Las huertas como solución a la huella de dióxido de carbono
Conozca cómo actúan las huertas en ciudades con altos niveles de la huella de carbono.
En un mundo cada vez más consciente de la crisis climática, las huertas urbanas han emergido como un poderoso recurso para mitigar nuestra huella de carbono. Estos pequeños oasis de vegetación no solo ofrecen alimentos frescos y saludables a comunidades locales, sino que también desempeñan un papel crucial en la absorción de dióxido de carbono y la reducción de la dependencia de alimentos transportados a larga distancia.
De acuerdo con la ingeniera ambiental de la secretaría de ambiente de Medellín, Ivonne Cuesta en entrevista para El Espectador, es crucial abordar la disminución de la huella de carbono en Colombia por varias razones fundamentales. En primer lugar, Colombia es uno de los países más biodiversos del mundo, con ecosistemas únicos que albergan una rica variedad de flora y fauna. La conservación de estos recursos naturales es vital para mantener el equilibrio ecológico global y proteger la biodiversidad única que Colombia posee.
“Colombia enfrenta desafíos significativos relacionados con el cambio climático, incluyendo fenómenos como el aumento de la temperatura, la deforestación y la pérdida de hábitats naturales. Estos impactos no solo amenazan la salud ambiental del país, sino también la seguridad alimentaria, la economía y el bienestar de millones de personas que dependen de recursos naturales para su sustento” argumentó Cuesta.
De acuerdo con la experta, abordar la disminución de la huella de carbono en Colombia es crucial para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y promover prácticas sostenibles no solo beneficia al medio ambiente, sino que también fortalece la resiliencia del país frente a los impactos climáticos adversos.
Según lo expone el Instituto de Hidrología, Metereología y Estudios Ambientales (IDEAM) en su sitio web, los módulos y categorías principales de contribución porcentual en la huella de carbono se dividen en cinco grandes grupos con actividades específicas en cada uno: energía es el primero, y en esta se encuentra el transporte con una contribución de 12.1, industrias de la energía con 8.5 e industrias manufactureras y de la construcción 7.3. Agricultura es el segundo con fermentación entérica en un 18.5 y suelos agrícolas, 18.1. El tercero es el sector de uso del suelo, cambio en el uso del suelo y silvicultura (USCUSS), con la emisión de CO2 del suelo en un 4.1, disposición de residuos sólidos en la tierra de 5.0. Por último, el IDEAM lo llama el acumulado de los más representativos con el 80 %.
De acuerdo con la consultora agrónoma de la secretaría de ambiente de Cali, Laura Díaz en entrevista con El Espectador, la huella de carbono es una medida del impacto que las actividades humanas tienen sobre el medio ambiente en términos de emisiones de gases de efecto invernadero, particularmente dióxido de carbono (CO2). Estas emisiones provienen principalmente de la quema de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas natural para la generación de energía, transporte, industria y otros procesos.
“El efecto principal de la huella de carbono en el medio ambiente está relacionado con el cambio climático. Los gases de efecto invernadero liberados a la atmósfera actúan como una manta térmica, atrayendo el calor y aumentando la temperatura promedio de la Tierra. Esto conduce a efectos adversos como el deshielo de los casquetes polares, el aumento del nivel del mar, eventos climáticos extremos más frecuentes e intensos, cambios en los patrones de precipitación y la acidificación de los océanos” aseguró Díaz.
Además, según la experta, las emisiones de carbono también tienen impactos indirectos significativos en la salud humana y la biodiversidad. La contaminación del aire asociada con la quema de combustibles fósiles puede causar problemas respiratorios y cardiovasculares, mientras que los cambios en el clima afectan los ecosistemas naturales y la capacidad de los organismos para adaptarse.
Valentina Cardona, ingeniera ambiental de la Secretaría de Ambiente de Bogotá, expuso en entrevista con El Espectador las características de las principales ciudades de Colombia (la capital, Medellín y Cali) que las lleva a afectarse de la huella de carbono.
Topografía y geografía: Estas ciudades están ubicadas en regiones montañosas o valles rodeados de montañas, lo que puede influir en patrones de circulación de aire y contribuir a la acumulación de contaminantes atmosféricos, como es el caso de Bogotá con su altiplano y Cali en el valle del Cauca.
Transporte urbano: El crecimiento urbano y la densidad poblacional han llevado a un aumento significativo en el uso de vehículos y transporte público, generando altas emisiones de gases de efecto invernadero. Las ciudades están trabajando en mejorar la infraestructura de transporte sostenible para mitigar este impacto.
Industrialización y economía: Centros industriales y comerciales en estas ciudades contribuyen a las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero a través de procesos industriales, uso de energía y transporte de mercancías.
Uso de energía y edificaciones: El consumo energético en edificaciones residenciales, comerciales e industriales es significativo, con una creciente demanda que a menudo se satisface mediante fuentes de energía no renovables.
Gestión de residuos: El manejo inadecuado de residuos sólidos y orgánicos puede resultar en la producción de gases de efecto invernadero como el metano, especialmente en vertederos mal gestionados.
Impactos del cambio climático: Estas ciudades enfrentan impactos directos del cambio climático, como sequías, inundaciones y cambios en los patrones de precipitación, lo cual puede afectar la disponibilidad de recursos naturales y la infraestructura urbana.
Ante esas características, Cardona, Taguado y Díaz expusieron que las secretarías de ambiente de sus ciudades no tienen un proyecto articulado para la disminución de la huella de carbono mediante las huertas urbanas. No obstante, “las huertas urbanas contribuyen a la reducción de la huella de carbono en ciudades como mediante la disminución del transporte de alimentos, la captura de carbono, la reducción del calor urbano, la reducción de residuos, la promoción de la agricultura sostenible, la educación ambiental, el fomento de la alimentación sostenible y el uso eficiente del espacio. Estas acciones no solo ayudan a mitigar el cambio climático, sino que también mejoran la calidad de vida urbana y promueven comunidades más resilientes y sostenibles” expuso Díaz. “Creo que si bien no existe como tal el proyecto, somos conscientes de la contribución de las huertas y por eso apoyamos su gestión con la suma de 16 mil millones de pesos para la agricultura urbana en nuestra ciudad por medio del Jardín Botánico” expuso Cardona.
Reducción del transporte de alimentos: La producción local de alimentos reduce la necesidad de transportar productos desde áreas rurales o internacionales hacia la ciudad. Este transporte, especialmente si se realiza por carretera o avión, genera una cantidad considerable de emisiones de CO₂. Al cultivar alimentos dentro de la ciudad, se disminuye la distancia que estos recorren, reduciendo así las emisiones asociadas al transporte.
Captura de carbono: Las plantas absorben dióxido de carbono (CO₂) durante la fotosíntesis y lo almacenan en sus tejidos. Al incrementar la cantidad de vegetación en áreas urbanas mediante huertas, se aumenta la captura de CO₂ de la atmósfera, ayudando a mitigar los niveles de este gas de efecto invernadero.
Reducción del calor urbano: Las huertas contribuyen a reducir el efecto de isla de calor urbano, un fenómeno en el cual las áreas urbanas son significativamente más cálidas que sus alrededores rurales debido a actividades humanas y la gran cantidad de superficies pavimentadas. Las plantas en las huertas transpiran agua, lo que tiene un efecto de enfriamiento. Además, las superficies verdes absorben menos calor que el asfalto y el concreto, ayudando a moderar las temperaturas urbanas.
Reducción de residuos: Las huertas urbanas fomentan la reutilización de residuos orgánicos para compostaje. El compostaje reduce la cantidad de residuos que terminan en vertederos, donde la descomposición anaeróbica produce metano, un gas de efecto invernadero mucho más potente que el CO₂. Además, el uso de compost mejora la calidad del suelo y reduce la necesidad de fertilizantes químicos, cuya producción es intensiva en energía y genera emisiones de gases de efecto invernadero.
Promoción de la agricultura sostenible: Las huertas urbanas suelen emplear prácticas agrícolas sostenibles como la permacultura, la agricultura regenerativa y la agricultura orgánica, que tienden a ser menos dependientes de combustibles fósiles y más eficientes en el uso de recursos. Estas prácticas no solo reducen las emisiones de CO₂, sino que también aumentan la biodiversidad y mejoran la salud del suelo.
Fomento de la alimentación sostenible: La producción local de alimentos frescos y orgánicos puede incentivar a los residentes a consumir más frutas y verduras frescas en lugar de productos procesados. La producción y transporte de alimentos procesados suelen generar más emisiones de gases de efecto invernadero en comparación con los alimentos frescos y locales.
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En un mundo cada vez más consciente de la crisis climática, las huertas urbanas han emergido como un poderoso recurso para mitigar nuestra huella de carbono. Estos pequeños oasis de vegetación no solo ofrecen alimentos frescos y saludables a comunidades locales, sino que también desempeñan un papel crucial en la absorción de dióxido de carbono y la reducción de la dependencia de alimentos transportados a larga distancia.
De acuerdo con la ingeniera ambiental de la secretaría de ambiente de Medellín, Ivonne Cuesta en entrevista para El Espectador, es crucial abordar la disminución de la huella de carbono en Colombia por varias razones fundamentales. En primer lugar, Colombia es uno de los países más biodiversos del mundo, con ecosistemas únicos que albergan una rica variedad de flora y fauna. La conservación de estos recursos naturales es vital para mantener el equilibrio ecológico global y proteger la biodiversidad única que Colombia posee.
“Colombia enfrenta desafíos significativos relacionados con el cambio climático, incluyendo fenómenos como el aumento de la temperatura, la deforestación y la pérdida de hábitats naturales. Estos impactos no solo amenazan la salud ambiental del país, sino también la seguridad alimentaria, la economía y el bienestar de millones de personas que dependen de recursos naturales para su sustento” argumentó Cuesta.
De acuerdo con la experta, abordar la disminución de la huella de carbono en Colombia es crucial para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y promover prácticas sostenibles no solo beneficia al medio ambiente, sino que también fortalece la resiliencia del país frente a los impactos climáticos adversos.
Según lo expone el Instituto de Hidrología, Metereología y Estudios Ambientales (IDEAM) en su sitio web, los módulos y categorías principales de contribución porcentual en la huella de carbono se dividen en cinco grandes grupos con actividades específicas en cada uno: energía es el primero, y en esta se encuentra el transporte con una contribución de 12.1, industrias de la energía con 8.5 e industrias manufactureras y de la construcción 7.3. Agricultura es el segundo con fermentación entérica en un 18.5 y suelos agrícolas, 18.1. El tercero es el sector de uso del suelo, cambio en el uso del suelo y silvicultura (USCUSS), con la emisión de CO2 del suelo en un 4.1, disposición de residuos sólidos en la tierra de 5.0. Por último, el IDEAM lo llama el acumulado de los más representativos con el 80 %.
De acuerdo con la consultora agrónoma de la secretaría de ambiente de Cali, Laura Díaz en entrevista con El Espectador, la huella de carbono es una medida del impacto que las actividades humanas tienen sobre el medio ambiente en términos de emisiones de gases de efecto invernadero, particularmente dióxido de carbono (CO2). Estas emisiones provienen principalmente de la quema de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas natural para la generación de energía, transporte, industria y otros procesos.
“El efecto principal de la huella de carbono en el medio ambiente está relacionado con el cambio climático. Los gases de efecto invernadero liberados a la atmósfera actúan como una manta térmica, atrayendo el calor y aumentando la temperatura promedio de la Tierra. Esto conduce a efectos adversos como el deshielo de los casquetes polares, el aumento del nivel del mar, eventos climáticos extremos más frecuentes e intensos, cambios en los patrones de precipitación y la acidificación de los océanos” aseguró Díaz.
Además, según la experta, las emisiones de carbono también tienen impactos indirectos significativos en la salud humana y la biodiversidad. La contaminación del aire asociada con la quema de combustibles fósiles puede causar problemas respiratorios y cardiovasculares, mientras que los cambios en el clima afectan los ecosistemas naturales y la capacidad de los organismos para adaptarse.
Valentina Cardona, ingeniera ambiental de la Secretaría de Ambiente de Bogotá, expuso en entrevista con El Espectador las características de las principales ciudades de Colombia (la capital, Medellín y Cali) que las lleva a afectarse de la huella de carbono.
Topografía y geografía: Estas ciudades están ubicadas en regiones montañosas o valles rodeados de montañas, lo que puede influir en patrones de circulación de aire y contribuir a la acumulación de contaminantes atmosféricos, como es el caso de Bogotá con su altiplano y Cali en el valle del Cauca.
Transporte urbano: El crecimiento urbano y la densidad poblacional han llevado a un aumento significativo en el uso de vehículos y transporte público, generando altas emisiones de gases de efecto invernadero. Las ciudades están trabajando en mejorar la infraestructura de transporte sostenible para mitigar este impacto.
Industrialización y economía: Centros industriales y comerciales en estas ciudades contribuyen a las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero a través de procesos industriales, uso de energía y transporte de mercancías.
Uso de energía y edificaciones: El consumo energético en edificaciones residenciales, comerciales e industriales es significativo, con una creciente demanda que a menudo se satisface mediante fuentes de energía no renovables.
Gestión de residuos: El manejo inadecuado de residuos sólidos y orgánicos puede resultar en la producción de gases de efecto invernadero como el metano, especialmente en vertederos mal gestionados.
Impactos del cambio climático: Estas ciudades enfrentan impactos directos del cambio climático, como sequías, inundaciones y cambios en los patrones de precipitación, lo cual puede afectar la disponibilidad de recursos naturales y la infraestructura urbana.
Ante esas características, Cardona, Taguado y Díaz expusieron que las secretarías de ambiente de sus ciudades no tienen un proyecto articulado para la disminución de la huella de carbono mediante las huertas urbanas. No obstante, “las huertas urbanas contribuyen a la reducción de la huella de carbono en ciudades como mediante la disminución del transporte de alimentos, la captura de carbono, la reducción del calor urbano, la reducción de residuos, la promoción de la agricultura sostenible, la educación ambiental, el fomento de la alimentación sostenible y el uso eficiente del espacio. Estas acciones no solo ayudan a mitigar el cambio climático, sino que también mejoran la calidad de vida urbana y promueven comunidades más resilientes y sostenibles” expuso Díaz. “Creo que si bien no existe como tal el proyecto, somos conscientes de la contribución de las huertas y por eso apoyamos su gestión con la suma de 16 mil millones de pesos para la agricultura urbana en nuestra ciudad por medio del Jardín Botánico” expuso Cardona.
Reducción del transporte de alimentos: La producción local de alimentos reduce la necesidad de transportar productos desde áreas rurales o internacionales hacia la ciudad. Este transporte, especialmente si se realiza por carretera o avión, genera una cantidad considerable de emisiones de CO₂. Al cultivar alimentos dentro de la ciudad, se disminuye la distancia que estos recorren, reduciendo así las emisiones asociadas al transporte.
Captura de carbono: Las plantas absorben dióxido de carbono (CO₂) durante la fotosíntesis y lo almacenan en sus tejidos. Al incrementar la cantidad de vegetación en áreas urbanas mediante huertas, se aumenta la captura de CO₂ de la atmósfera, ayudando a mitigar los niveles de este gas de efecto invernadero.
Reducción del calor urbano: Las huertas contribuyen a reducir el efecto de isla de calor urbano, un fenómeno en el cual las áreas urbanas son significativamente más cálidas que sus alrededores rurales debido a actividades humanas y la gran cantidad de superficies pavimentadas. Las plantas en las huertas transpiran agua, lo que tiene un efecto de enfriamiento. Además, las superficies verdes absorben menos calor que el asfalto y el concreto, ayudando a moderar las temperaturas urbanas.
Reducción de residuos: Las huertas urbanas fomentan la reutilización de residuos orgánicos para compostaje. El compostaje reduce la cantidad de residuos que terminan en vertederos, donde la descomposición anaeróbica produce metano, un gas de efecto invernadero mucho más potente que el CO₂. Además, el uso de compost mejora la calidad del suelo y reduce la necesidad de fertilizantes químicos, cuya producción es intensiva en energía y genera emisiones de gases de efecto invernadero.
Promoción de la agricultura sostenible: Las huertas urbanas suelen emplear prácticas agrícolas sostenibles como la permacultura, la agricultura regenerativa y la agricultura orgánica, que tienden a ser menos dependientes de combustibles fósiles y más eficientes en el uso de recursos. Estas prácticas no solo reducen las emisiones de CO₂, sino que también aumentan la biodiversidad y mejoran la salud del suelo.
Fomento de la alimentación sostenible: La producción local de alimentos frescos y orgánicos puede incentivar a los residentes a consumir más frutas y verduras frescas en lugar de productos procesados. La producción y transporte de alimentos procesados suelen generar más emisiones de gases de efecto invernadero en comparación con los alimentos frescos y locales.
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