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Las personas que comparten su vida con un gato saben que son animales especiales. Aunque cada ejemplar es único y dispone de un carácter propio, hay puntos de su personalidad que pueden llegar a coincidir, como, por ejemplo, el odio a las puertas cerradas.
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De acuerdo con el portal Experto Animal, son tres las razones que tienen los mininos para querer que las puertas de la casa siempre estén abiertas:
Son animales territoriales
Aunque los gatos domésticos se han adaptado a vivir dentro de viviendas, siguen siendo animales con un instinto territorial. Esto significa que a diario van a dedicar una parte de su tiempo para dejar su olor en todas las partes de la casa.
Además, al ser animales territoriales, necesitan tener controlado todo su entorno, algo que les resulta complicado si se encuentran con las puertas cerradas. Por esta razón, cuando ven una zona de la casa donde no pueden acceder, empiezan a maullar o rasguñar para llamar la atención y que alguien les permita entrar.
Sienten curiosidad
Los gatos son animales curiosos por naturaleza y su curiosidad se puede manifestar de muchas formas: desde meterse en pequeños lugares para observar cada uno los movimientos del hogar, hasta observar y analizar el mundo desde una posición elevada.
Estos comportamientos son un reflejo directo de sus instintos de caza, pero también de los instintos que les han ayudado a escapar de los depredadores durante siglos. Las puertas cerradas son barreras que les impiden acceder y saciar su curiosidad.
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Son animales sociales
Aunque los gatos tienen la mala reputación de ser solitarios, la realidad es que son animales sociales y cariñosos que valoran la compañía de los humanos. De hecho, muchos ejemplares tienen la costumbre de seguir a sus dueños hasta en el baño. Por lo tanto, si se les deja por fuera de una habitación con la puerta cerrada, no es de extrañar que empiecen a maullar.
Consejos
Los expertos en comportamiento felino consideran apropiado que los dueños de gatos dejen que estos entren a las habitaciones al menos una vez al día. De esta forma, los mininos podrán comprobar que nada se les oculta y que hay poco que pueda intrigarles.
Otra solución es construir una puerta gatera, es decir, una entrada pequeña que permite que el gato se movilice a su antojo sin tener que dejar toda la puerta abierta.
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