Los gatos son seres curiosos, astutos y afectuosos, que se han convertido en compañeros preferidos por muchos individuos. A pesar de estas cualidades, suelen mostrar cierta resistencia a seguir instrucciones, resaltando la importancia de tener un adiestramiento desde una edad temprana.
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La clave al adiestrar a un gato reside en comprender que el uso de lenguaje negativo, abuso o cualquier forma de castigo físico no producirá resultados positivos. Por el contrario, estas acciones podrían incitar a las mascotas a desarrollar comportamientos agresivos con su cuidador.
Por ejemplo, una de las estrategias más efectivas para enseñar a un gato a evitar el rascado de muebles, a no morder a las personas o utilizar adecuadamente su caja de arena es emplear el refuerzo positivo.
Por ejemplo, debido a que los felinos buscan espacios elevados para descansar y supervisar su entorno, es recomendable proporcionarles áreas elevadas alrededor del hogar. Por ello, es natural que los felinos arañen superficies verticales para marcar un territorio, por lo que se debe ofrecer un rascador adecuado y fomentar su uso.
El juego es una parte esencial de la vida de los felinos, y su comportamiento lúdico a menudo involucra elementos de caza: a veces, la “presa” disponible son los pies en movimiento de las personas. Por ello, proveer a un felino con una variedad de juguetes y dedicar tiempo diario a lanzarle una pelota o una bola de papel arrugado puede ayudar a canalizar su energía.
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No obstante, en algunas ocasiones, puede ser necesario indicarle a un felino que ciertas conductas no son aceptables.
Una alternativa al castigo físico, que es bastante efectiva para corregir a un felino, es que el entorno actúe como un factor punitivo. Este enfoque, conocido como corrección remota, ya que el comportamiento del animal está determinado por las consecuencias que lo siguen. Si realizar estas acciones conduce a una experiencia desagradable, es menos probable que los felinos repitan el comportamiento. Además, la corrección remota tiene la ventaja adicional de eliminar la percepción de que las personas son “malas”.
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La clave es que el animal asocie algo desagradable con el comportamiento que se intenta eliminar. Para ello, se pueden emplear texturas, olores, sabores o sonidos aversivos para “poner trampas” en áreas prohibidas o interrumpir comportamientos no deseados.
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