¿Animales conscientes? Una posibilidad que investiga la comunidad científica
En total, 39 científicos han planteado la posibilidad de que algunos invertebrados pueden sentir dolor y más emociones, con las que interpretan el mundo de una forma casi tan compleja como lo hacen los humanos.
Jimena Delgado Díaz
Insertar un delgado y largo palo de madera por la cola hasta llegar a la cabeza, luego, ponerla en agua hirviendo y empujarla con una cuchara al fondo de una olla para evitar que salga a la superficie, son algunas de las instrucciones que se pueden encontrar en Internet sobre cómo preparar una langosta y que quede deliciosa para el almuerzo o la comida.
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Insertar un delgado y largo palo de madera por la cola hasta llegar a la cabeza, luego, ponerla en agua hirviendo y empujarla con una cuchara al fondo de una olla para evitar que salga a la superficie, son algunas de las instrucciones que se pueden encontrar en Internet sobre cómo preparar una langosta y que quede deliciosa para el almuerzo o la comida.
Aun así, “la langosta intentará aferrarse a los lados del recipiente o incluso enganchar sus garras sobre el borde de la olla. Y peor es cuando está sumergida. Porque, usted podrá escuchar el traqueteo de la cubierta y el ruido metálico mientras la langosta intenta escapar. En otras palabras, el animal se comporta como usted y yo lo haríamos si nos sumergieran en agua hirviendo”, comentó David Foster, novelista y ensayista estadounidense, en su texto del año 2004: “Hablemos de langostas”.
Justo por reacciones, como las que muestran estas criaturas y otras especies que son sometidas a situaciones parecidas, los seres humanos hemos tratado de entender la lógica animal, al punto de cuestionarnos e investigar si tienen consciencia.
Así, con sc, que es el término que se usa en el ámbito científico, ya que implica la capacidad que se tiene para percibir el mundo y cómo una persona se reconoce dentro de él, pero que también considera la habilidad de vivir experiencias y procesarlas a través de los sentimientos. Diferente a lo que ocurre al hablar de la conciencia (solo con c) que lleva a cuestiones morales, hablar sobre el bien y el mal, entre otros.
Como resultado del análisis de la consciencia animal, ya países han tomado decisiones. Por ejemplo, en el caso específico de los crustáceos, Suiza, Reino Unido, Nueva Zelanda y Noruega han prohibido que sean hervidos, mientras siguen vivos. Pues, tienen la leve sospecha de que son seres sensibles, con algunas terminaciones nerviosas, de acuerdo con The Times, diario de Reino Unido.
Entonces sí. Lo más probable es que la langosta haya sufrido durante toda su preparación, que haya procesado las sensaciones de una forma más compleja y haya sido consciente, en cierto grado, de la situación. Pues, aunque “no hay una prueba absoluta, casi todo lo observado lleva a la conclusión de que estos animales tienen una idea de qué es el dolor”, dijo Robert Elwood, profesor especializado en comportamiento animal de la Queen’s University, a The New York Times.
Algo que también ratifican 39 científicos que, el pasado 19 de abril de 2024, firmaron la Declaración sobre Consciencia Animal de Nueva York. En la que reconocen que hay una evidencia abundante sobre los indicadores de percepción que tienen muchos mamíferos, aves e invertebrados. Si quiere conocer más sobre esta declaración, lea nota aquí.
¿Los animales son conscientes de lo que les ocurre?
Sobre el eterno dilema de ser o no ser, en definitiva, “muchos animales sí son conscientes de lo que les ocurre”, explicó Santiago Henao, investigador de consciencia y vicepresidente del Consejo Nacional de Bioética. Claro está, entendiendo que su consciencia no funciona como creemos. No es aquella que susurra en las noches cuando se actúa mal, mejor podría decirse que es tan variada que, incluso, su escritura cambia con su significado y que es tan íntima para los humanos, pero a la vez tan desconocida que causa curiosidad.
Por parte de la neurociencia, el asunto es así: “Los humanos tenemos un interruptor que se activa con el ritmo de la luz natural (lo que llamamos un ritmo circadiano). Cuando inicia el día, se presiona el botón que despierta al cuerpo y lo pone en acción, a lo que se le denomina Sistema Activador Reticular Ascendente y que es indispensable la corteza cerebral y el tálamo”, explicó Leonardo Palacios, profesor de neurología de la Universidad del Rosario. Y es en este lapso de tiempo que un ser reconoce su propia existencia y la del mundo que lo rodea.
No obstante, para que los científicos descubrieran el Sistema Activador Reticular Ascendente tuvieron que analizar aquellos animales con estructuras cerebrales más especializadas, por ejemplo: primates, ratones, perros y gatos, lo que significa que tienen un sistema nervioso parecido al de los humanos y que ayuda a procesar emociones en las personas.
Palacios agregó que estos animales, que fueron analizados a la hora de investigar el funcionamiento neuronal de las personas, también experimentan cariño, miedo a lo desconocido, ira profunda, entre otras, con las que pueden analizar el entorno y determinar si es adecuado para su supervivencia. Al respecto, Henao añadió que específicamente cuando se genera malestar, aparece el cortisol (que se libera como respuesta al estrés) e incrementa el nivel de glucosa. Incluso, es aquí donde se estrecha la relación que hay entre los sentimientos y la consciencia.
Por su parte, la filosofía complementa el significado de la consciencia, ya que es algo mucho más básico, que implica vivir experiencias sin entenderlas y que generan sensaciones más que pensamientos, por ejemplo: de hambre, frío, miedo, asombro, alegría, dolor, entre otros. Por esto, los animales han sido reconocidos en varias naciones como seres sintientes (incluyendo Colombia), pues tienen un desarrollo cognitivo lo suficientemente avanzado en su sistema nervioso para percibir muchas emociones, de acuerdo con Santiago Arango, docente de filosofía de la Universidad de Antioquia.
Las personas, además de enriquecer nuestro cerebro con experiencias estimulantes, como las que también viven los animales, estamos expuestos a otros factores como “el aprendizaje que se obtiene al estar en sociedad, donde se nos dan los elementos esenciales”, contó Arango.
Algo a lo que no tiene acceso el reino animal, por lo que las reacciones que hay frente al entorno no se acumulan para generar un desarrollo cognitivo superior. Aunque se creería que el pensar puede ser la consecuencia de sentir, la verdad es que son dos conceptos que distan demasiado, al punto que en los animales aún no se ha determinado si son capaces de producir algo tan complejo como una reflexión.
¿Qué pasa con los animales conscientes?
El dilema ha sido tan profundo, que las teorías anteriormente mencionadas no solo aplican para mamíferos o aquellos animales superiores. Resulta que investigaciones ya han arrojado conclusiones sobre animales invertebrados, tales como los camarones, que cuando están siendo sacrificados, liberan cortisol a pesar de no tener un tallo cerebral (estructura en la que se procesa el sufrimiento).
Asimismo, los moluscos pueden sufrir, al igual que las aves, por lo que no es necesario tener una corteza cerebral como la que tenemos los humanos, sino que basta con poseer otros sistemas con los que se cree una percepción clara del ambiente, que puede convertirse en un entorno agreste, según explicó Henao.
Preciso por lo anterior, el vínculo entre personas y animales ha empezado a ser más armónico. “Hoy en día la presión social ha hecho que el sacrificio animal para el consumo sea más empático, ahora se buscan alternativas para que el animal no sufra y para tener en cuenta las necesidades de los animales para que estén en condiciones de bienestar”, comentó el experto.
Y como una cadena de consecuencias, la legislación también se ha visto afectada, ya que se han ajustado las normas de algunos países para que tengamos que prestarle atención a las condiciones de las criaturas en escenarios productivos, familiares y recreativos.
El camino que ha recorrido la ciencia aún no llega a su fin y ha sido transitado con sigilo. Solo hasta 2012 se firmó un manifiesto, en presencia de Stephen Hawking, durante varias conferencias en la Universidad de Cambridge, Inglaterra, que abordaron lo que implica que un ser –diferente al humano– tenga consciencia.
El documento recopiló la siguiente conclusión: “La ausencia de un neocórtex no parece prevenir que un organismo experimente estados afectivos. Lo que indica que los animales no humanos poseen los substratos neuroanatómicos, neuroquímicos y neurofisiológicos de estados conscientes, así como la capacidad de exhibir comportamientos deliberados. Por consiguiente, los seres humanos no son los únicos que poseen la capacidad necesaria para generar conciencia”.
Aunque no hay una prueba absoluta, casi todo lo observado lleva a la conclusión de que estos animales tienen una idea de qué es el dolor, dijo Elwood a The New York Times. Por ello, casi 12 años después de la Declaración de Cambridge, el tema se vuelve a poner sobre la mesa, ya que, como lo mencionamos anteriormente, 39 científicos firmaron una declaración en la que piden reevaluar la posibilidad de que algunos animales invertebrados, como los insectos, puedan tener algunos indicadores de consciencia.
En cuanto a la cuestión de los pensamientos en animales, no existe un sí o un no rotundo, porque la ciencia todavía lo investiga. Pero, según los expertos, se podría decir que la conversación se puede tornar color gris, porque existen grados de consciencia dependiendo de cada animal. Para Arango, todo depende de la medida en que se ganen o pierdan sentidos para percibir el entorno: “Por ejemplo, si se tiene una discapacidad auditiva. La cantidad de sensaciones que aparecerán no van a ser iguales para quien no tenga esta barrera”.
No obstante, en este punto debemos dejar atrás la creencia de que la única y verdadera cognición superior es la humana y que lo que tendrían que hacer los animales es desarrollarse hasta tener un procesamiento lógico y cerebral parecido al de las personas. Porque, aunque un perro muy probablemente no tenga nuestra misma visión, sí poseerá un rango de audición más elevado.
Capacidades que nosotros nunca tendremos, pues cada individuo en la naturaleza es producto de “presiones biológicas que nos han traído al punto en el que estamos, además entendiendo que los animales no han pasado por las mismas situaciones o han podido sortearlas de otras maneras”, dijo Arango. “Quién quita que los animales también piensen, pero de manera diferente a la nuestra”, finalizó por decir.