Estudiantes de la Universidad Nacional salvan la vida de animales silvestres
A la Unidad de Rescate y Rehabilitación de Animales Silvestres de la Universidad Nacional llegan especies rescatadas con traumas físicos y conductuales, que, una vez tratados, pueden volver a su hábitat natural.
Laura Tatiana Vargas Lizarazo
Hace algunos días un oso hormiguero resultó gravemente herido tras ser atropellado en una carretera del país. Ahora, los voluntarios de la Unidad de Rescate y Rehabilitación de Animales Silvestres (URRAS) de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) hacen todo lo posible para salvar su vida: le administran oxígeno, lo alimentan a través de una sonda y están pendientes de él las 24 horas del día con la esperanza de que se recupere y regrese a su hábitat.
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Hace algunos días un oso hormiguero resultó gravemente herido tras ser atropellado en una carretera del país. Ahora, los voluntarios de la Unidad de Rescate y Rehabilitación de Animales Silvestres (URRAS) de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) hacen todo lo posible para salvar su vida: le administran oxígeno, lo alimentan a través de una sonda y están pendientes de él las 24 horas del día con la esperanza de que se recupere y regrese a su hábitat.
Decenas de historias como estas son las que se viven día a día en el URRAS. Allí llegan al año cientos de animales silvestres víctimas de atropellamiento, tenencia y tráfico ilegal de fauna, ataques por parte de otras especies, accidentes, entre otros. Desde que se creó, la unidad ha recibido más 20.000 individuos rescatados. Basta con pasar unas pocas horas en este lugar para escuchar los casos insólitos que confirman las múltiples amenazas que los afectan.
URRAS, que está ubicado en el campus de la Universidad Nacional sede Bogotá y hace parte de la Facultad de Medicina Veterinaria, nació en 1995 con un objetivo específico: ayudar a las aves que quedaban desprotegidas debido a la construcción de las obras civiles en la capital. Aunque al principio este fue su primer y único servicio, con el tiempo, y ante el crecimiento del tráfico ilegal, comenzó a recibir a otras especies. La labor se expandió y se amplió incluso a la formación de los estudiantes de veterinaria en el área de rehabilitación, una vocación que implica dedicación y perseverancia.
Actualmente, primates, aves, mamíferos, reptiles y otros individuos tienen en este lugar una de sus últimas oportunidades para sobrevivir. Claudia Brieva, médica veterinaria especialista en rehabilitación y actual directora de la unidad, dice que ella y su equipo hacen todo lo posible por intentar que cada individuo maltratado que reciben pueda regresar al lugar a donde pertenece. Es una batalla contra la adversidad en la que se hace absolutamente todo lo posible para salvar cada vida.
“URRAS está conformada mayormente por estudiantes de la Universidad Nacional de diversas carreras como Medicina Veterinaria, Zootecnia y Biología. Tenemos aproximadamente 40 voluntarios y siete pasantes. Los profesionales somos siete y contamos con dos técnicos, pero sinceramente la unidad funciona gracias a nuestros estudiantes que trabajan con mucho amor y compromiso para salvar a los animales más afectados del país y de la ciudad”, explica Brieva.
URRAS no trabaja aisladamente. Funciona con la autorización de la Secretaria Distrital de Ambiente y apoya a esta entidad en la recepción, cuidado, valoración y rehabilitación de la fauna que requiere atención veterinaria de alta complejidad. Por esta razón, el lugar está dividido en varias zonas: una de cuarentena, donde los animales nuevos son monitoreados durante un tiempo para identificar posibles enfermedades; una de neonatología, donde permanecen las crías bajo cuidados más específicos; una de mantenimiento, donde se trabaja en la parte comportamental y conductual; y las zonas de pre-liberación, áreas más grandes donde los individuos pueden volar, correr y recuperarse físicamente para luego ser liberados en su medio.
El día de trabajo de quienes trabajan allí puede empezar a las seis de la mañana y extenderse hasta por doce horas seguidas, dependiendo de los procesos y cuidados. En algunas ocasiones, se requiere de personal que permanezca durante la noche para controlar la salud y el bienestar de los pacientes. Luego de extensos procesos de rehabilitación que pueden durar meses o años, los animales se liberan. Sin embargo, no todos llegan a esa feliz meta.
Según cuenta Brieva, por ejemplo, hay casos de aves que, debido a largos años de cautiverio, han adquirido una dependencia y cercanía con los seres humanos tan grande que no pueden defenderse por sí solas. En estas situaciones, son reubicadas a lugares que les puedan brindar los cuidados que necesitan, como bioparques o zoológicos.
“Es una carga emocional muy fuerte cuando, después de tanto esfuerzo, las heridas del cautiverio o de la captura les impiden volver a su hábitat natural, incluso sobrevivir”, cuenta Luisa Correa, médica veterinaria de la unidad de rescate.
De acuerdo con la profesional, para que un animal pueda ser liberado nuevamente a su hogar tiene antes que nada estar físicamente sano. No obstante, este no es el único requisito importante. Todos deben encontrarse en óptimas condiciones a nivel emocional, nutricional y de comportamiento. Tenerle miedo y huir de las personas e interactuar con otros de su misma especie.
Cuando no se pueden liberar, URRAS le informa a la autoridad ambiental, que puede ser la Secretaría Distrital de Ambiente, la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR) u otra corporación ambiental del país, y ellos se encargan de la posterior reubicación del ejemplar.
El costo del tráfico de fauna silvestre
Actualmente, la unidad alberga a aproximadamente 130 animales silvestres, todos en procesos de recuperación, lo que implica costos muy altos. En el caso de pacientes que requieren cirugías y exámenes especializados, la recuperación de un solo espécimen puede tardar entre tres meses hasta más de cinco años, dependiendo de las lesiones, enfermedades, especie, edad y otros factores. El costo de esta rehabilitación puede costar entre 3 y 10 millones de pesos.
Estos costos se cubren con lo que la UNAL destina desde su presupuesto y con los aportes que da la Secretaría de Ambiente y la CAR.
Aun así, para los conservacionistas el precio de las rehabilitaciones es mucho más grande, pues detrás se esconde una de las principales amenazas de la biodiversidad: el comercio ilegal de vida silvestre. Esto, según Brieva, es un daño irreparable que, una vez realizado, no se puede pagar con ninguna suma de dinero. “Es un acto muy cruel. Por más que uno le intente dar todo lo que pueda al animal, nunca va a ser lo mismo que estar libre, interactuando con los de su especie, teniendo crías, buscando comida”, indica la veterinaria.
URRAS no para porque la compra y venta irregular de fauna tampoco se detiene. Este delito se sigue nutriendo debido a la falta de conciencia de algunas personas que quieren a toda costa a estos seres como mascotas.
Según un informe presentado en la COP16 por TRAFFIC, organización que se dedica a investigar y combatir este delito a nivel mundial, solo en lo que va de 2024 se han incautado más de 200 animales o partes de animales en el aeropuerto El Dorado de Bogotá. La cifra en los últimos ocho años asciende a 8.200, pero a nivel nacional no hay información precisa sobre este delito. “Si se sabe de alguien que venda especies silvestres en redes sociales o en otro lugar, lo mejor es denunciar, ese acto que parece tan insignificante puede hacer toda la diferencia”, concluye Brieva.
La mejor manera de mitigar el tráfico y la tenencia ilegal de fauna es a través de la sensibilización y la educación, especialmente en las instituciones de educación superior, tal y como lo hace la Universidad Nacional con sus estudiantes voluntarios.
Por más que se considere que una especie puede vivir bien en una casa, con una jaula amplia y una correcta alimentación, estas no son las condiciones adecuadas. Su bienestar siempre se encontrará en la libertad.
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