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La llamada rosa del desierto es quizá una de las plantas de exterior más agradecidas y resistentes que hay: con pocos cuidados, incluso contra la sequía y el sol inclemente, este arbusto produce unas bellas y vistosas flores, entregando color y vida incluso en las más adversas de las condiciones.
Este arbusto es originario del África subsahariana, por lo que ha evolucionado para prosperar y florecer en ambientes de altas temperaturas, mucho sol directo y un riego que bordea lo nulo.
Características y cuidados de la rosa del desierto
La variedad más popular de esta planta es la conocida científicamente como Adenium obesum. Sus flores, que son su gran atractivo, suelen venir en colores que varían entre el rojo, blanco, rosado y el fucsia, en ocasiones.
Esta planta se adapta fácilmente a crecer en una matera, aunque en este formato sólo alcanzará una altura de poco más de medio metro; en suelo abierto puede llegar a crecer hasta los tres metros.
Por su origen y adaptación, es una planta que sólo debe vivir en lugares calientes. Las bajas temperaturas son, prácticamente, una sentencia de muerte. Por esta razón no se le debe exponer a lugares en donde esté a menos de 10 o 15 grados centígrados.
En términos de luz, como se puede adivinar fácilmente, la rosa del desierto es una planta que necesita toda la radiación que pueda recibir, sin importar si es de forma directa o no. En este caso, más sí es mejor.
Y en cuanto al riego es clave contar con materas con un buen sistema de drenaje porque los encharcamientos son fatales para esta planta. Dependiendo de la temperatura ambiente, la rosa del desierto puede acostumbrarse a un riego semanal, siempre y cuando el sustrato tenga buenas características de filtración yu desagüe.
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