofreciendo una solución para construir sistemas agroalimentarios sostenibles y accesibles. Estos espacios no solo refuerzan la seguridad alimentaria, sino que también impulsan la cohesión social, convirtiéndose en centros de comunidad. Un ejemplo de ello se encuentra en el departamento del Tolima, donde la Corporación Autónoma Regional Cortolima ha implementado una iniciativa para empoderar a familias locales a desarrollar proyectos agrícolas en espacios urbanos limitados.
Este proyecto impulsa la creación de huertas caseras para garantizar la seguridad alimentaria y promover prácticas sostenibles que fortalezcan el tejido social en las comunidades beneficiadas. Para lograr esto se brinda apoyo en insumos, construcción del espacio y asistencia técnica continua, buscando establecer una gestión agrícola responsable y beneficiosa para el medio ambiente. Adicionalmente, se incluye talleres prácticos de transferencia de tecnología en agroecología, cambio climático y seguridad alimentaria.
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“El proyecto que desarrollamos, llamado ‘Produce sano, cultiva vida’, se centra en la seguridad alimentaria a través de iniciativas de agroecología. Su objetivo principal es combatir el hambre y fomentar un mundo libre de esta problemática, mientras se promueven prácticas de consumo y producción sostenibles, contribuyendo así a la erradicación de la pobreza, especialmente en zonas rurales que enfrentan mayores desafíos y vulnerabilidades. Para lograrlo, las huertas que entregamos incluyen un kit de herramientas, talleres de educación ambiental, acompañamiento técnico, insumos para la construcción de la huerta y semillas. Durante el proceso, enseñamos a los beneficiarios a prescindir de agroquímicos, impulsando una producción sostenible, limpia y saludable”, explicó Olga Lucía Alfonso Lannini en entrevista con El Espectador.
Señala que en todos los proyectos, el componente de educación ambiental es fundamental. Esto se debe a que buscan la apropiación social del conocimiento y una de conciencia ambiental más amplia, para que las comunidades comprendan que existen formas de producción más limpias y amigables con el entorno, sin afectar los recursos naturales a su alrededor. Además, buscan que las comunidades produzcan sus propias semillas y continúen con el proceso de forma independiente, gracias al conocimiento adquirido y las herramientas proporcionadas.
Para realizar esto, en cada huerta, se fomenta el uso y reciclaje de materiales para la siembra, como envases reutilizados, y se introducen prácticas agroecológicas como la preparación de acondicionadores de suelos. Por otro lado, a cada huerta se le entrega un kit de microorganismos eficientes (EM), trampas para control de insectos y se capacita en la elaboración de bioabonos como compost, caldo Boldeles y purín Ajidol. También se distribuyen semillas de cultivos adaptados al clima local, tales como tomate, lechuga, cilantro, pimentón, pepino, maíz, cebollín, remolacha y plantas aromáticas.
“Estos sistemas productivos, como los huertos circulares, están diseñados para generar su propia fertilidad, reducir el consumo de agua y retener humedad, optimizando así los recursos naturales. Además, los huertos ayudan a diversificar el uso de especies y a mejorar la productividad mediante un manejo eficiente del suelo y la mano de obra comunitaria. Su implementación facilita el acceso continuo a alimentos y permite que tanto familias como comunidades se apropien de técnicas sostenibles y de bajo costo, asegurando una fuente alimentaria confiable y accesible”, señaló la directora.
En cuanto a las especies cultivadas, se selecciona aquellas que se adaptan mejor a las condiciones físicas y climáticas de cada huerta. Por lo tanto, se cultivan cilantro, lechuga, zanahoria, tomates, ajíes, entre otros, dependiendo del entorno local. Además, según la directora, este proyecto ayuda a la conservación del medio ambiente, debido a que se evita la expansión de la frontera agrícola, que usualmente implica la tala de bosques y acelera los procesos de deforestación. De este modo, el proyecto protege las especies nativas presentes en los bosques, fomentando una producción sostenible y responsable de alimentos.
¿Cómo realizan la entrega de estos apoyos?
Según la directora, Cortolima se mantiene en contacto permanente con las comunidades del territorio. En sus recorridos, realizan audiencias públicas y encuentros donde escuchan las necesidades de las personas, revisan los conflictos ambientales y evalúan sus prioridades. Como uno de sus objetivos principales es fomentar transformaciones productivas hacia prácticas limpias, seleccionan a los beneficiarios durante estas visitas, priorizando a las comunidades que lo necesitan, siempre considerando que es esencial que las personas tengan el deseo de cultivar la huerta, ya que requiere esfuerzo y compromiso.
“En el municipio de Melgar, entregamos huertas a varias familias, y nos hemos dado cuenta lo importante de estas acciones debido a que un adulto mayor se nos acercó y nos contó que encontró en el cuidado de su huerta una nueva motivación. Y es que cuidar la huerta no solo le brindó seguridad alimentaria, sino que le dio un propósito y mejoró su bienestar anímico, al cultivar sus propios tomates y lechugas. Esto demuestra que el beneficio de estas huertas va más allá de lo alimentario; también tiene un impacto social y emocional”, subrayó Alfonso.
Hasta la fecha, el proyecto de Cortolima ha entregado aproximadamente 4,000 huertas familiares y tiene como meta beneficiar a al menos 5,000 familias con sus iniciativas de seguridad alimentaria. Estas huertas se han implementado en diversos municipios, como Alpujarra, Alvarado, Anzoátegui, Cajamarca, Chaparral Sur, Espinal y Falán. Esto ha sido posible gracias al presupuesto asignado en su plan de acción cuatrienal, que incluye objetivos claros para promover la seguridad alimentaria, el consumo responsable y la producción limpia.
“Estos recursos nos permiten desarrollar el proyecto, pero también hemos realizado convenios y colaboraciones con la Gobernación del Tolima, lo que ha sido fundamental para llevar a cabo este y otros proyectos. Trabajamos de manera coordinada con la gobernadora del departamento, la doctora Adriana Magali Matiz, y este proyecto es uno de los que hemos articulado juntos. Además, algunos alcaldes han aportado recursos, y hemos gestionado proyectos de regalías, asignados en su mayoría a la Gobernación del Tolima, que incluyen una línea dedicada a la soberanía y seguridad alimentaria. Esto muestra la colaboración activa con diferentes entidades”, aseguró.
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Sin embargo, a pesar de la colaboración existente, persiste una problemática relacionada con la visita a las comunidades y es que en algunas zonas rurales del departamento, especialmente en áreas remotas, las vías terciarias representan un obstáculo, ya que hay lugares a los que se tarda entre 6 y 7 horas en llegar, lo que dificulta la logística y el seguimiento técnico, algo fundamental en el proyecto que requiere visitas periódicas, lo que implica un esfuerzo considerable por parte de esta autoridad ambiental.
Otro desafío es la disposición del usuario y el espacio que está dispuesto a destinar para la huerta, esto se debe a que aunque muchas personas necesitan las huertas, en ocasiones el espacio disponible no es adecuado. Sin embargo, la Corporación ha comenzado a desarrollar huertas comunitarias, donde varias familias trabajan juntas en la siembra y el cuidado de los cultivos para hacerle frente a esto.
“Es fundamental apoyar y prestar atención a proyectos como este, ya que, según diversos estudios, uno de los mayores desafíos a nivel mundial y en Colombia será la producción de alimentos y la seguridad alimentaria. Dicho esto, iniciativas como esta buscan garantizar dicha seguridad, empoderando a las familias para que produzcan sus propios alimentos. Además, incorporan un componente esencial de conocimiento y conciencia ambiental, que resulta clave para el éxito del proyecto. Todo ello también facilita el tránsito hacia un modelo de producción más limpio, sostenible y respetuoso con el medio ambiente”, finalizo Alfonso.
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