Las huertas como aporte a las estrategias de conservación
Según la CAR, la urgente necesidad de proteger las especies vegetales amenazadas depende de la implementación de planes de conservación, educación y sensibilización.
Leidy Barbosa
En el marco del Día Internacional de la Vida Silvestre, celebrado el 4 de julio de 2024, la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR) presentó un top 10 de las especies silvestres de flora y fauna más amenazadas dentro de su jurisdicción.
Entre las especies de flora nativa que se destacó fueron cinco: el frailejón, el cedro, el roble y dos tipos de palmas de cera (incluyendo las de vino y Sasaima), las cuales ahora están priorizadas en el programa de Gestión Integral del Recurso Hídrico, la Biodiversidad y los Servicios Ecosistémicos del Plan de Acción Cuatrienal (PAC).
Para profundizar en las estrategias que tiene este plan y el papel de la comunidad en estos esfuerzos, La Huerta conversó con Edwin García, Director de Recursos Naturales de la CAR, quien detallo las amenazas y el plan de acción para involucrar a las huertas y proyectos comunitarios en la conservación de la biodiversidad local.
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¿Por qué están amenazadas?
“Nos enfrentamos a un importante desafío en la conservación de especies amenazadas dentro de la CAR, puesto que según la información reportada en los libros rojos y la Resolución 127 de 2024 del Ministerio de Ambiente, se han identificado 85 especies en diferentes categorías de amenaza: 15 en estado crítico, 35 en estado de amenaza y 35 en estado vulnerable. Entre las especies más afectadas se encuentran frailejones, pinos, cedros, robles, palmas de cera, cúpulas, caobas y diversas orquídeas”, menciona el experto
Señala que las principales amenazas para estas especies provienen principalmente de actividades humanas. La agricultura, ganadería, minería y desarrollo urbano han contribuido significativamente a la pérdida de hábitats naturales. Además, la tala ilegal, los incendios forestales (especialmente en épocas secas) y el turismo descontrolado ejercen una presión adicional sobre estos ecosistemas. Por ejemplo, la fragmentación del paisaje, causada por cultivos que interrumpen corredores ecológicos, ha representado un grave problema para la conservación de la biodiversidad.
Sin embargo, aclara que el desafío más crítico en la conservación de especies amenazadas radica en la falta de reconocimiento de su importancia por parte de los actores locales, lo cual obstaculiza significativamente los esfuerzos de protección. Y aunque la CAR ha implementado diversas acciones concretas, la participación comunitaria se ha vuelto esencial para el éxito de estas iniciativas, ya que no solo amplía el alcance de la protección, sino que también fomenta un sentido de responsabilidad compartida hacia el medio ambiente
“Tenemos muchos planes de acción, por ejemplo, se han formulado 16 planes de conservación y manejo para las principales especies en riesgo, estableciendo lineamientos y estrategias para la educación, sensibilización, investigación, monitoreo, conservación y recuperación de poblaciones y hábitats. Además, se promueve activamente la siembra de especies amenazadas para su restauración y se realizan campañas de sensibilización comunitaria, con especial énfasis en el uso responsable de la palma de cera en celebraciones religiosas”, explica el experto.
Asimismo, menciona que la CAR gestiona proyectos y planes comunitarios como viveros dedicados al cultivo y cuidado de especies amenazadas, como parte de sus esfuerzos para conservar la diversidad y restaurar ecosistemas afectados. Además tiene un programa de pago por servicios ambientales, que compensan a los propietarios de tierras, en ciertas áreas de interés ambiental para mantener áreas naturales o adoptar prácticas agrícolas sostenibles.
¿Cómo pueden ayudar las huertas?
El experto menciona que las huertas y los espacios comunitarios pueden desempeñar un papel crucial en la promoción de entornos sostenibles y la conservación del medio ambiente, ya que estos espacios tienen el potencial de contribuir significativamente a la economía circular, formando parte de los proyectos que la Dirección de Cultura Ambiental y Servicios al Ciudadano busca implementar. Por ejemplo, pueden utilizar compostaje de residuos orgánicos para fertilizar los cultivos, cerrando así el ciclo de los nutrientes.
De hecho, las huertas comunitarias ayudan a conservar recursos naturales. Reducen la necesidad de transporte y embalaje, disminuyendo así la huella de carbono asociada con la producción de alimentos. Además, estos espacios sirven como centros de aprendizaje donde los miembros de la comunidad pueden adquirir habilidades valiosas en agricultura sostenible y gestión ambiental.
“Las huertas comunitarias pueden funcionar como aulas al aire libre, ideales para implementar las estrategias de educación ambiental mencionadas en el proyecto 7, “Entornos sostenibles para la protección de la biodiversidad y sus servicios ecosistémicos del plan de Acción 2024-2027 ”. Aquí, los ciudadanos pueden aprender de primera mano sobre la importancia de la biodiversidad y cómo protegerla”, recalca García.
Estos espacios también juegan un papel en la protección de la biodiversidad, al cultivar variedades locales de plantas y al mismo tiempo, al ser gestionadas por la comunidad, fomentan la participación ciudadana en la toma de decisiones ambientales, mejorando así la gobernanza ambiental local. Y para alcanzar esta meta se planea el desarrollo de actividades que permitan pasar de una economía lineal a una economía circular, esto incluye medidas asociadas con el ecodiseño, los negocios verdes, la incorporación de materias primas secundarias en los procesos productivos, la extensión de la vida útil y el cierre del ciclo de vida de los materiales, la simbiosis industrial, y el aprovechamiento de la materia orgánica como biomasa o bioabonos.
“Una de las estrategias más prometedoras es la promoción de la agroforestería como alternativa agrícola sostenible. Este enfoque combina la producción agrícola con la conservación de la biodiversidad, permitiendo un equilibrio entre las necesidades humanas y la protección del medio ambiente, y está genial, porque no solo se cultiva para comer, sino para que la biodiversidad exista y se cuide”, dice el director.
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Todas estas estrategias forman parte de su Plan de Acción 2024-2027, que tiene una parte enfocada en la educación, sensibilización y participación ciudadana. Otros planes que se pueden resaltar son:
- Programas educativos en escuelas y colegios para concientizar a los estudiantes sobre la importancia de la conservación de la flora y promover prácticas sostenibles.
- Campañas de sensibilización en medios de comunicación para difundir información sobre la conservación de especies de flora.
- Acciones de sensibilización ciudadana sobre el tratamiento de residuos y la conservación del medio ambiente.
- Campañas en el sector turístico para promover prácticas responsables y sostenibles.
- Programas de educación ambiental con actividades y materiales didácticos sobre la importancia de la flora y fauna.
- Capacitaciones y asistencia técnica a comunidades y agricultores para promover prácticas agrícolas que minimicen el impacto en los ecosistemas.
Finaliza diciendo que el enfoque participativo es de gran relevancia, ya que involucra a la comunidad que vive en estas zonas, pues: “el empoderar a los ciudadanos como guardianes de su propio ambiente, se crea una red de protección más amplia y efectiva, capaz de responder de manera ágil y localizada a los desafíos ambientales. Así, cada acción individual se suma a un esfuerzo colectivo, transformando la relación entre la sociedad y la naturaleza hacia una más armoniosa y sostenible”.
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En el marco del Día Internacional de la Vida Silvestre, celebrado el 4 de julio de 2024, la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR) presentó un top 10 de las especies silvestres de flora y fauna más amenazadas dentro de su jurisdicción.
Entre las especies de flora nativa que se destacó fueron cinco: el frailejón, el cedro, el roble y dos tipos de palmas de cera (incluyendo las de vino y Sasaima), las cuales ahora están priorizadas en el programa de Gestión Integral del Recurso Hídrico, la Biodiversidad y los Servicios Ecosistémicos del Plan de Acción Cuatrienal (PAC).
Para profundizar en las estrategias que tiene este plan y el papel de la comunidad en estos esfuerzos, La Huerta conversó con Edwin García, Director de Recursos Naturales de la CAR, quien detallo las amenazas y el plan de acción para involucrar a las huertas y proyectos comunitarios en la conservación de la biodiversidad local.
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¿Por qué están amenazadas?
“Nos enfrentamos a un importante desafío en la conservación de especies amenazadas dentro de la CAR, puesto que según la información reportada en los libros rojos y la Resolución 127 de 2024 del Ministerio de Ambiente, se han identificado 85 especies en diferentes categorías de amenaza: 15 en estado crítico, 35 en estado de amenaza y 35 en estado vulnerable. Entre las especies más afectadas se encuentran frailejones, pinos, cedros, robles, palmas de cera, cúpulas, caobas y diversas orquídeas”, menciona el experto
Señala que las principales amenazas para estas especies provienen principalmente de actividades humanas. La agricultura, ganadería, minería y desarrollo urbano han contribuido significativamente a la pérdida de hábitats naturales. Además, la tala ilegal, los incendios forestales (especialmente en épocas secas) y el turismo descontrolado ejercen una presión adicional sobre estos ecosistemas. Por ejemplo, la fragmentación del paisaje, causada por cultivos que interrumpen corredores ecológicos, ha representado un grave problema para la conservación de la biodiversidad.
Sin embargo, aclara que el desafío más crítico en la conservación de especies amenazadas radica en la falta de reconocimiento de su importancia por parte de los actores locales, lo cual obstaculiza significativamente los esfuerzos de protección. Y aunque la CAR ha implementado diversas acciones concretas, la participación comunitaria se ha vuelto esencial para el éxito de estas iniciativas, ya que no solo amplía el alcance de la protección, sino que también fomenta un sentido de responsabilidad compartida hacia el medio ambiente
“Tenemos muchos planes de acción, por ejemplo, se han formulado 16 planes de conservación y manejo para las principales especies en riesgo, estableciendo lineamientos y estrategias para la educación, sensibilización, investigación, monitoreo, conservación y recuperación de poblaciones y hábitats. Además, se promueve activamente la siembra de especies amenazadas para su restauración y se realizan campañas de sensibilización comunitaria, con especial énfasis en el uso responsable de la palma de cera en celebraciones religiosas”, explica el experto.
Asimismo, menciona que la CAR gestiona proyectos y planes comunitarios como viveros dedicados al cultivo y cuidado de especies amenazadas, como parte de sus esfuerzos para conservar la diversidad y restaurar ecosistemas afectados. Además tiene un programa de pago por servicios ambientales, que compensan a los propietarios de tierras, en ciertas áreas de interés ambiental para mantener áreas naturales o adoptar prácticas agrícolas sostenibles.
¿Cómo pueden ayudar las huertas?
El experto menciona que las huertas y los espacios comunitarios pueden desempeñar un papel crucial en la promoción de entornos sostenibles y la conservación del medio ambiente, ya que estos espacios tienen el potencial de contribuir significativamente a la economía circular, formando parte de los proyectos que la Dirección de Cultura Ambiental y Servicios al Ciudadano busca implementar. Por ejemplo, pueden utilizar compostaje de residuos orgánicos para fertilizar los cultivos, cerrando así el ciclo de los nutrientes.
De hecho, las huertas comunitarias ayudan a conservar recursos naturales. Reducen la necesidad de transporte y embalaje, disminuyendo así la huella de carbono asociada con la producción de alimentos. Además, estos espacios sirven como centros de aprendizaje donde los miembros de la comunidad pueden adquirir habilidades valiosas en agricultura sostenible y gestión ambiental.
“Las huertas comunitarias pueden funcionar como aulas al aire libre, ideales para implementar las estrategias de educación ambiental mencionadas en el proyecto 7, “Entornos sostenibles para la protección de la biodiversidad y sus servicios ecosistémicos del plan de Acción 2024-2027 ”. Aquí, los ciudadanos pueden aprender de primera mano sobre la importancia de la biodiversidad y cómo protegerla”, recalca García.
Estos espacios también juegan un papel en la protección de la biodiversidad, al cultivar variedades locales de plantas y al mismo tiempo, al ser gestionadas por la comunidad, fomentan la participación ciudadana en la toma de decisiones ambientales, mejorando así la gobernanza ambiental local. Y para alcanzar esta meta se planea el desarrollo de actividades que permitan pasar de una economía lineal a una economía circular, esto incluye medidas asociadas con el ecodiseño, los negocios verdes, la incorporación de materias primas secundarias en los procesos productivos, la extensión de la vida útil y el cierre del ciclo de vida de los materiales, la simbiosis industrial, y el aprovechamiento de la materia orgánica como biomasa o bioabonos.
“Una de las estrategias más prometedoras es la promoción de la agroforestería como alternativa agrícola sostenible. Este enfoque combina la producción agrícola con la conservación de la biodiversidad, permitiendo un equilibrio entre las necesidades humanas y la protección del medio ambiente, y está genial, porque no solo se cultiva para comer, sino para que la biodiversidad exista y se cuide”, dice el director.
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Todas estas estrategias forman parte de su Plan de Acción 2024-2027, que tiene una parte enfocada en la educación, sensibilización y participación ciudadana. Otros planes que se pueden resaltar son:
- Programas educativos en escuelas y colegios para concientizar a los estudiantes sobre la importancia de la conservación de la flora y promover prácticas sostenibles.
- Campañas de sensibilización en medios de comunicación para difundir información sobre la conservación de especies de flora.
- Acciones de sensibilización ciudadana sobre el tratamiento de residuos y la conservación del medio ambiente.
- Campañas en el sector turístico para promover prácticas responsables y sostenibles.
- Programas de educación ambiental con actividades y materiales didácticos sobre la importancia de la flora y fauna.
- Capacitaciones y asistencia técnica a comunidades y agricultores para promover prácticas agrícolas que minimicen el impacto en los ecosistemas.
Finaliza diciendo que el enfoque participativo es de gran relevancia, ya que involucra a la comunidad que vive en estas zonas, pues: “el empoderar a los ciudadanos como guardianes de su propio ambiente, se crea una red de protección más amplia y efectiva, capaz de responder de manera ágil y localizada a los desafíos ambientales. Así, cada acción individual se suma a un esfuerzo colectivo, transformando la relación entre la sociedad y la naturaleza hacia una más armoniosa y sostenible”.
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