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Mitos de la jardinería: ¿sirve la sal en las plantas?

El uso debe ser considerado cuidadosamente, sopesando la urgencia del problema.

La  Huerta
30 de junio de 2024 - 06:02 p. m.
La sal, en efecto, es altamente efectiva contra las babosas debido a su efecto deshidratante. Sin embargo, es importante reconocer que esta práctica, aunque eficaz, plantea dilemas éticos y ecológicos
La sal, en efecto, es altamente efectiva contra las babosas debido a su efecto deshidratante. Sin embargo, es importante reconocer que esta práctica, aunque eficaz, plantea dilemas éticos y ecológicos
Foto: Bru-nO
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De los productos que están en nuestra cocina podemos encontrar algunos que pueden traer beneficios a nuestras plantas, como el caso de los restos de café o las cáscaras de huevo, que tienen características similares a las del compost que nutren el suelo y promueven el crecimiento vegetal. Sin embargo, entre la variedad de ingredientes culinarios, surge una pregunta intrigante: ¿podría la sal, un condimento indispensable en nuestras cocinas, tener algún efecto positivo para el cuidado de las plantas?

Primero se debe entender de qué tipo de sal estamos hablando, pues la sal común, también conocida como sal de mesa o cloruro sódico (NaCl), es un compuesto iónico formado por iones de cloro y sodio en una estructura cristalina cúbica. Esta composición y estructura son responsables de sus propiedades físicas y químicas, como su solubilidad en agua y su capacidad para conducir electricidad en solución. Sin embargo, su importancia radica en ser esencial para el consumo humano, ya que permite conservar los alimentos y prolongar su vida útil.

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De acuerdo con Julián Ernesto Ramírez Caballero, ingeniero agrónomo de la Universidad Nacional de Colombia y colaborador del Vivero Jardines de Julia: ”la sal de mesa por sus particularidades, más que generar beneficios puede conllevar dificultades en la toma de nutrientes, entre otras cosas”.

Esto se debe a que puede alterar la estructura del suelo, compactándolo y dificultando la absorción de agua y nutrientes por parte de las plantas. A eso hay que agregar que las plantas son especialmente sensibles a los altos niveles de cloro y sodio disueltos en el agua del suelo, que puede deteriorar el suelo llegando a ser tóxico.

De hecho, Jenny Miranda, del vivero, la Suculenteria comenta que: “Yo no conozco ninguna planta que se beneficie de la aplicación directa de sal para mejorar su crecimiento o nutrición. Sin embargo, existen plantas halófitas adaptadas a entornos naturalmente salinos. Un ejemplo notable es la Salicornia, también conocida como “espárrago de mar”, una suculenta comestible que prospera en saladares, playas y manglares, la cual está adaptada a suelos con alta concentración salina. Sin embargo, tampoco esta requiere adición extra de sal para su desarrollo”.

Según la experta, la práctica de esparcir sal alrededor de las plantas se ha utilizado tradicionalmente como método para controlar plagas, particularmente babosas. No obstante, este método se considera controvertido y potencialmente cruel, ya que la sal causa la deshidratación lenta y dolorosa de estos moluscos, por ello, actualmente, existen alternativas más ecológicas para el control de babosas que no implican el uso de sal, como fungicidas especiales para estas plagas, los cuales actúan sobre la humedad.

Agrega que este mineral se utiliza a veces como alternativa natural a los herbicidas químicos para el control de malezas, especialmente en áreas urbanas como aceras y entre adoquines. Su preparación consiste en hacer una solución en agua que luego se pulveriza sobre las plantas indeseadas, lo que provoca su deshidratación rápida. Sin embargo, es crucial entender que la sal no solo afecta a las malezas, sino que también puede absorber minerales esenciales del suelo, como el magnesio y el calcio de las plantas principales, privándolas de la capacidad de absorber agua y nutrientes necesarios para su desarrollo.

“Aunque eficaz para eliminar malezas, esta práctica resulta contraproducente a largo plazo. Al matar las hierbas indeseadas, también se daña la estructura del suelo, volviéndolo infértil por períodos prolongados. Esto puede llevar a mayores gastos en mantenimiento y productos para regenerar el terreno”, dice Miranda.

Por otro lado, Ramírez menciona que en el ámbito agrícola, se utilizan diversos tipos de sales minerales que difieren significativamente de la sal común de mesa. Estas sales, como el sulfato de cobre, sulfato de magnesio y bórax, son compuestos químicos con alta solubilidad y se emplean ampliamente en prácticas agronómicas. Sin embargo, su aplicación no suele ser directa, sino que se incorporan en preparados especiales.

“Un ejemplo notable es su uso en la elaboración de abonos como el “súper magro” o los bioles. Estos últimos son fertilizantes foliares orgánicos obtenidos mediante la fermentación de estiércol, principalmente de animales poligástricos, aunque pueden utilizarse otras materias orgánicas. Estos preparados aprovechan las propiedades de las sales minerales para enriquecer su composición nutricional”, dice el ingeniero.

Entonces, ¿puedo utilizarla?

No es recomendable. Según Ramírez, lo primero que debe considerar para usar la sal común, en este caso de manera herbicida, es que la aplicación dependerá de las características específicas del suelo, incluyendo su composición, condiciones ambientales y balance de nutrientes. Por ello, recomienda que mejor que usar esta sal, puede usar alternativas más beneficiosas.

Entre estas opciones, destaca los caldos minerales, como el caldo bordelés, el cual se prepara combinando sulfato de cobre y cal en proporciones iguales. Este no solo actuará como herbicida, sino que también puede aportar beneficios nutricionales al suelo. Sin embargo, es crucial tener en cuenta que incluso con estas alternativas más favorables, se debe monitorear cuidadosamente la acidez del suelo. La aplicación inadecuada de cualquier sustancia puede alterar el pH del terreno, afectando su salud y productividad a largo plazo.

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Gloria Pérez, fundadora del Vivero Jardines Julia, menciona que si se usan estas sales “puede aportar beneficios significativos al suelo y las plantas, pues pueden proporcionar nutrientes esenciales como cloro, sodio, sulfatos, cobre y magnesio. Además, cuando se aplican correctamente, pueden mejorar la estructura del sustrato, previniendo la compactación y favoreciendo la aireación y el drenaje. Esto, a su vez, estimula la absorción de nutrientes y promueve un crecimiento saludable de las raíces”.

Adicionalmente, menciona que la sal puede emplearse para crear una barrera alrededor del huerto o jardín, actuando como repelente natural de ciertos insectos. No obstante, es crucial tener en cuenta que esta práctica no discrimina entre insectos perjudiciales y benéficos, por lo que debe utilizarse con precaución.

Miranda aclara que en situaciones extremas, como una infestación severa de babosas durante períodos de fuertes lluvias, el uso de sal sí podría considerarse, aunque preferiblemente sea como último recurso, cuando los métodos convencionales —como el uso de productos comerciales anti-babosas o la eliminación manual— han resultado ineficaces. “Realmente recomiendo encarecidamente agotar otras alternativas más sostenibles y menos dañinas para el ecosistema en general. Pero, si finalmente se opta por su uso, debe hacerse de manera localizada y controlada, siendo conscientes de sus potenciales efectos negativos en el suelo y otros organismos beneficiosos”, finaliza la experta.

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