¿Necesita un impulso para su huerta urbana? Esta fundación puede ser su aliada
La Fundación Mujeres Empresarias Marie Poussepin es una organización sin ánimo de lucro que ha transformado comunidades vulnerables de Bogotá a través de proyectos de huertas urbanas.
Leidy Barbosa
En el corazón de la bulliciosa Bogotá, un rayo de esperanza y crecimiento comunitario emerge a través del trabajo incansable de la Fundación Mujeres Empresarias Marie Poussepin. Con una visión audaz y una determinación inquebrantable, esta organización sin ánimo de lucro ha sido un faro de cambio para mujeres desde su establecimiento en 2004, bajo la guía de la Hermana de la Presentación Alicia Vargas y la ingeniera industrial Ruth Vargas. Con 14 huertas en San Cristóbal y tres en El Codito, esta iniciativa busca cultivar las capacidades y potencialidades de las beneficiarias para que puedan convertirse en empresarias en áreas de agricultura urbana y arte ecológico. A través del trabajo en red y la colaboración comunitaria, la Fundación ha logrado crear un impacto significativo sin contar con una sede fija establecida.
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En el corazón de la bulliciosa Bogotá, un rayo de esperanza y crecimiento comunitario emerge a través del trabajo incansable de la Fundación Mujeres Empresarias Marie Poussepin. Con una visión audaz y una determinación inquebrantable, esta organización sin ánimo de lucro ha sido un faro de cambio para mujeres desde su establecimiento en 2004, bajo la guía de la Hermana de la Presentación Alicia Vargas y la ingeniera industrial Ruth Vargas. Con 14 huertas en San Cristóbal y tres en El Codito, esta iniciativa busca cultivar las capacidades y potencialidades de las beneficiarias para que puedan convertirse en empresarias en áreas de agricultura urbana y arte ecológico. A través del trabajo en red y la colaboración comunitaria, la Fundación ha logrado crear un impacto significativo sin contar con una sede fija establecida.
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“La idea surgió porque cada vez que iba a visitar a mi tía, que es monja, mucha gente llegaba pidiendo comida. Ella solía dar una panela o una libra de arroz, pero eso no solucionaba el problema de necesidad. Entonces, las hermanas del convento comenzaron a ofrecer cursos a las mujeres de la comunidad, como macramé, porcelanicrón y manualidades, pero a veces los cursos no resultaban en una fuente de ingresos. En una ocasión, le sugerí a mi tía que por qué no organizábamos algo para poder vender. Ella aceptó la idea y así comenzamos con las primeras mujeres. Desde entonces, ha sido una experiencia enriquecedora para todas las involucradas”, cuenta Vargas.
Dice que no todo fue fácil, pues la fundación realmente no comenzó con la agricultura ni con las huertas, sino que hicieron varias cosas para que las mujeres de su programa recibieran dinero, desde ventas de collares, sudaderas, hasta venta de comida “Hicimos de todo. Sin embargo, con la política de agricultura urbana impulsada por Lucho Garzón y el programa Bogotá sin hambre, empezamos a interesarnos más en este campo. Hubo influencia política en este cambio, y nos gustó mucho la idea de trabajar en algo que no requería una inversión tan grande. Además, este tema integra mucho el tejido social, lo cual es bonito de ver”, rememora.
En un mundo donde la seguridad alimentaria es un desafío constante, los proyectos de agricultura urbana emergen como una respuesta innovadora y vital para garantizar el acceso a alimentos nutritivos y sostenibles en comunidades marginadas.
En Colombia, según un informe del Programa Mundial de Alimentos (PMA), por lo menos 13 millones de personas no tienen acceso regular a alimentos de calidad para desarrollar una vida saludable. Y de este grupo hay 1,6 millones de ciudadanos que entran en la categoría de inseguridad alimentaria severa.
Por ello, estos proyectos comunitarios transforman el panorama social y cultural, trazando lazos al empoderar a comunidades desfavorecidas para que cultiven sus propios alimentos, convirtiéndose así en agentes de su bienestar nutricional. “La misión de la Fundación es proporcionar una fuente de ingresos para mujeres de escasos recursos, incluyendo adultas mayores, cuidadoras, madres de familia que no pueden trabajar en empleos formales debido a responsabilidades familiares o de salud. Pues, muchas de estas mujeres se encuentran en una situación compleja. A menudo, desean generar ingresos, pero enfrentan obstáculos como el cuidado y las labores domésticas, la falta de experiencia laboral o incapacidades físicas”, sostiene Vargas.
El objetivo principal de este emprendimiento es promover el desarrollo de las capacidades y potencialidades de mujeres y sus familias de escasos recursos a través del trabajo en red. Pero la fundación sobrevive con colaboración voluntaria, pues, sus ingenieros, publicistas e incluso su gerente están ahí es prestando un servicio con la ayuda de las hermanas de la presentación. Con más de 20 años han tenido ya hasta 70 mujeres y, sin embargo, en este momento están solo 17.
Entre los servicios que ofrece la fundación se encuentran:
Montaje y mantenimiento de huertas, lo que incluye asesoramiento técnico y seguimiento para asegurar el éxito de las huertas.
Venta a domicilio de hortalizas orgánicas cultivadas en estas huertas, promoviendo el consumo de alimentos saludables y la producción local.
Paseos agroturísticos por la red de huertas, ofreciendo una experiencia educativa y turística para la comunidad.
Desarrollo de proyectos sociales para las comunidades locales, buscando generar un impacto positivo en diversos aspectos de la vida comunitaria.
Desarrollo de arte ecológico, que incluye la creación de montajes de muros y cuadros vivos decorativos en los que la naturaleza es el elemento central, promoviendo la expresión artística y la conciencia ambiental.
Vargas aclara que no hay un tipo de huertas específicas que cultiven, sino que cada mujer puede iniciar en lo que más le guste y se sienta cómoda, pues esto también es una actividad de paz. Por ello, tiene mujeres que poseen desde flores exóticas, árboles hasta hortalizas sencillas.
¿Cuáles son los principales desafíos que enfrentan en estas huertas?
Vargas menciona que “las huertas comunitarias surgen como una solución viable, ya que permiten a estas mujeres trabajar cerca de sus hogares y ajustar sus horarios según sus necesidades. Sin embargo, uno de los principales desafíos es comercializar los productos cultivados, puesto que a veces hay excedentes que resultan difíciles de vender debido a la competencia y las limitaciones de tiempo de las mujeres involucradas”.
Estos temas lo ha manejado instituciones como el Jardín Botánico en Bogotá, que ha sido una de las entidades que han brindado capacitación de ciudadanos en agricultura urbana, para que esta se vea como una oportunidad de trabajo, sustento y vida. Mujeres, cabeza de familia, adultos mayores y población vulnerable se han beneficiado de esta iniciativa, reconociendo ahora las ventajas de traer el campo a la ciudad.
“Otro desafío en este momento es asegurar que las 17 mujeres que forman parte de nuestro proyecto puedan aprovechar al máximo sus parcelas, terrazas y el terreno arrendado en el parque. Cada una dispone de entre 10 y 50 metros cuadrados para cultivar, y es angustiante pensar en el esfuerzo que ponen sin obtener los resultados esperados en ventas”, comenta.
Señala, además, que aunque se han estado desarrollando diferentes líneas de negocio de manera informal el objetivo este año es “garantizar que las mujeres obtengan ingresos significativos por su trabajo. Además del aspecto económico, nos preocupa el aspecto social. Muchas de las mujeres que participan en el proyecto encuentran en la Fundación un espacio de compañerismo y apoyo emocional. Es inspirador ver cómo algunas, a pesar de tener recursos limitados, priorizan su participación en la Fundación por encima de otras necesidades. Esto refleja la importancia de crear un sentido de comunidad y pertenencia, especialmente para aquellas que enfrentan situaciones de soledad o abandono”.
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¿Como entrar al programa?
Hay dos enfoques distintos en la Fundación: el enfoque de cliente y el enfoque de beneficiaria. Cuando se trata de mujeres cabeza de familia de escasos recursos, se lleva a cabo una visita domiciliaria para evaluar si cumplen con el perfil de beneficiaria. Y cuando es cliente se trata de darle una orientación diciéndole cuanto le puede costar cada cosa.
Para ser beneficiará se necesita:
Perfil: Se realiza una visita domiciliaria para evaluar si una mujer cumple con el perfil de beneficiaria de la Fundación, que sea mujeres, madres cabezas de hogar, o mujeres mayores que necesiten un patrocinio. Esta evaluación permite determinar si realmente necesitan el apoyo ofrecido y evitar quitarle el cupo a otras personas más necesitadas.
Idea: Se buscan mujeres con iniciativa emprendedora que vean el proyecto como una oportunidad de vida. Es esencial que tengan una idea clara de emprendimiento relacionada con mercados verdes, como la venta de productos agrícolas o tejidos relacionados con la jardinería.
Compromiso e iniciativa: Se evalúa el compromiso y la iniciativa de las mujeres para llevar adelante su proyecto. Es decir, que cumplan con las reuniones establecidas por la fundación, que vaya a las capacitaciones para los planes de negocio y mantenimiento de huertas. Se puede perder el beneficio si no se cumple con este requisito.
Búsqueda de donantes: Una vez identificadas las beneficiarias, se buscan donantes dispuestos a patrocinarlas. Estos donantes proporcionan herramientas y un kit de arranque inicial para ayudar a las mujeres a poner en marcha su proyecto.
Requisitos para el patrocinio: Es importante que las beneficiarias presenten un plan de negocios y tengan su iniciativa en marcha para poder recibir el patrocinio. Esto garantiza que el apoyo llegue a quienes realmente lo necesitan y que se utilice de manera efectiva.
“En un mundo marcado por la creciente escasez de alimentos y los desafíos del cambio climático, la importancia de los proyectos de huertas urbanas es innegable. Estos proyectos no solo representan una oportunidad para abordar la seguridad alimentaria, sino que también tienen un impacto significativo en la sociedad en su conjunto. Para las mujeres, en particular, los proyectos de huertas urbanas son una fuente de empoderamiento y autonomía, permitiéndoles desarrollar habilidades prácticas y contribuir activamente al bienestar de sus familias y comunidades”, puntualiza Vargas.
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