“En nuestras nuevas formas de familia hay más perros que niños”: Marcos Díaz
La Red Zoocial habló con Marcos Díaz, profesor y doctor en psicología, sobre la integración de los animales de compañía en la estructura y dinámica familiar y cómo influye, desde la parte emocional y psicológica, que las mascotas sean consideradas legalmente miembros de la familia.
Laura Tatiana Vargas Lizarazo
Hace muchos años en Colombia los animales eran considerados como cosas, es decir, podían ser usados según la voluntad de las personas sin limitación alguna, esto permitía que muchas veces se les diera un trato cruel. Sin embargo, con la Ley 1774 de 2016, el estado colombiano estableció que los animales vertebrados eran seres sintientes y, por lo tanto, debían recibir protección contra el sufrimiento y el dolor, en especial, el causado directa o indirectamente por los humanos.
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Hace muchos años en Colombia los animales eran considerados como cosas, es decir, podían ser usados según la voluntad de las personas sin limitación alguna, esto permitía que muchas veces se les diera un trato cruel. Sin embargo, con la Ley 1774 de 2016, el estado colombiano estableció que los animales vertebrados eran seres sintientes y, por lo tanto, debían recibir protección contra el sufrimiento y el dolor, en especial, el causado directa o indirectamente por los humanos.
El lugar que ocupan actualmente los animales de compañía en la vida de las personas ha hecho que aparezcan nuevos conceptos como el de familia multiespecie. Esta figura incluye a los animales como miembros plenos de las organizaciones familiares. Prueba de ello fue la decisión que tomó el Tribunal Superior de Bogotá el pasado mes de octubre al reconocer por primera vez a un perro como miembro de una familia. El juzgado tuvo en cuenta que la relación de los animales con la sociedad ha cambiado y que actualmente los animales domésticos tienen un gran impacto e importancia en la vida de las personas.
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La Red Zoocial habló con Marcos Díaz Videla, profesor y doctor en Psicología, sobre las familias multiespecie, la integración de los animales de compañía en la estructura y dinámica familiar y cómo influye, desde la parte emocional y psicológica, que las mascotas sean consideradas legalmente integrantes de la familia.
Marcos Díaz Videla es docente y psicólogo dedicado a la antrozoología, el estudio del vínculo entre humanos y otros animales. Es licenciado en psicología por la Universidad de Buenos Aires y se especializó en terapia familiar sistémica en la Escuela Sistémica Argentina y en la Fundación Gregory Bateson. También es profesor en psicología por la Universidad del Salvador y doctor por la Universidad de Flores con una tesis sobre la relación humano-perro en Ciudad de Buenos Aires. Actualmente es docente de grado, posgrado y doctorado en psicología, y de cursos a nivel nacional e internacional de antrozoología e intervenciones asistidas con animales.
Con lo que acaba de pasar en Colombia, se percibe que cada vez hay más personas que consideran a sus mascotas como integrantes de la familia ¿Por qué sucede esto?
Porque despliegan conductas, dinámicas y emociones propias de miembros de la familia. Una familia es una configuración particular entre individuos, mayormente convivientes, que se organizan para funcionar como un todo a partir del aporte de cada uno. Así, se mantienen unidos, comparten una identidad, se nutren y se cuidan, y a la vez, permiten a cada integrante desarrollar su potencial, autonomía y socializar por fuera de la familia. Y lo que observamos, es que nuestros animales de compañía —mayormente perros y gatos— se integran al interior de la familia y cumplen con todas estas condiciones. Una forma sencilla de evidenciarlo es pensar la situación hipotética en que el animal desaparece repentinamente. Esto producirá un desequilibrio en la familia de manera tal que ya no puede seguir funcionando como lo hacía, porque falta todo lo que ese animal estaba aportando.
¿Cómo se integra una mascota a la vida familiar?
Debemos diferenciar tenencia y vínculo. No es lo mismo una familia que tiene un animal, que una familia multiespecie, o que integra un animal en su estructura. La diferencia radica en que, esta última, sostiene reglas y rutinas delineadas en la convivencia íntima con el animal. Es decir, hizo modificaciones tras incorporarlo. En estas modificaciones se consideraron tanto las necesidades como los gustos y preferencias del animal. Algunas reglas serán menos flexibles, pero hay otras que se modifican. Se dice que la familia renegoció sus reglas con el animal en una construcción conjunta. Y en este proceso, el animal participa activamente. En la convivencia ellos nos muestran, por ejemplo, que necesitan pasear, que quieren socializar, qué tipos de juegos y actividades prefieren, qué espacios necesitan o qué mobiliario o espacios en la casa son más acordes a ellos.
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¿Qué lugar ocupan los animales no humanos dentro de la familia humana?
Suele decirse que funcionan como hijos y, en algún sentido, lo hacen, aunque es más complejo que eso. Es cierto que nos permiten desplegar una predisposición innata humana a ser cuidadores y que necesitan de nuestros cuidados para su supervivencia. De modo que el vínculo con nuestros animales comparte prácticas parentales del cuidado de hijos. Esto sucede tengas hijos o no. Y luego, también hay particularidades, como la constancia, aceptación y el apoyo emocional que derivamos y que tiene formas específicas con nuestros animales; esto que a veces las personas refieren como “amor incondicional”.
Desde el punto de vista de la psicología, ¿qué tipo de relación se puede dar entre una mascota y una persona?
Podemos establecer distintos tipos de relaciones. En principio, pueden ser negativas o positivas según si son perjudiciales o beneficiosas para los participantes. Si es positiva e incluye confianza, conocimiento íntimo del otro y conductas que hacen al cuidado, decimos que la relación se transformó en un vínculo. Y el vínculo humano-animal tiene más beneficios para la salud que una mera relación positiva. Existe una posibilidad más. Si dentro del vínculo desplegamos la tendencia a buscar estar cerca del otro, si este nos ayuda a tener más autoconfianza y nos calma cuando estamos angustiados, entonces decimos que establecimos un vínculo de apego. Esta forma de vínculo se despliega prototípicamente entre la madre y el bebé. De adultos también establecemos vínculos de apego, son menos fuertes, pero nos ayudan a vivir mejor. Aunque son más excepcionales en la adultez, se ha demostrado que podemos establecerlos con nuestros allegados más íntimos (parejas, mejores amigos) y con animales como perros y gatos.
¿Qué implicaciones psicológicas existen cuando una persona pierde a su animal de compañía?
Una característica de los vínculos de apego es que frente a la inaccesibilidad del individuo por el cual lo sentimos, se despiertan reacciones de protesta. Por ejemplo, el niño llora, el perro está inquieto o el adulto se queja. Ahora bien, cuando la inaccesibilidad es permanente, se despierta una respuesta de duelo.
El duelo es un proceso natural de adaptación emocional que sigue a una pérdida significativa, mayormente de un ser querido. De modo que, técnicamente, la separación permanente de un animal de compañía por el que sentimos apego puede dar lugar a un proceso de duelo. Incluso estudios han demostrado que las reacciones emocionales frente a la muerte o separación permanente de un animal de compañía son intensas y similares a las que se dan con la pérdida de un vínculo humano. Estas incluyen el llanto, el sentirse decaído, experimentar una sensación de soledad y sentimientos de culpa. También son frecuentes las manifestaciones de ansiedad y síntomas somáticos como la pérdida de sueño o apetito. El afecto predominante es el sentimiento de vacío y pérdida, el cual se presenta en oleadas y suele disminuir con el tiempo. No existe una duración predeterminada para los duelos, aunque algunos autores sugieren que oscila entre los seis meses y el año.
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¿Las mascotas desempeñan diferentes funciones según el tipo de familia en la que estén? ¿Parejas con hijos, parejas sin hijos, etc.?
Sí. Los animales de compañía forman parte de las dinámicas de la familia. Es decir, intervienen en la manera en la que las familias funcionan. Este funcionamiento va cambiando a medida que las familias atraviesan distintas etapas de su desarrollo, y en cada una, se da una dinámica particular. Cuando hay animales integrados, estos ayudan a dar respuesta a las necesidades de cada etapa. Por ejemplo, permiten ensayar el rol de cuidadores cuando hay hijos; o pueden acompañar a un adolescente que quiere independencia y a la vez se siente solo.
¿Cómo han cambiado las dinámicas familiares desde que las mascotas empezaron a integrarse en las leyes de los diferentes países?
No debemos olvidar que la vinculación con animales es previa incluso a la cultura occidental. Sucede que hoy nuestra predisposición natural para vincularnos con otras especies encontró un espacio fértil de expresión dentro del estilo de vida postmoderno. Es muy curioso cómo, en grandes ciudades como Buenos Aires, tenemos 397.000 niños menores de 10 años y 490.000 perros de compañía. Es decir, en nuestras nuevas formas de familia, hay más perros que niños. Ambos fenómenos se ven influidos por factores como la libertad para elegir o no la paternidad, la realización de las mujeres fuera del área doméstica, la mayor exigencia de profesionalización, las condiciones de vivienda, los costos de vida, etc. La sociedad es distinta, las familias lo son y la vinculación con los animales, aunque es primitiva, ha cobrado más legitimidad socioculturalmente.
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Desde el punto de vista psicológico, ¿qué repercusiones tiene que los animales pasen a formar parte de la familia humana a nivel legal?
El 90% de nosotros consideramos a nuestros animales de compañía como miembros de la familia. Hacer modificaciones en las normativas es darle legitimidad a la manera en la que elegimos vivir. Esto implica dejar de reconocer la posesión de animales, para reconocer la existencia de un vínculo y el respeto hacia el mismo.
Un aspecto que ha cobrado visibilidad es la tenencia compartida frente a divorcios. Hay buenas intenciones al respecto, pero requiere de la participación de profesionales de la salud y de la conducta animal. El reconocimiento legal del vínculo humano-animal refuerza la noción de adopción en contraposición a la de adquisición.
Otro aspecto importante son las licencias ligadas a los animales de compañía, estas son parte fundamental para darles reconocimiento legal dentro de nuestras familias. Las pérdidas pueden ser sumamente dolorosas y pueden agravarse por la falta de reconocimiento. La validación y normalización de la experiencia de duelo ante la pérdida de los animales permite a los custodios percibir sus sentimientos como algo común y esperable. De modo que, al ser legalmente integrantes de la familia, se disminuyen los sentimientos de incomprensión y vergüenza.
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