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Los animales salvan personas y no en sentido figurado. Hoy le contamos cómo los caballos logran hasta lo imposible en niños diagnosticados con Trastorno del Espectro Autista, si tienen lesiones medulares, síndrome de Down, espina bífida, esclerosis múltiple o si ha presentado problemas de adaptación social. Todo, a través de algo conocido como equinoterapia.
Resulta que el superpoder de los caballos está en las vibraciones que transmite el animal al caminar, estas ondas llegan a la médula espinal y de este modo el cerebro del niño se estimula. Lo que dice el Instituto internacional de Ciencias Deportivas es que los movimientos del corcel suelen ser rítmicos, lo que transmite al jinete hasta 120 impulsos, que estimulan neurológica y físicamente el cuerpo de la persona montada.
También pasa que el pequeño que monta a caballo le coge un amor inmenso al animal y se establece comunicación afectiva con el animal. A partir de esta relación, los pacientes conectan con la naturaleza y la terapia se vuelve integral.
Cuando la persona se siente bien y está disfrutando de las prácticas, su cerebro estimula los 5 sentidos, lo que favorece a los procesos mentales complejos. Además, la actividad ecuestre genera procesos mentales superiores por la estimulación de moléculas que actúan como neurotransmisores.
Esta práctica, conocido como equinoterapia nació como tal en México, de la mano de un preparador físico llamado Rogelio Hernández Huerta, en 1969, cuando empezó formando grupos de personas con discapacidades y trabajándolas a partir de sus conocimientos en la materia.
No obstante, las primeras referencias del uso de caballos como tratamiento terapéutico, se remontan a la época griega, ya que se tenía la idea de que montar estos animales curaba y prevenía algunas dolencias.
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