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El suelo es mucho más que una simple masa de tierra: es un ecosistema complejo y vital que engloba desde microorganismos diminutos hasta las raices de los árboles que se alzan imponentes fuera de nuestra casa. Esta complejidad del suelo se manifiesta en la diversidad de plantas que encontramos en el mundo, pues cada especie tiene requisitos específicos en términos de nutrientes, pH y humedad.
Los suelos, en general, consisten en una mezcla de arena, arcilla, cal, limo, grava y humus, lo que determina su calidad e idoneidad para diferentes cultivos. Por ejemplo, las tierras necesarias para una planta carnívora difieren significativamente de las que requiere un arbusto de rosas. Para agricultores y jardineros, comprender y optimizar estas condiciones es fundamental, especialmente en el cultivo de hortalizas, tan común en huertos e invernaderos.
La Huerta habló con Frank García Navarrete, docente de ingeniería ambiental de la Universidad ECCI, para crear una guía completa sobre lo que debe tener en cuenta cuando desee cultivar.
¿Qué tipos de suelos hay?
“Existen diferentes clases de suelos. A nivel general, tenemos suelos arenosos, suelos arcillosos, suelos limosos y suelos francos. Sin embargo, para conocer la textura de nuestros suelos, se debe realizar una prueba en laboratorio o en campo”, dice García..
Menciona que la clasificación principal para que podamos determinar que podemos cultivar en un espacio depende de las siguientes características:
Suelos | Características | Cultivos |
---|---|---|
Arenosos | Los suelos arenosos tienen características importantes como buena aireación y buen drenaje, pero tienen una baja retención de agua y nutrientes debido al tamaño de sus partículas, que es más grande | En este tipo de suelos, se pueden establecer cultivos como zanahorias, maní, cítricos y melón. |
Arcillosos | Los suelos arcillosos son un poco más pesados debido al tamaño más pequeño de sus partículas. Tienen un drenaje deficiente y son pobres en aireación, pero tienen una alta capacidad de retener agua y nutrientes. | En estos suelos, se pueden establecer cultivos como arroz, algodón, trigo y soya. |
Limosos | Los suelos limosos son más fértiles, con buena retención de agua y nutrientes, pero pueden compactarse fácilmente debido a que sus partículas son más grandes que las de los suelos arcillosos y más pequeñas que las de los arenosos | En este tipo de suelos, se pueden establecer cultivos como trigo, cebada, remolacha y hortalizas. |
Francos | Los suelos francos son los más ideales para la agricultura, ya que tienen un equilibrio entre la cantidad de arena, limo y arcilla, lo que les proporciona lo mejor de las otras tres clasificaciones. Tienen buena retención de nutrientes y agua, buen drenaje y permiten que las plantas se desarrollen muy bien. | En este tipo de suelos, se pueden establecer prácticamente cualquier cultivo, como maíz, trigo, hortalizas y frutales. |
García explica que la textura y la estructura del suelo influyen en el éxito de un cultivo o huerta. “Esta se refiere a cómo se agrupan las pequeñas partículas de tierra. Imagina que el suelo es como un rompecabezas, y estas agrupaciones son las piezas que lo forman. Esta estructura es importante porque afecta cómo el agua, el aire y las raíces de las plantas se mueven en el suelo”, dice al referirse a la textura.
Hay diferentes tipos de estructuras:
- Granular: Como pequeñas bolitas. Es buena para las plantas porque permite que el agua y el aire circulen fácilmente.
- En bloques: Como pequeños cubos. Puede dificultar un poco el movimiento del agua.
- Columnar: Como pequeñas columnas verticales. Hace que el agua se mueva lentamente.
- Laminar: Como capas apiladas. Puede dificultar que el agua pase a través del suelo
De acuerdo con García, la mejor estructura para cultivar es la granular, ya que facilita el crecimiento de las raíces y el movimiento del agua, ya sea que se aplique por riego o de manera natural a través de la lluvia, pues un suelo con buena estructura actúa como una esponja, reteniendo agua y nutrientes, pero también permitiendo que el exceso de agua drene. Además, es importante porque dentro del suelo existe algo llamado la atmósfera del suelo, que contiene gases. El intercambio gaseoso permite que los macro y microorganismos respiren y que las raíces de las plantas también realicen este intercambio, manteniendo así el ciclo de vida.
Por ello, si usted encuentra que la estructura del suelo es mala (por ejemplo, si es demasiado compacto o no retiene bien el agua), puede mejorarla con estas prácticas:
- Añadir materia orgánica: Incorporar compost o estiércol mejora la estructura y la fertilidad del suelo.
- Cultivos de cobertura: Plantar cultivos que cubren y protegen el suelo. Estos también ayudan a mejorar su estructura.
- Control de la erosión: La erosión es un proceso natural que se ve acelerado por las actividades humanas. Es importante implementar prácticas para controlar la erosión, como la construcción de terrazas, la siembra de árboles y la cobertura del suelo.
- Añadir enmiendas: Usar enmiendas como cal o yeso, dependiendo del pH del suelo, puede mejorar la estructura.
- Rotación de cultivos: Alternar diferentes tipos de cultivos en un mismo terreno ayuda a controlar plagas y enfermedades, mejorar la fertilidad del suelo y prevenir la erosión.
El experto aclara que la labranza debería ser la última opción que puede considerar si desea mejorar los suelos, pues “básicamente estamos dañando la estructura del suelo. En la agricultura de conservación, se recomienda realizar una labranza mínima o incluso nula, es decir, usar maquinaria lo menos posible para no destruir la estructura del suelo. Es importante mantener la capacidad de este para mantenerse equilibrado”.
Esto es lo que debe tener en cuenta para mejorar el suelo
Para saber si un suelo es bueno para cultivar, se pueden hacer pruebas simples en el campo y otras más detalladas en un laboratorio.
Pruebas en el campo:
- Tocar el suelo para sentir si es arenoso o arcilloso y ver qué tan duro está.
- Comprobar cómo absorbe el agua, si es más fácil para drenar o se encharcan con mucha facilidad.
Pruebas en el laboratorio:
- Físicas: Averiguar si el suelo es más arenoso, arcilloso o equilibrado, mediante pruebas de pipeta
- Determinar la cantidad de macro y micronutrientes en el suelo para saber si es necesario aplicar algún mineral para suplir las necesidades nutricionales de las plantas.
Los expertos analizan los resultados de las pruebas de laboratorio para obtener información crucial sobre el suelo. Con estos datos, pueden determinar con precisión el tipo de suelo que se está evaluando. Además, identifican qué nutrientes están presentes en cantidades suficientes y cuáles son deficientes. Esta información es vital para elaborar un plan de fertilización personalizado.
Este plan puede variar, pues debe conocer que hay diferentes compuestos. Estos pueden ser orgánicos o inorgánicos:
- Orgánicos: Los compuestos orgánicos provienen de la descomposición de materiales como el compostaje, estiércol, y residuos de cosechas, que se reintegran al suelo para mantener la sostenibilidad de microorganismos y nutrientes.
- Inorgánicos: también conocida como fertilización mineral o química, implica el uso de productos derivados de minerales como la urea para aportar nitrógeno, fosfatos para fósforo, y sulfato de potasio para potasio. Estos fertilizantes son rápidos en su acción y son preferidos en situaciones donde se necesita una respuesta nutricional rápida para evitar la pérdida de cultivo, pero tenga en cuenta que puede acelerar el daño del suelo.
Considere los nutrientes
“Cada tipo de cultivo tiene requerimientos nutricionales específicos, por lo que es fundamental adaptar el plan de fertilización según el análisis del suelo y las necesidades de las planta”, dice el profesor y agrega que “existen 16 elementos esenciales para las plantas, clasificados en dos categorías: nutrientes no minerales y nutrientes minerales. Los nutrientes no minerales, como el hidrógeno, oxígeno y carbono, se encuentran mayormente en forma gaseosa en la atmósfera, y las plantas absorben la mayoría de estos elementos del aire”.
Sin embargo, hay una parte de la nutrición que proviene de los nutrientes minerales, que se dividen en dos:
- Macronutrientes (los que las plantas necesitan en grandes cantidades): Los primarios son nitrógeno, fósforo y potasio. Los secundarios son calcio, magnesio y azufre.
- Micronutrientes (los que las plantas necesitan en pequeñas cantidades): Incluyen hierro, cobre, zinc, cloro, manganeso, molibdeno y boro. La necesidad de estos varía según el tipo de planta y el suelo.
A esto debe sumarle el pH, un indicador fundamental de la acidez o alcalinidad de un suelo, que juega un papel vital en la salud y el crecimiento de las plantas. “La mayoría de las plantas prosperan en un rango de pH entre 5.5 y 7.4, siendo 7 un valor neutro ideal. Sin embargo, algunas especies presentan mayor tolerancia a la acidez o alcalinidad, lo que amplía el rango general que se debe considerar”, sostiene García.
La importancia del pH también se ve en:
- Disponibilidad de nutrientes: El pH afecta la disponibilidad de nutrientes esenciales para las plantas. En suelos ácidos, algunos nutrientes como el fósforo y el molibdeno pueden ser menos accesibles, mientras que en suelos alcalinos, el hierro y el manganeso pueden ser escasos.
- Actividad microbiológica: Un pH adecuado favorece la actividad de los microorganismos beneficiosos del suelo, los cuales son cruciales para la descomposición de la materia orgánica, el ciclo de nutrientes y la estructura del suelo.
- Salud de las raíces: Las raíces de las plantas absorben agua y nutrientes del suelo. Un pH extremo, ya sea ácido o alcalino, puede dañar las raíces y limitar su capacidad de absorción.
- Tipo de plantas: Algunas plantas, cuando las va a cultivar, prosperan en diferentes espacios. Por ejemplo, las carnívoras prosperan en suelos cuyas características son pobres de nitrógeno y con pH ácido.
Si desea determinar qué tipo de suelo tiene, el docente explica que existen kits de prueba caseros que permiten realizar una medición inicial en el campo. Sin embargo, para un análisis más preciso y detallado, se recomienda enviar una muestra de suelo a un laboratorio especializado. Si se da cuenta de que el pH del suelo se encuentra fuera del rango óptimo para el cultivo deseado, se pueden tomar medidas para ajustarlo. En suelos ácidos, la aplicación de cal agrícola puede ayudar a aumentar el pH, mientras que en suelos alcalinos, la aplicación de azufre o yeso puede ayudar a disminuirlo.
El docente finaliza mencionando que mientras todos se preocupan por el agua, el aire y otros factores ambientales, a menudo se pasa por alto el suelo. Sin embargo, este recurso es fundamental para la vida en la Tierra. Sin suelo, no hay vegetación, biodiversidad, almacenamiento de agua, ciclos hidrológicos ni producción de oxígeno. Es por esto que un suelo saludable y bien manejado es clave para nuestra supervivencia a largo plazo.
“Lo que muchos ignoran es que, a escala humana, el suelo es un recurso no renovable. Su formación es un proceso que tarda cientos, miles o incluso millones de años. Con prácticas inadecuadas, estamos destruyendo en décadas lo que la naturaleza tardó eones en crear”, puntualiza Garcia.
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